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MASONERÍA Y ECOLOGÍA

En el momento que me puse a pensar sobre cómo desarrollar este artículo y en la relación que existiría entre Ecología y Masonería conté con la ayuda de mis hermanos que me guiaron, que me dieron las pautas necesarias que me hicieron ver que todo proviene de un Ser Supremo, de un principio, de un origen, y me hizo desarrollar esta plancha la cual tengo la esperanza de que su contenido satisfaga vuestra expectativa.

Al principio Dios creo el cielo y la Tierra. La tierra estaba desierta y sin nada, y las tinieblas cubrían los abismos, mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas. Dijo Dios: «Haya Luz”, y hubo Luz. Dios vio que la luz era buena y la separo de las tinieblas. Dios llamó a la luz «Día» y a las tinieblas «Noche». Y atardeció y amaneció el día Primero. Dijo Dios: «Haya un firmamento en medio de las aguas y que separe a unas aguas de otras. «Hizo Dios entonces el firmamento separando a unas aguas de otras, las que estaban encima del firmamento, de las que estaba debajo de él. Y llamó Dios al firmamento «Cielo». Y así sucedió. Y atardeció y amaneció el día Segundo.

Dijo Dios: «Júntense las aguas de debajo de los cielos en un solo lugar y aparezca el suelo seco. Y así fue. Dios llamó al suelo seco «Tierra» y la masa de agua «Mares» y vio Dios que todo era bueno.

Dijo Dios: produzca la tierra pasto y hierbas que den semilla y árboles frutales que den sobre la tierra fruto con su semilla adentro. Y así fue. La tierra produjo pasto y hierbas y atardeció y amaneció el día Tercero.

Dijo Dios: Haya lámparas en el cielo que separen el día de la noche. Y así fue. Dios hizo dos grandes lámparas una grande para presidir el día y otra más chica para presidir la noche también hizo las estrellas. Yahvé las colocó en lo alto de los cielos para alumbrar la tierra, para mandar al día y a la noche y separar la luz de las tinieblas. Y amaneció y atardeció el día Cuarto. Dijo Dios: Llénense las aguas de seres vivientes y revoloteen aves sobre la tierra y bajo el firmamento.

Y Creo Dios los grandes monstruos marinos y todos los seres que viven en el agua y todas las aves. Y vio Dios que estaba bien. Los bendijo Dios, diciendo: «Crezcan, multiplíquense y llenen las aguas del mar y multiplíquense asimismo las aves en la tierra.» Y atardeció y amaneció el día Quinto.

Dijo Dios: produzca la tierra animales vivientes, de diferentes especies bestias, reptiles y animales salvajes. Y así fue que hizo Dios las distintas clases de animales salvajes de bestias y de reptiles. Y vio Dios que esto era bueno.

Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que mande a los peces del mar y a las aves del cielo, a las bestias, a las fieras salvajes y a los reptiles que se arrastran por el suelo.

Y creo Dios al hombre a Su imagen.

A imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó.

Dios los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Manden a los peces del mar, a las aves del cielo y a cuanto animal viva en la tierra». Dijo Dios: «Yo les entrego para que ustedes se alimenten, toda clase de hierbas, de semilla y toda clase de árboles frutales. A los animales salvajes, a las aves de los cielos y a cuanto ser viviente se mueva en la tierra, les doy para que coman pasto verde». Y así fue. Vio Dios que todo cuanto había hecho era muy bueno. Y atardeció y amaneció el día Sexto. Así fueron hechos el cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos. Dios terminó su trabajo el Séptimo día y descansó en este día de todo lo que había hecho. Bendijo Dios este Séptimo día y lo hizo santo porque este día él descansó de todo su trabajo de creación. Este es el origen del cielo y de la tierra cuando fueron creados.

«En el principio creó Dios los cielos y la tierra». Este enunciado, categórico y solemne, abre la lectura del Génesis y con él, la de toda la Biblia. Es la afirmación del poder total y absoluto de Dios del único y eterno Dios, a cuya voluntad se debe todo cuanto existe, pues «sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho». El universo es resultado de la acción de Dios, quien con su palabra creó nuestro mundo, lo hizo habitable y lo pobló de seres vivientes. Entre estos puso también a la especie humana, aunque la diferenció de cualquier otra al otorgarle una dignidad especial, pues la había creado «a su imagen, a imagen de Dios».

Este inicial relato del Génesis considera al hombre y a la mujer en una particular relación con Dios de quien han recibido la comisión de gobernar de manera responsable el mundo del que ellos mismos son parte. En efecto, el ser humano (en hebreo, Adam) fue formado » del polvo de la tierra» (Adamá), es decir, de la misma sustancia que el resto de la creación, pero «Jehová Dios… sopló en su nariz aliento de vida, fue el hombre un ser viviente». La creación del hombre, del varón (isli), es seguida en el Génesis por la de la mujer (ishah), constituyendo entre ambos la unidad esencial de la pareja humana.

La especial relación que Dios establece con Adán y Eva se define como una permanente amistad, ofrecida para ser aceptada libremente. Dios, creador de todo y soberano absoluto del universo, ofrece su amistad; el ser humano es libre de aceptarla o rechazarla. El signo de la actitud humana ante la oferta divina se identifica en el precepto que, por una parte, afirma la soberanía de Dios y, por otra, establece la responsabilidad de Adán en el goce de la libertad: «Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás». Pero Adán, el ser humano, por querer igualarse a Dios, quebranta la condición impuesta. Y lo hace con un acto de rebeldía que le cierra el acceso al «Árbol de la Vida» y abre las puertas al imperio del pecado, cuyas consecuencias son el dolor y la muerte.

Esta parte del Génesis representa el comienzo de una nueva etapa en el desarrollo de la humanidad, una etapa en la que Dios actúa para liberar a los seres humanos de la situación a la que el pecado los había conducido.

