Buscando siempre en el insondable océano de nuestro idioma español nos encontramos con muchas palabras que han sido dejadas al olvido y que su falta de uso ha provocado el total desconocimiento de ellas, pese a que su significado encierra valiosos conceptos que cual símbolo oculto pueden enseñarnos valores y significados de vida encerrados en una sola expresión. Uno de ellos es precisamente el de la LONGANIMIDAD.
La longanimidad es una cualidad de las personas longánimes, es decir de aquellas que sin quejarse aceptan las adversidades de la vida. Longanimidad deriva del latín longus que significa largo, y ánima o alma (por lo que longus ánima significa largo sufrimiento) en referencia a la cualidad de la paciencia y perseverancia que se tiene para aceptar las dificultades.
Paciencia y perseverancia que unidos a la esperanza podrán ser los únicos faros que alumbren el camino angosto que a todos nos tocará recorrer en el futuro mediato y una vez que como especie humana logremos vencer a la actual pandemia denominada como corona virus o COVID-19, como coloquialmente se la ha denominado.
La longanimidad permite esperar el bien que se desea sin desesperar y tolerar la lentitud o duración del mal que se recibe o se sufre. Es un estado anímico que se refleja en la mirada y en el rostro.La longanimidad es una virtud, una disposición del ánimo que nos permite esperar sin amarguras ni quejas sino con ecuanimidad las dilaciones del logro de nuestras metas.
Hoy por hoy esta disposición de ánimo se ve socavada día tras día por lo extenso de las medidas de cuarentena a que nos vemos sometidos, las penosas estadísticas de afectados y fallecidos, donde se están poniendo a prueba una serie de valores y virtudes que podrían haber formado parte o no de nuestras personalidades y con las cuales nos ha tocado enfrentar la actualidad.
Desde el niño que no comprende a cabalidad el porqué del encierro obligado; el adolescente que se ha visto frenado e interrumpido bruscamente en la plenitud de su energía y en el diario experimentar de nuevas experiencias y formación; hasta el anciano (palabra discutible en su verdadera acepción) que de pronto se ha visto aislado del diario vivir, donde unos por protección y otros por miedo han decidido quitarle todos sus privilegios y derechos y tratarlo como la reliquia antigua que se puede ver, pero desde lejos y jamás tocarla.
Decíamos que muchos valores se están poniendo a prueba en esta época, entre ellos los de la paciencia, para saber aguardar y comprender las medidas políticas y médicas que se asumen a diario en todo el planeta, aun a sabiendas que ni los supuestos líderes mundiales de las grandes potencias económicas, que parece a tontas y ciegas están jugando un doble rol, el de mantener sus índices de popularidad para ser reelectos o para ganar mayor confianza de su electorado y por otra parte para incrementar su poderío económico y preservar sus futuras ganancias, mediante oscuros tratos y negocios, antes de llegar a las crisis económicas que todos vaticinan cada día.
Por otra parte están los científicos más renombrados que no han podido, hasta la fecha, ponerse de acuerdo en el origen de esta extraña enfermedad (intereses políticos, económicos, de poder o simple incapacidad?); su verdadero y eficaz tratamiento médico; los cuidados y precauciones necesarios a tomar por cada ser humano: antes de enfermarse, durante su tratamiento, y post internación; porque a cada instante surgen nuevas investigaciones y declaraciones, a veces sin pruebas suficientes de veracidad y perennidad, que sugieren y hasta pretenden imponer determinados protocolos de posibles causas, tratamientos y medidas de prevención y cuidado.
El mundo y las diversas sociedades y culturas nos encontramos de verdad, sorprendidos, temerosos, e incrédulos y por ello los niveles de paciencia se van agotando y comienzan nuevamente las actitudes de rebeldía e incumplimiento a las normas sanitarias y de cuarentena ordenadas, sobre todo en las zonas populares y en algunas regiones provinciales donde los intereses políticos persiguen otros fines diferentes al interés y necesidad real del pueblo.
