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LAS DOCE TRIBUS DE ISRAEL

Permítaseme comenzar con una cita del eminente filósofo Herbert Spencer, que señala: “Hay un principio que es barrera contra toda información, que es a prueba contra todo argumento y que no puede fallar en mantener al hombre en eterna ignorancia. Este principio es ‘menosprecio antes que comprobación’. Es absolutamente imposible referir a ciertos acontecimientos bíblicos, como son los relativos a las doce tribus de Israel, sin hacer mención, en cada oportunidad que corresponda, aunque sea lo más breve posible, a las estirpes y genealogías que preceden a ellas, así como las que resultan a partir de ellas.

Por tanto, inicialmente, debemos recordar que de Adán y Eva nació Set, del cual Enos, de él Cainan, del cual nació Mahalaleel, a su vez del cual Jared, de este Enoc, que dio lugar a Matusalén, el cual engendró a Lamec y de él Noé. Noé tuvo tres  hijos, uno de los cuales fue Sem, que tuvo a Arfaxad de cuya estirpe, a través de ocho generaciones, resultó Taré, padre de Abran, luego llamado Abraham. Abraham tuvo con la sierva Agar a Ismael y luego con Sara, su legítima esposa, a Isaac quién a su vez tuvo a Jacob, quien tuvo 13 hijos, 12 varones y una mujer.

Los hijos que Jacob concibió con su esposa Lea fueron 7, llamados Rubén, Simón, Levi, Judá, Isajar, Zebulón y Dina, la única mujer. Tuvo 2 hijos con su esposa Raquel, llama-dos José y Benjamín. También 2 hijos con su concubina Bilha, llamados Dan y Neftalí y 2 hijos más con la concubina Zilpa, llamados Gad y Aser.

El Génesis, en el capítulo 37, versículos 18 a 28, nos informa que de esos hijos, José fue vendido como esclavo a los ismaelitas y llevado a Egipto y los 2 hijos que José tuvo llamados Manases y Efrain, Jacob los adoptó como si fueran suyos.

Respecto de las tribus, debe ser aclarado que 10 de ellas Jacob las concede a sus hijos: Rubén, Simón, Judá, Isajar, Zebulón, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser. Las dos restan-tes, se las concede a cada uno de los dos hijos de José, llamados Manases y Efrain, siendo tratadas como si fuera cada una de ellas una tribu independiente. Tales circunstancias, han creado una cierta confusión en cuanto a si había doce o trece tribus en la casa de Israel. La idea de que Jacob tuvo doce hijos varones y que esos hijos formaron las doce tribus de Israel constituye una de las creencias más arraigadas, pero que debe ser debidamente aclarada. Se creería que los escritores de la Biblia conservarían un testimonio bastante coherente del número y los nombres de las agrupaciones tribales. Pero esto no es así, lo cual sugiere que algo no está bien en la tradición histórica.

Para culminar la aclaración debe indicarse que a Leví si bien podría considerarse que dio lugar a una tribu, no lo fue en sentido territorial; ello es así pues se le confirió la responsabilidad de ser guardianes y cuidadores del Templo. Finalmente, hay que mencionar a Dina, que por ser mujer tampoco dio lugar a tribu. Durante su recorrido Jacob es confrontado, alegóricamente, con la representación de un ángel, con el cual lucha hasta que amaneció el día, tal como lo relata el Génesis, capítulo 32, versículos 24 a 26. El amanecer del día material es la aparición de la luz matinal, y en el caso de Jacob, la contraparte intelectual, es el amanecer de una nueva conciencia de su propio ser. Esa victoria es la adquisición de la firme convicción de que ella conlleva su propia recompensa, un hombre nuevo.

Luego de la lucha se le dice “No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres y has vencido”. La definición dada para “Israel” en el Salmo setenta y tres es: “aquellos que son de corazón limpio”, debiendo agregarse que Jesús expresó esta misma idea refiriéndose a Nataniel como un israelita “en quién no hay malicia”. Entonces, éste es el significado de ser un “verdadero descendiente de una de las doce tribus de Israel”, de ser un “Israelita”. No es una herencia racial. Únicamente aquellos que se han hecho por si mismos “Israelitas” pueden ayudar en el noble y glorioso trabajo de construir la casa del Señor.

