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LISARDO GÓMEZ BERNAL: EL DINERO, EL MODELO Y EL FENÓMENO ECONÓMICO PARTE 2

COLUMNA LIBRE 

LISARDO GÓMEZ BERNAL: EL DINERO, EL MODELO Y EL FENÓMENO ECONÓMICO PARTE 2

La libertad como esencia de lo humano, no se juega en el plano de las opciones para tener o del saber qué y cómo hacer. La libertad se sustenta en las dimensiones íntimas e inviolables de la autonomía de la conciencia, que permiten al sujeto justificar el por qué; y el para qué; de sus decisiones, sin modelaciones previas, ni manipulaciones que condicionen el acto de decidir. En esa dirección, los actos morales carecen de base si solo se explican a partir de la forma de ejercerlos; sin adentrarse en la sustentación que justifica ese acto. Por ello, el hombre no es libre por el solo hecho de optar; lo es como un estado de su conciencia que le permite y le lleva a decidir, a renunciar o a distinguir, en función de un bien superior, incluso en contra de su propio beneficio. 

Así, el modelo neoliberal ha hecho de la libertad un mero acto de forma que permita elegir entre opciones; lo cual ha hecho del hombre un sujeto ensimismado en sí y en su bienestar material como aspiración idealizada de la felicidad. Concepto muy adecuado al motivo y al móvil de consumo que requiere el mismo modelo, sin adentrarse en la calidad del sujeto que consume (es decir del sujeto que decide), e incluso en la calidad del consumo mismo. Ello, ha reducido a los hombres a una condición de objetos, movidos desde afuera de sí, por el influjo de una estructura de cosas que los estratifican, segmentan, marginan y materializan; siguiendo para ello un afán individualista por tener. Todo lo cual se expresa a través de instaladas e insaciables necesidades de consumo que el modelo requiere. Un sujeto sin un modelo de sociedad, mís allá de conservar las condiciones que le mantengan como actor protagonista de la demanda. 

Se necesita un cambio de conciencia Una modelación amoral de escala global: Aunque el neoliberalismo pretende hacer de la libertad un valor fundante y central; la aproximación parcial ya descrita, ha confinado a la libertad como una cualidad funcional y pragmática del modelo. Se trata entonces de un diseño que se ampara en una idea de la libertad que —a nuestro juicio— no se asienta en raíces profundas y sólidas respecto del hombre como conciencia, quedándose en el ámbito superficial y formal de las opciones. Con ello, se ha entendido que lo fundamental del hombre es su concepción de individualidad que puede optar entre alternativas de producción y consumo, que el mismo modelo establece para auto justificarse. 

Con ello, se ha dado forma a un diseño práctico que funciona y que ha hecho de la sociedad una estructura corporativa de redes, cuya finalidad es la acumulación del poder y la riqueza en manos privadas. Así, un estructuralismo corporativista y privado, que ordena desde la superestructura al sistema social, económico, financiero y político; respecto de lo cual a la gente solo le caben roles funcionales vinculados a la producción y al consumo. La sociedad así, no es un proyecto humano y de bien común que busca un camino de progreso integral y moral, que perfeccione al hombre como sujeto social. Por el contrario, el neoliberalismo se autodefine como una forma de sociedad ya lograda en su aspiración final. En atención a ello, nada debe cambiar en la sociedad, sea su estructura industrial que la define en base a la oferta y la demanda o en su operatividad mecánica, como formas de funcionar entre vendedores y compradores. 

De esta forma, la sociedad queda definida por medio de un diseño ideológico que se oculta detrás de una mecánica positivista. Con ello, no se adentra en lo esencial del modelo como constructo social, quedándose en lo exterior de las formas y la operatividad del sistema. Así, no va más allá de la descripción de las variables que definen al modelo y de la correlación entre esas variables como explicaciones «objetivas y racionales», de la realidad ya definida. Todo lo cual regula el acontecer y los hechos, como una especie de leyes incuestionables al margen del hombre y la sociedad, en cuanto al tipo de civilización que se quiera construir. 