Si a todo esto le sumamos las noticias y denuncias que nuevamente vuelven a empañar las gestiones administrativas y económicas de los mandatarios, la paciencia definitivamente se agota y puede ocasionar un peligroso rebalse que cual agua contenida en una represa que se resquebraja, puede convertirse en daños ya no solamente de salubridad, sino sociales donde las pasiones se desbordan y destruyen lo poco construido hasta la fecha.
Ante ello la templanza, es otra virtud que debe permitir que aplaquemos nuestros ímpetus y sin que ignoremos todo lo mal hecho a niveles económicos y políticos y que merecen las investigaciones necesarias así como los castigos que correspondan a los verdaderos culpables, pongamos de nuestra parte para influir en nuestros círculos para obtener en ellos su templanza, que no es otra cosa que la paciencia adornada y acompañada de sabiduría para hacer realidad este recordado término de longanimidad.
La experiencia acumulada de las personas mayores que a través de los años y cientos de caídas y levantadas que han debido experimentar, se puede dar y expresar a través de su generosidad, brindando siempre el consejo sabio y oportuno, fruto de lo aprendido en la escuela de la vida, y dirigido sobre todo a la juventud que de por si es buena en esencia y sana en mente, pero impetuosa al extremo de poner en riesgo su propia seguridad y a la que además no le gusta oir.
La perseverancia que forma también parte de la longanimidad es un atributo que nos permitirá llegar a cumplir y realizar nuestros sueños y metas anheladas, pero tomando en cuenta que las condiciones de vida habrán de cambiar drásticamente y que posiblemente los objetivos previstos de alcanzar o lograr en la realidad, el “sueño americano”, son ya simples quimeras del pasado y que debemos fijar objetivos de paz y felicidad basados en la solidaridad, la justicia y la equidad para construir una sociedad mejor, más ecuánime con los desposeídos y con el alcance de oportunidades a todos los que realmente se esfuercen por lograr determinadas metas, sin necesidad de pisar a nadie en el camino.
Finalmente la humildad, otro gran componente de la longanimidad nos permitirá comprender a todos que solo somos aves de paso, vecinos que debemos convivir en paz no solo entre nosotros sino con los demás componentes del reino animal y vegetal, ya que a todos se nos ha dado la oportunidad de habitar en este planeta con la misma capacidad de derecho y decisión y sin que nadie se endilgue a sí mismo el titulo de dueño o dominador.
Si no cuidamos la naturaleza, el medioambiente y el clima, estaremos actuando como aquel conductor que de pronto se ve a cargo de un vehículo sin percatarse de la necesidad de preservar todo el conjunto, desde las llantas y motor hasta el más pequeño tornillo o arandela, pues la falta de uno de esos elementos pondrá en riesgo el llegar a destino alguno.
Por otra parte en el campo religioso y sobre todo para el cristianismo, la longanimidad es un fruto del Espíritu Santo que opera en la persona que tiene fe, para que pueda esperar con tolerancia y paciencia la consecución de su objetivo de vida de acuerdo al propósito de Dios, por extraordinario que sea el sufrimiento o la prueba. Esta virtud es movida por el amor, la generosidad, la clemencia y benignidad, que permiten soportar todas las adversidades y obstáculos con la certeza de que siempre, pase lo que pase, se realizarán esos propósitos según el plan del Creador.
Si se demoran los tiempos y los esfuerzos parecen estériles, la longanimidad aparece como una expresión de la virtud de la esperanza. Pero para ello es necesario no sólo el dominio propio sino la fe y la confianza en Dios. En el libro de Gálatas 5:19 el apóstol Pablo habla de la «carne» en referencia a nuestra naturaleza humana, y de las «obras de la carne» en relación a nuestro egoísmo, celos, envidia, ira, homicidios, fallas para las cuales el único antídoto es el Espíritu Santo con sus frutos, entre los que se menciona la longanimidad. El aceptar los actuales desafíos sin apelar a la condición de victimas impotentes, sino seres dotados de inteligencia y capacidad, nos permitirá salir triunfantes una vez más de las pruebas a las que la vida nos somete, e imitando a nuestros mayores y en base al estudio de la historia de la humanidad. Por ello aceptemos la veracidad de la siguiente frase que señala: “nadie nos dijo que la vida era fácil, pero es la única que tenemos y debemos disfrutarla con felicidad y armonía”.