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LAS VIRTUDES TEOLOGALES

Al inicio del tema de la Virtud se había afirmado algunos conceptos que conviene recordarlos cuando empezamos a tocar el tema de las Virtudes Teologales. Meditación. El desenvolvimiento de la vida actual del ser humano tiene una característica lamentable que es la acción destructora sobre el medio ambiente que lo rodea y en especial sobre el género humano más cercano o lejano. Esta actitud se proyecta hacia la sociedad en la que participa.

Es notorio el sesgo personalista, ego centrista, orientado hacia la propia satisfacción material o sensorial y desprovista de consideración y respeto a terceros afectados. Carece de  responsabilidad, por los males que causa en otros su conducta. Prevalece el sentimiento y convencimiento, que el verdadero valor individual, radica en la satisfacción de los placeres, en tener más, en disponer de influencias y poder, etc. En esta visión, el hombre vale tanto, cuanto más bienes materiales dispone. Goza mas cuanto más placeres individuales han sido satisfechos. Las otras conductas, la responsabilidad, el sacrificio, los principios, valores y virtudes humanas, tienen menor calidad o apreciación que el dinero, mansiones, vehículos que dispone o de los placeres satisfechos. La relación con el adinerado, sin objeción del origen de la fortuna, es más valiosa, que con el virtuoso, inteligente o trabajador. La virtud esta devaluada.

a. Esta conducta que irrumpe y desborda en la sociedad humana, hasta ahora no encuentra resistencia suficiente que la detenga o la reencause para el bien. El resultado es que el mundo sufre por el terror, la injusticia, la corrupción, la violación, el alcoholismo, la drogadicción, el tráfico humano; el crimen; el fanatismo religioso y político; el abuso de poder, la impunidad, la mentira, el cinismo, etc. Esto prueba que el vicio es enfermedad y la Virtud salud.

b. Es una obligación moral dar atención y no indiferencia a esta situación. No es procedente que la arrogancia del vicio se imponga a la modestia de la Virtud y que concluya el silencio de los virtuosos, porque alienta las acciones atroces de la gente mala.

El hombre, además de los temas de meditación antes expresados, se adhiere espiritualmente a determinadas creencias y fe religiosa. Tradicionalmente en el mundo occidental, el Cristianismo es la predominante y en esta línea, se han inscrito tres virtudes denominadas Teologales, porque predican a los adherentes, el origen y retorno divino del hombre, el camino del y hacia el Supremo Creador del Universo. Las virtudes son: La Fe; La Esperanza y La Caridad.

Las tres se sustentan en la creencia de la natural, habitual y acostumbrada bondad del hombre y en su devota aproximación y relación con El Supremo Creador. El cristiano:

– Compromete la creencia en El.

– La seguridad que volverá a Él, después de la vida terrena.

– Amara el Universo, la Naturaleza y la Humanidad como obras Supremas de Él.

LA FE

La Fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Sin Fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que quien se acerca a Dios crea que El existe y que es El galardonador de los que le buscan.

Las citas anteriores son la esencia medular de esta Virtud Teologal. Creer en la existencia de Dios y acercarse a Él cada segundo de la existencia, con la práctica de las virtudes.

La Fe, tiene puntos especiales de tratamiento para la mejor comprensión de la Virtud. Investigaremos cada una de ellas.

Existencia de Dios. El hombre está dotado en su vida del ser espiritual, del ser mental y del corporal. Este último, es el visible, el que habita en un determinado espacio geográfico y convive con otros seres como él, con quienes comparte la vida natural y social.

La capacidad de pensar, de analizar, de deducir, de entender, comprender, etc. es la característica del ser mental, quien a través de la percepción de los hechos naturales diarios de la vida, desarrolla su intelecto.

La parte más profunda y superior del ser humano, es la espiritual, que por encima de las dos previas, faculta al hombre a crear conciencia de su existencia más allá de su vida terrena. Esto es lo fundamental, que la existencia del hombre, trasciende la vida terrenal, considerándose que esta es la verdadera

EXISTENCIA del ser humano

Es precisamente con esta parte de su ser, la espiritual, que el ser humano intuye los grandes misterios de la vida, que por su grandeza y complejidad las partes corporal y mental no comprenden. Al fallecer el ser humano, estas partes son abandonadas y queda solo con la dimensión espiritual del ser humano, y solo en esta situación es capaz de comprender plenamente los grandes misterios y conocer al Creador Supremo.

Durante la vida terrena del hombre, su ser espiritual se desarrolla conforme su vida aumenta. De niveles escasos o casi nulos en su infancia a otros superiores en su mayoría de edad. Pero, la característica en el proceso de la vida terrena es la aparición de la intuición. Es la propensión inexplicable a percibir determinadas cosas, objetos, circunstancias, etc. sin tener pruebas, explicaciones, razones de esa percepción, que muchas veces, también es compleja.

Esta propensión a percibir, la Intuición, es la que hace sentir la existencia de Dios, sentimiento que va madurando durante la vida del hombre, hasta que con adecuada formación y experiencia, alcanza la certeza de la existencia del Creador del Universo y en el final de su vida busca el encuentro con El. Cuando empieza a percibir la existencia del Supremo, surge naturalmente el deseo de comunicarse, relacionarse, con EL, pero por el aún incipiente desarrollo de su ser espiritual, solo le permite comprender su existencia, con pruebas de la vida terrena que no las tiene. Entonces surge la duda.

La importancia de la Fe en la vida del Ser Humano, se manifiesta en todas sus actividades, sean espirituales, mentales, sentimentales, sociales; pero en especial, en la voluntad personal, que sigue una dirección definida:

Dios existe.