Dicho de otra forma, la sociedad y el hombre dentro de ella, han dejado de ser los sujetos del cambio y el progreso. Según el neoliberalismo, la sociedad ya está definida por el modelo y estructurada por una lógica comercial e industrial; y el hombre ha quedado reducido a un factor que debe jugar dentro de esos roles de producción y consumo asignados para que el mismo modelo funcione. Así, la sociedad ya está hecha y moldeada por una lógica que la domina. Nada deben hacer los hombres por cambiar esas estructuras, definidas por un tipo de ordenamiento objetivo, amoral y que atraviesa las fronteras locales, dando forma a una especie de leviatán de escala mundial. Tal vez y solamente cuando encontremos un estado interno de plenitud, podremos liberarnos de la esclavitud de las condiciones exteriores, postulando vidas más simples y cotidianamente humanas y no temeremos a la muerte, pues habremos encontrado un estado de etemidad en el centro de nosotros mismos, y tampoco viviremos en el miedo al cambio, sabiendo que aquí y allá, el ser permanece intacto por sobre cualquier condición. 

Por ello, necesitamos un cambio de conciencia, de visión, de pensamiento. Sólo si pensamos en otras realidades las podremos gestar y el corazón humano, acicateado por el dolor del mundo actual, estará preparado para la búsqueda y el encuentro de nuevas realidades. Incluso la insistencia en el estilo de vida y relaciones vigentes, el hecho de seguir pensando en la guerra como modo de resolución de conflictos, o en las riquezas (dinero) y posesiones materiales como finalidad de la vida, hacen un favor al cambio, al generar más y más sin sentido y desesperanza en las sociedades humanas. 

De este modo, aquellos que con frenesí sostienen los valores y pautas del estilo de vida narcisista y excluyente no hacen sino precipitar la destrucción de éste. La gran pregunta es cuanto más dolor tendremos que soportar para estar dispuestos a revertir y hacer un cambio de fondo a los valores y conceptos que afirman este modo de vivir a que nos ha conducido la filosofía que sustenta el modelo económico neoliberal. 

Bajo este análisis el modelo está agotado, la reproducción material ya no tiene sentido, la demanda es insuficiente y está satisfecha, el mercado financiero se multiplica, los productos financieros ya no tienen forma de sustentar su rentabilidad en la economía real y se reproducen figuras que rayan en lo ilegal o simplemente estafas y delitos, embaucando a inocentes que ponen los ahorros de su sacrificada vida, al servicio solamente de la riqueza personal de los estafadores, que el sistema mismo ha cuidado para que no deban «pagar» por «sus malos negocios» . La economía necesita re- inventarse, re-crearse para permitir el desarrollo de las naciones con justicia, equidad y una libertad que permita el «desarrollo de la humanidad», un modelo para el «ser humano» y no un ser para el modelo. 

¿Poderoso caballero es don dinero? ¿Hoy las naciones luchan por la paz y libertad de la sociedad humana o por la riqueza que aún queda en algunos lugares del planeta? 

PODEROSO CABALLERO: EL VALOR DEL DINERO EN LA SOCIEDAD ACTUAL Sin entrar en el detalle de los muchos que integran la larga lista de casos de corrupción y defraudación de la fe pública del último tiempo, se puede hacer el ejercicio de indagar en las razones que impulsan a tomar «atajos» a quienes de pronto se ven en la posibilidad de hacerlo. Quien le trae al lado es hermoso, aunque sea fiero. Da y quita el decoro y quebranta cualquier fuero. Es quien hace iguales al duque y al ganadero. Rompe recatos y ablanda al juez más severo. Da calidad al noble y al pordiosero. Al pobre lo entierra y hace propio al forastero. Son frases que no solo riman sino que dan sentido a la sentencia Poderoso caballero es Don Dinero, que escribiera el célebre Francisco de Quevedo, exponente del llamado Siglo de Oro de las letras de España. 

Se lo considera uno de los autores más destacados de la literatura española, siendo especialmente conocido por su obra poética, aunque también dedicó tiempo a la narrativa y al drama. 

