Autora: Yolanda Alba
La Francmasonería es un movimiento iniciático universal que algunas personas confunden con una religión y otras con un movimiento político, una ocasión para reunirse entre amigos y filosofar, o bien una organización de beneficencia. En cambio, se trata principalmente, y tal vez únicamente, de un sistema de moral, velado y explicitado al mismo tiempo por alegorías, e ilustrado por símbolos. Si la Francmasonería se identifica a una asamblea de creyentes, deja de ser única e irreemplazable. Cuando trata de cumplir el papel de un partido político o de un sindicato, tampoco cumple su tarea específica -por otra parte, no dispone de las herramientas necesarias para ser realmente eficaz en estos ámbitos-. Sus reglas de funcionamiento tampoco contribuyen a que sea “el mejor club de debate”. Si nos limitamos a la filantropía (beneficencia y/o solidaridad), algunas ONGs y otras sociedades de caridad la superan. Puesto que el “alto valor moral” es condición de admisión a la Francmasonería, puede concebirse que el trabajo realizado en la logia contribuya a desarrollarla, pero las Constituciones de Anderson fundadoras, le asignan otras tareas, además.
Siglo XXI: la responsabilidad personal ante la globalización y sus crisis
En cuanto a ciertas Logias, convertidas en instrumentos de promoción de intereses personales, como tristemente podemos constatar en los foros ad hoc, es preciso destacar que traicionan al espíritu fundacional de la Orden del Arte Real. La Masonería moderna invita a sus miembros a hacer un trabajo sobre ell@s mism@s y a asumir hacia la Humanidad deberes que ninguna otra organización toma en cuenta ofreciendo un método iniciático específico. A pesar del cierre de los trabajos de manera presencial debido a la situación sanitaria mundialmente extendida, la institución sigue teniendo sentido en esta etapa del siglo XXI, en un momento de cambio de la civilización europea y del nacimiento de una civilización planetaria deshumanizada y tendente al transhumanismo que se implanta. Los fundadores de la Francmasonería moderna formaban parte de las mentes más visionarias de su tiempo, y como tales parecen haber estado convencidos de que el agrupamiento del potencial de la Humanidad en su diversidad podría ser condición indispensable para el éxito de la “mundialización” que se anunciaba. Nuestros rituales y símbolos contienen instrucciones que orientan el uso de todos estos saberes hacia la creación de una “Humanidad nueva”, hoy puesta en entredicho por la creciente crisis planetaria y la tendencia a la robotización de la sociedad global. Debemos reflexionar profundamente sobre este cambio de era…
A mi entender, la Francmasonería moderna es una especie de “enciclopedia universal condensada”. Para “descomprimir” este saber, su membresía debe hacer un esfuerzo intenso. La inmersión en la atmósfera de las Logias fomenta el estudio de las ideas más diversas, con frecuencia alejadas de lo que los Francmasones encuentran en su vida cotidiana. Es así que aprenden a escuchar las opiniones más contradictorias y a tolerar incluso aquellas que se oponen a sus convicciones. Esta ampliación del horizonte desarrolla la imaginación. Por extensión, la iniciación masónica nos hace entender que todo sobre la tierra está vinculado, al punto de ser interdependiente. En este sentido, los fundadores de la Francmasonería moderna fueron ecologistas de vanguardia. Para que los vínculos que unen a los seres humanos sean “palpables” y para “reunir lo que está disperso”, forjaron la noción de “fraternidad universal “. Querían que los Francmasones fueran el punto de partida y el centro de la unión de esta nueva Humanidad. Eran hombres realmente admirables. Considerar, después de tantas guerras interminables, que todos los seres humanos son hermanos, y querer dialogar con ellos sin prejuicios, era una idea conmovedora.
La Fraternidad masónica es “horizontal “. Es resultado de una decisión individual de percibir a l@s demás como herman@s y de ser reconocid@, a su vez, como su herman@. Y esa Fraternidad resultante se basa en la Libertad. Más que amor, expresa un vínculo. Se trata de comprender y sentir hasta qué punto los seres humanos son interdependientes, tanto entre ellos como de todo lo que los rodea. El carácter visceral de este vínculo podía suponerse desde hace tiempo, gracias a la observación de la naturaleza en general y de los distintos estadios de su evolución. En el siglo XIX, la teoría de la evolución de las especies de Darwin probó este vínculo, que un siglo más tarde fue confirmado con mayor firmeza por la ecología. Quiero decir que el concepto de la “Fraternidad universal” enseña la comprensión de todas las visiones del mundo, y, teniendo en cuenta lo que precede sobre la evolución, el respeto hacia todas las formas de vida.
