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MASONERIA VS OPUS DEI

INTRODUCCION     

La pregunta concreta es la siguiente. ¿Por qué como masón me interesa investigar sobre el Opus Dei (“Obra de Dios” en latín)? La respuesta es simple y contundente: porque todos y cada uno de nosotros debemos ser portadores, dentro y fuera del templo, de los principios de nuestra Orden sintetizados en nuestro lema: Libertad, Igualdad y Fraternidad.

Por lo tanto, no podemos permanecer indiferentes ante las organizaciones fundamentalistas (sea cual fuere su origen y su apariencia) que en su accionar concreto atenten contra tales principios, en perjuicio de la sociedad toda. Más aun cuando todavía están frescas en nuestra memoria las consecuencias de la alianza entre el trono y el altar para hacer de la libertad la opresión, de la igualdad el privilegio y de la fraternidad la intolerancia.

Y si todavía fuera poco, debemos agregar que el fundador del Opus Dei, el sacerdote católico Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), cuando era guía espiritual del dictador español Francisco Franco, indujo a la creación del delito llamado «masonería» en el derecho positivo de la tiranía franquista. Además, Balaguer consideraba al comunismo y a la masonería como la «encarnación del demonio en la tierra». Eso costó muchas vidas a masones y profanos que fueron asesinados por eso en aquella España.

Creo que con los fundamentos dados está suficientemente contestada la pregunta. Sin embargo, también es importante declarar que los detractores del Opus (dentro de la misma Iglesia Católica Romana, sobre todo aquellos sectores que militan en la llamada «teología de la liberación») lo califican como «la Masonería Blanca» de la iglesia, haciendo gala de evidente mala fe, o quizás, en el mejor de los casos, de una supina ignorancia sobre los principios que sustentan nuestra Orden, y que son diametralmente opuestos a las conductas y los propósitos del Opus Dei.

El accionar de las sectas fundamentalistas dentro de la Iglesia de Roma, bajo el paragua protector del Vaticano, no es sólo parte de la historia antigua o del Medioevo, no tiene la lejanía de las hogueras de la inquisición, de las cacerías de brujas o de la oposición a los procesos libertarios en nuestras patrias americanas, sino que además se proyecta en los siglos XX y XXI. Es decir, hoy mismo. Abordemos este tema con mayores detalles.

INTERPRETACION

Desde que asumió el papado Juan Pablo II, en octubre de 1978, inició la restauración de las tradiciones más conservadoras de la Iglesia de Roma, que se hicieron sentir con particular fuerza en América Latina. La tradicional influencia de la Compañía de Jesús sobre el papado fue sustituida por el Opus Dei, punta de lanza para combatir a las corrientes modernizadoras de la Iglesia Católica.

Por medio de una política de designaciones episcopales que casi no tiene en cuenta los deseos de las iglesias locales, Juan Pablo II llevó adelante su empresa de restauración, utilizando todos los medios a su disposición: doctrinales, disciplinarios y –sobre todo– autoritarios, con la ayuda de una cantidad de movimientos tradicionalistas «duros», en general sectarios y políticamente de derecha. Estos movimientos forman parte de la llamada «renovación carismática», y tienen por nombre: «Comunione e Liberazione», organización italiana creada en la década del 70; «Focolari»( La colaboración entre creyentes y personas sin una referencia religiosa) movimiento fundado en 1943 en Trento; «Neocatecumenal», creado en Madrid en 1964; «Legionarios de Cristo», grupo ultra secreto, formado en México en la década del 40, y, principalmente, el Opus Dei, organización que fue creada en España, en 1928.

REFERENCIA HISTÓRICA

El Opus Dei fue fundado por Josemaría Escrivá de Balaguer en Madrid el 2 de octubre de 1928, aunque en ese momento solo se llamó la «Obra». Su pretensión de denominarla «La Obra de Dios » – Opus Dei – sólo se concretó el 14 de febrero de 1930, cuando dijo que recibió directamente el mensaje desde la divinidad.

En sus inicios el Opus Dei dirigió sus trabajos a los enfermos de los hospitales y los pobres, y fue rápidamente extendiéndose a distintas actividades sociales y económicas. Igualmente, en 1930, Escrivá acepta que el Opus Dei está dirigido también a la mujer y dentro de su membrecía se abre una categoría especial para las mujeres, aunque básicamente está conformada, por varones, en la medida en que su cúpula de poder y mando está formada por religiosos y clérigos.

Desde 1933 incursionó en la educación y a través de la Academia DYA (Dios y Audacia), comenzó su trabajo en este campo en Madrid. Como lo dicen sus propios reglamentos, la misión de la Academia, es la de dar formación religiosa y enseñar el mensaje del Opus Dei entre la juventud. Este fin esencial en la educación que se imparte bajo los dictados de la Obra se ha mantenido y reafirmado desde entonces.

Durante la guerra civil española el Opus Dei fue una avanzada y activísimo grupo combatiente contra la República Española y a favor del generalísimo Francisco Franco.

Esta colaboración prestada por el Opus Dei al dictador español fue tomada en cuenta y compensada posteriormente durante el largo período de gobierno de la dictadura franquista.

A comienzos de 1940 oficialmente la iglesia católica concedió aprobación al Opus Dei, a través del Obispado de Madrid. Y en el 1943 a través de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, se le autorizó para ordenar sus propios sacerdotes, convirtiéndose así en un tiempo relativamente corto en una poderosa congregación con capacidad para darse sus propios dirigentes. Los años finales del decenio de 1940 encuentran radicado en Roma a Escrivá de Balaguer, en donde mediante una intensa actividad de lo que hoy llamamos lobby, consiguió que el Vaticano diera la primera aprobación pontificia del Opus Dei y lo constituyera en Instituto Secular.

