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LA NORMA DE LOS TRES, CINCO, SIETE

La iniciación en la Francmasonería solamente puede llevarse a cabo en una Logia y por parte de una Logia. Ahora bien, una Logia es necesariamente un grupo de masones. La iniciación no se transmite de individuo a individuo, sino que es entregada a un individuo por un grupo de individuos. Algunas obediencias masónicas, entre las cuales se encuentra la Gran Logia Unida de Inglaterra, han consignado en sus constituciones un privilegio del Gran Maestro que consiste en «hacer» masones «a la vista» según su propio y libre criterio.

Para esas obediencias la Gran Maestría, que no es más que una simple función administrativa, reviste un carácter sagrado, el cual le valdría esas prerrogativas extraordinarias. Esto procede de una mentalidad a la vez profana y arcaica. Los francmasones que se proyectan en la imagen del «Padre» que todo lo puede, difícilmente pueden avanzar en el Arte Regio. Por sus mismas características, una iniciación conferida en esas condiciones carece de validez, debido a la sencilla razón que no le aporta nada a quien la recibe. Cuando se confiere en las mejores condiciones posibles, en el seno de una Logia bien preparada, todavía es preciso que el masón trabaje mucho para que la iniciación le aporte ese «suplemento de alma» necesario para el progreso espiritual. Citamos esta práctica únicamente para denunciar un procedimiento anti tradicional, anti iniciático, nada razonable e inepto. Todos los rituales dicen que tres masones forman una Logia simple, que cinco la hacen justa y siete la hacen «perfecta».

Los tres masones de la Logia simple son el Venerable y los dos Vigilantes. La Logia es justa cuando los oficios de secretario y orados están provistos. Esos cinco oficiales: el venerable, los dos vigilantes, el orador y el secretario, se denominan las «luces» de la Logia. La Logia es «perfecta» cuando a las cinco «luces» se agregan el Experto y el Guarda templo. Los oficios de tesorero y hospitalario pueden quedar vacantes porque dichas funciones participan en la gestión de la Logia en el intervalo entre reuniones, más que durante las reuniones mismas. Con «siete», la Logia es perfecta, ya que la comunidad posee todas las facultades necesarias para su funcionamiento y todos los elementos de una estructura coherente: el venerable, los vigilantes de las columnas, el guardián de la puerta, el responsable del adecuado funcionamiento del ritual, el custodio de la Ley y la memoria del grupo. Existen opiniones diferentes. Así, Jules Boucher en «El simbolismo masónico» (La symbolique maçonnique) se remite a antiguos rituales para afirmar que cinco masones, con tal de que sean Maestros, pueden abrir una Logia y que una Logia justa y perfecta consta adicionalmente de un compañero y un aprendiz y que no requiere siete oficiales. 

Esta norma de los Tres, Cinco y Siete podría haber sido establecida hacia mediados del siglo XVIII. En efecto, es hacia 1750 que los oficiales de las Logias son, con pocas salvedades, los mismos que conocemos actualmente. Es hacia 1735 que el «Hermano que circula en la Logia» se convierte en el Maestro de ceremonias y que se crea el oficio de orador para liberar al venerable de los discursos ceremoniales. Los documentos más antiguos que se conocen sobre la organización de las Logias (Edimburgh Register, circa1630/1650) mencionan al

En el rito Escocés Antiguo Aceptado, hay diez oficios:

  • Venerable Maestro
  • Dos vigilantes
  • Orador
  • Secretario
  • Tesorero
  • Hospitalario
  • Experto
  • Maestro de ceremonias
  • Guardatemplo

Es en el marco de este rito que ciertos autores han querido ver una correspondencia entre los diez oficios y las diez sefirot de la Cábala. En relación con esta analogía, ver el capítulo «Las sefirot y la ubicación de los oficiales en la Logia».

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