Categorías

Ramón M. Cercavins Montero: JESUITAS Y MASONES

Columna libre

Ramón M. Cercavins Montero: JESUITAS Y MASONES 

Posiblemente sabedores de mis antecedentes jesuitas se me encomendó este trabajo que encaro con entusiasmo y fervor. Inicio con esta aclaración como disculpa anticipada a cualquier interpretación que pudiera parecer sesgada pero que no es más que el fruto de mi vida y mis creencias. 

Quienes han profesado en una orden religiosa o han coronado el orden sacerdotal dentro de la Iglesia Católica y posteriormente lo abandonan, con frecuencia se alejan en forma terminante de la Fe, de sus prácticas y de sus creencias si no es que abrazan ejercicios diametralmente opuestos. 

No es mi caso. Abandoné la Orden consciente de que era incapaz de cumplir sus reglas pero con la tristeza de dejar algo que me entusiasmaba. He procurado siempre seguir las huellas que la Compañía de Jesús dejó en mí y sigo mostrándome ferviente seguidor de Ignacio de Loyola, su fundador. 

Al igual que con la masonería, se han escrito muchas falacias sobre los jesuitas y también han sido despiadadamente perseguidos sin razón válida alguna. Algo tendrán en común deduzco. 

A pesar del título de este trabajo, no voy a referirme al libro “Jesuitas y Masones” que todos conocemos aunque puedo afirmar, por lo que he vivido en ambas instituciones, que son ciertas prácticamente todas las afirmaciones del libro. Puede ser que grados que no alcancé en una y que aún no he alcanzado en otra, los haga diferir, por ello resalto que me referiré siempre en esta plancha a mi vivencia personal. 

En ese marco, deseo transmitir algunas realidades de los jesuitas que, precisamente por discretos y no secretos, no son muy de conocimiento público. Debo aclarar que la Compañía nunca me exigió juramento alguno de no revelar lo que en ella sucedía. Pero comencemos por el principio. Sí, comencemos por el principio de nuestros trabajos. 

Este trazado se inicia con las siglas A:. L:. G:. D:. G:. A:. D:. U:. cuyo significado todos conocemos como “A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo”. Pues bien, los jesuitas inician sus epístolas con las letras A.M.D.G, que son las iniciales de la expresión latina “Ad Majorem Dei Gloriam”. El latín, al igual que el quechua, desarrolla los artículos, preposiciones y algunos adverbios como sufijos por lo que al castellanizar la expresión latina nos encontramos con la frase “A la mayor gloria de Dios”. Hagamos el ejercicio de reemplazar la palabra “Dios” por la expresión “El Gran Arquitecto del Universo” y hallaremos que los jesuitas se refieren “A la Mayor Gloria del Gran Arquitecto del Universo” A. L. M. G. D. G. A. D. U. 

Sólo una letra nos separa. Los jesuitas incluyen la M de Mayor antes de referirse a la Gloria. Casualidad? Coincidencia?. Dejo esta apreciación a la interpretación de cada uno de nosotros que estamos inmersos en un mundo de simbología que nos caracteriza. 

Sigamos. Si desean que lo califique como anecdótico, los jesuitas, debajo de las siglas anteriores también, al igual que nosotros, ponen otras tres iniciales, J.H.S. si usan la expresión castellana o I.H.S. si utilizan la latina, “Jesús Hombre Salvador”. Estas iniciales, a veces en forma de anagrama, también están labradas en cuanto templo o convento jesuita se construyó u ocupó desde su fundación. Reparen en este detalle cuando se aproximen tanto a la Iglesia de la Compañía en la plaza principal, como a la Capilla de Santa Veracruz o en el edificio posterior que si bien es hoy un colegio de Fe y Alegría era el convento de novicios y tercerones jesuitas. 

¿QuÉ es un masón? Todos sabemos la respuesta “un hombre libre y de buenas costumbres”. Nos hemos preguntado alguna vez ¿qué es un jesuita? ¿Por qué se los llama jesuitas? Pues bien, Ignacio de Loyola quiso marcar a cada uno de sus seguidores con un sello que los identificara claramente ante el mundo y los llamó “jesuita” que es la unión de dos palabras latinas “jesus ita” que se traduce “como Jesús”. Más libre y de buenas costumbres que identificarse con Jesús no es fácil de imaginar aunque algunos preferirían referirse a otros profetas, iluminados o elegidos. El nombre es lo de menos, lo importante es su significado. 