En 1950 Pio XII promulgó la aprobación definitiva de la Obra. El Decreto aprobatorio permitió la aceptación en el Opus Dei de personas casadas y la asimilación de sacerdotes de otras congregaciones católicas.

En tan sólo 20 años el Opus Dei recorrió un camino que costó años y en ocasiones siglos a otras congregaciones católicas.

A Finales de los años 50 se inicia la expansión continental a la América latina, todos los países centro y sur americanos incluyendo Bolivia entrar a formar parte de los objetivos de la obra de Escrivá de Balaguer

MASONERÍA E IGLESIA CATÓLICA               

A pesar de que las relaciones entre la Orden Masónica y la Iglesia Católica han sido siempre difíciles y cargadas de problemas, no obstante, podemos establecer tres momentos en ellas: dos períodos puntuales de tensión y enfrentamiento, el primero, se dio en el siglo XVIII y el segundo, en el siglo XIX, y un tercer período de serenidad y acercamiento, especialmente de la Masonería a la Iglesia Católica, que ha sido perpetuado por algunos sectores fundamentalistas en materia religiosa y de derecha en orientación política.

Rápidamente miremos cada uno de ellos. El Siglo XVIII, ve nacer formalmente la Masonería con las constituciones de 1722 de los pastores Anderson y Desaguliers y es una centuria llena de zozobra y persecuciones contra la Orden Masónica.

Realmente, fueron escasos los Gobiernos y los Estados que no prohibieran la Masonería y las reuniones de Masones. En realidad, la Corte de Roma o la Santa Sede no fueron los primeros ni los únicos en condenar y prohibir la Masonería.

No hubo entonces suelo europeo, donde no se persiguiera a la Masonería.
Sin embargo, no pueden considerarse todas estas persecuciones como hechos aislados atribuibles exclusivamente a cada Estado, gobernante o autoridad. Ellas tienen un hilo conductor que habrá de mostrarse con las prohibiciones y condenas de los Papas Clemente XII en 1738 y Benedicto XIV en 1751, así como el Decreto de 1739, del Cardenal Firrao, Secretario de Estado, de los Estados Pontificios, que condeno a la pena de muerte a los masones.

En ese momento los cargos que se le hacen a la Orden Masónica se refieren al Secreto riguroso con que los Masones se protegían y al juramento que ellos hacían.

Cargos que permitieron aplicarles el derecho, heredado del Imperio Romano, que consideraba como ilícita, subversiva y un peligro para la tranquilidad de la religión oficial, el buen orden y la tranquilidad de los Estados, a toda asociación o grupo autorizado por el Gobierno.

A estos motivos que podrían llamarse de Estado, que tuvo la Roma Antigua para perseguir a los primeros cristianos, los Papas Clemente XII y Benedicto XIV agregaron el considerar a los Masones y a sus reuniones como sospechosos de «herejía», y argumentaron a favor de este criterio el hecho de que los Masones admitían en sus reuniones a todo tipo de individuos, fueran católicos o no católicos, y sancionaron con pena de excomunión a los Masones.

Esta drástica medida para combatir la Masonería está claramente establecida en el Edicto del Secretario de Estado del Vaticano, el Cardenal Firrao, promulgado el 14 de enero de 1739, en el que se dice » que las reuniones Masónicas eran no sólo sospechosas de herejía, sino, sobre todo, peligrosas para la tranquilidad pública y a la seguridad del Estado Eclesiástico, ya que de no tener materias contrarias a la fe ortodoxa y al Estado y tranquilidad de la República, no usarían tantos vínculos secretos «. Una consecuencia inmediata y directa de este edicto fue la pena de muerte, confiscación de bienes y demolición de las viviendas de los Masones.

Además, se dio también como resultado del mencionado edicto, la creación del llamado delito de Masonería, pues en las naciones con gobiernos confesionales, los Masones fueron perseguidos no por serlo, sino por ofensa a la religión católica, puesto que estaban excomulgados, fundamentándose el delito de Masonería en detrimento del Orden religioso católico, y el delito eclesiástico automáticamente pasaba a concebirse y castigarse como delito político.

Lo anterior explica por qué en ningún documento del Siglo XVII, incluidas las bulas de Clemente XII y Benedicto XIV, se prohíbe la Masonería en cuanto a Institución, sino » las reuniones de Masones «.

El segundo momento de las relaciones entre la Masonería y la Iglesia Católica se va a dar en el siglo XIX. Viene marcado este período por la aparición de las sociedades americanas, primero, y luego de la Revolución Francesa en los soberanos absolutistas de la Europa del congreso de Viena que no se resignaban a perder su poder. Situación ésta que va a merecer especial preocupación por parte de Roma.

Sabido es, que ambas revoluciones van a contar entre sus líderes y víctimas a muchos Masones e incluso sacerdotes católicos, que se supo, en ese momento, pertenecían a la Masonería, como es el caso del cura católico Gallot, que fue más tarde elevado a la condición de beato por la Iglesia Católica. Este papel preponderante de la Masonería en ese momento histórico creó dos situaciones diferentes. Por un lado, en los países anglosajones, como Estados Unidos, Gran Bretaña y países Nórdicos, la Masonería adquirió prestigio social y tuvo presencia política, inclusive con figuras del clero no católico.

