No intentes cambiar a nadie:
limítate a iluminar…,
porque es tu luz la que invita
a tu prójimo a cambiar…,
que en estos tiempos extraños
en que elegiste volver,
tu tarea, compañero,
no es otra que la de “ser”.
Y si ese que va a tu lado
se encuentra dormido acaso,
respeta su desarrollo
y su aparente retraso…
Contémplalo con ternura
y acéptalo tal cual es,
y déjalo que prosiga
marchando sobre sus pies.
No te olvides que él está
siguiendo su “plan de vida”:
ese que le armó su alma
al preparar su venida.
Y tú no puedes lograr
que eleve sus vibraciones,
ni con presiones abiertas
ni sutiles empujones…,
porque hay ciclos en la vida
que no se pueden forzar:
¡ya su corazón un día
se abrirá de par en par!
Y entenderá cabalmente
de forma clara y certera,
que esta vida es solamente
una ilusión pasajera…
Tú entra en tu propio silencio,
y en forma suave y callada,
deja que tu luz interna
se filtre por tu mirada.
Tu impronta suave y serena
produce su propia acción,
y esparce sobre las cosas
silenciosa inspiración…
Y cuando dejas que el otro
transmute su propia cruz,
no intentas cambiar a nadie…
¡pero los cambia tu Luz!