En variadas oportunidades de nuestro común expresar se menciona la palabra “voluntad” pero con acepciones, intenciones y comprensiones diferentes, por lo cual se hace necesario puntualizar que es lo que realmente debe entenderse por voluntad, según las acepciones semánticas de nuestra rica y variada lengua castellana.
Voluntad del latín “voluntas”, es la potestad de dirigir el accionar propio. Se trata de una propiedad de la personalidad que apela a una especie de fuerza para desarrollar una acción de acuerdo a un resultado esperado. La voluntad implica generalmente la esperanza de una recompensa futura, ya que la persona se esfuerza para reaccionar ante una tendencia actual en pos de un beneficio ulterior. Por ejemplo: “Tienes que tener fuerza de voluntad para superar una enfermedad de este tipo”, “Por favor, pon buena voluntad y trata de no hacer más problemas”, “Tuve que despedirlo por su mala voluntad para el trabajo en equipo”.
La voluntad ha motivado todo tipo de debates filosóficos ya que está vinculada a lo que se desea realizar y al entendimiento de las razones por las cuales un sujeto escoge hacer eso. Por lo tanto, la voluntad tiene relación con el libre albedrío. Personalmente pienso que esta última definición se ajusta más a lo que se debe entender y practicar como voluntad propia, ya que al estar los humanos dotados del libre albedrío somos no solamente enriquecidos con esta hermosa capacidad, sino también implica la responsabilidad de actuar en legítima consecuencia, es decir la voluntad de pensar, razonar y en consecuencia actuar con nuestros cinco sentidos en alguna acción que tenga relación con nuestra persona o del ser individual que afecte a terceras personas. La voluntad también está relacionada al poder de elegir de la conciencia, el sentimiento y la acción. Algo elegido por propia voluntad no es obligado por un impulso externo.
Otra forma de entender la voluntad tiene que ver con el deseo o las intenciones de realizar alguna cosa: “Tengo voluntad de retomar mis estudios de arte”, “Muchos me dicen que vuelva a intentarlo, pero ya no tengo voluntad”.
La fuerza de voluntad hace referencia a una capacidad que tenemos los seres humanos de sobreponernos a aquellos deseos que nos pueden generar nocivas consecuencias en nuestra existencia. Por ejemplo se asegura que existen dos vías para perder peso; una es la intensa (una disciplina extrema para la cual es necesaria la fuerza de voluntad) y una lenta pero segura (una disciplina donde la paciencia juega un papel fundamental, y donde no pasa nada si un día rompemos las reglas de la dieta). Proponerse lo posible: No plantearse metas que se sabe que son muy difíciles de conseguir. Es preferible tardar más tiempo pero alcanzar resultados reales, que adelgazar mucho al principio y después volver a ganar esos kilos, al abandonar la dieta.
Tanto en este campo de la dieta ya sea por razones de estética o de salud, así como en otros de mayor trascendencia personal, como son los estudios, la higiene mental, la razonabilidad de nuestras reacciones ante situaciones adversas que debemos enfrentar, la posición activa que como humanos debemos sostener ante los problemas de medio ambiente, ecología, costumbres, el respeto y cumplimiento de los deberes humanos y muchísimos otros de similar valor, significarán para nosotros un ejercicio constante y esforzado de la “voluntad”, entendida como la determinación, firmeza y permanencia de actuar positivamente en la solución de los problemas y no solo en la fácil y cómoda acción de critica externa, sin compromiso alguno.
La voluntad es por lo tanto un compromiso individual para consigo mismo en primera instancia, ya que quien no se siente seguro de lograr algo va a la batalla derrotado, y esta actitud es simplemente una falta de confianza y de voluntad en lograr cambios en nosotros mismos y a través de éstos en la gente con quien nos toca compartir.
La voluntad es otro importante ingrediente de vida y de éxito cuando se trata de objetivos o metas que nos trazamos en el diario vivir.
Desde el inicio de los estudios, deportes, y otras actividades propias de la edad, debe imperar en cada una de ellas la disciplina y la voluntad de perseverar en lograr los objetivos trazados previamente. El hecho de dejar las cosas a medias o de cambiar de metas con demasiada frecuencia o facilidad, muestran caracteres y personalidades débiles, que ante la primera circunstancia difícil o al primer obstáculo, renuncian o viran en su accionar, haciendo con ello, quizás el momento más fácil, pero con seguridad que a mediano o largo plazo, tendrán que aceptar los remordimientos de las metas no alcanzadas, que a veces llevan el piadoso nombre de “sueños imposibles”.
Marco Tulio Cicerón, hacen muchísimos siglos atrás afirmaba: “Mi conciencia tiene para mí más peso que la opinión de todo el mundo”, confirmando con esta aseveración que la primera meta es el compromiso personal con uno mismo, y luego como consecuencia vendrán las demás obligaciones como entes sociales y gregarios. Los compromisos con la familia, la sociedad, el medio ambiente y otros de carácter social, son deberes ineludibles a cumplir teniendo cada uno de ellos su respectivo tiempo y lugar, pero para alcanzar logros en cada uno de ellos debemos estar siempre con la “mejor voluntad”, es decir, con la seguridad de hacer lo mejor posible de acuerdo a nuestras capacidades y limitaciones, y no dejarnos vencer por las dificultades y menos dejar las obligaciones para “después”, pues el retrasar las responsabilidades solo debilitará las voluntades mal educadas, originando con ello los sentimientos de fracaso y frustración.
Mantengamos pues la certeza de que la voluntad es la primera virtud a practicar en nosotros mismos, para que junto a la prudencia, perseverancia y paciencia, formen la estructura básica de nuestra personalidad, que nos haga mejores seres humanos y activos participantes del cambio social que tanto se reclama y se requiere. “Cuando se alcanza el verdadero conocimiento, entonces la voluntad se hace sincera; cuando la voluntad es sincera, entonces se corrige el corazón”.
SAFO