Es así como los Reyes de Inglaterra y Suecia pertenecían a la Masonería en sus respectivos países y gran parte de los presidentes de Estados Unidos militaban en sus filas.

En cambio, en los países católicos los ideales de la Masonería, confundidos e identificados en gran medida con los del liberalismo, suscitaron por parte de la Iglesia católica y de los gobiernos absolutistas de la época, una dura reacción contra la Masonería, originada en la conocida unión del Trono y el altar en defensa de sus respectivos poderes. Esta imagen de la Masonería Latina Europea fue la que atrajo a los líderes de la revolución Hispanoamericana, Bolívar, Miranda, San Martín, Santander, etc.

De manera que en los primeros años del siglo XIX el enfrentamiento Masonería – Iglesia católica va a darse dentro de los marcos de interpretación de las revoluciones americana y francesa y de las consecuencias surgidas alrededor del denominado mito del complot Masónico – revolucionario, difundido por el abate Barruel. Este famoso mito atribuyó a la Masonería, la creación de grupos de subversión, levantados en armas contra los gobiernos de los Estados, y que hostilizaban en la lucha armada a la Iglesia Católica, como la renombrada Carbonería Italiana. La profusión de estas sociedades secretas las atribuyó la Iglesia a los Masones, evitando así que la Masonería Latina Europea pudiera, al igual que la anglosajona, evolucionar rápidamente en su crecimiento y desarrollo.

El Vaticano no desaprovechó la oportunidad para mantener la prohibición y la condena contra los Masones y sus reuniones, llegándose inclusive a considerar a la Masonería como una «Sociedad clandestina cuyo fin era conspirar en detrimento de la iglesia y de los poderes del Estado».

En este período crítico de las relaciones entre ambas Instituciones, la Iglesia llegó inclusive a afirmar que la Masonería atacaba «los derechos del poder sagrado y de la autoridad civil», que «conspiraba contra la Iglesia y el poder civil», que «atacaba a la iglesia y los poderes legítimos».

Este enfrentamiento originó que, en el Congreso Internacional de Trento, se le diera a la Masonería un trato que llevó a la Orden Masónica de los países latinos a pregonar y practicar un exacerbado anticlericalismo y laicismo.

Es así como en el canon 2335 se confirman las disposiciones pontificias del siglo XIX, precisando la sanción al establecer que «los que dan su nombre a la secta Masónica o a otras asociaciones del mismo género, que maquinan contra la Iglesia o contra las potencias civiles legítimas, incurren ipso facto en excomunión simplemente reservaba a la Sede Apostólica».

Es precisamente en este período lleno de agrios y duros enfrentamientos entre la Masonería y la Iglesia Católica, cuando en 1928, Josemaría Escrivá de Balaguer funda el Opus Dei. Desde su creación la nueva congregación aglutinó a los miembros más ortodoxos y fundamentalistas del clero católico, quienes comenzaron su trabajo misional con esos sectores de la feligresía.

En realidad de verdad, La Obra debió ser un propósito que tal vez se anidó en el ánimo de Escrivá desde mucho antes de 1909 y cuyos orígenes pueden rastrearse en el primer decenio del siglo, alrededor del periódico El Debate perteneciente a la escuela del Real Patronato de Santa Isabel, en donde él ejercía como profesor de Filosofía y de Deontología; o en sus relaciones estrechas con la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, la cual desde El Debate impulsaba de manera dogmática su creencia religiosa. Esta Asociación de propagandistas fundada en 1909 por el sacerdote jesuita Ángel Ayala, tenía como fin «formar unas minorías escogidas, compuestas de hombres ‘ apostólicos ‘ pertenecientes a las más variadas profesiones sin que tuviesen necesidad de hacer un voto especial de carácter religioso»; o en sus cercanas relaciones con Gil Robles fundador de la «Confederación Española de los Derechos Autónomos» partido político de carácter religioso.

Todas estas relaciones y amistades con el más crudo sectarismo religioso español y la violenta derecha hispana, fueron caldo de cultivo del Opus Dei. Si a esto agregamos el momento histórico en que se da – al que nos hemos referido antes, es posible entender que el Opus Dei fuera desde sus inicios un ariete que golpeó de manera sistemática a la Masonería y a los Masones. Situación que habrá de verse de manera muy especial y concreta en España, en donde la Masonería fue soporte activo y combatiente a favor de la República, mientras que la gran mayoría de la Iglesia Católica, especialmente sus más altas jerarquías, lucharon a favor de las fuerzas del General Franco.

Este carácter antimasónico del Opus Dei, enraizado en su mismo nacimiento, va a generar otra de las características, ésta coincidente con la Masonería, y fue la de utilizar algunos de los principios filosóficos esenciales de nuestra Augusta Institución en su ideario religioso, además de que sus miembros se someten a un rito de iniciación secreto, pero marcando su trabajo social, en salud y educación, con postulados muy diferentes a los de la Masonería. Es decir, de alguna manera Josemaría Escrivá, buscó formar una Masonería para los sectores más recalcitrantes y dogmáticos de la Iglesia Católica.

Esta actitud del fundador del Opus Dei, pretendió atraer también hacia La Obra y alejar de la Masonería a los sectores más tolerantes del clero católico y de su feligresía creyente.

Este aspecto del Opus Dei, necesariamente tenía que producir, recrudecer y mantener las diferencias con la Orden, especialmente en España, México y Brasil.

