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Juan Manuel Málaga: PITAGORAS

RECORDANDO LA HISTORIA 

Juan Manuel Málaga: PITAGORAS 

Pitágoras nació en Samos, isla situada entre la península griega y la costa del Asia Menor, hacia el año 580 A.C. Se conoce muy poco de su vida y su perfil medio místico, se pierde entre tinieblas legendarias. Pero evidentemente ejerció un influjo extraordinario sobre sus discípulos por el vigor de sus enseñanzas y de su ejemplo. Claro que las enseñanzas transmitidas por sus discípulos demuestran que algunos hechos tuvieron que ser reales, como los viajes que efectuó. La leyenda dice que Pártenes, esposa del comerciante Mnesarcos era la mujer más hermosa de Samos, razón por la cual el dios Apolo se fijó en ella para procrear un dios entre los hombres y ahí apareció Pitágoras mitad dios mitad hombre. 

Muchos estudiosos afirman que Pitágoras nada escribió, pero Diógenes Laercio historiador griego del siglo III A.C. lo refuta y cita varios libros suyos que lamentablemente desaparecieron. Aunque no hubiese escrito nada, sus ideas quedaron firmemente grabadas en el pensamiento de sus discípulos enmarcando un momento decisivo en la historia del hombre. Como dijo un filósofo alemán, sólo podemos ver apenas la sombra gigantesca de una poderosa personalidad que, por otra parte, parece más un reformador religioso que un filósofo. 

Es el siglo VI A.C. y estamos en el momento del proceso en que el pensamiento humano se desprende de sus orígenes místicos y aparece el pensamiento racional tal como lo conocemos hoy. Un historiador de la filosofía lo explica así: No es raro que se afirme que la filosofía nació en Mileto, gran emporio comercial y poderoso centro marítimo del Asia Menor. Hay quienes refutan esta tesis y admiten a Mileto como la cuna del pensamiento científico y sólo aceptan la filosofía a partir de Sócrates. Diógenes Laercio confiere dicha gloria a Samos y Mileto simultáneamente. Señala que hay dos corrientes iniciales en la filosofía: una jónica y que parte de Mileto y otra italiana que procede de Samos. La primera tiene por estandarte a Anaximandro discípulo de Tales y la segunda a Pitágoras discípulo de Ferecides. ¿Porque se da en estos sitios ese viraje del pensamiento humano? Samos centralizaba por su posición geográfica y su poderío marítimo la vida del archipiélago griego y Mileto florecía en Jonia enriquecida por sus relaciones comerciales. Heredera de la civilización cretense Mileto contaba con una tradición espiritual que pudo desenvolverse bastante en base al enriquecimiento que se extendió entre los siglos VII y VI a.c. Una poderosa plutocracia vivía satisfactoriamente a costa del trabajo de una numerosa población esclava. 

La riqueza y la tranquilidad crearon el ocio indispensable para el florecimiento del espíritu. Mileto y Samos las dos rivales marítimas y comerciales se enfrentan intelectualmente en el encuentro de Anaximandro con Pitágoras. Detrás del primero está la respetada figura de Tales y detrás del segundo la de Ferecides. Tales es la personificación de las conquistas racionales de Mileto y Ferecides representa las tradiciones órficas — religiosas- de Samos. Uno representa la liberación del pensamiento de sus orígenes místicos y el otro el equilibrio del pensamiento en relación a las exigencias sentimentales del hombre. El resultado de este encuentro será a la postre muy beneficioso para el desarrollo intelectual de la aún incipiente cultura universal. 

Los historiadores de la filosofía no siempre concuerdan con los viajes de Pitágoras considerando la precariedad de las informaciones al respecto. Por lo general tocan muy escuetamente los primeros viajes y prefieren explayarse sobre su permanencia en Crotona, pero creo que no podemos rechazar lo escrito al respecto por Diógenes, Laercio, Porfirio, Jámblico y otros historiadores que basaron sus obras en otros autores más antiguos como Aristóteles, Dicearco y Timeo, que tomaron sus informes de discípulos directos de Pitágoras. Las fuentes históricas por lo tanto, son favorables a esos viajes. Por otro lado las costumbres de la época lo son también a dichos viajes, pues los hombres que deseasen aprender tenían que ir a beber la sabiduría en sus fuentes naturales. Pitágoras, joven, bello como un dios, poseedor de una innata inteligencia y con una insatisfecha sed de sabiduría, deseaba conocer el mundo, único medio de adquirir sabiduría. Polícrates, el tirano gobernador de Samos le dió una recomendación para su colega Amasis II usurpador del trono de Egipto. 

