La era del crecimiento exponencial ¿En qué casilla del ajedrez nos encontramos? Según la leyenda, hace mucho tiempo reinaba en una región de la India un rey llamado Shemam. Sumido por esos días en una profunda pena producto de la muerte de su hijo en una batalla. Nada de lo ofrecido por sus súbditos lo sacaban de la melancolía. Un día, un bramán llamado Sissa le presentó un juego que le aseguró le devolvería la alegría: el ajedrez. Después de explicarle las reglas y entregarle el tablero con sus piezas, el rey Sheman, agradecido, quiso recompensar a Sissa por lo que le ofreció lo que quisiera. El sabio bramán aprovechó la oportunidad para darle una lección al soberano y pidió «solamente» un grano de trigo por la primera casilla del tablero, dos por la segunda, cuatro por la tercera y así sucesivamente. Por supuesto el rey accedió de inmediato a tan «modesta» petición. Pero, efectuados los cálculos correspondientes, recibió una mayúscula sorpresa: No podía pagar la recompensa prometida puesto que la cantidad de granos a entregar equivalía a cosechar toda la superficie terrestre cultivable (conocida en el día de hoy) ! durante más de 10 años !! Casi todos los que relatan esta leyenda coinciden en el total exacto: 18.446.744.073.709.551.615 (dieciocho trillones, cuatrocientos cuarenta y seis mil setecientos cuarenta y cuatro billones, setenta y tres mil setecientos nueve millones, quinientos cincuenta y un mil seiscientos quince). El 27 de enero del presente año, la revista científica más importante del mundo, Nature; publicó un trabajo en el que se daba cuenta del desarrollo de sensores en la piel que miden los cambios químicos del sudor en tiempo real. De acuerdo al grupo de investigadores de las universidades de California en Berkerley y Stanford, este es el primer sistema electrónico totalmente integrado capaz de proporcionar un control continuo, no invasivo de parámetros bioquímicos del sudor. Metabolitos tales como glucosa y lactato, y electrolitos como iones de sodio y potasio, así como la temperatura de la piel, permiten dar cuenta del estado fisiológico general mientras se desarrolla la actividad deportiva. Además, tras el procesamiento de los datos, estos son transmitidos vía bluetooth a un computador o teléfono inteligente pudiendo dar cuenta de los resultados mediante una simple aplicación. Según los investigadores, el próximo paso es el desarrollo de dispositivos similares, pero que puedan analizar en tiempo real otro tipo de fluidos con el fin de que puedan servir como medio de diagnóstico en diversas enfermedades. Lo anterior es solo un ejemplo de una tendencia que cada vez está sorprendiendo por el vertiginoso avance y las implicancias insospechadas que puede tener en el desarrollo de lo que conocemos como humano. La promesa de una mejor calidad de vida, un medio ambiente cada vez más hostil para el desarrollo de ésta y el avance que está teniendo la ciencia y tecnología, han generado que nuestro propio instinto de supervivencia nos permita moldear nuestra evolución. La selección natural, a diferencia de lo que pasa para el resto de los seres vivos, parece no afectarnos, y para superarla nos hemos valido principalmente de nuestra inteligencia. Yuval Harari, Historiador de la Universidad de Jerusalem y autor de «Sapiens» (uno de los best sellers históricos más exitosos del último tiempo), e invitado al V° Congreso del Futuro recientemente organizado, afirmó en una entrevista al diario electrónico El Mostrador, que después de 70 mil años el homo sapiens comienza a alejarse de la selección natural para evolucionar por medio de la inteligencia artificial. «Lo que veremos en este siglo es quizás la revolución más significativa de la historia, de la biología, de la vida misma en la Tierra: la revolución de la especie humana». Esto dado que la especie