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Virtudes Cardinales: LA FORTALEZA

Es ilustrativo abordar la Fortaleza como una virtud muy interrelacionada con las anteriores que se analizaron. Se comprueba la coherencia entre las virtudes y subraya que la práctica constante de todas ellas, constituyen un modo de vida en constante superación, una forma de ser y actuar en desarrollo continuo; una actitud de mejoramiento permanente del hombre.

Inclusive, la mención de las virtudes tiene un ordenamiento ordenado y sucesivo que se explica por sí mismo y ahora destacaremos. Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza. Relacionamiento entre las virtudes. Ahora veamos la coherencia del ordenamiento. Prudencia. Es sensatez, mesura, moderación. Conducta recta, adecuada; lejos del exceso y más bien próxima al equilibrio. En el capítulo respectivo así conceptualizábamos el término.

Justicia. Es Derecho, Razón, Equidad, Justo. Es una Virtud Moral que inspira los derechos de otro. Hace que se dé a cada uno lo que le pertenece. Así la definíamos en el capítulo respectivo. Su relación con el Derecho es próxima, casi deberían ser términos sinónimos.

Fortaleza. En el primer capítulo de esta virtud, la definíamos como la voluntad firme de la moral y la conciencia del individuo para soportar presiones, influencias, e inclusive violencia que intentan hacerle cambiar la recta razón y sus hábitos, valores y principios.

Templanza. Templanza significa equilibrio, armonía, moderación, sobriedad, mesura, prudencia, en la vivencia y el uso de lo material, sensual, del poder, de los gustos, satisfacciones y placeres. La Templanza apunta a un Ser en equilibrio mental, espiritual, material, social. Al hombre moderado y sobrio. Este es el estereotipo del hombre, o idea aceptada. Veamos ahora la coherencia y correlación entre las virtudes.

Una conducta recta, sensata y moderada (Prudencia); toma en cuenta los derechos del otro, de la pertenencia ajena (justicia); y ambas le dan la voluntad firme y la conciencia recta (Fortaleza); para el uso de lo material, sensual, del poder, gustos y satisfacciones, en forma equilibrada, armónica, moderada, sobria (Templanza). Este es el perfil de la virtud en los humanos, una forma de ser y en desarrollo armónico en conjunto. Seguiremos especulando sobre este ordenamiento. Las virtudes entre sí, se posibilitan unas a otras, no son aisladas. La Fortaleza en especial, se eleva a la dignidad de virtud como secuencia de la Prudencia y la Justicia. La Templanza es la consecuencia de las tres. Sin las dos previas y sin la posterior, la Fortaleza seria confundida con la intemperancia, la violencia, la impetuosidad ciega, dando lugar al origen de otro mal: un nuevo pecado, el cual, si es reiterado, acaba siendo el vicio del iracundo. Es conveniente destacar que la conducta del ser humano no es ordenada ni secuencial. Es compleja, no es de rutina técnica. Por ello el hombre, sustentado en su experiencia de vida y algunas veces de experiencias ajenas además del estudio, concluye comprendiendo en conciencia la interrelación entre las virtudes.

La Fortaleza es la virtud cardinal que potencia la voluntad para que se decida por el bien, generalmente difícil, con el fin de alcanzarlo, empleando para ello todas las fuerzas, incluso con riesgo de la propia vida corporal. A la Fortaleza se la denomina la «virtud del bien arduo». Como anticipamos, la Fortaleza ocupa el tercer lugar en la mención de las virtudes cardinales. Argumentando aún más, con respecto al ordenamiento de las virtudes, se puede afirmar que sólo quien es prudente y justo puede ser fuerte, porque solo se decidirá a resistir al mal y alcanzar el bien, si está convencido de que es prudente actuar así en tal situación, seguro de que se trata de una causa justa.

Históricamente se ha demostrado, que el hombre inclusive arriesga su vida por la Justicia, por la causa justa.

La Fortaleza sin Prudencia puede confundirse con el ímpetu instintivo o incluso airado. Si se utilizara la Fortaleza para una causa injusta, seria causar el mal; y las virtudes por definición están en contra de este.

Sólo cuando la Prudencia demanda algo que es justo, entra en juego la Fortaleza, para dar firmeza a la voluntad que se dispondrá a conseguirlo incluso hasta el martirio.