El contenido de esta letrilla —un tipo de composición poética breve—, que lleva por título precisamente Poderoso caballero es Don Dinero, es una muestra de la vena satírica de la que el escritor hizo gala. Acostumbró a utilizar este estilo como vehículo de crítica social para hacer visibles aspectos profundos de lo que él consideraba la decadencia que vivía entonces su país. 

Es cierto que ha pasado bastante tiempo desde que el poema fuera escrito, en la primera década del siglo 17, pero también son muchos los que sostienen que la historia suele repetirse. Según esta visión, cada tanto la humanidad se enfrenta a situaciones de alguna manera similares, especialmente cuando de procesos económicos y sociales se trata. 

Como sea, la sentencia quevedesca parece cobrar mucho sentido en los tiempos que corren. Do quiera que miremos — para no dejar de hablar tan bruscamente del siglo de oro—, las noticias nos hablan de fraudes, estafa, corrupción, colusión y otras situaciones similares. Y lo que más molesta a las personas normales, aquellas a las que se estila caracterizar como «de a pie», es que en la mayoría de los casos los involucrados son personas que ocupan cargos destinados a cumplir un servicio público. 

La sensación que queda en el ambiente es la del engaño colectivo, de la defraudación de la fe pública. Toda vez que no se sabe aún de la aplicación de un castigo ejemplar a los responsables, la desazón se agranda. No es menor, si se considera todo lo que la mayoría debe trabajar para reunir el dinero que algunos ganan en muy poco tiempo gracias a estas acciones, y si a ello se suman las tristes expectativas que existen respecto de los montos con que muchos se van a jubilar. Las explicaciones de éste fenómeno pueden ser muchas. Pero no hace falta indagar tanto para advertir que el discurso imperante en los medios tiende a resaltar la condición de quienes tienen más dinero o bienes materiales por sobre la de los demás. En el camino, divide al mundo entre ganadores y perdedores, estableciendo en ese sentido comparaciones más que odiosas. 

Marcelo Bielsa, el Director Técnico de futbol, comentó una vez en un evento al que fue invitado, que él se consideraría un tonto si, al pasar por una tienda que estaba siendo saqueada, no entrara y tomara un televisor plasma o un celular de última generación. 

El reconocido estratega se refería así a hechos ocurridos en diversos locales comerciales tras las catástrofes naturales que asolan diversas regiones, analizando la hostilidad a la que el ambiente suele someter a quienes no logran conseguir con su sueldo los bienes que otros sí pueden disfrutar. 

Empresario de la Construcción habla del significado del dinero: «La Vida me ha enseñado que todos somos todos iguales y no debemos perder la ética en nuestro actuar» dice Ricardo Posada Copano quien es un empresario exitoso. Su rubro es la Construcción y como buen constructor su vida ha estado marcada por el trabajo y una clara mirada social. Su condición de ―gran empresario» no lo ha nublado en lo valórico y ha puesto en el centro al hombre. Ante la interpelación acerca del significado del dinero en su vida, su respuesta lo muestra como una persona sincera. ―Primero que nada, no debemos perder de vista que las empresas tienen que ganar dinero, para poder desarrollarse y gracias a esto, se pagan los impuestos y se pueden impulsar los programas sociales.. Lo que no significa que yo siempre he priorizado la labor social hacia mis semejantes. Dentro de mi gestión gremial lo que más satisfacción he logrado es participar en el Consejo Social de la Cámara Chilena de la Construcción, donde se presta ayuda a nuestros empleados en vivienda, educación, salud y capacitación laboral. El dinero me ha permitido poder ayudar a tantas personas en forma anónima bajo la premisa que no debemos esperar nada a cambio. La vida me ha enseñado que todos somos iguales y no debemos perder la ética en nuestro actuar. Nadie me ha regalado nada y lo que hemos logrado con mi Hermano y Socio ha sido gracias al esfuerzo y el trabajo. No he descubierto otra receta. .. y cuando uno va a la estación hay que saber tomar el tren y sabe que no puede dejarlo pasar‖. 