IGNACIO

Ignacio de Loyola nació en el poblado de Loyola en Guipúzcoa, País Vasco español pocos años después del descubrimiento de América y del nacimiento de España como tal. Huérfano temprano, lo orientan a la carrera militar empezando siendo paje del rey Fernando de Aragón; años después, estando enrolado en los ejércitos del Virrey de Navarra, es herido de gravedad por una bala de cañón (año 1521). 

Cual Quijote de la Mancha, se dedica a leer cuanto libro de aventuras guerreras hay a su alcance hasta que, terminados esos libros, comienza a leer la Imitación de Cristo de Kempis. Ahí comienza su conversión y se da inicio a una carrera que en forma mágica hace la simbiosis entre la carrera militar y la práctica de la fe. 

Repuesto de las heridas comienza un periplo que lo llevará a recorrer España, Francia e Italia. Vela sus armas en el Monasterio de Montserrat y le entrega su espada mundana a la Virgen Morena. La peste lo aísla en Manresa y aprovecha para empezar a dar forma a sus ejercicios espirituales y poco después, finalmente llega a Paris a estudiar Teología. 

ORIGENES DE LA COMPAÑÍA DE JESUS

Precisamente en Paris, en el corazón rosa de la ciudad y rodeado de un mundo que despierta con la noche, en una pequeña iglesita, funda la Compañía de Jesús junto a otros compañeros de estudios a los que había convertido y convencido. 

Ese lugar es el famoso Montmartre cuna de pintores impresionistas y feudo de los bohemios; la pequeña iglesita es hoy la basílica del Sacre Coeur (Sagrado Corazón). No es casualidad que fuera unos de los primeros lugares visitados por Francisco, el Papa Jesuita. 

Poco tiempo después, acompañado de Francisco Javier (apóstol de las Indias y a quien seguro tuvo presente el nuevo Papa al adoptar su nombre) y de Francisco Borja (duque de Gandia, Virrey de Cataluña y pariente próximo del Papa Borjia Alejandro VI y de sus hijos) se dirige a Roma para solicitar al Papa Pablo III la aprobación de la orden. Hecho que acontece en el año 1540 

Pero esta Orden toma la estructura militar: se llamará “Compañía” y su máximo Superior se denominará “general”. Los aspirantes son obligados a velar sus hábitos antes de su imposición cual sus armas futuras fueran. 

Ese “ejercito” lo dirige Ignacio a combatir la Reforma Protestante de Lutero y así se da inicio a la llamada Contrareforma, teniendo a los Jesuitas como sus líderes. Adicionalmente se abocan a la conversión de los llamados infieles y a la creación de centros educativos con el fin de formar los líderes del Futuro. 

LA MASONERIA DE LA EPOCA

Estábamos inmersos en la Masonería operativa que en la realidad de la construcción forma un cuerpo de simbolismo sencillo para sus logias originales, que tuvieron un esplendor sin igual y lograron un nivel de conocimiento científico único que hoy arquitectos e ingenieros ven con asombro. 

En el seno de las cofradías subyacía un esoterismo de carácter juanítico (de Juan evangelista y Juan Bautista, solsticio de invierno y solsticio de verano) con un desarrollo particular en oposición de la Iglesia Católica, que viene de la tradición de Pedro apóstol con abundantes dogmas. Los juanistas y los de Pedro siempre tuvieron relaciones relativamente buenas y convivieron en virtud de que a la Iglesia Católica le convenía con toda certeza la gran obra de los arquitectos y masones de la Edad Media. Por ello coexistieron. 

Algunas órdenes religiosas albergaron en secreto iniciados de las cofradías y guardaron secretos bibliográficos de suma importancia como los manuscritos de Sócrates y Platón. Una de ellas fue la Orden benedictina, fundada por San Bernardo, que rechazaba abiertamente en el fanatismo y dogmatismo promovido por los papas y la jerarquía eclesial y que acompañó durante siglos a los masones operativos. 

Con el paso del tiempo los reyes desistieron de los grandes monumentos religiosos (las catedrales) y los grandes castillos. Las cofradías entraron en franca crisis puesto que sus servicios dejaron de ser útiles y cada vez menos los reyes pudieron protegerlos. 

Su existencia empezó a languidecer y la concentración física de los constructores retrocede: en su lugar, intelectuales, pequeños burgueses y burgueses ingresan en las Logias. 

La Masonería se convirtió en una nueva moda europea y todos querían ingresar a ella puesto que los duques y hasta algunos reyes decidieron unirse a la membresía. Los verdaderos masones prácticos se fueron apartando y tan sólo una nueva clase de intelectuales se apropiaron del Arte Real de la construcción y de sus símbolos, saludos secretos y formas de reconocimiento. 