Fortaleza Virtud y Fortaleza Natural. Es necesario distinguirlas.

a. Fortaleza Virtud. La Fortaleza virtud cardinal, se ejercita cuando la firmeza y energía de ánimo se originan en el carácter psicológico de la persona y sobre todo por su fe que le ayuda a sobrellevar las dificultades que entraña actuar en situaciones graves y conflictivas.

b. Fortaleza Natural. Coincide con la firmeza de carácter de la persona, para decidirse a actuar en situaciones verdaderamente graves. Esta fortaleza nace de la energía de la propia voluntad, de la propia naturaleza del individuo pero corre el riesgo del exceso por el dominio de las pasiones y los instintos.

La Importancia de la Fortaleza Virtud. La Virtud de la Fortaleza lleva al Hombre a ser fuerte y valiente ante las múltiples dificultades internas o externas que se presentan al momento de luchar contra el mal y de hacer el bien. Pero además de este requisito sicológico, cuenta con su creencia, su fe en algo, que es la que da el verdadero sentido a la Fortaleza moral y personal del hombre.

La Fortaleza en el ser humano, se desenvuelve, por así decirlo, dentro un ambiente dominado por su natural inclinación hacia las tentaciones de los instintos y pasiones y por la dificultades y obstáculos de una existencia moral compleja. Sus inclinaciones a la tentación son muchas y variadas. Nacen de las pasiones más comunes que le inquietan y alteran, como la pereza, el instinto sexual, la ambición, el egoísmo, el poder y, en general, los instintos pasionales que pugnan por ser satisfechos.

El instinto sexual es un poderoso incitante a desconocer la virtud. Genera la infidelidad, la prostitución, el debilitamiento familiar, abandono de hijos, etc. La ambición es otro atentado contra la virtud. La acumulación de dinero, el disfrute del poder, influencias, una vida plena de goces sensuales y concupiscencia.

El Egoísmo, el afán único y exclusivo para sí; la eliminación de quienes puedan poner en riesgo el beneficio propio por mejores que sean; el deseo de ser el único que destaque o brille; la acción premeditada contra el sobresaliente; etc. son defectos muy comunes en el hombre de hoy, carente de amor.

También la vida humana tiene dificultades que deben ser vencidas. Los apuros y conflictos que salen al paso de la vida moral son muchos y muy variados. Unos surgen de las debilidades inherentes a la naturaleza humana, como la propia mortalidad y la limitación de sus fuerzas. Otros, con frecuencia, se dan por dificultades provocadas por agentes externos, como son la incomprensión y las persecuciones. Tampoco faltan en la vida de cada individuo, situaciones normales y comunes, pero difíciles, como son el dolor, la enfermedad e incluso la muerte, bien sea natural o provocada.

En todas las circunstancias anteriores y muchas más, la virtud de la Fortaleza tiene un campo específico para conducir al hombre y a la mujer por la ruta del recto comportamiento moral. Necesidad de la Fortaleza. La presencia de la Fortaleza es necesaria y generalmente imprescindible, porque su ausencia imposibilita la continuación de las restantes virtudes cardinales. Veamos el sufrimiento como caso ejemplar.

La fortaleza y el sufrimiento

La virtud de la fortaleza se practica de ordinario en los momentos de dolor y sobre todo ante la proximidad de la muerte. Es claro que el fuerte no sufre por sufrir, ni acepta el sufrimiento por el sufrimiento, sino que se encuentra con él y cuando se presenta, se empeña por vencerlo, o al menos acogerlo y sobreponerse a él con fuerza y vigor. De esta manera, la virtud de la fortaleza evita el riesgo tan frecuente de que la experiencia del mal evite la práctica de la virtud y peor aún, que el dolor o el peligro de la muerte sea motivo de la tentación de la desesperación.

Ante la tentación de caer en la desesperación, la firmeza de la Fortaleza será exigida hasta el

heroísmo.

Es el caso de aceptar serenamente incluso la muerte con martirio, como ocurre con los secuestros y asesinatos delincuenciales, o en las guerras etno religiosas que actualmente ocurren en el oriente medio.

Santo Tomás, preclaro hombre de La Iglesia Católica, decía sobre el particular con meridiana claridad: «El hombre tiene que estar dispuesto a dejarse matar antes que negar a Cristo o pecar gravemente». Esa disposición a morir antes que renegar de la fe, supone el ejercicio máximo de la virtud de la Fortaleza.

Pero el mismo Santo Tomás aclaraba que es fuerte quien está dispuesto a sufrir incluso la muerte, por alcanzar y obrar el bien: «El soportar la muerte no es laudable en sí mismo, sino en la medida en que se ordena al bien».

La Teología cristiana predica que tampoco se ejerce la Fortaleza, cuando alguien se expone innecesariamente al peligro, sino cuando se intenta superarlo para evitar el mal o para realizar el bien. La práctica del bien y la superación del mal es lo que pone en juego la virtud de la Fortaleza.

El Constructor

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