Con esta aceptación, la inteligencia del hombre adopta una concepción divina de la creación del mundo; los sentimientos están más influidos por actitudes de misericordia, caridad, esperanza y con intentos de alejarse de bajos intereses terrenales y adoptar otros más elevados que lo acerquen a Dios. En fin, su Voluntad, es una armonía entre espíritu,  mente expresión y actividad. Fe versus Ciencia y Conocimiento. Es común afirmar y confirmar la prevalencia de la ciencia y el conocimiento sobre la Fe. El fundamento es que las primeras están sustentadas en bases y pruebas solidas, indudables y objetivas. En cambio la Fe principalmente es subjetiva e imposible de probar.

Los Teólogos explican que la Fe corresponde fundamentalmente al ser espiritual, y por lo tanto las pruebas, son de ese nivel, alejadas de las terrenas correspondientes al ser mental y corporal.

Por otra parte, no se puede descalificar a la Fe, pues la propensión a percibir determinadas cosas, llamada intuición, también es un apoyo a la ciencia y al conocimiento. La Intuición juega papel decisivo, al participar en descubrir nuevas verdades y realidades, partiendo de verdades conocidas.

Similar intuición, orienta al hombre hacia la creencia de la existencia del Supremo Creador, que la ratifica en la medida del desarrollo de su ser espiritual y se hace evidente al momento de abandonar la vida terrenal y pertenecer únicamente a la espiritual.

Por lo tanto la FE es similar a la intuición pues amplia los límites de la mente humana. Gracias a la Fe, llegamos al convencimiento que todo lo que existe, es por voluntad del Creador, que dio al hombre el alma inmortal, perteneciente al ser espiritual, que es la verdadera existencia y el sentido de la vida. Sin embargo de lo anterior, el ser humano no ha quedado desposeído de pruebas, respecto a su creencia de la existencia de Dios. Ha recibido revelaciones históricas y terrenas, que le aseguran su justa creencia. Los profetas, los apóstoles y especialmente Jesús, el Hijo Unigénito, revelo todo lo que necesitamos saber para el desarrollo espiritual y para la salvación de nuestras almas. Así, por ejemplo, Dios reveló el misterio de su Trinidad, el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, sus expiatorios sufrimientos en la cruz y su Resurrección al tercer día, la fuerza de los sacramentos, la razón del mal y cómo luchar contra él.

Además, el Señor Jesús nunca exigía de sus seguidores una fe ciega, al contrario. Él dijo a los judíos: «Escudriñad las escrituras porque ellas dan testimonio de mí» (Jun. 5:39). Asimismo les proponía a los incrédulos ahondar en sus milagros, diciéndoles: «Aunque no me creáis a mí, creed a Mis obras.»

Fe y Voluntad. Pese a todo ello, existe la negación de su existencia. Sucedió ante y sucede ahora. Los escribas y fariseos judíos de los tiempos de Cristo, decididamente no querían creer en Jesucristo como el Mesías enviado por Dios. Nada hizo cambiar su falta de fe. Ni el cumplimiento en Cristo de las antiguas profecías, ni sus innumerables milagros y resurrección de muertos, ni los signos en la naturaleza, ni tampoco el milagro de la Resurrección de Cristo. Al contrario, con cada nuevo milagro de Cristo ellos se enfurecían y lo hostilizaban aún más.

En nuestro tiempo el ateísmo persiste en la negación de la existencia de Dios. Atribuyen a la sabiduría de la naturaleza y de la ciencia la sucesión de hechos notables.

No creen porque no hay milagros, la clásica afirmación terrenal.

Pero la verdadera razón de su incredulidad consiste no en la ausencia de milagros, que diariamente se realizan, sino en la dirección negativa de su voluntad. Ellos simplemente no quieren que Dios exista.

El Salvador señaló que la mala voluntad es la principal razón de la incredulidad, cuando dijo: «Porque todo aquel que hace lo malo aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios» (Juan 3:20-21). . Es por eso que, por la Fe se promete una recompensa: «El que creyere y fuere bautizado será salvo» (Mc. 16:16).

Uno de los cuestionamientos a la creencia en el Dios bueno es una pregunta que constantemente se hace: ¿Por qué el Señor permite que los creyentes y los hombres justos sufran? Esta pregunta no es fácil responder, pero hay una cita en Corintios que manifiesta que en la debilidad y sufrimiento Dios se hace presente y da fortaleza mayor al creyente sufriendo:» Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, ¡entonces soy fuerte! Porque la fuerza de Dios se realiza en la debilidad» (2 Cor. 12:10).

Los sufrimientos convencen al ser humano, en sus partes corporal y mental, de la inestabilidad de los bienes terrenales. Al mismo tiempo le recuerdan, en su ser espiritual, al Dios liberador; a la vida eterna; la fortaleza; la constancia en el bien. Cuando el ser humano no tiene de dónde esperar ayuda, siente más vivamente a Dios.

La fe lleva al ser humano a un encuentro vivo con Dios en la oración atenta y de corazón. Durante esta oración el ser humano se relaciona con la todopoderosa fuerza divina y entonces, según las palabras del Salvador, todo se hace posible para el creyente (Mt. 9:23). «Todo lo que pidieran en oración con fe, recibirán,» y añadió: «Si tuvieran fe y le digan a un monte: muévase de aquí para allá, y se moviera, y nada os será imposible» (Mat. 21:22 y 17:20). En otras palabras, la fe puede hacer milagros, con tal que sea íntegra y viva como una semilla.

El Constructor

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