Dentro de la simbología masónica, todo se remite a una construcción que es divina. Considerándose herederos del arquitecto del Templo de Salomón: Hiram Abif, los masones, una de las organizaciones esotéricas más antiguas del mundo, posee como símbolos de espiritualidad las herramienta del albañil; así, el mazo, la escuadra, el cincel, la plomada, el compás, la piedra, son símbolos espirituales que remiten a la edificación de uno mismo. A su vez el puesto de quien dirige a los constructores «maestre», son metonimias de logros espirituales. Hablar de cada una de las herramientas del masón es tema extenso que iré desarrollando en adelante. El templo es uno mismo.
Lo peor que le puede ocurrir a un constructor es que el agua se entre por la edificación cuando llueve, señal de que la obra está mal edificada. La razón por la cual un masón dice: «llueve», es porque el silencio se ha roto, virtud fundamental en la Gran Obra. El sigilo es señal indiscutible de un auténtico iniciado que no hace exhibicionismo sobre su despertar interior y no devela los misterios a profanos. Pero también, el silencio fue fundamental hasta para la vida física del masón hace dos siglos, ya que sus enemigos a muerte: Los jesuitas, no tenían misericordia a la hora de dar con ellos. Hoy las cosas han cambiado.
(Ya hace mucho tiempo que el Velo de Isis empezó a ser corrido, y siempre con respeto, expondré estas ideas que hoy por hoy, son ya de dominio público).
Texto: Álvaro Morales Valdés