Pitágoras en su viaje al valle del Nilo hizo un prolongado alto en Mileto para conocer la nueva sabiduría que empezaba a irradiar el intelecto de Tales. Allí descubre un nuevo elemento: los números. Tales le enseña el poder de los números, que le permiten medir la altura de un objeto por su sombra y la distancia de un navío en el mar. Anaximandro por su parte, le muestra la función de los números en la elaboración de los mapas, permitiendo localizar las ciudades en sus distancias exactas, una de otra. 

Anaximandro habría sido el primer mortal en hacer un mapa y un reloj de sol. En el valle del Nilo, visita primero Heliópolis, luego Tebas y finalmente Dióspolis ciudad consagrada a Amón y donde permanece un largo tiempo, probablemente unos veinte años familiarizándose con la lengua, las costumbres y tradiciones del país, a la vez que se compenetraba en las enseñanzas secretas de los altos sacerdotes de Dióspolis. Pitágoras se convirtió en el depositario de la sabiduría egipcia, pues al final de tan largo período de aprendizaje, el imperio faraónico se empezaba a desmembrar bajo la constante presión de los ejércitos invasores persas. 

Lo cual lo obliga a retirarse de Egipto y se encamina a Babilonia, deseoso de acrecentar su caudal de conocimientos con los secretos astronómicos de los caldeos y con el fin de estudiar al lado de los discípulos del famoso Zoroastro, el reformador de la religión persa. Debe haber permanecido allí un tiempo aproximado de doce años, primero al lado de los magos babilonios, que eran los herederos de una tradición mágica de enorme importancia en la antigüedad; y luego con los discípulos directos de Zoroastro. Allí aprende los secretos de la gran batalla entre el bien y el mal y se impregna de tal manera de los principios del Zend Avesta, que luego se le consideró discípulo directo de Zoroastro. 

De regreso en Samos selecciona 28 discípulos y empieza a enseñarles lo aprendido en lejanas tierras para preservar su caudal de sabiduría, pero poco tiempo permanece en Samos. El gobernante tirano Polícrates lo obliga a abandonar la isla. Pitágoras entonces se dirige a la Magna Grecia, es decir al sur de Italia donde los griegos a la sazón, desarrollaban florecientes ciudades, escogiendo Crotona, próspera y ya famosa especialmente por sus avances en la práctica de la medicina. Allí nuevamente se da a la tarea de formar un grupo de discípulos para iniciarlos en los secretos de los números y de la armonía espiritual. 

Crotona se fundó el año 710 A.C. y subsiste todavía hoy dedicada a actividades industriales y comerciales. Poseía el único puerto natural que hay entre Tarento y Sicilia y el tráfico comercial era lo bastante intenso, para que pudiera quedarle a ella un volumen apreciable, que proporcionaba a sus ciudadanos un estimable nivel de prosperidad, mientras que, de otra parte, ciertos saludables fracasos guerreros, una larga depresión económica, un clima estimulante y cierto puritanismo dórico de la población, se conjugaban para mantenerla recia y vigorosa, no obstante su riqueza. 

Aquí fijó Pitágoras su nueva residencia y se consagró a la enseñanza; su aspecto venerable, su amplia erudición y el hecho de acoger en su escuela lo mismo a hombres que a mujeres, le atrajeron pronto varios centenares de discípulos. Adelantándose dos siglos a Platón, estableció el principio de la igualdad de oportunidades para los dos sexos y no solo lo defendió en teoría, si no que lo practicó. Admitía sin embargo, la existencia de diferencias naturales en cuanto a la función de uno y otro y aunque daba a sus discípulas extensa instrucción en materias de filosofía y literatura, las formaba también en las artes maternales y hogareñas, al punto que, » las mujeres pitagóricas» fueron honradas por la antigüedad como ejemplares del más alto tipo femenino, que la Grecia había creado. 

Eran tales las reglas impuestas por Pitágoras a sus discípulos, que su escuela se asemejaba mucho a un monasterio. 

Y es que Pitágoras desarrolló una de las primeras reflexiones morales a partir de la misteriosa religión griega del Orfismo: En la creencia de que la naturaleza intelectual es superior a la naturaleza sensual y que la mejor vida es la que está dedicada a la disciplina mental, fundó una orden semi religiosa, con leyes que hacían hincapié en la sencillez en el hablar, el vestir y el comer. Sus miembros hallábanse ligados por un voto de lealtad tanto hacia el Maestro, como entre sí. Según la vieja tradición, en este punto unánime, practicaban un sistema comunista en cuanto a la propiedad de los bienes, mientras pertenecían a la comunidad pitagórica. 

