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VIRTUDES

He escrito estas líneas pensando en forma intensa en los hermanos Aprendices. En ellos que están prestos en el punto de partida de la Iniciación con toda la fuerza y voluntad para emprender el camino hacia la conquista. En aquellos que afirmando sus pies en la tierra están resueltos a elevarse hacia los cielos, al encuentro de sí mismos. Más no refiero solo a aquellos que esta noche están revestidos del mandil blanco, sino a todos los masones que tienen su corazón revestido de la albura de la sencillez y de la inocencia y tienen su mente abierta y su espíritu dispuesto para iniciar, cada día, a cada momento, tan monumental tarea: convertirse en un hombre virtuoso.

Les agradezco a estos hermanos que han inspirado mis pensamientos y sentimientos, porque he tenido que hacer un gran esfuerzo para armonizarme internamente antes de escribir línea alguna.

Un tema que al parecer tiene un carácter eminentemente conceptual, pero que pretendo tenga un aporte práctico para nuestras vidas.

Es la misión que plantea la Masonería, la que nos da el mandato de analizar el presente tema. La Masonería le indica al Iniciado que su tarea es la de buscar la Verdad por medio de la práctica de la Virtud. Le señala con claridad el fin que pretende y el camino que debe utilizar.

Por esto, para nosotros, cobra vital importancia el tema de las Virtudes. Sin duda, la pregunta inicial será ¿Qué es una Virtud?

Para definirla partamos de un ejemplo simple. “El señor Pérez es un virtuoso de la música, ejecuta a la perfección varios instrumentos y, cuando lo hace, la música pareciera que cobra vida”. Es decir que el señor Pérez tiene la virtud de la ejecución musical. Él, con seguridad después de mucho esfuerzo, logró dominar ciertas habilidades que no solamente le permiten disfrutar de ellas, sino que otros también la disfruten cuando él las practica.

Las virtudes de las que nos ocupamos los masones son las virtudes morales y sociales, ya que la Masonería proclama ser un sistema de moral. Por lo tanto las virtudes son las cualidades morales positivas que posee un masón, entendiendo por poseerlas, la capacidad de dominar y practicar las mismas.

“La virtud es un hábito bueno que hace al hombre capaz de cumplir el bien de un modo fácil y gratificante”.

“La Virtud es una disposición habitual y firme para hacer el bien. Permite a la persona no solo realizar actos buenos sino dar lo mejor de sí misma”.

“Las virtudes son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta. Proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente buena”.

“Las virtudes adquiridas, se convierten en el patrimonio moral del hombre”.

Ningún ser humano nace bueno o malo, es su acción en la vida lo que hace lo uno o lo otro. Por ello, el ser virtuoso – la autentica manera de ser bueno – es un deber, ya que de no cumplirlo la persona se tornará en no bueno, en razón que el individuo o se hace mejor o se hace peor. Practica las virtudes o se abandona a los vicios. No puede haber punto neutral.

El hacerse virtuoso es el camino que conduce a la libertad. A ser dueño de las propias acciones. Jesucristo dijo “Buscad la Verdad y ella os hará libres”. La masonería proclama que se debe buscar la Verdad por la práctica de la virtud. Luego es la Virtud la que conduce a la Verdad y esta concede, como premio al esfuerzo, la Libertad.

Las virtudes han sido clasificadas en las que son otorgadas como un don y las que nacen del interior del ser humano. A las primeras se las ha llamado teologales y a las segundas cardinales.

Las teologales son: Fe, Esperanza y Caridad, en tanto que las cardinales son la Prudencia, la Justicia, la Fortaleza y la Templanza. A mas de ellas podríamos elaborar una numerosa lista de virtudes tales como la perseverancia, la humildad, la simplicidad, la honestidad, la sinceridad, la autenticidad, etc. Es posible que ellas se deriven de las citadas inicialmente. Como quiera que sea todas las virtudes son importantes para la construcción del hombre bueno.

Definir a cada una de ellas con seguridad es una tarea muy larga. Sin embargo ensayemos definir las siete primeras de manera breve pero significativa.

La Fe es básicamente creer, en el caso de la virtud primordialmente es creer en el G:. A:. D:. U:. y sus designios, pero también implica el creer en los semejantes.

La Esperanza, es la certeza de la realización de algo. Circunscrita a nuestro contexto, es la certeza de que el camino que recorremos nos llevará a la Verdad.