El ser humano debe ser capaz a la vez de ser independiente y de saber someterse. Su independencia de espíritu le ayuda a aprender, a comprender y a desarrollar una perspectiva crítica. En cambio, su interdependencia con los demás, y por ende la necesidad de vivir en sociedad, lo obligan a veces a ‘obedecer’. La sociedad le permite sobrevivir y, al mismo tiempo, a confrontar su saber con el saber de los demás, verificar su pertinencia, enriquecerlo y lograr que sea útil. Por último, su doble naturaleza de individuo y de parcela de diversos conjuntos le ayuda a elegir entre opiniones e intereses (suyos y de la colectividad) a veces opuestos, para luego obrar en función de esta elección. Estas cualidades contradictorias y complementarias, aparentemente irreconciliables, pueden coexistir en rotación.
Exigencia moral y diversidad
La Francmasonería es una visión del mundo, un método iniciático de aprendizaje, y una exigencia moral. Quienes la concibieron tenían plena consciencia de que, para llegar a buen puerto, su proyecto debía fundarse en “valores” que la enmarcaran. En la actualidad, los Estados dudan entre la conquista, la asociación y los nacionalismos. Tratan de colaborar pacíficamente, pero se arman al punto de poder destruir toda la humanidad. Hay quienes piensan estar en condiciones de imponer su dominación por intimidación, sin llegar al extremo de una guerra mundial, pero caminan por la cuerda floja y corren el riesgo de precipitar a toda la humanidad en el abismo, junto con ellos mismos. Todo ello sin atreverme a nombrar alguna guerra biológica en la que la civilización del planeta pudiera estar inmersa…
Esta forma de armarse a ultranza evidentemente, es indicio de locura. Aunque una superpotencia llegara a acaparar el mundo, los problemas planteados por la construcción de una civilización planetaria son tan complejos que un Estado, o un pequeño grupo de Estados, por potentes que fueran, sería incapaz de superarlos. El ejemplo de muchos grandes imperios demuestra que, impulsados por una sola visión, se lanzaron hacia la destrucción. La dificultad no se limita solamente a la cantidad de datos “objetivos” que hay que tomar en cuenta, sino que incluye también el problema específico de la increíble diversidad de los seres humanos, que les permite adaptarse y sobrevivir sean cuales fueren las condiciones imperantes. Tal dificultad es amplificada por el instinto vital de nuestra especie y es también por esta misma razón que cada grupo defiende su particularidad con energía. La diversidad parece ligada al instinto vital de nuestra especie y, también por esta razón, es que cada grupo defiende su particularidad con energía.
La iniciación masónica, precisamente, abre el espíritu a la diversidad, a la tolerancia, al respeto y al amor por los demás. Nos permite deshacernos de nuestros prejuicios e imaginar una profunda reorganización de los modos de vida de los que somos prisioneros. Hoy son absolutamente nuevos históricamente hablando. El cuestionar la realidad es urgente para la Masonería como escuela de pensamiento, ya que el espíritu crítico ha pasado de ser el síntoma inequívoco de una curiosidad que interpela a su tiempo, la base del método científico y la condición sine qua non de posibilidad para la transformación social, a constituir una agresión y una amenaza para el orden.
Personalmente soy una escéptica que exige evidencias y no titulares de una prensa coludida con el poder corporativo farmacéutico, ni declaraciones de políticos profesionales que solo son los administradores del statu quo de la nueva gran tecnocracia, y dentro de ella -hoy en día- de esa inmensa industria que hoy es la tercera en volumen de negocios a nivel planetario.
Me permito opinar que la Francmasonería moderna debería ser un agente importante en el principio de una nueva civilización transhumanista (que acelera su llegada desgraciadamente a mi entender). Si para la supervivencia de la Humanidad, la diversidad de las culturas es tan importante como la biodiversidad, entonces la Francmasonería tiene que “actuar” ante la actualidad. ¿Somos nosotros suficientemente conscientes de ello? ¿Somos nosotros dignos de tal herencia? Pensemos: ¿no ha sido dilapidada o traicionada? Reflexionemos en un profundo silencio creativo… Por ejemplo, sobre La nueva moral covídica, censora y señaladora, tal como Boaventura de Sousa denomina “fascismo societal”, que no es otra cosa sino la internalización en el cuerpo social del control y del castigo a las conductas calificadas como “desviadas”, “libertinas”, “irresponsables”. En realidad, nada que no hayamos visto ya en los totalitarismos pasados, pero esta vez de manera mucho más intensa y extensa.
©Yolanda Alba
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HOLA APRECIADA YOLANDA ALBA. LE ESCRIBO DESDE PACHUCA, HIDALGO, MÉXICO. LEO SU DOCUMENTO Y DESEO EXPRESARLE MI RECONOCIMIENTO POR SU CONTENIDO Y REFLEXIÓN SINCERAS, QUE NOS CONLLEVA A EJECUTAR A CADA QUIEN LA PARTE QUE NOS CORRESPONDE.
LE SALUDO CON RESPETO Y AGRADEZCO COMPARTA SUS LUCES Y CONOCIMIENTOS.