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La Serenidad (Recopilación)

La definición nos señala que la serenidad es aquella actitud de las personas de responder ante cualquier evento o situación sin dejarse arrebatar por sentimientos o emociones desestabilizadores. Una persona serena es una persona pacífica, y en paz con su entorno, con los demás y consigo mismo.

La serenidad es una sensación de bienestar que nos permite focalizar las cosas que suceden a nuestro alrededor desde un punto de vista más activo. Las personas serenas logran pensar antes de decidir y no se sienten demasiado asustadas, preocupadas o ansiosas por el porvenir. Tampoco se recuestan en la infelicidad del pasado, ni fantasean posibles catástrofes futuras. En realidad, quienes son más serenos pueden disfrutar de la vida y pensar que podrán, en algún momento, superar los problemas.Esto no significa esperar que las cosas pasen o mejoren solas. Por el contrario, se trata de actuar de acuerdo a lo que cada uno crea mejor para sí mismo y para lo que debe afrontar.

Tener serenidad puede requerir un arduo trabajo personal, pero resulta fundamental para enfrentar las pérdidas y la adversidad. Y aunque no existe una fórmula para aprender aquellas respuestas serenas que le sirvan, es preciso tener en cuenta la importancia de vivir aquí, ahora y con lo que existe… y cambiar, si de usted depende.

Por último: la serenidad no es indiferencia, complacencia ni ignorancia. Es una virtud saludable que nos abre la posibilidad de mejorar nuestra calidad de vida. Este valor nos enseña a conservar la calma en medio de nuestras ocupaciones y problemas.

¡Hoy en día tenemos tantos problemas y asuntos que resolver! Y a veces parece como si nadie se diera cuenta de todo lo que tenemos que resolver al mismo tiempo: trabajar, estudiar, encargarnos del hogar, ajustar nuestro presupuesto y seguir cumpliendo con nuestras responsabilidades.

Parece imposible que en medio de tantas preocupaciones y contratiempos, podamos conservar la serenidad para resolver todo sin caer en la desesperación ni afectar a los demás con nuestra impaciencia.

La serenidad nos hace mantener un estado de ánimo apacible y sosegado aún en las circunstancias más adversas, esto es, sin exaltarse o deprimirse, encontrando soluciones a través de una reflexión detenida y cuidadosa, sin engrandecer o minimizar los problemas.

Cuando las dificultades nos aquejan fácilmente podemos caer en la desesperación, sentirnos tristes, irritables, desganados y muchas veces en un callejón sin salida. A simple vista el valor de la serenidad podría dejarse sólo para las personas que tienen pocos problemas, en realidad todos los tenemos, la diferencia radica en la manera de afrontarlos.

Con el fin de conocer mejor la importancia de la serenidad, primero debemos hacer conciencia de algunas realidades que nos impiden lograr desarrollar este valor con eficacia:

– No podemos abandonar nuestras ocupaciones habituales y escaparnos a algún lugar lejano para meditar con tranquilidad; dejarnos arrastrar por la tristeza; trabajar con menos intensidad, o esperar a que alguien tome nuestro problema en sus manos y lo resuelva.

– Toda dificultad se ve más difícil y más grave que las anteriores (máxime si en el momento se agrega a otras que ya tenemos).

– Nos empeñamos en encontrar la solución casi de manera simultánea al surgimiento del problema, algunas veces se da, pero no siempre. Por lo general toda situación requiere un consejo o un análisis profundo y detenido.

– En estado de tensión, por nuestra mente pasamos y repasamos las mismas palabras, las mismas opciones y los mismos pensamientos sin llegar a nada y aumentando nuestra ansiedad, perdiendo tiempo, energía y buen humor. La serenidad no se da con el simple deseo, si así fuera, no tendríamos tiempo de sentirnos intranquilos o desesperados. Usualmente reaccionamos y actuamos por impulsos, privando a nuestra inteligencia de la oportunidad de conocer y dilucidar todas las aristas del problema. Revisemos cuatro ideas básicas para generar serenidad en nuestro interior:

– Evitar “encerrarse” en sí mismo: Encontramos mejores soluciones cuando buscamos el apoyo y el consejo de aquellas personas que gozan de nuestra confianza (los padres, un buen amigo, algún director espiritual, un profesor, etc.), porque sabemos de antemano que su opinión estará siempre de acuerdo a la razón, la verdad y la justicia. – Concentrarse en una labor o actividad: Parece contradictorio pensar en mantener la atención rodeados de tanta tensión y preocupación, pero es posible salir de ese estado encaminando nuestros esfuerzos a realizar nuestras labores con la mayor perfección posible. Lo que necesitamos es liberar nuestra mente, salir del círculo vicioso y estar en condiciones de analizar las cosas con calma. No existe mejor distracción que el propio trabajo y la actividad productiva.

– Gozar de la alegría ajena: Normalmente las personas que nos rodean se percatan de nuestro estado de ánimo. ¿Por qué volvernos chocantes y agresivos? Los hijos, el cónyuge, los compañeros de trabajo no tienen la culpa, tampoco son indolentes a nuestro sentir, simplemente intentan hacernos pasar un momento agradable, no debemos alejarnos, ni rechazar estas pequeñas luces que iluminan nuestro día. Escucha las anécdotas, sonríe, ayuda a tus hijos a hacer la tarea… ¡Aprovéchalos!

– Cuidarnos físicamente: Parece elemental y obvia esta observación, pero hay personas que se sienten afectadas de tal modo que dejan de comer y dormir por sus preocupaciones. Todos sabemos que las personas se vuelven más irritables ante la falta de alimento y descanso, por lo tanto, este descuido merma nuestra capacidad de análisis y decisión.

Seguramente todos hemos tenido la experiencia de “distraernos del problema” sin darnos cuenta; cuando volvemos a ser conscientes del mismo, nos sentimos liberados de la ansiedad y el pesimismo, es entonces cuando podemos pensar y decidir. La serenidad hace a la persona más dueña de sus emociones, adquiriendo fortaleza no sólo para dominarse, sino para soportar y afrontar la adversidad sin afectar el trato y las relaciones con sus semejantes.

En la Masonería, se daba (y se dá actualmente) el tratamiento de Serenísimo al Gran Maestro, con la connotación de tratamiento jeráquico, sin embargo encerraba la necesidad de ese altísimo cargo del ejercicio superlativo de la serenidad, de basar la dirección de la Gran Logia en la serenidad en todos los asuntos internos y externos, individuales y colectivos, objetivos y subjetivos, los de la mente y los del corazón. En resumen, era (es) esta Gran Autoridad la que aporta e inspira la serenidad en todos los masones a los que dirige.

Oración por la Serenidad

(Esta hermosa oración fue escrita por un hombre llamado Reinhold Niebuhr en 1943)

Dios, dame la serenidad de aceptar las cosas que no puedo cambiar;  Valor para cambiar las cosas que puedo; y sabiduría para conocer la diferencia.

Viviendo un día a la vez; Disfrutando un momento a la vez; Aceptando dificultades como el camino a la paz;  Aceptando, como hizo Él, este mundo pecador tal como es, no como yo lo tendría; Confiando que Él hará bien todas las cosas si yo me rindo a Su voluntad; Que yo sea razonablemente feliz en esta vida y supremamente feliz con Él

Para siempre en la próxima. Amén.

Aristides

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