En mis clases, suelo responder una pregunta que surge a menudo ¿cuál es la mejor modalidad de educación? Mi respuesta, siempre manifiesta que lo ideal sería el Blended learning (aprendizale mixto) porque, de esta manera, se aprovechan las potencialidades de la educación presencial y también de la virtual. Sin embargo, hay ocasiones en las que una sería más oportuna que la otra. Tal es el caso de la educación virtual en las experiencias de los pasados conflictos del fraude electoral de las elecciones presidenciales y en la actual pandemia mundial que atravesamos.
Según estimaciones de las Naciones Unidas, más de 300 millones de estudiantes en todo el mundo deberán continuar con sus estudios de manera virtual. Bolivia, al encontrarse en un periodo de cuarentena, no queda al margen de esto. Experiencias tecnoeducativas se vienen manifestando en todos los niveles de nuestro sistema educativo como la única alternativa para continuar con el desarrollo académico de nuestros estudiantes. Lamentablemente, las personas estamos acostumbrados a reaccionar cuando las papas queman y, ciertamente, pudimos apreciar que la educación virtual se está convirtiendo en algo revuelto.
Los periodos de las pititas y de la cuarentena por el Coronavirus nos mostraron que Bolivia no está preparada para un modelo educativo a través de la tecnología. No se está considerando que el proceso de enseñanza-aprendizaje virtual es totalmente diferente al presencial, este requiere de un contexto, metodología y actitud totalmente diferentes.
El contexto es complejo, existe una gigantesca brecha digital entre las instituciones educativas rurales y urbanas. Las primeras, en más de un 60% de los casos, ni siquiera cuentan con los servicios básicos, mucho menos van a tener acceso a las tecnologías necesarias para desarrollar un modelo educativo virtual. Por otro lado, no existen políticas y experiencias significativas en relación a este tema, son escasos los casos en los que esta modalidad es bien trabajada. Además de ello, en Bolivia contamos con uno de los perores y más caros servicios de internet, incluso en las ciudades existen personas para las cuales es muy costoso conectarse a la red.
Respecto a la metodología, es incoherente pensar que grabar videos de clases magistrales y subirlos a alguna plataforma; dar lecturas largas; enviar fichas para imprimirlas, resolverlas y enviarlas a través de una foto, sean acciones adecuadas para el aprendizaje electrónico. La cosa es totalmente diferente, los recursos multimediales a utilizar (videos, audios, imágenes, infografías, diapositivas, mapas mentales, etc.) deben ser breves, diversos y de contenido significativo para que, a partir de estos, el estudiante pueda realizar un trabajo que le exija procesos metacognitivos y no así mecánicos. Existen muchas herramientas para desarrollar esto y se debe apuntar no solo a consumir información, sino a producirla y a interactuar con el resto de los usuarios, la red es social.
La actitud de los agentes educativos fue calamitosa. Las autoridades estatales no tienen una postura clara; muchos de los docentes se rehúsan a dictar sus materias virtualmente; los estudiantes, si bien tienen habilidades digitales, estas no están orientadas a un desarrollo académico; y los padres muestran mucho desagrado con esta modalidad. Surgieron diversos problemas, reclamos y observaciones, pero me gustaría que esta gente se pregunte ¿Si no hay educación virtual, entonces qué harán sus hijos en la cuarentena? y ¿En qué quedará el desarrollo académico esta gestión?
La educación es tarea de todos: autoridades, profesores, estudiantes y padres. Todas estas instancias deben definir políticas y procedimientos claros en relación a la educación virtual, y si bien no estábamos listos para esto, es tiempo de promover mayores experiencias tecnoeducativas exitosas. Más que tecnología, es cuestión de actitud.
José Alejandro Núñez García
Magíster en Educación Virtual y Doctor en Educación Superior