Creado ya el Opus Dei, se va a presentar el tercer período, cuyo punto de referencia más importante es la creación del Concilio Vaticano II (1961 – 1965), en cuyas conferencias habrá de darse una tendencia mayoritaria de aproximación entre la Masonería y la Iglesia Católica. En este sentido, los Obispos de México, monseñor Sergio Méndez Arceo y de Brasil, el sacerdote jesuita Michel Riquet (quien promovió el dialogo entre Jesuitas y Masones), junto con la mayor parte de la Iglesia francesa, holandesa y escandinava, lideraron este acercamiento.

Uno de los más interesados en que este acercamiento cristalizara, fue el buen Papa Juan XXIII, quien en 1963 hizo pública la siguiente Oración:

«Señor y Gran Arquitecto:

«Nosotros nos humillamos a tus pies e invocamos tu perdón, por la herejía en el curso de desconocer en nuestros hermanos Masones, como tus seguidores predilectos.

«Luchamos siempre contra el libre pensamiento, porque no habíamos comprendido que el primer deber de una religión, como afirmó El Concilio, consiste en reconocer hasta el derecho de no creer en Dios.

«Habíamos perseguido a aquéllos que dentro de la propia iglesia habíanse distanciado inscribiéndose en las Logias, despreciando todas las injurias y amenazas.

«Habíamos irreflexivamente acreditado que una señal de la Cruz pudiese ser superior a tres puntos formando una Pirámide.

«Por todos esto nos arrepentimos Señor y con tu perdón, te rogamos, nos hagas sentir que un Compás sobre un nuevo altar, puede significar tanto como nuestros viejos Crucifijos.

Amén».

En el año de 1974 el Cardenal Seper, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, admitió públicamente la existencia de Masonerías sin ánimo de enfrentamiento religioso con la Iglesia Católica y reconocía por primera vez desde 1738 que la excomunión lanzada hacía dos siglos, era entendible en medio de los problemas políticos y de luchas religiosas ya superados. Producto de esta nueva situación, la Iglesia Católica promulgó el 8 de enero de 1983 un nuevo Código de Derecho Canónico, en el cual el antiguo y drástico canon 2335, al que ya hice referencia antes, fue sustituido por el canon 1374, en el cual ya no hay una referencia concreta a la Masonería ni a la excomunión y cuyo tenor literal es el siguiente: «aquellos que dan sus nombres a asociaciones que maquinan contra la Iglesia, serán castigados con una pena justa; aquéllos que las promuevan o dirijan serán castigados con la pena de entredicho».

Este canon resistió todas las presiones de los sectores más ortodoxos de la Iglesia, entre los cuales destacó por su activísima participación para evitar que se promulgara, el Opus Dei. No obstante, el Cardenal Ratzinger, en ese entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cercano al Opus Dei y su gran defensor en las antesalas del Vaticano, expidió una Declaración sobre las Asociaciones Masónicas el 27 de noviembre de 1983, en la cual insiste en la condena y el rechazo a la Masonería y prohíbe a las autoridades eclesiásticas locales, pronunciarse sobre esta Asociación ya que se le considera inconciliable con la doctrina de la Iglesia. Posteriormente el 23 de febrero de 1985, ante el poco acatamiento que había tenido dicha Declaración, el Obsservatore Romano, órgano oficial del Vaticano, publicó un artículo sin firma denominado «Reflexiones a un Año de la Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Inconciabilidad entre la Fe Cristiana y la Masonería».

Esta nota es la vuelta a los tiempos inquisitoriales de la Iglesia, respecto de la Orden Masónica.

MASONERÍA, OPUS DEI Y PODER

A pesar de ser la Masonería organización apolítica, uno de los cargos que le hicieron los gobiernos absolutistas y el Vaticano fue el de ser una asociación que perseguía el poder para derrocar los gobiernos imperantes, con el fin de instaurar sus propios postulados y doctrinas, extraídos del más furioso anticlericalismo y laicismo y de las enseñanzas del naturalismo, en el decir de ellos.

En los siglos XIX y XX se da el apogeo de los gobiernos laicos como consecuencia de la separación de la Iglesia y el Estado. Este hecho significó la pérdida de una gran parte del poder terrenal que la Iglesia Católica ejercía en Europa y América Latina.

Retomar ese poder perdido ha sido uno de los fines del Opus Dei. Para conseguirlo, ha trabajado durante más de setenta años, tanto dentro de la organización de la propia Iglesia como de los gobiernos de España, Portugal e Hispanoamérica. En este tiempo, brevísimo en comparación con los tres milenios que ajusta la Iglesia de Roma, su diplomacia se ha adjudicado destacadísimos logros en uno y otro campo.

Se ha convertido en la más importante fuerza dominante dentro de la curia Romana, contando inclusive con el decidido apoyo de Juan Pablo II, aunque ello le ha granjeado no pocas resistencias y oposiciones de otros sectores de la Iglesia igualmente poderosos, que se han visto desplazados por la Obra.

Es la única diócesis flotante, como prefectura personal, que existe y por lo tanto no está sometida a ninguna autoridad eclesiástica local y está gobernada por un prelado general que solo rinde informes al Papa cada cinco años. Esta situación ha llevado a que grupos de la Curia Romana digan que el Opus Dei pretende ser una Iglesia dentro de la Iglesia.

De otro lado, el hecho de trabajar en todo el mundo con los jóvenes, le permite estar en contacto con los más notables de la inteligencia y del poder económico de los países. De esta manera, ha conseguido en las naciones hispanoamericanas, colocarse muy cerca del poder político, cuando no dentro de él. Así ha orientado muchas de las políticas de gobierno en España, Colombia, Perú y otros países centro y sur americanos.