Si el patrimonio natural que legamos, mucho antes de la misma existencia del hombre sobre la tierra, es la única y verdadera riqueza que poseemos, ¿por qué tanto desatino en la interacción de la especie humana con la naturaleza?

Un grano de polvo cósmico. Tal vez nuestro planeta sea sólo un grano de polvo cósmico contemplado en el conjunto del universo, ¡pero es nuestro planeta! Que es como decir nuestro templo, nuestro hogar, y nadie va por su casa destruyendo aquí o arrasando allá cuanto encuentra a su paso. A esta «tierra-patria» que nos acuna hemos de dedicar lo mejor de nuestras intenciones, nuestros propósitos más elevados: hemos de cuidar cada bosque porque en ellos como en ninguna otra parte, el verde es verdadera metáfora de esperanza, y nada deseamos más que legar a nuestros hijos un mejor aire para respirar.

El hombre pareciera predestinado, no sabemos por qué signo fatídico, a eliminarse a sí mismo y, en ese intento, empieza de afuera hacia adentro, destruyendo, como dijera Jean Marie Pelt, «uno a uno, los sistemas de defensa del organismo planetario». Es nuestra tarea entonces no permitir esta autodestrucción. Es responsabilidad de todos los Masones asumir la conducción de programas orientados a impedir la innecesaria inmolación del hombre, que empieza por la muerte de cuanto le rodea.

Vamos a dar una mano a este nuestro planeta tierra: Pongamos mas árboles en su superficie, ayudemos a cuidar lagos, ríos y bosques, a proteger las especies en vías de extinción y, en fin, defendamos ése maravilloso escudo natural que es la capa de ozono. Es tarea de todos, cierto, pero hagamos que sea especialmente una tarea nuestra. Demos el buen ejemplo, y con ello no estaríamos sino dando continuidad a ese hermoso legado que el G:, A:. D:. U:. nos heredó.

Ha dicho Arturo Usiar Pietri, humanista e historiador venezolano, en defensa de nuestro deteriorado medio ambiente, que: » … No tenemos sino un patrimonio que es el legado de la naturaleza que hemos recibido de la historia y de la geografía y que abarca el puñado de tierra continental, enclavada como cuña en la cabeza que la América del Sur mete en el trópico y en el agua del Caribe. Ese conjunto de especies y climas, esas asociaciones de formas de vida, esos volúmenes de agua y de tierra, esas plantas de la superficie y esos yacimientos del subsuelo, es todo cuanto tenemos y es la base y el límite de toda acción posible. Está escrita en esas rocas, en esos bosques, en esos valles, en esos ríos, en esos mares y en plantas y los animales que los pueblan, la historia de nuestro futuro. Si no aprendemos a descifrarla podríamos correr la suerte de los pródigos que pierden y malbaratan la herencia paterna. Tenemos que aprender, por que todavía estamos lejos de saberlo bien, a vivir con la naturaleza y para la naturaleza».

Sin embargo, resulta cuestionable el hecho de que siendo la Ecología la más importante de las ciencias en cuanto a su capacidad de regular y controlar las relaciones entre los organismos y su medio ambiente, y por ende, una alternativa para hallar vías posibles de hacer frente a los fuertes estragos ambientales que amenazan la supervivencia sobre la tierra, el hombre en su incontenible avance no haya prestado a esta nueva ciencia la atención necesaria para calmar tanta dolencia de nuestra madre tierra, enferma por la conducta de sus hijos hoy convertidos en voraces depredadores de sus recursos y a quienes le piden a gritos encontrar la concordia para recuperar el equilibrio natural perdido.

En torno al 5 de Junio reconocido Internacionalmente como el Día Mundial del Ambiente, y en la llegada de un nuevo milenio, se nos plantea la imperativa necesidad de encontrar las formas de convivir en completa armonía con las naturaleza, mediante la utilización consciente y racionalizada de los recursos y su manejo eficiente y sostenido, a fin de evitar su total agotamiento. De llegar a comprender, en suma, que preservar nuestro medio natural no significa otra cosa que salvar a la humanidad de su propia destrucción.

Desde la Segunda Guerra Mundial aumentó enormemente la producción de petroquímicos, pesticidas y otros compuestos con efectos tóxicos. La ingestión o el contacto prolongado con dichas sustancias puede ocasionar cáncer, trastornos gastrointestinales y neurológicos, defectos congénitos y, en ultima instancia, la muerte. Cada año se producen en el mundo entre 400.000 y dos millones de casos de intoxicación, la mayoría entre campesinos y trabajadores agrícolas de países en desarrollo. Los residuos radiactivos y los efluentes de plantas nucleares y de fabricación de armas contaminan el suelo, el agua y el aire que rodea a tales instalaciones y se cree que son cancerígenos. No se ha  implementado ningún programa seguro y satisfactorio para la eliminación de desechos radiactivos.

La Masonería tiene por objeto el estudio de la moral y la practica de los principios más puros de la caridad y la verdad; la masonería es una escuela de superación espiritual para hacer del hombre no solamente un ser libre y culto sino un elemento útil a la sociedad. Entre sus principales fines esta el desarrollo de la solidaridad humana mediante la formación de una conciencia universal de fraternidad entre todos los hombres.

En consecuencia, en manos de cada hermano Masón esta conducir la vida del planeta por el camino del aniquilamiento o de la conservación. Esta no es, claro está, tarea de unos cuantos, pero, poco a poco iremos sumando voluntades hasta conformar un equipo de aliados dispuestos a navegar sobre aguas tranquilas, y regocijarnos con el verde siempre verde de la selva majestuosa extendida como un inmenso mar en el horizonte.

Por: Roberto Duarte Bellot

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