sapiens ha permanecido prácticamente inalterada a lo largo de milenios, pero hoy y producto de la tecnología, nuestra especie podría cambiar de manera dramática en las próximas décadas. Un reflejo de lo anterior es la frontera cada vez más difusa entre los seres vivos y los creados por la tecnología. Estamos en presencia de una especie de endosimbiosis entre lo biológico y lo robótico, proceso que parece imparable. El término «cyborg» procede del inglés y es la contracción de las palabras «cybernetic organism» (organismo cibernético). Pero lejos de ser un producto de la ciencia ficción, existe evidencia, cada vez más abrumadora, que da cuenta de un tránsito hacia esta nueva realidad. La nanotecnología, así como nuevos materiales, además del desarrollo en microelectrónica y semiconductores, han posibilitado mejorar y hacer implantes electrónicos capaces de controlar, restaurar o mejorar funciones propias de nuestro cuerpo. Esto no es nuevo, marcapasos, implantes auditivos o estimuladores directos en el cerebro que están dirigidos a pacientes con Parkinson, son algunos de los adminículos más cotidianos. Sin embargo, en la actualidad y gracias a la bioelectrónica y robótica, se están generando una serie de «neuroprótesis» constituyendo una interface cerebro-máquina, conocido como brain machine interface (BMI), implantándose directamente en el cerebro para así controlar movimientos propios o de un robot externo. En este sentido, un reciente artículo de la revista Nature publicado en abril del presente año, da cuenta de un dispositivo que permitió a un paciente cuadripléjico hacer movimientos complejos. El grupo de investigación de la Universidad Estatal de Ohio en EE.UU. pudo implantar un pequeño chip en un área de la corteza cerebral, el cual es capaz de decodificar los impulsos eléctricos producto de sus propios pensamientos, con lo que el sistema le permite agarrar, manipular, soltar objetos e incluso jugar tocando la guitarra de un video a voluntad. Este dispositivo permite a los pacientes conectar directamente su cerebro con los músculos, sin pasar por la medula espinal dañada, permitiendo el control voluntario y funcional del, hasta ese momento, miembro paralizado. Por otro lado, en la misma revista citada anteriormente (Nature), en febrero del presente año se publicó el trabajo de un grupo de investigadores australianos que crearon una nueva interfaz cerebro-máquina muy poco invasiva, la que registra las señales del cerebro y las traduce con el fin de mover un exoesqueleto u otros dispositivos biónicos, permitiendo ayudar a la movilidad de pacientes. Lo interesante de este implante es que se trata de un stent, el cual se implanta, sin necesidad de una cirugía mayor, en un vaso sanguíneo en la zona cortical motora del cerebro, el cual registra la actividad neural propia para el movimiento, lo que permitirá el control de sillas de ruedas, exoesqueletos, extremidades protésicas o computadores. Los investigadores explican que básicamente es una médula espinal biónica, la que se implementará en humanos en el Royal Melbourne Hospital en 2017. No deja de llamar la atención que este proyecto además de ser financiado por el Consejo Nacional de Salud e Investigación Médica de Australia, también lo haga el Departamento de Defensa de EE.UU. Además, esto se suma a numerosas publicaciones en la misma línea, destacando lo presentado por investigadores de la Universidad de Houston, los que presentaron el año pasado una interfaz cerebro-máquina capaz de controlar una mano protésica a través de un sistema no invasivo que reemplaza la cirugía por una electroencefalografía. Inteligencia artificial: un vistazo hacia el futuro En un reciente artículo publicado por la BBC el 26 de agosto de 2016 «Cómo evolucionaremos los humanos en los próximos 200 años», a propósito de la