Luego, como consecuencia del hambre que se apoderó de las tierras de Canaán, Jacob y sus hijos deben trasladarse a Egipto, en donde se reencuentra con José, su hijo perdido, el cual gracias a sus facultades para interpretar los sueños se gana el favor del Faraón. Pero, tanto Jacob, como sus hijos quedan, por el temor que les tenía el Faraón, retenidos en Egipto. Antes de morir en Egipto, Jacob, ahora reconocido como Israel, llamó  a sus hijos y los bendijo diciendo: “Reuníos, que voy a anunciaros lo que os sucederá en los últimos días. Reuníos y escuchad, hijos de Jacob, escuchad a vuestro padre Israel”. Y así dirige a cada uno de sus hijos una bendición y a partir de cada una de estas bendiciones resultan las doce tribus de Israel (Génesis, capítulo 49, versículos 1, 2 y 28), con sus características y emblemas.

Simbólicamente, Egipto era un lugar de tal maldad, caos y confusión, como lo fue Babilonia. Ambas eran escenas de cautiverio y esclavitud, odiosas al judío y de las cuales él consideraba deseable escapar. Será Moisés y, a su muerte, Josué, quienes lleven a los hijos de Israel de regreso a su tierra. Vale recordar que Moisés proviene de los Levitas, tribu, si así se puede decir, de carácter sacerdotal. Levi tuvo a Coat, quién tuvo a Amran, quién tuvo a Aarón y Moisés.

Encontrándose Moisés y los hijos de Israel en el desierto es que Jehová les habló y les dijo que debían hacer un santuario para él y que él habitará en medio de ellos, es decir de las tribus de Israel, indicándoles el diseño del tabernáculo y de todos los utensilios (Exodo, capítulo 25, versículos 8 y 9). Las indicaciones para ello, son absolutamente precisas y es del caso mencionar que en Exodo, capítulo 28, versículo 21, respecto de las vestiduras de los sacerdotes, se instruye que el pectoral se llenará de pedrería en “cuatro” hileras de “tres” piedras cada una, agregando que “las piedras serán según los nombres de los hijos de Israel, doce según sus nombres, como grabaduras de sello cada una con su nombre, serán según las doce tribus”.

Es relevante, también, mencionar que en Números, capítulo 2, versículos 2 a 33, Jehová les indica como acamparán. Las doce tribus estaban repartidas en cuatro grupos de tres tribus, una de ellas, la principal, Judá acampaba al oriente, Rubén  al sur, Efraím al occidente y Dan al norte. Los Levitas, como sacerdotes, formaban un círculo interior en torno del Tabernáculo y estaban, también, divididos en cuatro grupos situados en los cuatro puntos cardinales, con la rama principal al oriente, es decir Moisés, Aarón y sus hijos. No se trata de la organización de una ciudad sino de un campamento y más tarde de la repartición territorial de todo un país. La dificultad, que manifiesta Guenón, para establecer una comparación exacta con lo que existe en otras partes proviene de que no parecen haberse asignado nunca funciones sociales definidas a cada tribu, lo que no permite asimilarlas a castas propiamente dichas. Sin perjuicio de ello, agregó que, al menos en un punto, puede notarse una similitud muy cercana con la disposición adoptada en la India, pues la tribu real, la de Judá, se encontraba igualmente situada al este.

Concluye Guenón que lo que aquí importa es la comprobación de que las doce tribus estaban  repartidas de a tres, en los cuatro lados de un cuadrilátero, lados situados respectivamente hacia los cuatro puntos cardinales y que es bastante sabido que había, en efecto, una correspondencia simbólica entre las doce tribus de Israel y los doce signos del Zodíaco, lo que no le deja dudas sobre el carácter y el significado de tal repartición; por lo que solo que la tribu principal, en cada lado, corresponde manifiestamente a uno de los cuatro signos “cardinales” y las otras dos a los dos signos adyacentes, dando lugar cada tribu principal a un estandarte y de allí los cuatro estandartes que conocemos.

Las cuatro figuras sobre los estandartes son exactamente las mismas que las usadas por los antiguos astrólogos para representar los cuatro signos fijos del zodíaco. Estos signos han sido venerados por el hecho que ellos representan los cuatro principios que son la base de la existencia material del hombre. Ellos son el león, por Leo, el buey por Tauro, el hombre por Acuario y el águila por Escorpio. Aquí se encuentra simbolizada la naturaleza creativa-espiritual del hombre (Leo), su naturaleza material-física (Tauro), su naturaleza mental-intelectual (Acuario) y su naturaleza emocional-ambiciosa  (Escorpio).