Por su parte Leonel Vásquez manifestaba: «El dinero es indispensable, pero no es lo más importante» Este pequeño comerciante, que instaló hace 40 años un almacén en el patio de su casa en una villa de Maipú, piensa que, siendo ordenado con los gastos, puede vivir bien sin necesidad de endeudarse. Leonel Vásquez es comerciante. Vive de lo que le da su almacén que desde hace casi 40 años opera en la entrada de autos de su casa. Para él, la vida sin dinero es muy difícil. Confiesa que más de alguna vez pensó que podía vivir sin él. Pero admite que finalmente tuvo que rendirse ante lo que para él era una evidencia. Como comerciante, ha tenido momentos difíciles, especialmente al comienzo. Su decisión de dedicarse al comercio surgió luego de tocar muchas puertas para lograr volver a emplearse, tras haber sido despedido, al igual que muchos de sus compañeros de trabajo, cuando la fábrica textil en que él era operario dejó de funcionar. 

La vida le cambió por completo y supo lo que significaba haber tenido una educación escasa. Al tiempo de haber abierto su «boliche», como él mismo llama a su negocio, le fue posible salir de una situación económica muy afligida, a la vez que pudo hacer crecer lo que en un comienzo fue un pequeño kiosco de verduras. No obstante, llegó un momento en que decidió conformarse con lo que había logrado y no intentar seguir creciendo. «Tenía mi boliche controlado, había aprendido muchas cosas acerca del negocio y del dinero. No quise ganar más plata porque sentí que iba a ir a un ritmo que yo no podría seguir», comenta Leonel Vásquez. Según él ha podido darse cuenta, la clave para mantener una situación económica estable consiste en ser ordenado. «Lo importante del dinero es que se puede cuidar y siempre es bueno guardar para después, en lugar de gastarlo. Muchas personas gastan lo que no tienen y se endeudan. Yo decidí hace tiempo que no voy a deberle plata a nadie, aunque para eso no pueda tener muchas cosas que las personas compran», dice muy orgulloso. 

EI valor real de las compras Comprar es para él una función de ser comerciante. Se inscribió como socio en un supermercado mayorista que está cerca de su barrio, al que va casi todos los días caminando para tener los productos que le piden sus clientes, que en la práctica son sus vecinos. «Desde que se instaló el Alvi acá en Maipú, yo he podido llevar mi negocio tranquilo y ordenado. Para mí es una rutina que me ayuda, porque si no paso solo gran parte del día en mi boliche», dice, explicando el real valor que le asigna al ejercicio diario de ir de compras. Lo que gana su almacén lo dedica a su familia y a las compras del almacén. Lo demás lo guarda para cuando tenga una emergencia económica. No siente necesidad de tener un negocio más grande ni más moderno. En ese sentido, piensa que la mayoría de las personas se deja llevar por el deseo de ser más, creyendo que con más dinero lo va a lograr. «Tener un boliche más grande y bonito puede ser atractivo, pero a la larga causa mucho estrés y, después de todo, no es lo más importante. Yo vivo con poco, pero estoy tranquilo porque no le debo a nadie, solo gratitud a quienes me han ayudado», afirma. Para Leonel Vásquez, lo que ha pasado con el dinero en la política y en las instituciones públicas es una señal de que muchas personas no se pueden conformar con lo que tienen. A ello se agrega el hecho de que hay quienes confunden el poder que les da su cargo con una especie de licencia para obtener beneficios. No le extraña entonces que existan parlamentarios o miembros de instituciones que se vean tentados a aprovecharse de su poder. «Tengo varios amigos que son policías y sé que en muchos casos su vida es difícil, pero pienso que el poder que ellos tienen no es para sacar éste tipo de beneficios. 

Marta Elva López Guzmán, es psicoanalista y grupalista e institucionalista, además de Vice Presidenta de la Sociedad Chilena de Psicoanálisis y con precision señala: «Hay un sistema hegemónico que controla con dinero posición, ambición». 

