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Mauricio Vargas Lizana: ¿CUÁL ES EL SIGNIFICADO DE LIBERTAD PARA EL HOMBRE MODERNO?

Columna libre

Mauricio Vargas Lizana: ¿CUÁL ES EL SIGNIFICADO DE LIBERTAD PARA EL HOMBRE MODERNO? 

El concepto de Libertad ha sido entendido y usado de muy diversas maneras diversos contextos en literatura y en la filosofía, desde los griegos hasta nuestros días. A modo de ejemplo, algunos modos cómo se ha entendido él concepto de libertad. Como la posibilidad de auto-determinación y de elección Como acto voluntario, de espontaneidad; como margen de indeterminación; como ausencia de interferencia; como liberación frente a algo y como realización de una necesidad. 

Junto a ello, el concepto en cuestión ha sido entendido de diversos modos según la esfera de acción. Así se ha hablado de libertad: privada o personal, pública, política, social, de acción, de palabra, de idea, moral, etc. La libertad -desde la perspectiva del derecho- en su sentido natural y Verdadero, es la facultad que tiene el hombre de obrar o no obrar en todo como crea convenirle. Y así es que toda ley le es contraria, porque toda ley le ataca y disminuye. Pero la ley que nos quita una parte de nuestra libertad, nos asegura la porción que nos queda, confiriéndonos los derechos de seguridad personal, de protección al honor, y de propiedad, de modo que el sacrificio que hacemos para adquirir tan preciosos bienes es mucho más pequeño que la adquisición. La libertad es una «cosa» inestimable y el primero de todos los bienes. Es por ello que no puede establecerse ley alguna, sino cuando el bien que haya de producir sea superior al mal que causa por la disminución de la libertad. 

LA LIBERTAD EN LA COSMOVISIÓN GRIEGA

Para los griegos, el hombre libre es todo aquel no sometido a la esclavitud. En la concepción griega de la libertad, se distinguen tres sentidos para este concepto, esto es, la libertad frente a la Naturaleza; la Social o Política; y la Personal. 

LA LIBERTAD FRENTE A LA NATURALEZA

Se entiende como la posibilidad de eludir el encontrarse sometido a un orden cósmico predeterminado e invariable; ya sea que éste sea considerado como emergente de un Destino (el Hados) que condiciona el desenvolvimiento de la vida y las acciones del individuo; o como producto de una Naturaleza, en la que por efecto de sus leyes inexorables todos los acontecimientos están directamente impuestos por una relación de causalidad. 

En la concepción griega antigua, solamente eran libres frente al Destino aquellos que no habían sido «elegidos» por él para realizarlo. De tal manera, aquellos que podían eludir a su Destino eran libres, pero en el sentido que carecían de importancia. Los elegidos por el Destino, si bien no eran libres en el sentido de poder hacer lo que quisieran, en cambio sí lo eran en un sentido superior, en cuanto se considerara la libertad como la capacidad de realizar sin ningún género de impedimentos aquello que era necesario realizar, por acto de su voluntad. 

LA LIBERTAD FRENTE A LA COMUNIDAD HUMANA

Esta forma de libertad – que puede calificarse como «política» o «social» – consiste fundamentalmente en la autonomía, o la independencia que permite al individuo regir su propio destino dentro de la comunidad, así como a las propias comunidades, sin tener imposiciones o impedimento por parte de otras comunidades. 

LA LIBERTAD PERSONAL

Se manifiesta como la disposición de la autonomía del individuo frente a las presiones o imposiciones originadas en la comunidad que integra. En el concepto griego, si bien el individuo se debía a su polis, se reconocía su derecho al ocio, su derecho a distraerse al menos temporalmente de sus obligaciones cívicas para dedicarse a cultivar su propia personalidad individual. Tanto para Platón como para Aristóteles, la concepción de la libertad estaba estrechamente ligada a la idea de la autonomía, es decir, la capacidad de decidir por sí mismo. 

Pero, especialmente para Aristóteles, la cuestión de la libertad queda directamente referida al respeto, no solamente del orden natural, sino también del orden moral. En el hombre, las acciones sólo son morales cuando están gobernadas por la voluntad frente a una posibilidad de haber elegido – el «libre albedrío»- pero esa posibilidad sólo puede existir cuando el hombre no está sujeto a la coacción de la ignorancia. Aristóteles consideró que el ejercicio de la libertad es esencialmente una obra de la razón, así como que toda vez que el hombre llega a conocer el bien solamente puede actuar de acuerdo con él. La actuación del hombre es libre, cuando su finalidad racional conduce a la realización del bien. 