Superado el problema eminentemente religioso, que para la Masonería no existe, se quiere presentar la lucha por el poder como otro factor que no permite la conciliación de las dos Instituciones. Debido a que el Opus Dei busca ser pilar ideológico y doctrinario, desde una visión teocrática de los gobiernos, rechaza por peligrosa la apoliticidad propia de la Masonería.

EL FUNDADOR DE LA SECTA DEL OPUS DEI Y LA MASONERIA

Se sabe que en el amanecer de aventura Josemaría Escriba estuvo fascinado por dos organizaciones famosas: La Compañía de Jesús y la Masonería.

El Opus se ha dado como una organización militar y fuertemente jerarquizada, piramidal, al contrario de la tendencia general de las ordenes religiosa que evolucionan hacia una descentralización, aquí hay concentración de poderes a todos los niveles, local, regional, etc., y todo se proyecta hacia arriba.

La masonería le fascino. Cuando se estudia de cerca la masonería es curioso descubrir paso a paso el paralelismo flagrante con el Opus Dei. Es una copia. Todo se parece: el reclutamiento por proselitismo, la iniciación, los diversos grados de afiliación, el avance progresivo, pero lento en la posesión del “secreto”, el comportamiento entre los miembros y con los profanos, la técnica de posicionamiento en todos los círculos, pero principalmente entre los intelectuales, etc.

No es extraño que “poco después de que abriera la academia “Derechos y Arquitectura” (DYA), don Josemaría empezó a encontrar oposición en sectores de la iglesia”.

Claro que Escrivá no se recataba de decir en privado e insinuar en público que la iglesia estaba entrando en una peligrosa vía “llegando a confiar a alguno de sus hijos que él pensaba que el mismo diablo se había instalado en la cabeza de la Iglesia». Pero «sobre este aparente desorden cada uno tiene que aprender a construir su propio orden», en frase que recoge el biógrafo oficial del Fundador del Opus, Salvador Bernal, que traducida al lenguaje masónico es la divisa de los grados 33 de la masonería, que tienen como lema «Ordo al Chao», que es el mismo mensaje lanzado por Escrivá de Balaguer.

Fue un jesuita, el padre Valentín Sánchez, el primer confesor de Escrivá, que acabó molestándose con él y rompió su amistad con su confesor, porque tras haber sido un defensor de la Obra «cayó también en la tentación de sospechar del Opus». También el primer jesuita que tuvo roce con Escrivá, el sacerdote Carrillo de Albornoz, abandonó el catolicismo posteriormente y se hizo pastor protestante. De igual modo, el cardenal Villot, por ejemplo, desconfiaba de los miembros del Opus Dei que se habían infiltrado en la Curia sin que se conociesen sus nombres. Villot pidió, sin conseguirlo, a Escrivá que le dijera la identidad de dichos miembros.

A fines de agosto de 1939–según la revista “39 días”, del movimiento católico (modernista) Comunión y Liberación muy cercana al Vaticano y en muchas veces inspirada por el teólogo (modernista) Joseph Ratzinger–«el Opus Dei había abierto un oratorio anexo a la residencia de la calle Jenner de Madrid. En torno a este oratorio comenzaron a circular voces extrañas.

Se decía que estaba adornado con signos cabalísticos y masónicos». Además, «La sociedad de cooperación intelectual–SOCOIN–una iniciativa vinculada a la Obra, fue señalada como una derivación masónica de una organización judía internacional. En la época en que sucedían estos hechos, un profesor de Derecho Internacional afirmó que había encontrado en un diccionario hebreo el verdadero significado de la sigla SOCOIN, que correspondía según el profesor, al nombre de una secta hebraica de asesinos.

El año 1939 fue el año de la terminación, con la victoria de las fuerzas nacionales, de la Guerra de la Liberación. Un ambiente de fervor religioso inundó la vida social y espiritual española.

La Iglesia detentó un papel de extraordinaria importancia en la reconstrucción moral de la nueva España y los sacerdotes eran tratados con respeto, alta estima y gran consideración.

En 1940, se creó un tribunal especial para la represión de la Masonería y el Comunismo, por considerar que ambas actividades eran enemigas de Dios y la Patria. En 1941 Escrivá comparecería ante dicho tribunal acusado de «haber suspendido a divinis (Locución latina que significa lejos de lo divino, con motivo de graves profanaciones, suspensión de oficios religiosos), así como de ser protagonista de oscuras tramas para alcanzar la cima del poder, de hereje y anti patriota».

El tribunal inició la apertura de las diligencias al sospechar con fundamento e índicos racionales que «bajo el nombre de Opus Dei se escondía una rama judaica de la masonería».

 Escrivá viendo que su procesamiento seguía adelante tuvo que recurrir a maniobras e influencias de múltiples agentes del interior y del exterior para echar tierra sobre el asunto y que se paralizaran las investigaciones emprendidas. También en Barcelona se denunciaron las actividades masónicas del Opus y la falsedad del comportamiento de Escrivá y fue «el nuncio Gaetano Cicognani quien advirtió al fundador del Opus Dei que no se acercara a Barcelona, porque corría el riesgo de ser arrestado. Fue un embajador amigo de Escrivá quien le avisó que corría incluso peligro de muerte».

Su billete de avión iba a nombre de José María E. de Balaguer–pues se le conocía como padre Escrivá–y no se hospedaba en los hoteles para eludir la acción policial.