Debemos señalar que Pitágoras sostenía que el alma se divide en tres partes: sensibilidad, intuición y razón. La sensibilidad tiene su centro en el corazón y la intuición y la razón en el cerebro. Los animales tienen sensibilidad e intuición lo mismo que el hombre, pero la razón es exclusiva del hombre e inmortal. Por otra parte Pitágoras sostenía la doctrina de la metempsicosis aprendida tanto en la religión Orfica como en la Egipcia. 

Metempsicosis, en una palabra, es reencarnación en seres humanos y animales. El orfismo ya planteaba la reencarnación, como la forma de eliminar el mal o elemento titánico y preservar lo bueno, dionisiaco o divino. Por estas razones otra norma pitagórica era: la prohibición de matar a cualquier animal que no causara daño al hombre y adicionalmente, no destruir un árbol cultivado. En un mundo carnívoro por excelencia, insensible para con los animales inferiores, el pitagorismo elevó la humana tesis de la unidad de las especies vivas, diciendo: » Es necesario reconocer que todos los animales piensan y, que la única diferencia entre ellos y nosotros, consiste en el género de vida, de manera que debemos considerarlos como a nosotros mismos. Inmolándolos cometemos una monstruosa prueba de impiedad. 

Teorizó que la vida humana comenzaba al combinarse los fluidos masculino y femenino; liquidos seminales que se originan en ciertos órganos del cuerpo. Regresando a la escuela Pitagórica anotamos: No estaba prohibido el vino pero se recomendaba el agua. No debían jurar por los dioses, pues » el hombre debe vivir de tal modo que merezca ser creído sin juramento. Al final de cada día debían hacer examen de conciencia interrogándose sobre las faltas cometidas, los deberes desatendidos y las buenas acciones realizadas. El propio Pitágoras practicó estas reglas con mucho más rigor que sus alumnos. Y su austera conducta le valió tal respeto y autoridad entre ellos, que ninguno se atrevía a murmurar de su dictadura pedagógica y el autos efa, es decir ipse dixit, o lo que es lo mismo: «él lo ha dicho» se convirtió en el definitivo argumento que decidía toda cuestión ya de teoría ya de conducta. 

Refíerese con la más conmovedora emoción, que el maestro nunca bebía vino entre día y que se alimentaba sobre todo de pan, miel y verduras; que vestía un traje blanco y limpio; que nunca se supo de él que hubiera comido con exceso ni que tuviera comercio con mujeres; que se abstenía de burlas y chanzas de toda clase y que nunca castigaba a nadie ni aunque fuera esclavo. Entre sus más devotos seguidores se encontraban su esposa Teano y su hija Damo. Según Diógenes Laercio, Pitágoras » entregó a su hija Damo sus Comentarios, ordenándole que no los confiase a nadie de fuera de la casa; y ella aunque podía venderlos por mucho dinero, no quiso, por estimar más preciosa que el oro la obediencia a los preceptos de su padre y esto a pesar de ser mujer». 

Con Pitágoras nace la filosofía. Fue el primer hombre en llamarse filósofo, según lo atestiguan las crónicas de Heráclides del Ponto y de Diógenes Laercio. Antes de Pitágoras existía la sabiduría, y aquellos que la buscaban y la profesaban eran sabios. Pitágoras pudo ver con mayor claridad el problema del conocimiento y le dio forma y nombre diferente. Hay una anécdota muy conocida al respecto: Pitágoras estaba reunido con varios de sus discípulos y un hombre se le acercó y lo llamó sabio, a lo que este le contestó: Ningún hombre es sabio, solo Dios lo es, y aclarando más su idea manifestó: No soy un sabio sino un amigo de la sabiduría, lo que muy probablemente sea la primera y más precisa definición de lo que es la filosofía -entendiendo por tal-, los esfuerzos generales del hombre para entender el mundo en que vive y su propio lugar en ese mundo A partir de entonces y durante todo el siglo VI a.c. los vocablos filósofo y pitagórico, eran sinónimos. 

