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VALORES Y VIRTUDES

Estos parámetros de convivencia se han creado para regular la relación humana con dignidad y respeto con el propósito de concebir una vida en armonía con el prójimo, lo que permitiría una convivencia serena exenta de violencia, permitiendo que sus aspiraciones propias o comunitarias puedan ser de servicio en constante superación, considerando que la evolución requiere el aporte de todos los seres humanos que logren caminos de tránsito hacia la perfección, palabra ésta última, que demuestra haber sido creados imperfectos.

En los conocidos “convenientes” difundidos libros “sagrados” de las
religiones, nos relatan que nos crearon a imagen y semejanza de ellos, pues se expresan en plural. Por lo tanto el propósito fue crear
un ser exclusivamente semejante, no igual a ellos. La ciencia ha ido demostrando aquella diferencia genética si leemos detenidamente la Biblia católica, la cristiana, el Corán, el Torá, el Bhagavad-gitá, el Zohar, los escritos de Himhotep, los códigos de Hammurabi, etc. etc., donde también nos señalan líneas de convivencia pacífica, cual parece su finalidad, más allá de ambiciones personales.

La contribución de la religión, de la ordenes iniciáticas en particular y de las naciones civilizadas, ha sido sin duda alguna un aporte valioso hacia la convivencia a pacífica del ser humano, en todas las latitudes del orbe, pese a sus debilidades puede orientar, siquiera un tanto, las manifestaciones violentas de grupos o sociedades que emplean la fuerza como arma definitiva para garantizar su poder. Es aquí cuando las virtudes o valores intervienen en un equilibrio de acción humanitaria, en relación a la cosmovisión de cada etnia, pueblo, nación, estado, imperio.

Desde los anales de la historia, se han diseñado valores y virtudes, las que han desempeñado su rol en el tiempo y espacio requeridos, no pudiendo determinarse con exactitud cuál de ellos fue el primero en presentar a la sociedad para aplicarla en provecho de la misma, lo que supone pensar que desde hace 12.000 años ya pudieron existir normas que regulaban el comportamiento social.

En el área occidental se manejan y ponderan determinadamente, tres virtudes teologales y cuatro cardinales, a saber: Fe, Esperanza, Caridad y Tolerancia, Fortaleza, Prudencia, Justicia. El ser humano posee para sí mismo reservas insospechables para practicar aquellas y otras virtudes, del mismo modo el crear otras que nos permitan aproximarnos más a la Verdad.

Practicar y difundir las virtudes es encontrar flores extrañas que nunca marchitan, cuando a mayor conocimiento de estas la humildad se hace visible en nuestras acciones, hacia uno mismo y con mayor razón cuando la relación se plasma con el prójimo.

Todo ser animado e inanimado emite vibraciones a diferente escala, la cual a través del entrelazamiento de estas ondas, provoca una cadena de reacción infinita ingresando en la cadena universal hasta el infinito del cosmos. Así de este modo también nuestras acciones, positivas o negativas, influyen en la acción terminal, la cual está ligada al nivel del estado de conciencia.

Cuando nos referimos a las siete virtudes, es conveniente conocer que en cada ser humano los niveles o escalas de vibración dependen del momento que se emiten y que pueden variar segundo a segundo, dependiendo de los estímulos externos que cada ser capta, lo cual determina la reacción precisa que a su vez está relacionado con el grado de conciencia individual, para generar la vibración comunicante. Lo que demuestra que los valores y virtudes tienen un accionar diverso discontinuo en cada ser, no existiendo prevalencia de una sobre otra, en una imaginaria tabla comparativa. Es como el vuelo de las aves en formación, donde hay un accionar de relevamiento produciendo la posta por la siguiente ave que ocupa el lugar de guía, hasta cuando la fortaleza lo va abandonado a causa de los vientos, corrientes de aire u otros fenómenos naturales y nuevamente se produce la posta, para no disminuir la potencia de vuelo del grupo de aves que la conforman.

Los seres humanos vivimos en sociedades diversas, desde las tribus primitivas aún existentes, hasta las altamente desarrolladas científica y tecnológicamente, en una evolución material constante, aspectos que influyen en la vida cotidiana y síquica de la relación humana, lo que por
su comportamiento influye en el pensamiento, provocando vibraciones o acciones y reacciones cambiantes en escasos segundos.

Es en esos instantes donde los valores y virtudes interactúan en un entrelazamiento casi instantáneo imperceptible por el ser humano común, los iniciados y evolucionados consciencialmente ponen en práctica los valores y/o virtudes que le dan opción a varar en puerto seguro.

Valores como: Lealtad, Humildad, Honestidad, Paz, no Violencia, Familiares, Amor……………Libertad, Igualdad y Fraternidad, son valores
sublimes que van más allá de lo imponderable. Esos tres últimos son los
pilares fundamentales de la Orden de Francmasones, de los cuales varios
valores se consolidan en derechos humanos.


La presencia del ser humano en la Tierra es de Dios, la formación o evolución mental y espiritual nos corresponde, precisamente por el libre albedrío, tenemos a nuestro alcance herramientas de oro como son los valores y virtudes, se hace pues conveniente hacer uso de las mismas en
forma correcta y oportunamente, consolidando la consciencia que nos da el alerta para las acciones que tomamos a cada momento las cuales no debe ser producto de la ofuscación o del “enseguecimiento” fundamentalista.

Las actitudes nobles nacidas desde el fuero interno cultivado, deben ser la respuesta diaria a los embates de la vida que cada uno enfrenta, para arrollarla en la magnitud más propicia. La humanidad está dotada de la fuerza espiritual, es despertarla, alimentarla y al amparo de ella… actuar.

AMPARTAPA

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