Es conveniente mantener un equilibrio entre lo que pensamos y lo que sentimos, para que las palabras pronunciadas, sean el resultado de una relación armónica y coherente con lo que nuestras acciones pueden respaldar.
Acostumbrémonos a no restarle importancia a la palabra, entendiendo que ella en sí misma representa un compromiso y quien la recibe merece respeto, el que se demuestra cuando esa palabra es respaldada. Que la coherencia se haga presente en nuestras vidas, en relación a lo que decimos y hacemos.
No se trata de que vayamos por la vida dudando de la palabra de los demás, sino que entendamos, que incluso con las mejores intenciones con las que una palabra sea mencionada, simplemente, no llegará la acción que la respalde.
Es por ello que recomendamos, antes de escuchar lo que dicen, observar lo que hacen. RECUERDA No prometas cuando estés feliz, no respondas cuando estés enojado. El tiempo y los hechos son los que demuestran quien vale la pena y quien no.