publicación del más reciente libro de Yuval Harari Homo Deus: una breve historia del mañana, entrega su visión respecto al tema. Su hipótesis radica en la idea de que es posible que seamos una de las últimas generaciones de Homo Sapiens y que solo el uso de la tecnología e inteligencia artificial nos permitirá evolucionar. Es interesante hacer notar que él no habla de una sobrevida, más bien habla derechamente de evolución, pero en términos muy distintos a como ha venido evolucionado la naturaleza en los últimos cuatro mil millones de años, en que sobre una matriz orgánica ha operado la selección natural dependiente de las condiciones del medio en el cual se desarrolla la vida. Lo que plantea Harari es que el próximo paso evolutivo ya no sería por selección natural. ¿El Hombre versus la Máquina? El gran desarrollo tecnológico, científico y de inteligencia artificial permitiría evolucionar por un diseño inteligente pasando de un sistema de vida orgánico a uno de «vida inorgánica». Indica además, que lo que ha diferenciado a los humanos del resto del mundo animal son nuestras habilidades físicas y cognitivas. La primera fue ampliamente superada con la revolución industrial, sin embargo, aún nos queda nuestro cerebro. El que por medio del desarrollo de la inteligencia artificial, también según Harari, será superado prontamente. Un ejemplo de esto es lo que pasó en marzo del presente año cuando el surcoreano Lee Se-Dol, campeón mundial del juego de origen chino Go, se enfrentó a AlphaGo, un software desarrollado por la empresa Deep Mind (propiedad de Google). La cita era a 5 partidos entre el 9 al 15 de marzo, pero la victoria para AlphaGo fue un contundente 3-0, lo que para los expertos en inteligencia artificial marca un antes y un después ¿Por qué? El Go es un juego de estrategia que tiene más de 2.500 años en que en un tablero de 19 x 19 cuadros, se van poniendo fichas negras y blancas consecutivamente en intersecciones horizontales y verticales de cada cuadro. Una vez puesta la ficha, ésta no se puede mover, pero sí quitar bajo ciertas circunstancias. La idea es poblar con la mayor cantidad de fichas negras o blancas el tablero y el juego termina cuando ambos jugadores pasan consecutivamente. Aparentemente es muy sencillo de aprender, dadas sus reglas, pero es muy complicado dominarlo, entre otras cosas por la gran cantidad de posibilidades que puede dar. Se calcula que sus combinaciones potenciales superan el número de átomos en el universo. Dado que es muy impredecible, jugarlo bien requiere de facultades que difícilmente podrían programarse en un algoritmo, tales como la intuición y el criterio. Es por ello que este triunfo es mucho más importante que el de hace 19 años, cuando DeepBlue venció al entonces campeón mundial de ajedrez Garor Kasparov. Sin desmerecer el tremendo avance que representó ese triunfo para la informática, comparado con lo de AlphaGo, DeepBlue hizo un trabajo mucho más simple. Su mérito estaba en comparar todas las partidas y variantes posibles de los grandes maestros de la historia del ajedrez en cada jugada contra Kasparov, pudiendo valorar y responder de la mejor forma. Aun así, se pensaba que el ajedrez altamente competitivo no estaba al alcance de las computadoras. Luego de la derrota humana, el próximo objetivo natural para la inteligencia artificial era el Go, casi como una meta imposible. Demis H’assabis, cofundador y director ejecutivo de DeepMind, explicó de manera simple en una entrevista a la BBC, que lo que fue capaz de hacer el software de AlphaGo fue un proceso de aprendizaje dividido en tres etapas:
1.- Se le hizo analizar 30 millones de partidos jugados por humanos, con lo que pudo determinar patrones de juego.
2.- Jugó millones de veces contra sí misma, volviéndose cada vez mejor, por lo que «aprendía» de sus errores.