La Caridad, es la más alta expresión del Amor. Es la capacidad de acción inspirada en el amor, incondicionalmente y que tiene un eficaz resultado en la vida a la cual se dirige.

Estas tres virtudes sin duda son otorgadas por intuición, en un contexto místico. Aunque mucho se habla de la fe razonada, esta virtud a veces no puede ser sustentada por razones, sino que simple y espontáneamente existe. También se habla de la racionalidad que debiera tener la esperanza, mas si así fuera, se convertiría en probabilidad, misma que de acuerdo a los factores actuantes la hacen posible o imposible. En tanto que la esperanza puede estar asentada en un mínimo de probabilidad y hasta a veces en ninguna probabilidad. Y la Caridad, tampoco puede tener un completo componente de razonamiento, pues si bien se nos recomienda practicarla sin que ello signifique un riesgo, al hacerlo así se pone un límite a su origen que es el amor y este es incondicional en las consecuencias.

Las virtudes nacidas del corazón del hombre son cuatro y se llaman “cardinales” y alrededor de ellas se agrupan las demás – algunas de las cuales ya mencionamos -.

La Prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. Es la que guía directamente el juicio de la conciencia y el hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio.

La Justicia es la virtud que consiste en la firme y constante voluntad de dar a cada quien lo que es debido. A Dios la veneración y reverencia, a los semejantes el amor traducido en el respecto de sus derechos y a nosotros mismos el deber de erigirnos en templos vivos.

La Fortaleza es la que nos asegura en las dificultades, la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Vence al temor, las dificultades y hace frente a las tentaciones y supera los obstáculos.

La Templanza, modera el comportamiento, procura el equilibrio respecto del uso de todo lo disponible. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en el límite debido.

Siempre hemos andado, con cierta predilección, en el camino de las definiciones, que si bien es importante para entender, no puede ser el camino más importante. El más importante es el de la práctica de los asuntos. El de la acción.

Y en este entendido, sin duda, la práctica de las virtudes depara al hombre una vida buena. ¿Entonces cómo no intentar, al menos, hacerlo? No es tarea sencilla. Requiere de decisión y perseverancia.

La vida cotidiana con su complejidad tumultuosa absorbe al ser humano en tal magnitud que no le deja tiempo, muchas veces, para construirse a sí mismo. Sin embargo de ello, a través de todos los tiempos, la Masonería le ha pedido al masón – al momento de su iniciación – que, “sin descuidar sus deberes, dedique cada día un tiempo a mejorarse moralmente”. Y él lo ha aceptado, en el entendido que es el camino iniciático que debe recorrer para encontrar la Verdad.

Entonces debe hacerlo. Para ello es necesario un método para practicar las virtudes. El mismo debe ser simple y práctico. He aquí uno (seguro que existen muchos y cierto que también cada uno puede diseñar uno propio):

En primer lugar hacer un listado de las virtudes que se deciden aprender y practicar, (inicialmente serán las siete principales, pero es bueno también llegar a detalle de virtudes más allá de estas que contribuyan a mejorar la vida personal), por lo tanto es posible que en este punto se requiera hacer más de una lista.

Una lista podría ser la que contenga a la Fe, Esperanza y Caridad, misma que requerirá un esfuerzo interior casi místico de la persona para desarrollarlas y que además deberían hacerlo en forma armónica.

Otra la que contenga a las cuatro virtudes cardinales y otra que contenga otras virtudes deseadas.

Inmediatamente, se deberá escribir una brevísima definición de cada una, el objetivo de la misma y el nivel de desarrollo de la virtud en que individualmente se cree estar ubicado (Ej. Virtud: Fe, Definición: Creer, Objetivo: Creer en el Ser Divino, en mí mismo y en los demás, nivel muy elemental).

Luego habrá que priorizarlas. Si hay más de una lista se puede hacer una priorización por lista o una general. Esto marcará el orden de nuestras tareas.

En base a estos tres elementos iniciales, será necesario hacer un plan de acción para las virtudes, inicialmente determinadas como prioritarias. Un plan que consista en tareas prácticas, realizables y que puedan ser controladas y evaluadas.

Hagamos un ejemplo. La virtud de la sinceridad. Que consiste en decir y hacer lo que se piensa y siente respecto de todo asunto y cuyo resultado será el adquirir el carácter de una persona franca y directa, por lo tanto confiable y referente.