En la Astrología, ciencia de la cual el Arco Real asimiló con abundancia, el zodíaco se encuentra dividido en doce partes iguales de treinta  grados cada una y a cada una de ellas se le atribuye uno de los doce signos del zodíaco. En astrología los treinta grados son simbólicos para un “renacimiento” o, como lo expresa la Biblia, “renacerá” nueva-mente. Así descubrimos que la piedra clave realmente es el símbolo de ese nuevo nacimiento y que tiene treinta grados, que es una doceava parte del círculo. Volviendo a la parte histórica, tenemos que recordar que los hijos de Israel luego de estar en el desierto, con la guía de Josué se produce su llegada a la tierra natal, dándose la consolidación de la nación, las doce tribus de Israel están unidas en una sola nación. Es ya en esta nueva época en que Salomón, rey de Israel, con la ayuda de Hiram Rey de Tiro y con la dirección de Hiram Abi, hijo de una viuda de una de las doce tribus de Israel, la tribu de Neftalí, construye el primer templo de Jerusalén, en el Monte Moriat, en aquel lugar consagrado, donde Abraham probó su fe al no rehusarse a ofrendar a su amado hijo Isaac, como víctima dedicada sobre el altar y sobre el mismo lugar en el cual David ofreció el sacrificio para cesar la mortandad.

Respecto de este templo, específicamente indicaremos que, como recordatorio permanente de la unidad del pueblo de Israel, tiene doce puertas, sobre las cuales están escritos los nombres de las doce tribus de Israel; y esas puertas se reparten de la misma manera en los cuatro lados, tres puertas a oriente, tres a norte, tres a sur y tres a occidente. La Biblia nos informa que poco después de la muerte del Rey Salomón se produjo una rebelión y las doce tribus se agruparon en dos reinos: Judá en el Sud (esencialmente la tribu de Judá, la de Benjamín y parte de la de Levi, que no tenía tierras) e Israel en el Norte (todas las demás tribus). Estos dos reinos se separaron en todos los aspectos, llegando a enemistarse seriamente, así en Sichem, que pertenecía a Samaria, adoraban a Baal, mientras que en Jerusalem adoraban a Adonai. Las nueve tribus y medias de Samaria, en el norte, fueron desalojadas de allí y quedaron dispersas para siempre, sin que se pudiera saber que sucedió con ellas. Estas tribus del norte desaparecieron cuando fueron tomadas en cautiverio por Sargón, Rey de Asiria.

Judá, en el sur, sin embargo retuvo su identidad como Reino tributario, al principio, bajo la dominación de Egipto, y más tarde bajo la de Babilonia. En Crónicas II, capítulo 36, versículo 14, se menciona que “… todos los príncipes de Judea y los sacerdotes y el pueblo multiplicaron las prevaricaciones, imitando enteramente las abominaciones de las gentes, y contaminaron la casa del Señor, que EL había consagrado para sí en Jerusalén”. El entonces Rey de Judá, Joacim, junto con la gente prominente de su Reino fueron conducidos en cautiverio a Babilonia y sólo aquellos de las clases bajas fueron dejados para labrar el suelo. Judá como nación sobrevivió durante este período de cautiverio, y cuando Babilonia cayó ante sus conquistadores persas, los cautivos fueron alentados a retornar a su tierra natal.

Ciro, rey persa, emite una proclama que no es una orden real obligando a los antiguos prisioneros a retornar a Jerusalén y reconstruir el Templo, se trata sólo del permiso para hacerlo. Esto lo indica claramente el ritual cuando se les informa a los hermanos que “nosotros somos libres”. Se solicitan voluntarios para “ir hacia Jerusalén y reconstruir la casa del Señor”. No hay compulsión, se ha dejado estrictamente al “libre albedrío” del individuo. La importancia de este viaje se encuentra en el significado de estas dos palabras, el punto de partida y el de destino. La palabra hebrea para Babilonia es también la misma para “confusión”, para el judío antiguo Babilonia fue el símbolo de un lugar de maldad, abominación, materialismo y caos, literalmente un estado de “confusión” y Jerusalén se traduce literalmente como “casa o habitación de paz”, pero tiene un sentido más profundo: “shalem” o “shallom”, las sílabas finales son inadecuadamente traducidas como “paz”. Ellas significan mucho más. Una traducción mejor sería “entero, perfecto, a completarse, o sea “totalidad del ser”.

Al entender el significado de los nombres de éstos lugares se descubre que, realmente, se está viajando de un lugar de maldad y materialismo, de un estado de caos y de con-fusión, a un lugar de la “totalidad del ser” y éste sólo puede ser un estado espiritual. ¿Por qué se hace éste viaje? La razón dada en el deseo de contribuir en la construcción de la casa del Altísimo, afirmándose que esto es sin esperanza de un sueldo o salario.