LIBERTAD Y CRISTIANISMO

Naturalmente, el desarrollo del cristianismo llevó a que la cuestión de la libertad se planteara, en el plano filosófico, en función de las afirmaciones del dogma, especialmente en cuanto parecía surgir una contradicción entre el concepto de libertad del hombre y la condición de Dios como poseedor de todo el saber y de todo el poder, de lo cual resultaba la idea de la predestinación divina. 

No hay libertad del hombre sin posibilidad de elección, su libre albedrío. Pero de todos modos el ejercicio de la libertad no consiste meramente en el hecho de elegir, sino que consiste en elegir lo trascendente, El hombre, enfrentado a la instancia de elegir, puede caer en el error, sobre todo si elige exclusivamente por sí mismo, sin auxiliarse con Dios. LIBERTAD Y DETERMINISMO En los siglos el tema de la libertad giró especialmente en torno a la discusión de la compatibilidad o incompatibilidad de la libertad del hombre con la presencia divina. Pensadores como Spinoza y Leibniz y también Hegel consideraron que la libertad consiste esencialmente en obrar en conformidad con la naturaleza, que se encuentra en armonía con la realidad. Con variable intensidad, los filósofos de este período intentaron conciliar la idea de libertad con el determinismo, tendiendo a considerar el libre albedrío como conducente a elegir en conformidad con la naturaleza. 

Kant abordó el problema de la libertad y el determinismo desde el punto de vista de considerar que la «necesariedad» existente en la Naturaleza no impide la libertad; y considerar la posibilidad de su coexistencia. Afirmó Kant que el determinismo existe en relación con el mundo de los fenómenos, pero que la libertad existe en el noúmenon, es decir, como las cosas que son pensadas. Para Kant, en el reino de la Naturaleza, que es el reino de los fenómenos, rige un completo determinismo. Pero la libertad existe en el reino de los noúmenos, y de lo moral, de tal modo que la libertad es un postulado moral. El hombre es libre, no porque pueda apartarse de las leyes que rigen el mundo de lo natural, sino porque él no es enteramente una mera realidad natural. La libertad, por lo tanto, es esencialmente un concepto propio del individuo, y se ejerce por el individuo. 

Hegel considera que la libertad es, fundamentalmente, la libertad de la Idea, pero no consiste en el libre albedrío, que constituye apenas un momento en el desenvolvimiento de la Idea rumbo a su propia libertad. La libertad, en sentido metafísico, es la autodeterminación, que no se asimila al azar, sino que es resultante de la determinación racional del propio ser. 

Surgió una corriente materialista, para la cual el determinismo tiene una vigencia universal y otra corriente liberal, conforme a la cual no solamente la libertad es posible, sino que es el elemento esencial del hombre, tanto en el orden moral o psicológico como religioso o moral, y asimismo en la sociedad. La corriente materialista extremó el concepto del determinismo, llegando a afirmar que no solamente los fenómenos naturales están sometidos a un determinismo universal, sino también las circunstancias de la Historia. Marx y Engels unieron a la concepción del determinismo de la Historia la confección de una ideología de carácter utópico y voluntarista, equivalente a la creada por Platón que a su criterio constituía el objetivo hacia el que avanzaría esa marcha de la historia: el socialismo. 

El desarrollo lógico de la concepción determinista de Marx condujo a la concepción política del Estado totalitario y, consecuentemente, el sometimiento a la voluntad colectiva de toda autonomía individual en todos los ámbitos de la vida. Marx entendía la libertad como el control total sobre las fuerzas alienadas del hombre. De este modo, es el hombre quien controla. El hombre es el único actor y autor de la historia. La libertad determina el propio destino; libertad es autodeterminación. 

Marx destaca que «la libertad humana es una libertad que se ha conquistado y lo que caracteriza dicha libertad es su poder sobre la naturaleza». Agrega este pensador: «cuando el hombre transforma la naturaleza, él mismo se transforma en hombre productor, en hombre creador, en producto de su propia actividad». Según Marx, la libertad del hombre se ha conquistado históricamente. En la práctica y en la sociedad, continúa Marx, ha habido etapas sucesivas en la conquista de esta libertad y agrega que mediante esta conquista la sociedad alcanzará su real plenitud cuando las técnicas modernas desarrollen todas sus posibilidades. 