Se desarrollaron nuevos rituales que venían a deformar la referencia directa a la deidad. En diferentes lugares, las logias eran protestantes o católicas y el debate por la orientación filosófica de las mismas se dio en un marco de abandono por las antiguas tradiciones que en general eran cristianas. 

Algunos rasgos generales se conservaron y fueron comunes. Pero, desprovista de su profunda esencia, las tradiciones masónicas de la antigüedad cedieron ante una avalancha de una numerosa membresía que abundante en número, no recibía en realidad ningún conocimiento real iniciático, a pesar de las referencias directas de un sistema que tocaba lo trascendente en su simbolismo. 

La cantidad atropelló la calidad y la Masonería se revistió de otros intereses de tipo intelectual. También, política, negocios y sociedad se convirtieron en el centro de nueva orden masónica que se conoce hoy como Masonería especulativa y que desprovista de sus antiguos y trascendentes misterios, se vulgarizó. 

El cisma estaba servido. Las Órdenes Religiosas y en general la propia Iglesia se fueron apartando de la masonería y para defender su primacía se abocaron a estigmatizar a la masonería. 

EL REINO EXPULSA A LOS JESUITAS La misión civilizadora y evangelizadora de los jesuitas los hizo penetrar a la selva suramericana y empezar a ejercer su misión. Sus métodos nunca fueron bien vistos por la Jerarquía Eclesiástica que, desde el comienzo de las conocidas “misiones” en el siglo XVII, buscó la forma de alejarlos de su práctica. 

Precisamente en el siglo siguiente, el rey Carlos III los expulsa de La España peninsular y de sus colonias acusándolos de haber sido los promotores de los mítines populares que pretendían mejoras sociales en la población. Seis años después el Monarca logra que el Papa Clemente XVI suprimiera la Orden. Fue restablecida en 1814, pero los jesuitas serían expulsados de España dos veces más, en 1835 por María Cristina de Borbón y en 1932 en la Segunda República. 

Los jesuitas expulsados en el continente suramericano buscaron refugio en las Misiones que tenían organizadas en lo que hoy es Bolivia, Paraguay y Argentina. 

Y sin pretenderlo se convirtieron en la avanzada del Reino de España que contuvo la penetración portuguesa amparada en el Tratado de Tordecillas. 

LOS GRADOS

Aunque hubiéramos estado acostumbrados a ver a todos los jesuitas con el mismo hábito, no son iguales. Hay tres grados, aunque hoy por hoy el primero de ellos tiende a desaparecer. 

El primer grado ampara a los llamados Coadjutores Temporales. Como su nombre lo indica son los ayudantes de oficios laicos. Son los encargados de dirigir todos los oficios domésticos necesarios en una congregación. Ellos dirigen la cocina, lavandería, limpieza, enfermería, etc etc. Profesan sus votos perpetuos de Pobreza, Castidad y Obediencia pero no son ordenados sacerdotes. Su formación dentro de la Compañía es de pocos años y, dado el signo de los tiempos, cada día son menos los aspirantes y cada vez es menor su necesidad en la Orden. 

El segundo grado cobija a los Coadjutores Espirituales, es decir los ayudantes espirituales. Este es el cuerpo fuerte de la Compañía de Jesús. Ellos, con estudios entre 11 y 13 años, son ordenados sacerdotes y son los encargados de impartir y conservar la Fe entre los Laicos. 

Finalmente en el tercer grado están los Profesos. Son la elite de los jesuitas y son seleccionados en su proceso de formación y para ello se tiene muy presente su capacidad intelectual más que su devota praxis. Sólo ellos podrán acceder a los principales cargos jerárquicos y sólo ellos podrán asistir a las Congregaciones Provinciales (máximo órgano rector de la Provincia Jesuita) y sólo ellos podrán estar presentes en la Congregación General (máximo órgano rector de la Orden). Cada uno de los tres grados, no obstante, pasan por tres pruebas. 

La primera es una pequeña introducción que les muestra el mundo exterior dentro de la institución. Esta termina con la imposición del hábito que antes de ser utilizado es velado toda una noche por el postulante inmerso en oración y meditación. 