3.- Aplica un poderoso método estadístico llamado Montecarlo con el fin de planear la estrategia del juego. Lo que está detrás de esto y el gran avance de la Inteligencia Artificial en este sentido, es que las computadoras están comenzando a aprender a mejorar y cambiar su comportamiento con el fin de llegar a una meta. Por lo que el próximo paso de DeepMind es la aplicación a nuevos campos como son la salud, la ciencia y la vida cotidiana. En esta línea, IBM ha desarrollado lo que según ellos definen como «la primera plataforma de tecnología de computación cognitiva», con el nombre de IBM Watson. Se trata de un servicio que ayudaría a optimizar la toma de decisiones por medio de una gigantesca base de datos de IBM y la interacción que tienen los potenciales usuarios del servicio con la plataforma en la nube, es decir, no necesita de ninguna instalación especial. La idea es que así, IBM Watson genere una verdadera simbiosis entre la gran cantidad de información propia de este procesador y la experiencia humana, pudiendo aprender de emociones, deseos, e intuición entre otras habilidades blandas que subyacen al proceso de integrar información y toma de decisión, emulando el raciocinio humano. Sus aplicaciones son múltiples, dado que la base de esta plataforma es la comprensión cognitiva, entender un lenguaje natural y la capacidad de analizar datos no estructurados. Se está utilizando como asistente de expertos con la capacidad de comunicarse con personas a través de un diálogo, entregar información y generar acciones en función de ésta. Otra línea es la relacionada al marketing, ya que Watson es capaz de extraer aspectos claves de la personalidad de los consumidores o incluso del tono que están usando en sus comunicaciones, pudiendo hacer una mejor segmentación de clientes, encontrar nuevos nichos y evaluación de la marca. Estas herramientas al interior de una empresa también se usan en la gestión de personal, ya que un análisis de una conversación o tono de la misma, posibilita hacer un perfil psicológico de un potencial candidato, por ejemplo. La potencialidad de Watson podría ser especialmente importante en áreas como la salud y leyes. En esta última por ejemplo, ya es capaz de hacer análisis de la legislación propia de cada país o comparada con otras legislaciones en cuestión de minutos y con una exactitud muy superior en tiempo y eficacia a un bufete de abogados destinados a esta tarea. Industria 4.0 Los avances ya mencionados en inteligencia artificial, la mejora sustancial en el desarrollo de la computación y la emergencia de nuevas tecnologías de comunicación e información, han sembrado las bases para generar un control automático de las tecnologías de manufacturación sustentado en sistemas ciber-físicos, el internet de las cosas y el internet de las personas, de manera tal de generar fábricas inteligentes. En ese contexto, lo que hoy se conoce como la Cuarta Revolución Industrial, se ha generado producto de la comunicación entre las personas, máquinas y recursos y se caracteriza por un cambio en el paradigma de procesos de producción controlados de forma centralizada, a una descentralizada. Actualmente, se postula que la Industria 4.0 posee los siguientes principios:
1.- Interconexión: máquinas, artefactos, sensores y personas se encuentran conectados a través del internet de las cosas y el internet de las personas, formando así, el internet del todo. En ese sentido, la tecnología de comunicaciones inalámbricas juega un rol central para permitir la interacción, a través del acceso global a internet. Por lo tanto, el internet del todo permite que las personas y los objetos interconectados compartan información que les permitirá lograr metas en común.
2.- Transparencia de la información: la unión entre lo virtual y lo físico produce una nueva forma de transparencia de la información. A través de la vinculación de datos de los sensores con modelos de planta digitalizados, se genera una copia virtual del mundo físico, lo cual es esencial para que los participantes del internet del todo puedan tomar decisiones basadas en el contexto.
3.- Decisiones descentralizadas: se sustentan en la interconexión de los objetos con las personas, así como la transparencia de la información desde adentro o afuera de una planta de producción. Por lo tanto, la toma de decisiones en el contexto de la interconexión y descentralización permiten utilizar la información tanto local como global al mismo tiempo, lo cual impacta positivamente la producción general y la correcta toma de decisiones en diversos contextos.