LIBERTAD COMO PROBLEMA PSICOLÓGICO

La libertad caracteriza la existencia humana. Su significado varía de acuerdo con el grado de autoconciencia del hombre y su concepción de sí mismo, como ser separado e independiente de los hombres que lo rodean. Existe la creencia convencional de que la democracia moderna ha alcanzado el verdadero individualismo al liberar al individuo de todos los vínculos exteriores. El derecho de expresar nuestros pensamientos, sin embargo, tiene algún significado tan sólo si somos capaces de tener pensamientos propios. La represión de los pensamientos espontáneos y, por lo tanto, del desarrollo de una personalidad genuina, empieza tempranamente. En realidad, desde la iniciación misma del aprendizaje del niño. 

Dentro de nuestra cultura, la educación conduce con demasiada frecuencia a la eliminación de la espontaneidad y a la sustitución de los actos psíquicos originales por emociones, pensamientos y deseos impuestos desde fuera. Y aquello que la educación no puede llegar a conseguir se cumple luego por medio de la presión social, ya que en nuestras sociedades se desaprueban, en general, las emociones. El hombre moderno vive bajo la ilusión de saber lo que quiere y está dispuesto a enfrentar graves peligros para lograr los propósitos que se supone sean suyos, pero teme profundamente asumir el riesgo y la responsabilidad de forjarse sus propios fines. 

La dificultad que existe en reconocer hasta qué punto nuestros deseos, pensamientos y emociones, no son realmente nuestros sino que los hemos recibido desde afuera, se halla estrechamente relacionada con el problema de la autoridad y la libertad, En el curso de la historia moderna, la autoridad de la Iglesia se vio reemplazada por la del Estado; la de éste por el imperativo de la conciencia, y en nuestra época, ésta ha sido sustituida por la autoridad anónima del sentido común y de una anónima opinión pública manipulada, en su carácter de instrumentos del conformismo. 

Nos hemos transformado en autómatas que viven bajo la ilusión de ser individuos dotados de libre albedrío. En su esencia, el yo del individuo resulta debilitado, de manera que se siente impotente e inseguro. Piensa, siente y quiere lo que él cree que los demás suponen que él debe pensar, sentir y querer, y en este proceso pierde su propio yo, que debería constituir el fundamento de toda seguridad genuina del individuo libre. La pérdida del yo ha aumentado la necesidad de conformismo, dado que origina una duda profunda acerca de la propia identidad. 

Al adaptarnos a las expectativas de los demás, al tratar de no ser diferentes, logramos acallar aquellas dudas acerca de nuestra identidad y ganamos así cierto grado de seguridad. Sin embargo, el precio de todo ello es alto. La consecuencia de este abandono de la espontaneidad y de la individualidad es la frustración de vida. 

Detrás de una fachada de satisfacción y optimismo, el hombre moderno es profundamente infeliz y se aferra a la noción de individualidad: quiere ser diferente. Ya que siendo un autómata no puede experimentar la vida como actividad espontánea, acepta como sucedáneo cualquier cosa que pueda causar excitación: bebidas, deportes, bienes materiales y hasta la identificación con personajes de la pantalla televisiva. 

¿CUÁL ES EL SIGNIFICADO DE LA LIBERTAD PARA EL HOMBRE MODERNO? Se ha liberado de los vínculos exteriores que le hubieran impedido obrar y pensar de acuerdo con lo que había considerado adecuado. Ahora sería libre de actuar según su propia voluntad si supiera lo que quiere, piensa y siente. Pero no lo sabe, ajustándose al mandato de autoridades anónimas y adoptando un yo que no le pertenece. Así, la desesperación del autómata humano es un suelo fértil para los propósitos políticos oscuros. 

El proceso del desarrollo de la libertad no constituye un círculo vicioso. El hombre puede ser libre sin hallarse solo, crítico, sin henchirse de dudas, independiente, sin dejar de formar parte integrante de la humanidad. Esta libertad el hombre puede alcanzarla realizando su yo, siendo lo que realmente es. 

La libertad positiva consiste en la actividad espontánea de la personalidad total integrada. La actividad espontánea tan sólo es posible si el hombre no reprime partes esenciales de su yo, si llega a ser transparente para sí mismo y si las distintas esferas de la vida han alcanzado una integración fundamental. La actividad espontánea es el único camino por el cual el hombre puede superar el terror de la soledad sin sacrificar la integridad del yo, ya que en la espontánea realización del yo es donde el individuo vuelve a unirse con el hombre, con la naturaleza, con sí mismo. 

