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HUB FRATERNITAS AMERICANA: MASONERÍA Y LA PANDEM-ÉTICA

Llamado al mundo laico, librepensadores, intelectuales, humanistas y líderes políticos, sociales, espirituales y culturales.

Vivimos una profunda crisis ética. Las instituciones éticas y filosóficas contemporáneas tienen el desafío y la responsabilidad de brindar sus luces para orientar en la oscuridad que se mueve la sociedad. Los límites éticos están desbordados, desdibujados, plenos de tinieblas y opacidad.  Se requiere iluminar esas áreas tan fundamentales para la vida social y sus interacciones  en todos los ámbitos del ser y estar en el mundo.

REFUNDEMOS LA ÉTICA EN LA SOCIEDAD

En diversos países de América han surgido, de forma espontánea, manifestaciones ciudadanas multitudinarias, que a pesar de las limitaciones impuestas por la pandemia global mantienen su vigencia y vigor, tomando formas distintas de protestas generalizadas y sistémicas, desde movilizaciones hasta cacerolazos, repudiando el modelo de desarrollo, la disfuncionalidad de una democracia fallida, el rol de los políticos transversalmente, la visión minimalista de la persona humana, es despliegue de un Materialismo desbordado. Movilizaciones de protestas abiertas, no excluyentes, libres y demostrando una sociedad civil con gran capacidad de coordinación y movilización.

La sociedad reclama un nuevo estilo de liderazgo, que supere lo egocéntrico para mutar hacia lo ecocéntrico, que vaya más alla de la competencia estimulando la colaboración, que integre el Estado con el mercado, en este sentido los jóvenes han asumido el protagonismo en el rechazo activo a un sistema individualista.Las movilizaciones ciudadanas en los diversos países se contagian transversalmente en la sociedad, mostrando su vitalidad, su insatisfacción y sus deseos de ser escuchados.

Movilizaciones que muestran una rica diversidad: indígenas, trabajadores, profesionales, amas de casa, desempleados, artistas, sindicalistas, científicos, intelectuales, estudiantes de todos los niveles, niños, adultos, adultos mayores, líderes y gente del común, sin distinción de religión, sexo o clase social. La riqueza de sus formas de expresión también ha sido notoria: carteles y pancartas en las que se expresan todas las preocupaciones y malestares, con exigencias y demandas en todos los tonos, desde los serios y profundos hasta los irónicos y sarcásticos, danzantes y músicos llenan de color, alegría y vitalidad los espacios en que los manifestantes se expresan. Fueron miles, en algunos casos millones, las personas que vibraban con estas reivindicaciones, de repudio a las groseras desigualdades. Son nuevas formas de expresión de una democracia directa y participativa, donde paradojalmente los ciudadanos repudian la política y especialmente a los políticos de todas las tendencias: izquierda, centro y derecha.

Estas movilizaciones adquieren vigencia global y reflejan la violencia que se observa en las diversas sociedades, cuando la autoridad muestra ineptitud o reacciona con violencia, la respuesta de los movilizados a tomado formas reflejas de esa violencia, en algunos casos con daños cuantiosos a los bienes públicos y privados, como lo observamos en países como Francia, Chile, Estados Unidos, entre muchos otros. Estos hechos tienen un valor y significación simbólica, que toca las bases de la Institucionalidad, la comunidad y la familia.

Se repudia la vigencia de un modelo que refleja un materialismo desbordado, anclado en el consumismo, en las profundas desigualdades, el debilitamiento de los bienes comunes y la trasmutación de los bienes públicos en bienes privados, una marcada tendencia al minimalismo del sentido de comunidad y de la dignidad de la persona humana.  Es el repudio a una sociedad de precariedad, de sobrevivencia y endeudamiento. La acción de golpear públicamente las cacerolas y otros objetos de la cocina mandan un mensaje y son una advertencia a los gobernantes que no están haciendo bien su trabajo, que la población está sufriendo privaciones. Es un mensaje fuerte y contundente.

Estas movilizaciones y los movimientos ciudadanos tienen el mérito de mantener su vigencia y fuerza. No podemos desconocer la presencia de sectores marginales, violentistas, anarcos, lumpen, soldados del narcotráfico, que señalan su voluntad de destruir las instituciones y su institucionalidad, repudiando los símbolos históricos y culturales.   Expresándose -muchas veces- con actos de saqueos, violencia y destrucción de bienes.  Pero, ello no debilita ni quita mérito a las multitudinarias marchas y las demandas ciudadanas por una sociedad más solidaria, justa, libertaria y fraternal.  Sectores de la élite económica intentan deslegitimar y banalizar las manifestaciones y otros sectores denuncian los excesos por uso de fuerza pública desproporcionada. Con todo, la autoridad política ha mostrado ineptitud e incompetencia al momento de enfrentar esta conflictividad creciente.

Estas manifestaciones expresan un profundo malestar de la sociedad que se ha ido acumulando a lo largo de los años. Es la expresión del rechazo a los resultados económicos, sociales y políticos responsabilizando a la élite política y económica que muestran desdén, complicidad e impunidad.

Ésta se ha manifestado en una desesperanza y una visión pesimista del futuro de las familias y de la sociedad en general, en donde la desigualdad, la corrupción y la indiferencia de la clase gobernante es rampante y sin vergüenza. La insatisfacción acumulada por la sociedad demanda una inmediata respuesta. 

LLAMADO FINAL: Para que el remedio surta el efecto adecuado se requiere un diagnóstico preciso.  Algunos señalan los males basales en la política, en lo social, en lo económico.  Pero, estas son las manifestaciones de males derivados otra causa basal. Vivimos una profunda crisis ética.

Las instituciones éticas y filosóficas de la sociedad contemporánea tienen el desafío y la responsabilidad de brindar sus luces para orientar las tinieblas en que se mueve la sociedad. Los límites éticos están desbordados, desdibujados, plenos de opacidad.  Se requiere iluminar esas áreas tan fundamentales para la vida social y sus interacciones  en todos los ámbitos del ser y estar en el mundo.

Es urgente el compromiso de todos para hacer las modificaciones necesarias involucrando a todos interesados, promoviendo el Desarrollo Humano, cautelando el mejor reparto de los recursos para obtener mayores beneficios y posibilidades de una vida digna. De esta forma se fortalecerá la democracia fundada en la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Estos principios desafían la consciencia de quienes se sienten identificados y llamados para cautelar la vigencia y proyección de estos valores éticos y filosóficos.  Los Humanistas tenemos una cita con la historia, lo que nos obliga a ser garantes de los principios universales. Estamos obligados a la fidelidad con una herencia legada desde la historia fundacional, es nuestra responsabilidad y misión fortalecer esos valores.

Se trata de refundar la convivencia social, política y cultural, en la vigencia de los valores tradicionales. Nuestro llamadoes para promover un nuevo pacto social, acorde al Desarrollo Humano, con ética democrática y la justicia social que queremos para el siglo XXI.  ¡Qué así sea!

Carlos Cantero

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