Las tareas para ello:

1.- Escrutar siempre los pensamientos y los sentimientos antes de hablar y actuar.

2.- Decir y hacer siempre lo que dictamina el pensamiento y el sentimiento por la conciencia.

3.- Hacer concurrir siempre al componente del amor en la palabra y la acción, de tal forma que la manera de la palabra o la acción se esfuercen por no lastimar.

La evaluación debería efectuarse diariamente –al final del día – inicialmente con cada uno de los momentos relevantes en que se habló y actuó y determinar si ya hay un comportamiento virtuoso respecto de la franqueza. Con el correr del tiempo, se debe evaluar momentos cotidianos menos relevantes. Esto hasta lograr el dominio de la práctica de la virtud en cuestión.

Es posible encarar el desarrollo de la práctica de varias virtudes a la vez, esto estará en proporción directa a la capacidad de cumplir con las tareas por parte de la persona.

Una a una se va adquiriendo práctica consciente de las virtudes y una a una ellas van quedando incorporadas en el patrimonio personal, cuando ello ocurre ya nos necesario cumplir tareas, sino que las virtudes afloran en forma natural en la conducta de la persona.

En nuestro actuar cotidiano, lo hacemos generalmente en forma automática. Muchas de nuestras actuaciones así desplegadas incorporan comportamientos no virtuosos, que la cotidianeidad nos impele a hacerlas. Es decir que estamos ante la inconsciencia de la falta de virtud. El paso importante para salvar esta situación, es el de tener consciencia de la falta de la virtud. Es decir, aceptar que nos falta esa virtud. Lo siguiente será el proceso de la consciencia de la virtud; hacerla en forma consciente, como una tarea propuesta. Finalmente, después de tanto practicar la virtud se llega a la inconsciencia de la virtud es decir en su práctica natural, sin necesidad de pensar en ella.

Esta es una tarea constante que debe llevar a cabo el masón. Solo la práctica hace al Maestro. Si el Masón no asume esta tarea como la más básica inherente a su disposición a recorrer el camino iniciático, no solo que no mejorará – no construirá su Templo individual – sino que empeorará – destruirá la construcción individual que tenía – y no contribuirá a la construcción del Templo Universal, sino que por el contrario su conducta será un obstáculo para tan magna obra.

El mensaje de esta noche es que si bien las Virtudes son preciados conceptos para la existencia del Ser Humano, son en esencia elementos esenciales de conducta que, mediante el trabajo perseverante, inteligente y honesto, deben ser incorporados en el comportamiento del Masón, en búsqueda consciente de la Verdad. Mas el hallazgo de esta es una consecuencia de la práctica de aquellas. Es necesario sembrar, cuidar el cultivo para poder cosechar. Es imposible cosechar sin sembrar y cultivar. La siembra que es el recojo de los frutos y es el momento en que se juzgan los resultados.

El Volumen de la Ley Sagrada nos dice “Por sus frutos los conoceréis”. Nosotros en la Iniciación hemos recibido semillas de virtudes y asumido la tarea de sembrarlas en cada uno de nosotros y que den abundancia de frutos en nuestras vidas, de manera que disfrutemos de ellos y también nuestras familias, amigos y la sociedad en la que existimos.

¿Quieres ser virtuoso?… Fórmate una voluntad de acero, incontrastable, que no quiera ceder ni ante los oleajes de los contratiempos, ni ante las caricias de los halagos. Si quieres puedes. Depende de tu voluntad. Tras un “quiero” resuelto se levantará en tu interior todo un mundo nuevo, tras el “fiat” del Creador brotó de la nada la armonía del Universo. Somos de cierta manera omnipotentes, cuando la voluntad se impone en nosotros nada es imposible. ¿Quieres hacer nacer dentro de ti una renovación completa, una persona nueva, un mundo soñado?, Lo puedes, si lo quieres. Pronuncia un “fiat” hoy mismo sin esperar a mañana.

Termino tomando palabras de la hermosa canción “sumérgeme” reunidas en una simple oración:

Cansado del camino, sediento de Ti, sumérgeme en tu espíritu Padre, para que en él encuentre la fortaleza para emprender el camino de la virtud hasta que por tu Gracia te encuentre, mas no en el mas allá ni en los cielos, sino aquí y en cada momento en cada uno de mis hermanos y semejantes.

Escrito por: Mario Cabrera Ruiz

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