LIBERTAD Y MASONERÍA

Nuestra Augusta Orden sustenta los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad como pilares de su doctrina y desde antes de ser iniciado, al neófito se le señala que nuestra Orden es una institución de hombres libres. Nuestro Ritual de Iniciación señala que «no hay institución más libre que la nuestra». A su vez, nuestro Ritual de Exaltación señala que la Masonería ama la libertad y aspira como fin a construir una sociedad de hombres libres, iguales y hermanos. 

La masonería permite la libertad de culto de todos sus miembros, como también su libre adhesión a cualquier ideología política. No censura las ideas pero, eso sí, condena los actos que atenten contra la libertad y dignidad del hombre. Nuestra Institución tiene fe en el hombre y en su progreso. Por eso le enseña a ser libre en esencia, independizándolo del trabajo ideológico y de la influencia dogmática. Al hacerlo de este modo, cree servir a la sociedad, considerada como un organismo evolutivo y perfectible, pues sustenta su afirmación en aquel principio que dice que «el hombre tiene derecho a la libertad y a la dignidad por el sólo hecho de nacer». 

La desatención de este derecho desfigura al ser humano y lo rebaja a la condición de animal. Para la masonería, la libertad es una condición necesaria para la existencia humana y todo lo que se oponga a ella, atenta contra la Humanidad. La masonería, en su proceso formativo iniciático, facilita el camino para que el hombre -libre de todo tipo de dogmas- abra su espíritu para la búsqueda de la verdad. 

Para romper las ataduras que ligan al hombre con la rigidez intelectual, la masonería con su método educativo tradicional y simbólico conduce al iniciado por un proceso paulatino de transformación interna, para llevarlo al campo de la libre investigación. Con ello se persigue que el masón guíe su accionar de manera libre, inspirado en una visión de profundo contenido axiológico, buscando de ese modo su trascendencia a través de las obras del espíritu. 

Como institución debemos permanentemente abordar los diversos conceptos que atañen con la vida del hombre, particularmente con la vida de ésta y de las futuras generaciones. No debemos sólo vivir de recuerdos de los grandes logros y de los brillantes aportes realizados a la humanidad por los Hermanos que nos antecedieron. 

Quedarnos sólo en la contemplación de esa valiosa obra es en definitiva no continuar con su legado, es cortar la Cadena de Unión que traspasa el tiempo y el espacio, transmitiendo los principios de nuestra Augusta Orden. 

Debo dejar en claro que la masonería, como institución ética, en todo momento y en todo lugar propugna la libertad como un valor sublime. No obstante ello, no siempre la actitud de algunos masones ha estado a la altura de las circunstancias históricas que ha enfrentado la humanidad. Como masones del siglo XXI, debemos naturalmente adquirir y comprender los conocimientos filosóficos y prácticos relativos al concepto de la libertad. Debemos, a su vez, estudiar nuestros símbolos y ritos para desentrañar de ellos sus enseñanzas éticas inspiradas en una visión antropocéntrica, orientada a la redención del hombre y con ello el de la sociedad en su conjunto. 

Pues, para la masonería, la libertad no es solamente hacer lo que a cada individuo se le antoje. Es un principio mucho más elevado y global. Para nuestra Orden, la libertad está fundamentada en principios éticos individuales y sociales, con una visión armónica entre el hombre y la sociedad en la que se desenvuelve. Además, hombre y sociedad se desarrollan en un entorno. Por tanto, los principios éticos y morales deben buscar esa armonía entre la libertad del hombre, considerado como un ser social, y el medio en el que se desarrollan. En ese sentido, debemos dar nuestra impronta masónica al ejercicio de la libertad en los diversos planos en los que el hombre se desenvuelve. 

Siempre debemos estar atentos a promover los derechos humanos, pues con ello aseguramos su respeto y el ejercicio de las libertades civiles. Debemos defender y profundizar la democracia, pues es el mejor sistema de gobierno que permite garantizar el desarrollo de la humanidad en libertad. Debemos defender la tolerancia como práctica de convivencia, permitiendo así la expresión de la diversidad. Recordemos siempre que la libertad no se obtiene gratuitamente, ¡es una conquista! No sólo es una entelequia; es una realidad por construir de manera permanente. 

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