Pinso luego existo….
TOLERANCIA
SAFO
Para nadie es extraño que los niños, o sea los nuevos humanos sean calificados como intolerantes, ya que viven en un mundo unipersonal, lleno de egoísmo y donde no aceptan las negativas o contrariedades de la vida. El niño reclama insistente y airadamente si tiene hambre o sed, frío o calor, comodidad o extrañeza al ser apartado de su madre, sus llantos y gritos son su principal experiencia de hecho para conseguir lo que quieren.
Posteriormente y al tomar conocimiento y conciencia de la existencia de “otros”, su mundo se vuelve pluripersonal y comienzan los choques o enfrentamientos iniciales con su hogar y su pequeña familia. Aprende que no todo puede ser su gusto y que no todos los demás deben seguir y menos cumplir sus exigencias. Este aprendizaje se amplía a los vecinos, compañeros de estudio y amistades que son la causa de sus constantes problemas y enfrentamientos en la adolescencia.
Es allí cuando por gusto o necesidad aprende a ser sociable y a compartir con otros humanos que no piensan o actúan igual y por el contrario colocan limitaciones conductuales que todos deben acatar y compartir para ser aceptado en los diferentes círculos sociales. Los diversos cánones de formación y educación dados por la familia, los centros de enseñanza y hasta las políticas sociales imperantes en su sociedad, entregan el marco necesario para perfeccionar su sociabilidad. Las diversas opiniones, pensamientos y acciones de los otros lo mueven a elegir, aceptando o rechazando unas u otras y formando su propia conciencia y conducta social.
Si esos pensamientos son distintos u opuestos a los considerados como suyos o propios, su reacción dependerá de diferentes factores que incidieron en la formación de su personalidad, su desarrollo intelectual y las diferentes escuelas recibidas. Si su reacción es de indiferencia, de no darle importancia, dejar pasar, escuchar sin oír, quiere decir que es un ser permisivo. No objeta la opinión ajena, solo la ignora.
En otras palabras se trata de indolencia intelectual y se podría calificar dicha actitud hasta de un ser antisocial porque muestra falta de interés y neutralidad ante un posible error. En resumen no ejerce la libertad para pensar.
Intolerancia es objetar sin analizar el otro pensamiento y las ideas ajenas solamente porque son distintas de las propias. Quien es intolerante puede ser sabio pero no es culto; puede saber muchas cosas pero carece de comprensión y entendimiento; no dialoga, no conversa; considera a su pensamiento e idea como un dogma que no admite discusión ni cambio. Es víctima de vanidad intelectual y no tiene libertad para pensar porque se encierra en sus propias ideas y conceptos.
Tolerancia, es pues la aptitud mental que se interesa por el pensamiento y las ideas ajenas; las escucha y analiza, para comparar sus diferencias con las propias. Ejecuta y ejerce sus derechos de disidencia o acuerdo y lo hace de buena fe, sin ánimo de encontrar defectos y con la mente abierta a la posibilidad de no poseer la verdad absoluta en sus pensamientos. Quien es tolerante es intelectualmente modesto, comprende las debilidades y flaquezas humanas, propias y ajenas, rechaza la permisividad, utiliza su libertad para pensar y practica la duda metódica, comprendiendo a veces la manera de pensar y en otras las de actuar de los congéneres con quienes debe compartir en la sociedad, sin que esto quiera decir que las acepta o las rechaza de plano.
El sujeto también pierde su libertad para pensar cuando su capacidad de razonar es obstaculizada por un prejuicio, que es una apariencia de verdad sin fundamento racional, sin estudio o análisis previo y se encuentra generalmente alojada en el subconsciente. Una doctrina es un conjunto de ideas afines y organizadas entre sí y en torno a una temática específica y existe por supuesto una gran variedad de doctrinas. Las hay políticas, religiosas, económicas, filosóficas, científicas, artísticas, sociales, laborales, legislativas, etc.
Lo usual es que una persona culta se guíe por una doctrina y así estructurar su propio pensamiento. Las doctrinas se expresan como principios y su aplicación práctica en forma y tiempo adecuada, depende del criterio de quienes asumen la responsabilidad de analizarlos e interpretarlos. Sin embargo hay personas que se afirman en el texto literal de esos principios, defendiendo y exigiendo su aplicación inmediata, sin considerar las circunstancias del momento, ni el espíritu general que inspiró la doctrina, y menos la intención de su creador original. A esto se le llama dogma.
Su visión personal de la doctrina le hace crear ideogramas artificiales alejados de la realidad, denominados ideologismos. El pensamiento del sujeto se encierra dentro de esos límites y pierde su libertad para pensar. La libertad para pensar sin limitaciones es propia del humano culto, que no es lo mismo que ser sabio o el que cree que lo sabe todo. Ser culto es ser sociable, capaz de entender y comprender las circunstancias y eventos siempre cambiantes de la vida propia y ajena. Hay que tener la habilidad de sacar el máximo provecho de la capacidad que nos fuera otorgada de pensar y analizar, de la libertad para pensar y comprender las debilidades del otro ser humano.
El sabio sabe muchas cosas, que almacena, clasifica y cataloga en su memoria. Los griegos distinguían entre logos, sophos y gnosis. Logos es estudiar, analizar y aprender; sophos es acumular conocimientos y gnosis es entender y comprender. En resumen el humano culto puede o no ser sabio y el sabio puede no ser culto, que es el caso de muchos especialistas en ciencias y artes que caen en la “especialidad” o dogmatismo, estrechando su criterio y reduciendo su visión solamente al ejercicio de sus pensamientos e ideas, ciencia o arte.
Tolerancia obviamente, no es apatía, indiferencia o no me importismo y menos aún es proteccionismo, permisivismo, encubrimiento u ocultamiento de la verdad razonable, sujeta al análisis de principios basados en la duda racional. Ser tolerante es una virtud que debe ser expuesta en los hechos y no solamente en la teoría del ser “buenito” que lo acepta todo, partiendo de las ideas, aparentemente contradictorias con uno mismo, hasta el juicio racional y efectivo sobre las actitudes e ideas de los demás.