La iniciación en la sociedad pitagórica requería junto con una purificación del cuerpo, mediante la abstinencia y el dominio de sí mismo, una purificación de la mente por medio del estudio científico. El nuevo discípulo debía observar durante cinco años el «Silencio pitagórico» (lo que posiblemente significaba aceptar la enseñanza sin interrogar ni objetar) antes de que pudiera figurar entre los verdaderos miembros de la escuela y de que se le permitiera «ver» a Pitágoras, con lo que acaso se quería significar el estudiar bajo su dirección. 

Los alumnos se dividían según esto, en exotéricos o estudiantes externos y esotéricos o estudiantes internos que eran los únicos que podían llegar a conocer la sabiduría secreta del Maestro. El plan de estudios comprendía cuatro materias: geometría, aritmética, astronomía y música. Venía primero la matemática como una teoría abstracta de las cantidades y una disciplina lógica, en la que el pensamiento era sometido a orden y claridad, mediante el criterio de la deducción rigurosa y de la demostración evidente. La geometría adquiere entonces la forma de axioma, teorema y demostración y cada paso en la serie de proposiciones conducía al discípulo a nuevos planos más elevados desde los cuales, como afirmaban los pitagóricos, podía contemplarse cada vez con más amplitud, la estructura secreta del mundo. 

Según la tradición griega, el propio Pitágoras descubrió muchos teoremas, especialmente el de que la suma de los ángulos de un triángulo, es igual a dos rectos y el de que el cuadrado de la hipotenusa de un triángulo rectángulo, es igual a la suma de los cuadrados de los catetos. Se pasaba luego a la aritmética y en este campo parece haber sido la escuela pitagórica, la que por primera vez clasificó a los números en pares y nones y en primos y divisibles y formuló la teoría de la proporción. Para los pitagóricos «El número es la fuerza soberana y autógena que mantiene la permanencia eterna de las cosas cósmicas» Esta es la doctrina fundamental de los pitagóricos: La sustancia de las cosas es el número. Según Aristóteles, los pitagóricos que habían sido los primeros que hicieron progresar la matemática, creyeron que los principios de la matemática fueron los principios de todas las cosas; y puesto que los principios de la matemática son los números, les pareció ver en estos, más que en el fuego, en la tierra y en el aire, muchas semejanzas con las cosas que son o devienen. El número como sustancia del mundo, es la hipótesis del orden mensurable de los fenómenos. El gran descubrimiento de los pitagóricos, el que determina su importancia en la historia de la ciencia del mundo occidental, consiste precisamente en la importancia fundamental que concedieron a la medida matemática para entender el orden y la unidad del mundo. El pitagorismo creó una simbología especial para los números: el número uno es impar, pero tiene en si mismo el par. Es el par-impar, que encierra en sí los efectos contrarios, pero no en contradicción y sí en armonía. El primero y más leve movimiento produce el número dos, y con el tenemos el primer desarrollo geométrico: surge la línea. 

Conjuntamente con la línea, tenemos el primer par y con él, el principio de sabiduría que permanecía y permanecerá inmutable en la unidad. Luego estaba el tres y con el la superficie, el espacio físico, el triángulo, la figura perfecta que presenta un inicio un medio y un fin. El número cuatro, es el número de los números, aquel que genera el cuadrado, crea lo sólido y los seres individuales; representando el alma y su aparato sensorial. Con el cinco tenemos la primera unión del par con el impar, forma la luz y de la reunión de los sexos. 

El número seis, es el primer producto de la multiplicación del impar por el par (2×3), corresponde a los cuerpos vivos, cuyo cubo (216) que con el nombre de sicogónico, es lo que genera el alma. El número siete es el de la razón, que no tiene factor ni producto en la década. El ocho es el primer cubo, número de la amistad. El número nueve, es el cuadrado del primer impar, última unidad y que corresponde a la medicina. Termina la serie de las unidades con la década o número del universo, que es la definición y determinación de todo y sin el cual nada puede existir. El gran problema para los pitagóricos, como para los filósofos de la escuela jónica era este: Qué es lo eterno y permanente en los fenómenos cambiantes de este mundo, que nos revelan los sentidos? Y no se limitaban a citar el agua, el aire o cualquier otro de los cuatro elementos; » el mundo es armonía y números» decían. 