Este segundo templo, según el profeta Haggeo, en Haggeo, capítulo 2, versículos 3 a 5, Jehová lo encomendó a Zorobabel, gobernador de Judá, hijo de Salatiel, descendiente de la tribu real de Judá y ascendiente del propio Jesús y a Josué, sumo sacerdote, hijo de Josadac y descendiente de Levi, por intermedio de Aarón, hermano de Moisés. Les dice que se esforzaran en su reconstrucción, pues él estaba con ellos, según el pacto que hizo con ellos cuando salieron de Egipto.

Respecto de este segundo templo, el profeta Haggeo manifiesta que no era nada tan importante, pero lo que si era importante, fue el comentario, que se observa en Haggeo, capítulo 2, versículo 9, donde se dice: “La Gloria de aquesta casa postrera será mayor que la de la primera”. De esta declaración se infiere que en lugar  del esplendor material del Templo de Salomón, surgiría un desarrollo espiritual que inspiraría ideas más elevadas del Dios de Israel. Finalmente, para completar este relato corresponde citar que la Biblia se refiere a dos “Jerusalenes”, la una es la ciudad material de ese nombre y la otra es la “Ciudad Santa” simbólica. En el Apocalipsis, capítulo 21, versículos 2 a 3, nos enteramos que Juan anuncia que vio la santa ciudad, la nueva Jerusalem, descender del cielo, de Dios, agregando que una gran voz del cielo le decía que he aquí el tabernáculo de Dios con los hombres y que el morará con ellos y serán su pueblo.

Posteriormente, en los versículos 12 a 14, respecto del muro de la santa ciudad dice que tenía un  muro grande y alto con doce puertas, y en las puertas, doce ángeles y los nombres escritos son los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel. En el Oriente tenía tres puertas, por el septentrión tres puertas, por el mediodía tres puertas y tres puertas por el Occidente. El muro de la ciudad, según el versículo 14, tenía doce cimientos y sobre ellos los doce nombres de los doce Apóstoles del Cordero, representando sin dudas a los doce discípulos de Jesús. Vemos, por tanto, la absoluta correspondencia.

Los cimientos del muro de la ciudad, según el versículo 19, estaban adornados cada uno con una piedra preciosa. Es fácil percibir que estamos frente a las mismas doce piedras preciosas que adornaban el pectoral de los sacerdotes y que recordaban a las doce tribus de los hijos de Israel. A modo de conclusiones debemos señalar que la masonería del Real Arco, trata del retorno a Jerusalén de los cautivos sobrevivientes y de sus descendientes. Su tema principal está centrado en la remoción de escombros del sitio del templo para preparar el terreno para los cimientos del segundo templo. En esta etapa, se nos narra cómo, y en qué circunstancias especiales, se recuperan los “auténticos secretos”. En este Grado recibimos la sublime enseñanza de que la muerte no es sino el principio de la vida y que si el primer templo de nuestra vida transitoria y terrenal se halla en la superficie, tenemos en realidad que descender a la bóveda mas intima de nuestro ser, “escarbando, cavando, penetrando” en las entrañas mismas de la materia, donde podamos encontrar el sagrado refugio de la verdad, que se constituye en definitiva, en nuestro segundo templo, el de la Vida Eterna.

Ello nos recuerda una interpretación del simbolismo del Arca de la Alianza en el sentido de que ella representa la verdad de la afirmación astrológica: “Tal como arriba, así abajo”. O, como se expresa en el Padre Nuestro: “… hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo…”. Luego de lo visto, no hay razón alguna que pudiese justificar la ausencia de las doce tribus de Israel al momento de reiniciar, simbólicamente, la reconstrucción del segundo templo. Además, de todas las explicaciones o simbolismos que se pudieren encontrar en la presencia de las doce tribus de los hijos de Israel, nunca se debe perder de vista que la reconstrucción del tempo es la reconstrucción de Israel e Israel son las doce tribus.

C. Martín Pedragosa del Campo

BIBLIOGRAFIA:

EL ARCO REAL. Su Significado Oculto. George H.

Steinmetz. Traducción al castellano.

SIMBOLOS FUNDAMENTALES DE LA CIENCIA

SAGRADA. René Guenon

LAS LLAVES DEL REINO INTERNO. Jorge Adoum

RECOPILACION AÑOS 1988-1996. Capítulo “Excélsior” N2 39.

