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Nuestro Primer Deber

Muchas veces, lo confieso más por curiosidad que por afán de investigación, me he preguntado cuál es nuestro primer deber en el que radica el fundamento de nuestro éxito si lo cumplimos o de nuestro fracaso, si lo ignoramos. Para calmar mi curiosidad he recurrido a todo; a la lectura de nuestro catecismo, al estudio de nuestros manuales, al examen de nuestra filosofía, a la pregunta indiscreta y la observación constante. He acumulado la mayor cantidad posible de antecedentes con el objeto de hallar la solución a mi problema, pero poco a poco los he ido desechando uno por uno. Nuestro primer deber, no es el de practicar la fraternidad, ni la tolerancia, ni el de tratar de alcanzar la sabiduría, ni el de rechazar el prejuicio, ni el dogma, ni el de amar entrañablemente la libertad, ni el ir tras de la verdad, donde encontrar entonces ese deber fundamental, base de nuestra existencia misma? Nuestro primer deber, sin recurrir a la disfrazada frase dicha así quizás con descarnada claridad es el deber de la presencia. Llegando a conclusión tan simple por su evidencia me ha sido imposible el evitar que este trabajo se convierta en un mensaje fraternal a nuestro H:. ausente. Me dirijo al H:. del lugar vacío, no con acentos de reproche , no cabrían en mí, sino con el tono amable de la concordia y de la fraternidad: Q:. H:. Ausente ayúdame con tu comprensión a hacer menos ingrata mi tarea. En repetidas oportunidades me he preguntado, al contemplar algunas veces nuestras desoladas columnas, se en ese asiento vacío no estará sentado nuestro peor adversario, nuestro más implacable enemigo. Sin pretender ser sagaz ni ingenioso, pues basta un mínimum de perspicacia te confieso Q:. H:. del lugar vacío que adivino tus razones, o lo que es peor, lo que tu crees que son las razones de tu ausencia. Puedes argüir que las Tenidas son tediosas; bien, destruye el tedio con tu ingenio, no con tu ausencia. Que la calidad de los trabajos es pobre. Esperamos, entonces, con verdadera ansiedad la luz de tu sabiduría, pero no nos ofendas con tu ausencia porque nos veremos obligados a interpretarla como que deseas que permanezcamos en la mediocridad de nuestra ignorancia. Que no se labora con la celeridad ni el tino requeridos: ¿lo evitarás con tu abandono? Que hemos perdido el ritmo, que no vibramos con la época, que la inercia nos vence; ¿debemos encontrar tu vehemente ansiedad en el asiento que dejas vacío? ¿Te sientes ofendido porque no reconocen tus merecimientos ni justiprecian en todo su valor la alta jerarquía de tus trabajos? Se tolerante con nuestra ignorancia y con nuestros defectos humanos. Tu ejemplo de resignada humildad ante la ignorancia y las injusticias de los demás basta para que al final del camino prevalezca tu buen sentido. ¿Te desanimas porque las cosas no salen bien? Si te decepcionan los fracasos, piensa en el largo camino que el hombre ha recorrido hasta ahora. ¿Qué hubiera sido de la humanidad si al primer golpe de la adversidad del hombre se hubiese declarado vencido? El progreso humano está hecho con el sacrificio de los que supieron sobreponerse a las derrotas. Y aquí no hay sacrificio, reconozcamos que si no estamos dispuestos dedicar una hora semanal, muchas veces perdidas en vanalidades, mal podremos estar dispuestos al sacrificio cuando llegue la hora tremenda de las decisiones. En fin Q:. H:. del lugar vacío ninguna de las razones, ni de las excusas que puedas esgrimir para justificar tu inasistencia es valedera para nosotros. Yo sé, y tú en conciencia lo sabes también, que el que no colabora, el que queda al margen, no tendrá derecho al beneficio de la victoria y, lo que es peor, estará en deuda permanente con aquellos que se sacrificaron en obtenerla. Q:. H:. no nos abandones. Tu deserción en estas horas difíciles puede alguien interpretarla como huida y huir en las horas de peligro es cobardía. Hay que tener la entereza moral necesaria para sobreponerse a lo que nos disgusta, nos ofende o nos molesta. Por encima de nuestras mezquindades están los intereses permanentes de la Orden. Nosotros pasaremos y no pretendas ser tan extraordinariamente vanidoso de que se te recuerde aquí eternamente. Nosotros pasaremos y nuestra Orden debe seguir su marcha. Pon tu hombro junto al nuestro, honra con el sudor de tu trabajo una idea redentora, favorece con el calor de tu presencia el hogar donde se refugia la libertad.

L.G.V.S.

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