Es un episodio elocuente de cómo un sacerdote, el padre Escrivá, caso único en la actuación de Tribunal especial para la represión de la Masonería, fuese formalmente acusado y se abriesen diligencias en este sentido, cosa insólita e inaudita en los años de post-guerra. En una época vocacional, donde miles de sacerdotes y autoridades eclesiásticas ejercían su ministerio pastoral, un sacerdote comparecía ante un tribunal muy especial en función del ámbito de las materias de su competencia.

Las denuncias se suscitaron tanto en Madrid como en Barcelona. En la capital de España «iba alcanzando su punto de máxima gravedad que tachaba a los socios de la Obra de «masones».

El número uno del Opus Dei en España, Tomás Gutiérrez Calzada, en una entrevista concedida a un seminario de difusión nacional–cosa excepcional pues prefieren el silencio a la comunicación–saliendo al paso de ciertas noticias divulgadas se defendía diciendo que «nos atacan los enemigos de la libertad» y «que también denunciaron entonces a nuestro fundador ante el Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo…»

El Opus es reservado, su regla es difícil, si no imposible de conseguir, se tienen sospechas de que es políticamente activo y financieramente alarmante, opera en secreto entre los estudiantes universitarios, no encaja bien con los modelos de trabajo tradicionales de la Iglesia…Se cuenta incluso, que para calmar la obsesión de Escrivá por el secreto. Se afirma que se guardaban los documentos del Opus Dei en los archivos secretos de la diócesis de Madrid.

 Es sabido que incluso que «Todos los miembros al entrar en el Opus Dei, reciben un número, que depende de su fecha de ingreso. Escrivá tenía el número uno y los doce siguientes están distribuidos entre los doce primeros «discípulos», y así continúa la serie.

 Los miembros adoptan con frecuencia la curiosa costumbre cuando hablan de alguno de ellos, no de llamarse por su nombre, sino por su número…Dicen, por ejemplo: el número 30 dijo; el número 60 hizo…Los primeros números, por lo tanto, son los más antiguos y los de mayor prestigio.

El Opus ha adquirido de hecho ese aspecto de movimiento político religioso, aunque lo niegue, acusación que cada día se está perfilando con más nitidez en Europa y América, donde los testimonios y denuncias son cada vez más numerosos. Aquel nombre del canto del oficio divino de los monjes «Servir al Señor con alabanza», que ya San Benito llamaba Opus Dei, corresponde en la actualidad a una prelatura cuyos miembros se hallan presentes tanto en los negocios como en la política».

ORGANIZACIÓN DEL OPUS DEI

El Opus Dei tiene tres grados o categorías de integrantes: 1- «cooperadores» seglares (es decir, no sacerdotes) y sin necesidad de profesar la religión católica, cotizantes (que pagan una cuota o donan bienes), sin votos privados ni públicos; 2- «numerarios» seglares con votos de obediencia y castidad que viven en comunidad y 3- «supernumerarios» (sacerdotes católicos con todos los votos).

El Opus cultiva el secreto desde sus orígenes. En su constitución (secreta) redactada en 1950, el artículo 191 precisa que «los miembros numerarios y supernumerarios sepan bien que deberán observar siempre un prudente silencio sobre los nombres de los otros asociados y que no deberán revelar nunca a nadie que ellos mismos pertenecen al opus».

Una vez que se filtró la información sobre el contenido de esta constitución, se desataron tantas críticas que en 1982 se redactaron nuevos estatutos (para la exportación), donde puede leerse (artículo 89): «los fieles de la prelatura no participarán de manera colectiva en las manifestaciones públicas de culto, como las procesiones, sin por ello ocultar que pertenecen a la prelatura». La prelatura es la figura del derecho canónico que encuadra jurídicamente al Opus.

A pesar de esta aparente concesión a la transparencia, el Opus continúa practicando el secreto y utilizando testaferros y sociedad de pantallas, bajo el pretexto de «humildad colectiva» y de la «eficacia apostólica». Este secretismo no evitó que muchos de sus miembros se vieran involucrados en escándalos mayúsculos. Por ejemplo: el 10 de mayo de 2002, una corte judicial de los Estados Unidos de América condenó a cadena perpetua a un devoto católico y miembros activos de Opus Die: Robert Hanssen, ex agente del FBI.

Hanssen espió por dos décadas. Empezó a operar en 1979, para Moscú, cobrando por su tarea más de 600 mil dólares, diamantes y otras joyas. El juez lo condenó a cadena perpetua sin posibilidad de excarcelación, y no fue condenado con la pena capital porque se declaró culpable, se arrepintió y colaboró ampliamente con el fiscal de la causa. Es obvio que las líneas de investigación del FBI saben ahora el grado de vinculación de Hanssen con las jerarquías locales e internacionales del Opus Dei.

Esta «Obra de Dios» se parece en algunos de sus objetivos –por ejemplo, «santificar el trabajo»– a los movimientos de la Acción Católica nacidos en Francia y en Bélgica en la misma época. Surgido en los años previos a la Guerra Civil Española, el «Opus» quedó muy marcado por esa coyuntura, lo que explica su incondicional apego al aparato eclesiástico preconciliar, su odio obsesivo a la Masonería y al comunismo, y su gusto desmedido por la clandestinidad.

A pesar de que Escrivá de Balaguer pretendía haber «descubierto» el principio de la santificación del trabajo y de la vida cotidiana, esa idea es tan vieja como el evangelio.

