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La Mente 

En el transcurso de siglos las ciencias biológicas han logrado asignar con indudable éxito a cada función corporal un órgano, o mejor dicho un sistema de órganos, que cumple con esa función. Hoy es parte del conocimiento popular que digerimos con el  ̳sistema digestivo‘ (boca, faringe, esófago, estómago, intestino delgado, hígado páncreas e intestino grueso), que respiramos con el ̳sistema respiratorio‘ (nariz, faringe, epiglotis, laringe, bronquios, pulmones, etc.), y así sucesivamente. 

Sin embargo, quedaba un grave problema por resolver: ¿cuál es el órgano de las funciones mentales? En otras palabras con qué órgano percibimos el mundo exterior, planificamos nuestras acciones, tomamos decisiones, nos emocionamos, etc. 

Por mucho tiempo la pregunta por el órgano de la mente era considerada absurda, en gran medida a causa del dualismo: la idea filosófica que postula que las funciones mentales son funciones de una mente inmaterial, separada de nuestro cuerpo, y en consecuencia imposible de estudiar cómo se estudia a la digestión, la respiración, la locomoción y las demás funciones biológicas. 

La gran revolución filosófica y científica de las neurociencias es que afirma exactamente lo contrario: las funciones mentales son procesos biológicos localizados en el cerebro, y como tales, susceptibles de ser estudiados científicamente. Pese a que todavía es mucho lo que ignoramos sobre el cerebro, es difícil sobreestimar el impacto de las neurociencias. 

Identificar a las funciones mentales con procesos cerebrales no sólo nos permite estudiarlas científicamente, sino que nos permite tratar muchos desórdenes mentales como desórdenes cerebrales. También nos permite preguntarnos sobre los factores ambientales que influyen en el desarrollo y maduración del cerebro. «¿Qué es la mente?‖ Es una charla que aborda algunas de las respuestas dadas por filósofos y científicos a este problema tan complejo como apasionante. 

De manera didáctica e interactiva propone acercar a la filosofía de la mente y, en especial, a que puedan apreciar la revolución en el pensamiento que provocaron – y siguen provocando – las neurociencias. 

La facultad de pensar nos permite darnos cuenta qué somos. Es lo que pone en acción la facultad de Ser ―YO SOY‖. La Mente en nosotros es la que nos permite parecernos a Dios, porque es creadora como Él. 

Con la mente, el ser humano ha creado grandes culturas y sistemas filosóficos, inmensas ciudades y fantásticos inventos, pero no se ha dado cuenta que también ha creado su mundo personal con sus felicidades e infelicidades, bienestar y malestar. 

Desde el Centro Corazón de la Creación que se conoce con el nombre de ―Sol Espiritual Central‖ desciende hasta todo ser humano, la Energía que le permite sostener su cuerpo físico, sentir y pensar. 

Esta energía viene cristalina, sin calificación de ningún tipo, ni en bien ni mal, poder o debilidad, sabiduría o ignorancia, ni siquiera en amor u odio. Es el hombre con su mente, el que califica la energía con lo que quiere y esto se le manifiesta, sea consciente o inconsciente de lo que está haciendo. La mente es el poder capaz de crear las cosas en las que se piensa. ―Si tú piensas en hacer una casa, la puedes manifestar. Igualmente, si piensas en que todo el mundo te ama, El Planeta Entero te amará‖. Como dice el axioma hermético: Este proceso de calificación de la energía sucede en la mente humana en tres niveles diferentes: 

– Mente supraconsciente. – Mente consciente. – Mente subconsciente. 

Mente consiente, es aquella que se da cuenta de las cosas que están con nosotros en todo lo que vemos conscientemente. Esta mente vive calificando todo lo que ve como bien o mal. Lo que se califica como bueno actúa en bien hacia nosotros, y lo que se califica en mal funciona para perjudicarnos. Pero las cosas no son ni buenas ni malas; se convierten en lo calificado. 

Esto te da la clave de muchas cosas. Si calificas a una persona de mala, egoísta o traidora, no te extrañe que actúe de esa manera hacia ti. Si calificas tu hogar, familiares, amigos y cosas como amorosos, felices y bellos, así serán para ti. 

El odio, la miseria, la negligencia, fealdad, enfermedad que puedas ver en tu mundo o en el de otros no es otra cosa que la calificación mental tuya, de los demás o de todo el conglomerado manifestándose. Todas esas condiciones se pueden cambiar pensando y calificando lo contrario. Esto se logra a través del decreto. 

El Decreto es una afirmación verbal o mental sentida de tal forma que es capaz de producir el efecto de lo dicho. Esto es, que si en algún lugar alguien está peleando, tú puedes decretar: ―Yo Soy aquí el amor” y esto transforma la situación de inmediato en reconciliación. Si vas a visitar a un enfermo puedes decretar: “Yo Soy la salud” y traer a la manifestación la salud, porque así lo estás calificando. 

El subconciente: Es aquella donde pasan las imágenes mentales después que se han fijado muy poderosamente en la conciencia. En el subconsciente tenemos grabado todo lo que creemos que somos: nuestro estado de seguridad o inseguridad, inteligencia o incapacidad, amor u odio, belleza o fealdad, salud o enfermedad, riqueza o pobreza, perdón o rencor. 

La manera de ir limpiando el subconsciente de todo lo que no deseamos en nuestra vida es primeramente rechazando lo negativo, diciéndole: “le quito poder” y afirmando lo positivo para calificar en perfección todas las imágenes del subconsciente y del consciente. 

La supraconciencia: Es aquella que vive en el estado de no calificación. Se conoce con el nombre del ―Yo Superior‖. Se manifiesta en nuestras vidas cuando el consciente y subconsciente aprenden la lección de sólo grabar y proyectar perfección hacia cada partícula de vida. Cuando vivimos en la mente supraconsciente sólo manifestamos armonía, belleza, sabiduría y perfección en todos los sentidos. 

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