¿Cómo llegó Pitágoras a esta concepción? En la música hizo un gran descubrimiento: Se cuenta que un día pasando por delante del taller de un herrero, llamaron su atención los intervalos musicales, al parecer regulares, de los sonidos que partían del bigornio. Como observara que los martillos eran de peso diferente, concluyó que los tonos estaban sujetos a razones numéricas. Y llevando a cabo uno de los pocos experimentos de que se tiene noticia en la ciencia clásica, tomo dos cuerdas de igual grosor y las puso a la misma tensión, descubriendo que, si una era el doble de largo que la otra, ambas daban la octava al ser pulsadas; si la una era la mitad más de la otra, daban una quinta ( do sol) y si la una era un tercio más larga que la otra, daban una cuarta ( do fa), por cuyo modo, los intervalos musicales podían ser calculados y expresados matemáticamente.. Así pues los acordes descansan sobre relaciones de cifras y la altura del sonido, depende de la longitud de la cuerda que se hace vibrar, hallazgo que convirtió a Pitágoras en el precursor de la acústica. 

Es fácil comprender que su descubrimiento fuese acogido con estupor admirativo: iHabía conseguido medir matemáticamente el sonido, uno de los fenómenos más difíciles de aprehender!. De ahí, a convertir estos números maravillosos en algo que regula cuanto existe, sólo había un paso. Y los pitagóricos dejándose arrastrar por el entusiasmo del gran hallazgo, creyeron haber encontrado las leyes del universo. Pitágoras aplicó su doctrina de la armonía al universo entero, con su célebre teoría sobre la armonía de las esferas. 

Cada cuerpo celeste que se mueve, produce cierto sonido que varía en función de la rapidez desplegada por el cuerpo. Los cuerpos celestas se mueven pues, en armoniosa danza; se desplazan a velocidades distintas y producen así una música sobrenatural. El universo puede ser comparado a un instrumento de cuerda, por ejemplo a una lira. Pero entonces, ¿por qué no oímos esta música de las esferas? Por que la estamos oyendo desde que nacimos. El herrero que día tras día, oye el ruido del martillo sobre el bigornio, se acostumbra tanto a ello, que acaba por no percibirlo. 

Para que un ruido nos sea audible, es necesaria una interrupción o un cambio en la fuerza o en la naturaleza de los sonidos. Se resume la doctrina pitagórica afirmando que todo lo que conocemos está representado por un número y solo podremos llegar a comprender una cosa, cuando conozcamos su número. En la ética pitagórica, el fin de la vida consiste en liberarse de la reencarnación; el método para lograrlo es la virtud y esta consiste en la armonía del alma consigo misma y con Dios. Esta armonía viene al alma por medio de la sabiduría, de la serena comprensión de las verdades profundas; pues esta sabiduría enseña al hombre la modestia, la mesura y la dorada medianía. El camino contrario, el de la discordia, exceso y pecado lleva por sino inevitable a la tragedia y al castigo. La justicia es un número «cuadrado», y tarde o temprano el mal que se haga será «cuadrado», con un castigo correspondiente. Aquí está ya el germen de las filosofías morales de Platón y Aristóteles. 

No sabemos cómo terminó Pitágoras su transcurrir en esta vida. Según tradición general de la antigüedad la escuela de Pitágoras, era una aristocracia comunista en la que hombres y mujeres, poniendo en común sus bienes, se educaban conjuntamente, se instruían en la virtud y en el conocimiento por medio de la matemática, la música y la filosofía y se ofrecían como gobernantes y custodios del estado. Pero sucedió que los iniciados intervinieron tan activamente en la vida política y se inclinaron con tanta decisión al bando aristocrático, que el partido popular de Crotona en un arrebato de ira, incendió la casa en la que se reunían los pitagóricos, dio muerte a muchos de ellos y expulso a los demás de la ciudad. Según un testimonio, Pitágoras fue muerto allí, según otro, escapó al Meta Ponto en el Asia Menor, donde se abstuvo de comer durante cuarenta días y pensando acaso que ochenta años era ya una buena edad, se dejó morir de hambre. 

Su influjo fue perdurable y aún hoy su figura presenta firmes contornos. La sociedad que fundó, le sobrevivió por espacio de tres a cinco siglos en grupos esparcidos por toda Grecia y produjo hombres de ciencia como Filolao de Tebas y estadistas como Arquitas de Tarento dictador de Taras. Hasta donde nos es dado saberlo, Pitágoras aparece en conjunto, como el fundador de la ciencia y de la filosofía europeas, título más que suficiente para la gloria de un hombre. Es por ello que en nuestros tiempos, Bertrand Russell dijo de él: » No conozco otro hombre que haya ejercido tanto influencia como él, en la esfera del pensamiento.» 

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