ANUARIO AÑOS 1998-1999. Capítulo “Cedros del Líbano” Nº 20

LOS CUATRO ESTANDARTES. Osvaldo Montero

CORRELATO

Los humanos que componen una tribu suelen ser de la misma raza, creencias y costumbres, según la Biblia, Dios prometió multiplicar la descendencia de Abraham, y hacer una gran nación de El. (Génesis 22:16-18). Abraham fue padre de Isaac, de Isaac nació Jacob (a quien Dios llamo mas tarde Israel), Jacob (Israel) tuvo en cuatro esposas doce hijos y una hija, cuyos nombres según las esposas y orden de nacimiento fueron: en Lea: 1 Rubén, 2 Simeón, 3 Levi, 4 Judá, 9 Isacar, 10 Zabulón; Dina es hija; en Bilha sierva de Raquel: 5 Dan, 6 Neftalí, en Zilpa sierva de Lea: 7 Gad, 8 Aser, en Raquel: 11 Jose, 12 Benjamín. Estos doce hijos serian posteriormente reconocidos como los patriarcas de donde provienen las doce tribus de Israel. Dos de sus hijos no constituyeron la Tribu de Israel; Levi y José. La de Levi se dedico al sacerdocio por mandamiento divino al ser designada su descendencia como guardianes y cuidadores del Templo y asistentes de los Sacerdotes. A la de José, se les dio trato de tribu a los descendientes de sus hijos Efraím y Manases. Conocemos históricamente que ni Levi ni José son considerados Tribus de Israel, sin embargo, el versículo del Génesis 49, 28 contradice lo anterior: “Todos estos fueron las doce tribus de Israel..” refiriéndose a lo mencionado en el mismo capitulo 1-27 donde Jacob bendice a todos sus doce hijos sin mencionar a sus nietos.

Las Doce Tribus y la Masonería

Según MacKey, en las lecturas inglesas antiguas que fueron abrogadas por la Gran Logia Unida de Inglaterra en 1813, existen “12 puntos originales de la Masonería” que forman la base del sistema y comprende el sistema entero de la iniciación, que fue dividida en doce partes, en alusión a las doce tribus de Israel. 1° La apertura de la Logia con la de Rubén, el principio de la energía, 2° La preparación del candidato a la de Simeón, quien preparo los instrumentos, 3° El informe del Primer Diacono con Levi (que no formo Tribu) quien dio el aviso, 4° La entrada del Candidato a la de Judah, fueron los primeros en cruzar el Jordán, 5° La invocación con la de Zebulan, por la oración y la bendición de Jacob, 6° La circunvalación a la de Isacar, la mas inútil que siempre necesitaba un guía, 7° El adelantamiento con la de Daniel, por avanzar a la verdad y no a los falsos dioses, 8° La obligación, a la de Gad, por el juramento solemne de Jephthah, Juez de Israel, 9° La confidencia del candidato con los misterios a la de Asher, las herencias recibidas, 10° La investidura del mandil con la de Neftali, hecha por Moisés con libertad singular, 11° La ceremonia del Angulo noreste de la Logia, José, la parte superficial, 12° La clausura de la Logia, con Benjamín, el hijo menor de su padre.

Otra conexión de las Tribus de Israel con la Masonería se encuentra relacionada con la Orden del Arco Real en la cual tienen importancia los Banderines de las Tribus y el Joshen o Joya Pectoral del Sumo Sacerdote que constaba de doce piedras preciosas incrustadas y de diferentes colores que representaban a las Doce Tribus de Israel. Los Emblemas y Signos en los Banderines están asociados a las interpretaciones Bíblicas del texto de la Bendición de Jacob a sus hijos, los colores de los Banderines representan los colores de las Piedras Preciosas y Semi- Preciosas colocadas en el Pectoral usado por el Sumo Sacerdote. El uso de Escudos con los Banderines muestra como las tribus de Israel se ubicaban en los campamentos en el Desierto de Sinai en su camino desde Egipto a Canaán. Los orígenes del Arco Real, no hay duda que fueron marcadamente cristianos.

Conclusión

Una tribu es un conjunto de personas que preceden generalmente de una familia o de la asociación  de varias familias, que habitan un poblado o aldea en un territorio geográfico definido, que están dirigidas por las personas mayores denominadas jefes o patriarcas. Respecto a las Doce Tribus, observamos diferentes interpretaciones sobre los patriarcas que dieron origen a las doce tribus e Israel, así como su relación con los signos zodiacales, pero lo que se puede afirmar es que la descendencia de Abraham y fue anunciada y bendecida por nuestro creador.

C. Julio Ernesto Morato Velasco

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