He leído con interés el tema sobre la «vocación masónica» contrastada con la preocupación legítima, pero a mi juicio no muy importante, sobre los altos niveles de deserción existente en las filas de la masonería mundial. Un poco en contra de la línea de quienes propugnan un «cambio» en los rituales, mayor dinamismo en las tenidas o agilidad y hasta descuido de los principios que son la base de nuestra institución, yo propongo un retorno a los orígenes. Me explico, considero que los creadores de la simbología y la mal denominada filosofía masónica, fueron hombres cautos, serenos y analíticos que ante el trafago que vivían sus contemporáneos, quisieron organizar un sistema de vida diferente, donde en lugar de las prisas mundanas exista un lugar de reposo no precisamente material y de no hacer nada, sino el reposo a la mente, a la inteligencia, a la sabiduría y a las capacidades que cada ser humano tiene en su interior, pero que con la finalidad de protegerse de los males profanos, los oculta tras una careta de indiferencia o de soberbia seguridad en sí mismo.
Un templo masónico y una ceremonia, cualquiera sea, son instantes donde el masón se separa literalmente de la vida material, para adentrarse en la sima de su conciencia y ascender hasta la cima de su intelecto, donde naturalmente florecerán la bondad, la ternura, la comprensión, como ramas del árbol genético del amor con el cual fuimos creados toda la humanidad.
¿Qué queremos cambiar? Los rituales antiguos pero firmes en sus conceptos y afirmaciones que pese a las centurias transcurridas son aplicables a cualquier sociedad, con mayor o menor crisis económica y de valores. Hasta la distribución y cumplimiento de cargos y tareas tiene su profunda significación de enseñanzas que aprender, sembrar y cosechar, para luego poder distribuirlas en la sociedad entera a través del ejemplo personal y no de la actitud institucional. La logia debe guardarse cerrada, trabajando en armonía en sus templos y cual fuente de poder, recargando los conocimientos, los ánimos y alimentando en cada uno de sus miembros su afán de ser un hombre mejor, en beneficio de su familia, trabajo y sociedad.
No pretendamos incurrir en el error de «modernizar» la masonería a la velocidad con que hoy se «sobrevive», pues gracias a ello se están perdiendo los valores, los respetos y la consideración para con los demás y hasta para con uno mismo. El «sobrevivir» en las diferentes sociedades, más o menos desarrolladas, conlleva los mismos problemas, apuros, desesperación por llegar sin saber a dónde, tener sin saber para qué, acumular poder, riqueza material, modernidad tecnológica para complicarnos más la vida, cuando el fin de ésta es simple y sencillamente, disfrutar de nuestra estancia en la figura material de humano y enriquecer nuestro espíritu en pos de algo diferente, desconocido para los simples mortales, pero que con seguridad tiene que ser mejor que lo actual. Y no se trata de afirmar que la vida actual sea mala «per se», sino que no puede ser la única finalidad de la creación divina, pues ante la magnitud de la perfección y complejidad de un ser humano o de nuestro planeta y que decir de la organización galáctica, con maravillas que apenas estamos comenzando a ver cómo tras el velo de la ignorancia se inicia a un nuevo masón en los misterios del Arte Real.
Creo y afirmo contundentemente que los problemas son similares en todos los lugares, pero estos están originados en los tres malos compañeros que no abandonan al iniciado, ni siquiera cuando es maestro, la escuadra de la materialidad siempre está por encima del compas de la espiritualidad y contrariamente a lo planificado inicialmente el arreo extremadamente decorado y colorinche, nos aleja de la verdadera paz de la sabiduria que representa la blanca pureza del cordero. Tal vez tengamos que cambiar algo y ese algo es cada uno de nosotros, de nuestras ambiciones, inhibiciones y extremismos que nos vuelven intolerantes, al extremo de olvidar la verdadera razón de nuestro existir en masonería.
Para simplemente hacer vida social existen otros clubes e instancias más apropiadas a ello; para brindar caridad ostentosa y de lustre personal hay también otras instituciones especialmente diseñadas para ello, y para pavonear los falsos conocimientos de memoria y de liderazgo en manejar a la gente a su antojo, están los partidos políticos en todo el orbe -lamentablemente-, quienes en lugar de cumplir una función en favor de las sociedades menos privilegiadas, simplemente hacen escarnio y abuso del poder temporal. El masón recién iniciado debe verdaderamente despojarse de todas las fatuidades materiales y sociales, y en un plano de igualdad y sano aprendizaje, propender al crecimiento individual y grupal, porque el logro a obtener entre el esfuerzo combinado de varios es siempre mejor que el individual. El marcado deseo y necesidad de ser Oficial o Venerable debiera ser reemplazado por el sano deseo del servicio en provecho de los demás, basado en los conocimientos y capacidades que cada uno tenga en su personalidad e intelectualidad.
Así como no nacimos todos con la capacidad de ser médicos o ingenieros y la necesidad existente de que hayan también técnicos verdaderamente calificados, artesanos con arte y habilidad, y obreros que con felicidad desarrollen sus tareas en pos del bien común; de la misma manera en una logia no todos nacimos para ser Venerables o Tesoreros u Oradores, cada quien debe reconocer sus capacidades y desarrollar las labores que con mejor talento pueda en beneficio de la logia y de la hermandad, pero hacerlo con alegria, entusiasmo y pasión, y no por simple obligación de cumplir con un cargo para subir al otro. Hagamos logia en nuestras mentes y en nuestras conciencias para poder desarrollar trabajos productivos en un templo, y luego munidos de toda esa riqueza del trabajo y esfuerzo conjunto sin miramientos ni condiciones, salgamos al mundo profano a destellar esas luces para separar las tinieblas de la ignorancia y el fanatismo, sea de la clase que fuera.
Tampoco me detengo a repasar lo escrito, pues sale del pensamiento y corazón de alguien que se considera un iniciado en búsqueda de tallar sus imperfecciones a través del tiempo, sin prisa y sin pausa hasta donde el G.A.D.U. lo determine.
SAFO