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La esperanza

La Masonería estimula la esperanza, porque es el sentimiento que permite a los hombres confiar en un porvenir mejor, en la realización de sus aspiraciones e ideales. Como un faro que les señalará perennemente el punto lejano de llegada, dando firmeza y valor en la vida, para no doblegarse ante la dificultad. La esperanza nos induce a conceptuarnos como seres distintos a los demás seres del universo, capacitados para evolucionar en línea ascendente hasta el infinito, constituye la visión de progreso del género humano en sentido de su constante perfeccionamiento.

Es la voz interior que todo hombre debe escuchar porque en ella encontrará siempre el poderoso impulso de aliento. En virtud de la Esperanza, el científico y el investigador ofrendan diariamente sus trabajos y pensamientos para descubrir los más amplios horizontes de la Verdad. Los filósofos, los artistas, los capitanes de la industria, los humildes, empeñan sus esfuerzos para asegurar un mañana de bienestar y de felicidad, de sabiduría y de nobleza de alma.

La esperanza que estimulamos, en el destino superior de la humildad se basa en la fe que inspira el desarrollo de los pueblos a través de las edades. No obstante haber caído en oscuras épocas de estancamiento o de retroceso, la historia nos enseña que los hombres han salido de esos períodos sombríos, cada vez animados para proseguir el estudio de la naturaleza, el descubrimiento de las leyes que rigen la gigantesca armonía universal y el ennoblecimiento de la vida humana.

El mérito de la Orden masónica en el aspecto que examinamos, consiste precisamente en impedir que esas sagradas fuentes de la esperanza sean agotadas o debilitadas. Que la fe en el destino superior de los hombres, los sostengan en todo momento, de manera que jamás dejen pensar en la eficacia del trabajo, del sacrificio y de la victoria sobre sus propias pasiones, para conseguir la realización del ideal común.

No es, la esperanza que alentamos los masones, aquella otra que por obra de religiones más inclinadas a la contemplación que al esfuerzo fecundo, pretende aquietar las actividades y los impulsos dentro de límites estrechos, marcados por los misterios y por los cánones, que no admite discriminación ni análisis, ofreciendo sólo el miraje de una recompensa más allá de la muerte. Tampoco es la esperanza que induce a renunciar a todo en la vida con el deseo de confundirse o detenerse en la ociosidad, el abandono y la miseria, de modo de no servir para nada a los demás.

La esperanza que alentamos, es aquella que tiene siempre abierto el camino hacia el perfeccionamiento, por donde ansiamos que los hombres alcancen un día la suma sabiduría, el sumo poder, la suma bondad, para personificarse con los supremos atributos que ahora caracterizamos a la divinidad. Esa esperanza, por tanto, se funda en la acción, en la lucha contra si mismo y contra las fuerzas del mal, en la obra real cotidiana, para bien de todos. Implica grandes sacrificios, renunciamientos dolorosos y empresas heroicas. Esa es la esperanza que a través de los tiempos sostuvo el pensamiento de los masones y que seguirá sosteniendo en el futuro a lo largo de los siglos, mientras haya un masón sobre la tierra jamás desaparecerán la esperanza y a cada forma de muerte seguirá una nueva forma de vida, en ese eterno ritmo del progreso.

Por: Luis García Pabón

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