Hoy día apreciamos en nuestra sociedad a individuos que están en una verdadera obsesión por el éxito individual, que cruza a todos los estratos de la sociedad y usa todas las formas posibles, ¿cuáles son las claves para interpretar estas transformaciones?. Pareciera que las voluntades de poder que cada ser humano porta como sujeto, grupos, colectivos, instituciones que corresponden a nuestra conciencia deliberativa, reflexiva y participativa, nos han sido expropiadas por el Estado, por las instituciones. Da la impresión que existe en la obsesión de ser exitoso algo así como evitar el miedo a la pobreza, o luchar por no quedar fuera, en la marginación, dentro de múltiples posibles razones. Tiene profundo sentido el querer vivir mejor, pero existe un costo alto. 

Frente a un sistema hegemónico que pretende controlar y depositar identificaciones tan masivas cooptando con dinero, posición, ambición, llega un momento que el deseo se vuelve sin límite, igual que el modelo económico- político que lo sustenta. Se expresará igual un sufrimiento de otra índole, el vacío, ya que no tienen otras expectativas de proyección en la vida más allá de ellos. Eso traerá otras modalidades e imaginarios sociales y de prácticas existenciales que seguro tendrán su costo. 

Por su parte Marcos Moreno, Decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Administrativas de la Universidad Central, dice: «Las lógicas privatistas e individualistas se entronizan con el modelo de desarrollo en nuestra sociedad» En general en la sociedad se vive una crisis profunda de instituciones clásicas (Iglesia, Fuerzas y de Orden, Parlamento, Partidos Políticos, etc.) que han remecido a la institucionalidad y a la sociedad. ¿Dónde se encuentran las causas de fondo de estos sismos institucionales? —Muchos de los problemas recientes de nuestras instituciones, para no hablar de los de carácter estructural de más largo aliento y más complejos, tienen que ver con la impronta que las mismas desarrollan a partir de una lógica que se entroniza con el inicio mismo de las ya largas transiciones latinoamericanas. Precisamente de ese intento de normalización institucional, y en nombre de la estabilidad y el consenso, surgen los silencios y omisiones que han afectado al funcionamiento de las mismas y que han mermado su credibilidad y eficacia en términos de la valoración que acerca de las mismas hace la sociedad y los ciudadanos. 

La dificultad para reconocer las demandas de la subjetividad social, los problemas con la transformación de la subjetividad y la consecuente retracción social constituyen síntomas inequívocos derivados de este ejercicio de estabilización de las instituciones en la década de los 90. Por lo tanto, fortalecer las instituciones para dar sustenta- bilidad a nuestras frágiles democracias supone un proceso que no se agota en la sola reforma o en los ajustes más o menos sistemáticos que se hagan de nuestras instituciones en términos de reglas del juego. 

Es necesario revisarlas, adecuarlas y ponerlas al día de manera periódica, sobre todo remitiéndose a lo que piensan y esperan de ellas los propios ciudadanos. 

Hoy día apreciamos en nuestra sociedad a individuos que están en una verdadera obsesión por el éxito individual, que cruza a todos los estratos de la sociedad y usa todas las formas posibles ¿cuáles son las claves para interpretar estas transformaciones? De alguna forma las lógicas privatistas e individualistas que se entronizan con el modelo de desarrollo han penetrado fuertemente en nuestra sociedad. Estos cambios se van a manifestar en una creciente tendencia a articular espacios de participación y ciudadanía que se vinculan fuertemente a contextos individuales, locales y globales, más que en relación a las concepciones tradicionales de lo público que establecen la participación y la ciudadanía desde los ejes que establece el Estado. 

¿Cómo disminuir entonces la brecha entre sociedad y política? creo que tendiendo puentes nuevamente hacia la sociedad y, ciertamente posibilitando un desarrollo humano sustentable. Soportes de éste puente son, sin duda, la participación, el desarrollo y fomento del capital social y por cierto un anclaje profundo en la subjetividad social. Estas transformaciones culturales no borran los espacios sociales donde tradicionalmente se ejercía la ciudadanía (el ejercicio del voto, la pertenencia a un partido político) sino que exigen de estos una adaptación, quizá una «modernización» que haga más cercanos y propios sus contenidos. La ampliación de la noción de lo público, no implica eliminar estos espacios sino vincularlos a los otros múltiples y diferentes espacios donde se constituye la noción de pertenencia y ciudadanía. 

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