Recordemos también que el trabajo, simbolizado en nuestra Orden por el mandil, es la calidad distintiva del masón en su eterna tarea de constructor del templo A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·..

De todos modos, la inspiración inicial del Opus fue rápidamente pervertida por la personalidad de su fundador: un pequeño burgués ambicioso, colérico y vanidoso. El secreto de su éxito fueron su fogosidad y su carisma personal, que subyugaban a quienes lo rodeaban.

La primera perversión fue la «clericarización» de la obra, que cuenta hoy con más de 80.000 miembros laicos en 80 países, de los cuales 2.000 son sacerdotes. Se presenta como organización laica, aunque son los sacerdotes católicos quienes tienen el verdadero poder y ocupan todos los puestos de mando. Los no religiosos, que representan el 98% de los miembros, son presentados como personas corrientes que viven en el mundo, pero por sus «votos» de pobreza, castidad y obediencia, parecen más a religiosos que laicos.

Mucho más preocupados por el derecho canónico que por la teología, Escrivá de Balaguer y sus discípulos maniobraron permanentemente para lograr que al «Opus» se le reconociese la condición jurídica que más le convenía. Definida en un principio como «unión piadosa» de laicos, la organización se transformó en 1947 en el primer «instituto secular» (es decir, laico) de la Iglesia Católica; eso fue antes de arrancarle a Juan Pablo II (quien era sospechoso de haber integrado los cuadros secretos del «Opus») el codiciado título de «prelatura personal».

Por eso su nombre oficial es «Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei». Calidad jurídica que no habían podido obtener de sus antecesores: Juan XXIII y Pablo VI. Esta envidiable categoría, creada a medida para el Opus, le concede los atributos de una verdadera diócesis sin limitación territorial. El prelado del Opus depende directamente del Papa, escapando así a la autoridad de los obispos diocesanos, a pesar de la ficción que pretende que los miembros laicos de la organización siguen dependiendo jurídicamente de su obispo.

La segunda perversión fue política. El joven Escrivá de Balaguer vivió la Guerra Civil Española (1936-1939) como un combate entre católicos y comunistas; encuadrando a todos los masones como «ateos comunistas», y en quienes veía la encarnación del mal. Su visión del mundo se vio así deformada, del mismo modo que Pio XII minimizó el horror del nazismo, tomándolo como un muro de contención «providencial» contra el comunismo.

Vladimir Felzman, ex miembro del Opus, puso en boca de Escrivá de Balaguer la siguiente reflexión: «el general Franco salvó al mundo del comunismo con el apoyo de Adolf Hitler» y agregó «Hitler contra los judíos, Hitler contra los eslavos, significa Hitler contra el comunismo».

Esta indulgencia para con el nazismo llevó al alineamiento del Opus con el franquismo. A tal punto que durante más de diez años Escrivá de Balaguer fue guía espiritual del dictador Franco, quien se rodeó progresivamente de ministros pertenecientes al «Opus».

La tercera perversión fue teológica. El teólogo Urs Von Baltasar (uno de los pensadores favoritos de Juan Pablo II, que no pudo ser sospechoso de progresista) describió al Opus como «la más fuerte concentración integrista de la iglesia. El integrismo se esfuerza en comenzar a asegurar el poder político y social de la iglesia por todos los medios, visibles y ocultos, públicos y secretos».

Además de su falta de transparencia, otro rasgo distintivo del fundamentalismo, sea cual fuere, es su pretensión de poseer la verdad absoluta. El Opus es descrito por “Crónica”, la revista interna del movimiento, como «el resto santo, inmaculado, de la verdadera iglesia», fundada para «salvar a la iglesia y al papado». Cuatro años después del concilio vaticano II, que culminó en 1965, Escrivá de Balaguer deploraba una época de errores en la iglesia, en estos términos: «el mal viene de dentro y de lo alto. Hay una real pudrición, y actualmente parece que el cuerpo místico de Cristo fuera un cadáver en descomposición, que apesta».

Para exponer los negociados financieros, empresarios, editoriales, bancarios y comerciales del Opus, necesitaríamos un extensísimo trazado y otros tantos para explicar sus planes, en plena ejecución, de infiltración en los principales organismos internacionales, en el gobierno de los Estados Unidos de América, en la Comunidad Económica Europea, en los centros de poder de América Latina.

El Opus Dei ha tenido un enorme poder en Roma. Su ascensión se vio coronada en 1992, por la beatificación de Escrivá de Balaguer, por parte de Juan Pablo II, apenas diecisiete años después de su muerte y luego de un proceso expeditivo, donde sólo se tuvieron en cuenta los testimonios positivos.

Su culto era hasta ahora restringido, como ocurre con todos los beatos, pero la condición de santo extiende la devoción obligatoriamente a toda la Iglesia Católica Apostólica Romana, con sus más de mil millones de fieles. ¿Qué dirían de esto las víctimas del nazismo y del franquismo en el mundo?

El papa Francisco decidió con un motu proprio, un documento papal, reformar la influyente organización católica Opus Dei, conocida en Europa y América Latina por sus posiciones conservadoras.

EL PAPA FRANCISCO REFORMA EL OPUS DEI

El documento papal, bajo el título «Ad charisma tuendum» («Para tutelar el carisma»), vigente a partir del día 04.08.2022 y divulgado en julio del año pasado, «resta poder e independencia» a la poderosa organización dentro de la iglesia, según expertos en asuntos religiosos.