La segunda se refiere a los dos años de noviciado en los que el candidato es sumergido en el mundo jesuita y es sometido a varias pruebas, en hospitales en peregrinación, en control del cuerpo y en general en diferentes formas de penitencia que van fortificando el espíritu y doblegando cualquier incipiente vicio. Es difícil que el más exquisito orgullo o sofisticada soberbia logren superar esta prueba. Al final de la misma el candidato ingresa realmente a la compañía de Jesús al profesar, en forma privada, sus votos perpetuos. Ya no firmará como nSJ (novicio de la Compañía de Jesús) sino simplemente como SJ (de la Compañía de Jesús). 

La tercera se desarrolla después de terminar los largos años de carrera y se lleva a cabo durante un año de retiro, reflexión y compromiso con la Orden. Al finalizar se profesan los mismos votos pero públicamente. 

Tres grados… tres pruebas… No encontramos otra vez ante una casualidad o una simple coincidencia? 

LOS VOTOS SECRETOS Mucho se ha hablado, escrito y satanizado sobre los votos secretos de los jesuitas y personalmente no estoy de acuerdo con esos asertos y no me constan dichas prácticas. 

Evidentemente, los Profesos, sólo los Profesos, además de los votos públicos (efectuados en lugar público y ante público) de Pobreza, Castidad y Obediencia, asumen otros votos secretos (efectuados en lugar privado y sin público aparte de su superior). 

Entre estos votos hay algunos muy interesantes. Uno de ellos se refiere a no modificar las reglas de la pobreza. Este es un voto trampa ya que las Constituciones de la Orden indican que dichas reglas sólo podrán modificarse por la Congregación General. Y a la Congregación General sólo asisten Profesos. Y los profesos hacen voto de no modificarlas. Otro se refiere a obediencia ciega y sometimiento al Papa. Este es un voto que con frecuencia lo ha usado, y lo usa, el papado sobre todo cuando sus decisiones pueden estar reñidas con las disposiciones de la Orden. Un tercer voto se refiere a no presentarse ni aceptar cargo alguno en la jerarquía de la Iglesia. Este voto es tan rígido que prácticamente no existen obispos y menos cardenales jesuitas. 

FRANCISCO EL PAPA JESUITA

En el marco de este último voto, nos preguntaremos… “entonces ¿cómo un jesuita puede ser Papa?”. 

Tengo certeza de lo que ha pasado hasta la muerte de Juan Pablo II, lo que pasó después corre de boca en boca entre los corrillos jesuitas sin haber (ni la habrá) prueba cierta al respecto. 

Cuando la Iglesia necesita que un jesuita asuma un obispado, arzobispado o se invista con el capelo cardenalicio, recurre a uno de los votos mencionados anteriormente. Es decir el Papa le ordena, en virtud del voto de obediencia ciega, que asuma el cargo para el cual ha sido elegido. El jesuita obedece. No me cabe la menor duda que el jesuita Jorge Mario Bergoglio recorrió ese camino en sus diversas etapas hasta llegar al Colegio Cardenalicio. 

A partir de ahí entramos en el ámbito de los susurros y la especulación. Se comenta que en el conclave siguiente al deceso del Juan Pablo II ya habría sido elegido Bergoglio pero, fiel a su voto, rechazó la elección. Y no había Papa para que lo obligara. 

Y cuando se convoca el nuevo Cónclave para elegir al sucesor de Benedicto XVI la historia se repite. El jesuita vuelve a rechazar… pero en ese momento había un Papa vivo (Benedicto XVI) que hizo valer sus prerrogativas sobre los miembros de la Compañía de Jesús… 

Hoy, queridos hermanos los dos papas de los jesuitas, el Papa Blanco de Roma y el Papa Negro como llaman a su General, están inmersos en el Nuevo Orden Mundial compartiendo metas e ideales con la masonería. 

Las cosas están cambiando, ya no estamos sometidos a anatemización del Cardenal Ratzinger; el Opus Dei, que precisamente durante el papado del mismo logró la canonización exprés de su fundador José María Escriva de Balaguer, ha desaparecido de la Curia Vaticana. Las cosas están cambiando y debemos adherirnos al universo que nos aproxima en vez de fijarnos en las nimiedades que nos separan 

Queridos hermanos, espero que este breve recorrido sobre algunos aspectos de la vida jesuítica, sobre sus persecuciones, sus principios, sus grados y su eterna tolerancia a otras formas de pensar nos sirva para darnos cuenta que, como masones, estamos más próximos a ellos de lo que normalmente nos quieren hacer creer. 

Vistas:
813
Categoría:
General

No se permiten comentarios.

Si deseas publicar un trabajo envíalo a esotomayor@alianzafraternal.org