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EL REGALO

Pienso luego existo… 

EL REGALO 

AUTOR: SAFO

Diciembre es el mes denominado de los regalos dentro de las costumbres occidentales y aunque en algunos países los intercambian recién los primeros días de enero el significado es el mismo. ¿Qué significa dar un regalo? Para la gran mayoría se trata simplemente de cumplir con una obligación social de carácter tradicional que se cumple no solo en Navidad, sino también en los cumpleaños, graduaciones, matrimonios y otros eventos estilados en la sociedad de prácticamente todos los estratos económicos y culturales. 

¿Pero acaso el mero intercambio de objetos o de dinero en efectivo, significa dar un regalo? Quizás marchando contra la corriente de dichas costumbres sociales me atrevo a afirmar que el verbo dar seguido de la palabra regalo debiera tener otro significado y una mayor trascendencia. Dar es similar a la expresión de desprendimiento, de donde se colige que el hecho de dar un regalo debiera significar la máxima expresión de desprendimiento de un ser humano en favor de otro, lo cual a su vez significa que no solo está restringido a lo material, sino a toda señal de generosidad, de amor, de entrega incluso espiritual de uno en beneficio del otro. 

Jamás debemos olvidar, que el hecho de existir en este mundo es consecuencia de un regalo de generosidad de nuestro Creador, el gran regalo de la vida, a través del amor inyectado en nuestros progenitores a lo largo de nuestro nacimiento, formación y educación hasta nuestros días y fue dado sin pedir nada a cambio y dotándonos además del don del libre albedrío. 

Cuando una persona se encuentra pasando por momentos de aflicción física, mental o espiritual, cuán importante es contar con alguien que de manera desprendida, libre, voluntaria y sobre todo desinteresada, se acerque y le dé el regalo de la comprensión, de la solidaridad y si se puede del consejo, el apoyo o la solución de esos problemas. 

El regalo del amor sincero, leal y comprensivo es también otro de los obsequios que se pueden y deben dar entre los seres humanos, no solo de los componentes de una familia, sino entre toda la especie incluyendo en ella a las especies con quienes compartimos la vida en este planeta y sin olvidar a la misma Tierra en sí. 

Estos regalos de comprensión, entendimiento y sobre todo lealtad, son los que hacen falta en el desarrollo de nuestra sociedad a fin de lograr una vida en armonía, paz y amor, carencias de las cuales la humanidad se queja a diario y debe por el contrario enfrentarse al odio, la violencia, la venganza y hasta el crimen primigenio de matar por envidia. 

El escoger el regalo apropiado, en el campo simple de los objetos, debe ser otro tema que nos debe llevar a la reflexión pues no se trata simplemente de comprar lo más caro, o lo más grande y vistoso; por el contrario debe pasar por el filtro del conocimiento sobre la real necesidad y utilidad del objeto en sí y de la apetencia de la persona a quien va dirigida. En palabras simples debemos encontrar el objeto que satisfaga una necesidad y no simplemente dejarse llevar por la vanidad del precio, tamaño o moda. Por supuesto que los señores comerciantes estarán en contra de esta definición, pero considero que para cada ocasión y edad o circunstancia social existe el producto adecuado, por lo que no se considera la necesidad de coartar a nadie, sino simplemente de saber dirigir el impulso de dar en relación a la utilidad y necesidad. 

Obviamente que cuando se trata de un niño las oportunidades estarán más circunscritas a su edad y necesidad de juego y diversión, aspectos que también pueden ser encarados con la inteligencia de escoger aquellos que no los orienten a la violencia o al egoísmo, sino al aprendizaje y a la sociabilidad, así como a la constante formación intelectual, pues no debemos olvidar que es en los primeros años donde el cerebro humano absorbe la mayor cantidad de información con mayor facilidad y capacidad de retención. 

Insistimos en que el dar un regalo debe ser una actividad desarrollada con gusto, con alegría de sentirse útil para el otro y que ese gesto de desprendimiento en solidaridad, debe afianzar más los lazos de unidad y confianza, aspectos de los que la sociedad humana actual carece en mayor medida. Cada vez son mayores los gestos y actitudes de egoísmo, envidia y soberbia, en reemplazo de las virtudes del acercamiento en solidaridad, con afecto, lealtad y sinceridad y por sobre todo con todo el ánimo de ayudar con desprendimiento a que la humanidad se desarrolle en paz, amor y armonía. 

Los seres humanos nos consideramos los reyes de la creación y suponemos erróneamente que estamos aquí para dominarla y utilizarla a nuestro antojo, sin detenernos a apreciar las actitudes de las otras especies de animales y vegetales, que no se atropellan o matan sin motivo, solo protegen sus espacios de supervivencia y de desarrollo, se alimentan con lo necesario y respetan las leyes de la naturaleza que permite proveer lo suficiente para su subsistencia en la justa medida. 

¿Acaso tendremos que retroceder a los orígenes de la creación, para que nuestro ecosistema aguante algo más? 

Evidentemente la humanidad aún se encuentra en proceso de evolución y los violentos adelantos científicos y tecnológicos no han logrado satisfacer a plenitud sus necesidades, pero lo más importante es que no han podido acabar con los vicios que nos separan y dividen y que no son otros peores que los de la ambición desmedida, de la violencia, la angurria del poder, y el egoísmo de pensar y actuar solo en provecho personal sin importar lo que esos hechos implican a la naturaleza o a otros seres humanos. 

Aprendamos pues a DAR sin el objetivo de recibir algo a cambio; sintámonos felices de poder tener la capacidad de otorgar a los demás algo de lo que nos dotó la naturaleza. Todos tenemos la capacidad de brindar algo, ya sea de carácter material si contamos con las posibilidades económicas o simplemente tengamos el don de entregar a los demás nuestra solidaridad, nuestro afecto, nuestro silencio brindando el hombro del consuelo al que sufre, resumido todo en el verdadero AMOR a la humanidad. 

El regalo va más allá de la colorida envoltura, pues así sea simple y sin adornos, cuando en su interior encierra la verdad de la comprensión y la solidaridad, tiene más valor que no es dimensionable en dinero sino en la demostración del primer mandato divino y humano: amar al prójimo. 

En estas fiestas navideñas alistemos las mejores galas de nuestra paciencia, sabiduría, conocimiento y capacidades intelectuales y sentimentales para brindarlas con amplitud a quienes carecen y requieren de ellas; lamentablemente hay muchos de nuestros congéneres que están a la espera, a veces al lado mismo nuestro, por lo que es recomendable que abramos más los ojos de nuestro corazón en lugar del bolsillo que guarda nuestra billetera. 

FELICES FIESTAS EN PAZ, ARMONIA Y RODEADOS DE LA DULZURA DE LA COMPRENSION Y LA UNIDAD QUE DEBE DURARNOS LOS NUEVOS 365 DIAS QUE ESTRENAREMOS EL 1 DE ENERO DEL 2019 

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