Seguir la existencia de la vida por los misteriosos laberintos del pensamiento, para olvidar resentimientos y que estos se transformen en indulgencias enriqueciendo las vibraciones internas de la conciencia y comprender la excistencia sin jamás reaccionar contra ella.
Los teólogos nos han transmitido durante siglos y en ocasiones actuales, la doctrina del pecado original del hombre, concepto que ha servido para determinar actitudes de culpabilidad en nuestros comportamientos para consigo mismo y para con el prójimo, temiendo al Creador por aquella afrenta a su creación. Sería mejor tomar en cuenta un nuevo concepto de Amor a Dios si practicamos, o más bien recuperamos la doctrina de la bondad original del hombre.
Seguramente otro sería, y así debe ser, el concepto de la relación con el creador, relación con confianza, con esperanza, con entrega, cargado de ilusiones y esperanzas, especialmente coronada con acciones de amor eterno a la excistencia maravillosa que podemos disfrutar de esta Tierra si logramos conjuncionarnos en todas sus
frecuencias vibratorias y sumergirnos en su riqueza sin pertenecer a ella. Las cualidades del ser humano son ilimitadas, sin embargo apenas podemos utilizar el 3% de nuestro potencial, lo que demuestra el estancamiento en que nos hallamos al no manejar algo más de la sapiencia, en procura de descubrir el porqué de nuestra estancia en la Tierra.
El conformismo es la gran debilidad que coarta el activar para llegar a infinitos recónditos de la creación, sin los cuales la ignorancia continuará marcando hitos cada vez más avasallantes, en los cuales nos estancaremos en una especie de agujero negro del conocimiento, del cual no podremos salir hasta el fin de los tiempos. No estoy en contra de la ciencia, es un gran recurso que nos dan los científicos y estudiosos de la ciencia, que nos permite indagar y visualizar posibilidades de descubrir o por lo menos acercarnos al conocimiento de la verdad, para de este modo realzar nuestra excistencia en un punto de la majestuosa creación aún misteriosa y admirable para el ser humano.
En el laberinto de la vida existen muchos senderos a los que podemos acceder con demasiada facilidad, que nos llevan a conocer y practicar generalmente aspectos relacionados con la vida mundana, con la cual gran parte de la humanidad se satisface olvidando o ignorando que hay valores diseñados por el mismo ser humano que pueden conducirlo a sitiales donde la luz divina puede vislumbrarse, creando expectativas impredecibles que alimentan el alma, hasta poder logar la paz ansiada.
Las religiones, en general, tienen este objetivo, hay que reconocer que a través de sus preceptos han humanizado la relación con el prójimo determinando ciertos comportamientos de respeto a las acciones del otro, cuidando que sus actos no dañen sus sentimientos. Este logro sin duda es muy valedero, pero lamentablemente las bases en que han sido creadas las religiones, se han degenerado a tal medida que sus actos hoy en día son muy discutibles y han dejado en segundo plano los verdaderos principios con los cuales se han organizado, llegando a transformar hasta quien verdaderamente puede considerase el Creador, si nos remontamos a escritos o arte primitivo, expresado en las primeras referencias de espiritualismo o misterio rupestres.
Las organizaciones religiosas hoy en día parecen más un poder, que la transmisión de conceptos espirituales a la humanidad y si los hay están diseñados de tal manera que estos se creen “dictados” por el Creador y que no hay que vulnerarlos a riesgo de no conocer el “paraíso”, cuando nuestro cuerpo, que es materia, se termine.
Las órdenes iniciáticas tienen otra labor, si bien conceptúan parecidos conceptos a las organizaciones religiosas, aquellas si se ocupan del crecimiento espiritual cuidando el equilibrio con los conocimientos de la ciencia y naturaleza, los cuales deben aceptarse en el más perfecto concepto de trascendencia en nuestros comportamientos que, lamentablemente, no trascienden, por demasiado individualismo o por motivos de evitar confrontamiento con otros poderes, que impiden que la riqueza de la vida misma no pueda ser de conocimiento libre por la humanidad, aunque pareciera que es su finalidad, pero ¿cuándo?.
La vida misma es una magia que nuestros ancestros han logrado sentir, amalgamando lo misterioso con el disfrute de la vida misma, vislumbrando que lo que tenían a su alcance, provenía de algo divino, que siendo indescifrable para ellos, supieron sentir en lo más profundo de su ser, que una luz Divina los amparaba.
Se hace imperioso volver a sentir la Divina Magia de la Vida, recuperando, fortaleciendo y creando nuevos valores espirituales, en las actuales circunstancias de avance del conocimiento.
AMPARTAPA