4.- Asistencia técnica: el papel que juegan los seres humanos cambia desde ser operadores, a ser tomadores de decisiones estratégicas y solucionadores de problemas. Reflexiones desde la filosofía Los avances ya descritos tienen el potencial de conectar a internet a una enorme cantidad de personas, mejorar la eficiencia de los negocios y ayudar a regenerar el ambiente natural, incluso con el potencial de revertir el daño causado por las revoluciones industriales previas. Sin embargo, estos cambios también plantean un problema especialmente sensible que algunos intelectuales están comenzando a advertir. Se estima que en las próximas dos a tres décadas se generará una alta tasa de reemplazo laboral producto de estas nuevas tecnologías. Una gran masa de trabajadores, desde operadores de todo tipo a profesiones que necesitan trabajar básicamente con criterio en función del conocimiento y en el contexto de una determinada circunstancia, podría ser reemplazada, ya que se estima que alrededor de un 50% de todos los puestos laborales en las economías avanzadas, podría ser realizado por computadores. En dicho sentido, se piensa que esta revolución industrial beneficiará mucho más al rico que al pobre, por cuanto la automatización reemplazará los trabajos que requieran poca habilidad y presenten bajas remuneraciones. Más importante aún, el científico Stephen Hawking ha advertido que la generación de máquinas pensantes a través de la Inteligencia Artificial podría incluso poner fin a la humanidad. Considerando estas posibles consecuencias del implacable avance tecnológico, cabría especular desde la óptica de la filosofía que, poco a poco, el rol del ser humano irá cambiando con el tiempo. En esa línea, resulta interesante detenerse en este punto y reflexionar acerca de las preguntas que en alguna ocasión se hizo el filósofo alemán Immanuel Kant: 1) ¿Qué puedo saber?, 2) ¿Qué debo hacer?, 3) ¿Qué me cabe esperar?, 4) ¿Qué es el hombre? Según Kant, a la primera pregunta responde la metafísica, a la segunda la moral, a la tercera la religión, y a la cuarta la antropología. En este sentido, el filósofo Martin Buber indica que en las tres primeras preguntas de Kant se trata de la finitud del hombre. ¿Qué puedo saber» implica un no poder, por lo tanto, una limitación «¿Qué debo hacer?» supone algo con lo que no se ha cumplido todavía (también una limitación), y «¿Qué me cabe esperar?» significa que al que pregunta le está concedida una expectativa y otra le es negada, generando así, otra limitación. En ese contexto, los hombres están llamados a reflexionar acerca de la pregunta filosófica «¿Qué somos?». De este modo, y engranando esta idea con las inquietudes de Kant, cabe preguntarse ¿Qué tipo de criatura será ésta que puede saber, debe hacer y le cabe esperar? En ese sentido, es posible evidenciar que si bien el ser humano posee múltiples limitaciones, la actual Revolución Industrial 4.0 nos permite deducir que aún no hemos alcanzado el máximo de lo que podemos conocer, que nuestras creaciones nos autoimponen el deber de generar un control riguroso para evitar que los múltiples beneficios asociados a la tecnología, no se conviertan en la causa de nuestra desaparición o destrucción del medio en el que vivimos, y finalmente, pareciera ser que lo que nos cabe esperar depende al menos en parte, del ser humano mismo. Por lo tanto, cada individuo debe ser un activo participante de la sociedad que defienda y sustente la ética y la moral del ser humano en todo orden de asuntos.
Conclusiones
La Cuarta Revolución Industrial tiene el potencial de mejorar la economía y la calidad de vida a nivel mundial. La tecnología digital ha permitido la disponibilidad de nuevos productos y servicios que han mejorado la eficiencia y bienestar de la vida de las personas. Sin embargo, estos cambios también pueden generar mayores desigualdades o incluso poner en riesgo la propia seguridad del ser humano. Las revoluciones industriales que ha experimentado la humanidad han ocurrido de forma gradual y paulatina, mas esta última, avanza a una velocidad exponencial. Por lo tanto, los sustanciales avances tecnológicos que impactan el paradigma de la economía y las sociedades, están cambiando no solo el qué y el cómo hacemos las cosas, sino también el quiénes somos. Los hombres sabios están llamados a mantenerse en un lugar de avanzada en los cambios de la sociedad. En dicho contexto, considerando que uno de los deberes es preguntarse ¿Qué somos?, se puede entender que es un hombre que está consciente de sí mismo y como tal, está capacitado para responder al reforzamiento de su compromiso ético consigo mismo y con la sociedad, a la cual ya está en condiciones de observar e intervenir, combatiendo el fanatismo, el mal y el error y trabajando por cultivar el sentimiento de fraternidad entre todas las personas.
SAFO