“Los nuevos inventos tecnológicos comenzaron a comprimir el tiempo y espacio y aparece otro factor decisivo, hoy desquiciante: lo simultáneo”. Pasamos mucho tiempo hablando del poco tiempo que tenemos. De como dominar el mejor manejo de nuestros diferentes aparatos tecnológicos. Con la expectativa siempre puesta y de búsqueda incesante de respuestas y novedades. La pregunta normal es que el tiempo pasa más rápido que antes? o se han reducido los espacios de tiempo y oportunidad? El tiempo es motivo de inquietud y están surgiendo una serie de libros y teorías tratando de explicar estas acuciantes interrogantes que agobian al humano actual. Se podría decir que el tiempo propio choca cada vez más con el tiempo social. Viene de lejos, pues los griegos ya se quejaban de que el reloj del sol del ágora, era una intrusión en el ritmo de la vida privada, aspecto que luego se incrementó hasta llegar al concepto de la “puntualidad”. Los nuevos inventos, tren, telégrafo, fotografía, comenzaron a comprimir el tiempo y espacio, hasta que aparece otro concepto decisivo y desquiciante: “Lo simultáneo”. Dice la historia que Robinson Crusoe llegó a una isla solitaria en 1659 y lo primero que hizo fue fabricar un calendario para sentirse en conexión con el mundo civilizado, un consuelo contra la soledad. En cambio hoy buscamos una isla desierta para “desconectarnos” con la aplastante realidad. Hasta finales del siglo XIX solo era conocido el espacio cercano y de lo demás uno se enteraba más tarde y lentamente, con tiempo para asimilarlo y hasta olvidarlo. El autor Safranski poéticamente dice: “Cada uno era una pequeña isla de presente rodeada de un océano de pasado”.
Hoy vivimos inmersos en un presente que nos ahoga, contamos con imágenes de cualquier rincón del mundo en simultáneo y hasta transmisiones en directo de un robot en Marte. Esta exaltación del presente es un fenómeno nuevo. Antes el tiempo rey era el pasado, la tradición, incluso lo nuevo se enlazaba con lo antiguo y había una proyección al futuro. Hoy se habla de un ataque del presente al resto del tiempo, el pasado es muy manejable y se puede encontrar hasta a los compañeros de escuela; almacenamos increíbles cantidades de datos, que normalmente no tenemos “tiempo” de analizarlos, recordarlos o utilizarlos. Otrora el arte de la fotografía obtuvo esa denominación de obra artística, por el proceso que implicaba no solo el elegir una buena cámara con diversos lentes adecuados a cada situación, sino la paciencia y habilidad del fotógrafo que debía esperar, calcular y obturar en el momento preciso para obtener una imagen “artística”, para luego esperar otro proceso de revelado y copiado en laboratorios especiales, donde también intervenía la técnica y habilidades necesarias, hasta luego de un tiempo lograr visualizar, apreciar y deleitarse o frustrarse con la imagen obtenida. Hoy la simultaneidad de la época y los avances extraordinarios de la técnica, han hecho de ese arte un pasatiempo fugaz, instantáneo y común, al grado de llegar al exceso de la vanidad, como son a mi modesto juicio las conocidas “selfies”, que ocupan el tiempo, la mente, la atención y la vanidad de gente de toda edad y condición social. Al mismo tiempo se consume el futuro, cuando nos endeudamos para satisfacer necesidades materiales “urgentes”, que de tal no tienen nada, o cuando destruimos cada día el medio ambiente sin acordarnos del destino de las próximas generaciones. Ha muerto el largo plazo, todo es corto, inmediato, urgente, simultáneo. Hay demasiada realidad, es muy penetrante y deja poco espacio y nada de tiempo.
En 1820 los médicos franceses ya diagnosticaban la nostalgia como una enfermedad, la primera asociada al tiempo. Luego es la Revolución Industrial la que exprime el uso del tiempo en sentido económico. La teoría económica de Taylor, la organización científica de las fábricas, se especializa en buscar, desenterrar y anular las reservas ocultas del tiempo libre. El tiempo es dinero, lo dijo Benjamín Franklin ya en el siglo XVIII. Hoy esta coacción ya se la hace cada uno en forma personal y “voluntaria” programando sus actividades en hojas Excel en sus laptops, o celulares y en franjas de tiempo cada vez más cortas. Un reloj mide tus pulsaciones cardíacas, mientras otra función del mismo te efectúa diagnósticos sobre tu salud. El sociólogo alemán Hartmut Rosa habla de “una inmovilidad frenética” y diagnostica de forma apocalíptica que nos hallamos en un colapso entre la expansión tecnológica y la creciente sensación de que nunca conseguiremos los objetivos que nos planteamos. Los expertos futuristas pronostican que un gran debate cultural del futuro será el capitalismo digital acelerado contra la desaceleración. El poder político se mueve con demasiado retraso con relación al económico y si no veamos las grandes estafas y crisis económicas originadas en tiempo real y simultáneo, con grandes cantidades de victimas y culpables encontrados años después. Es difícil imaginar como era la sensación personal del tiempo en el pasado. Los esquimales no tienen una palabra que signifique tiempo. Para nuestros ancestros, la luz, la luna, las estaciones, las migraciones de animales marcaban el ritmo de su vida. El tiempo es una duración de un antes y un después, y en medio los intervalos, los tiempos libres, afirmaba Aristóteles, pero hoy ya están desapareciendo los intervalos, los ratos en que no sucede nada. La ciencia ha calculado que el tiempo de percepción del presente en la conciencia es de unos tres minutos, tiempo en el cual al otrora de antaño, recibimos varios mensajes, contestamos otros, actualizamos nuestro correo y mientras miramos nuevas fotos de sucesos a enormes distancias, pensamos en lo que tendremos que hacer luego. La pregunta es ¿dónde queda el tiempo personal, el propio, el mío, es acaso una experiencia rara? y se hace cada vez más corto el espacio de tiempo de la atención y cada vez más fragmentada la secuencia de la vivencia. La cantidad de estímulos e información, supera con mucha la capacidad de respuesta, o sea la acción. Es importante entonces, pese a la presión de la sociedad y de los medios, detenerse un momento y ponerse a pensar, en la belleza de tranquilidad que da el meditar, el divagar en nuestro pasado, el solazarse con un espectáculo cultural, con oír una ópera, contemplar un cuadro, disfrutar de un recuerdo del ayer, sin tener que consultar al reloj digital que constantemente nos está recordando lo por hacer. Aburrirse un poco disfrutando del ser y del presente, sin tener el agobio del pasado o del futuro inmediato o mediato es algo que los humanos tendremos que re-aprender a tener, como un tesoro personal. ¿Por qué todo es urgente, inmediato y hasta simultáneo? Los seres humanos nos somos atemporales y somos finitos en nuestro existir, pero nuestra mente es una obra prodigiosa que debemos saber programar para disfrutar del hoy que tenemos, sin preocuparnos con el ayer que ya fue y menos con el mañana que no sabemos si existirá o no para cada uno de nosotros.
Finalicemos humanamente pensando en esta linda reflexión: “¿Qué es el hombre en la naturaleza? Una nada frente al infinito; un todo frente a la nada y un medio entre el todo o la nada”.
SAFO