«Algunos han interpretado las disposiciones de la Santa Sede en términos de ‘rebajamiento de categoría’ o ‘pérdida de poder’. No nos interesan ese tipo de dialécticas, pues para un católico no tiene sentido el uso de categorías de poder o mundanas«, aseguró a la AFP (Agencia France-Presse), Manuel Sánchez, de la oficina de prensa del Opus Dei reiterando la posición oficial de la entidad.

Reformar la Curia Romana

El pontífice Francisco, se ha comprometido a reformar la Curia Romana, el gobierno central de la iglesia, sumido en una serie de escándalos, ha aprobado varias medidas para modernizar y garantizar mayor transparencia dentro de la institución.

En esta ocasión las disposiciones del papa afectan a una poderosa organización religiosa, que el papa y ahora santo Juan Pablo II elevó al inicio de su pontificado, en 1982, al grado de «prelatura personal».

Se trata además de la única prelatura existente, un verdadero privilegio, ya que la equiparó a una diócesis con todo el poder de decisión que eso significa.      

«Cuarenta años después, Francisco busca acabar con una estructura excesivamente jerárquica y ‘rescatar’ los valores carismáticos de una institución marcada por las luchas de poder y la singularidad, que la hace única (por el momento), en el mundo», comentó Jesús Bastante, de la página especializada “Religión Digital”.

Acusada por sus detractores de ser una especie de secta secreta para manejar los hilos del poder dentro y fuera del Vaticano,

Según algunas de las modificaciones decididas por el papa argentino, esa prelatura pasa «a depender del Dicasterio [o ministerio] del Clero» y cada año, en vez de cada cinco, el prelado deberá presentar a ese órgano un informe acerca de la situación interna y el desarrollo de su trabajo apostólico.

Según algunas interpretaciones del texto, el líder del Opus Dei dejará de ser considerado como un obispo y no podrá ostentar las vestiduras episcopales.

La forma de gobierno del Opus Dei estará «basada más en el carisma que en la autoridad jerárquica», recalcó el papa Francisco en su documento. 

¿Y cuál es el futuro del Opus Dei? De entrada, asumir su presente, un presente que rompe con un pasado de privilegios. El nuevo ordenamiento jurídico del Opus Dei lo iguala al resto de congregaciones, iglesias, parroquias, diócesis y organizaciones eclesiales bajo el mandato de Roma, poniendo fin a una excepción que, el papa Juan Pablo II concedió en 1982. 

Se creó entonces ese Opus Dei que a muchos les generaba recelos. La fanática formación religiosa que no tardó en labrarse el calificativo de ultraconservadora, asociada a cilicios, exámenes de conciencia, sobrias residencias de numerarios sometidos a una extrema castidad y régimen semi comunista de renuncia a sus posesiones materiales, entregados ellos y ellas, al apostolado seglar con mayor ahínco que los que lucían los clericós.  

CONCLUSIONES


Podemos concluir este trabajo afirmando que: El Opus Dei es una congregación de carácter religioso, con características de secta, y, por ende, dogmática, al servicio del fundamentalismo y la ortodoxia de la Iglesia Católica. La Masonería, por el contrario, es una filosofía, carente de etiquetas religiosas, filantrópica, ética y apolítica.


El Opus Dei es una Institución Religiosa Católica, con la cual tal vez la Curia romana está experimentando la posibilidad de recuperar para la religión el poder político en los Estados.


Aunque el Opus Dei sea una organización que tiene iniciados y ritos iniciáticos para sus miembros, que comparte con la religión católica los llamados misterios de la Iglesia, no es en realidad una Masonería, pues se aparta de muchos de los principios fundamentales de nuestra Institución.


El Opus Dei busca a través de la práctica religiosa, el poder terrenal para la Iglesia Católica. Lo cual significaría un retroceso histórico al volver a confundir el Trono y el Altar bajo una misma fe o credo. La Masonería respeta toda creencia o práctica política que funcione lícitamente dentro de los Estados, si bien procura que los afiliados suyos que ejerzan poder político, lo hagan con observancia de su enseñanza ética, moral y filosófica.


Si bien el acercamiento entre Masonería y Opus Dei es posible, dentro de los postulados de tolerancia y respeto, esa sola circunstancia no borrará las discrepancias y diferencias entre las dos Instituciones.

Los miembros del «Opus» se creen poseedores de la verdad absoluta. Así crean un Dios al que consideran idéntico al Dios en sí mismo y en el que proyectan sus prejuicios, egoísmos y dogmas. Así se discrimina, se tortura, se asesina y se violan los derechos sagrados del hombre en nombre del mismo Dios. Como masones no podemos ni debemos consentir estas conductas, ni por acción ni por omisión. La respuesta es simple: es el trabajo diario para hacer realidad los principios emblemáticos de nuestra orden: libertad, igual y fraternidad.

                                                                                   Gracias!!!

                                   AUTOR: I.·. H.·. Luis Fernando Rodríguez Cosio – G XXXIII

                                                                                          28/01/2023 e.·. v.·.

BIBLIOGRAFÍA

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Antonio Schlatter, Trabajo del hombre, trabajo de Dios. La dignidad del trabajo manual en las enseñanzas de san Jose María Escrivá

Bibliografía sobre los Prelados del Opus Dei Álvaro del Portillo y Javier Echevarria, 2010-2013 José Mario Fernández Montes – Santiago Martínez Sánchez

HISTORIA DEL CLERO EN TIEMPO DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA, BARRUEL, EL ABATE

Published by Felipe Guasp, Palma De Mallorca, 1814

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