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HOMBRE DE BIEN

Muchas veces y en varios rituales, trazados y libros masónicos se lee la expresión “hombres de bien”, pero: ¿que significa realmente ese calificativo?; ¿es algo con lo que se nace o se puede uno transformar con el tiempo?

A veces también para definir algo es mejor hablar de lo antagónico, o sea de lo que no se debe ser o hacer para lograr alcanzar la definición inicial. Entonces es más sencillo afirmar que una persona con malos modales, que no trata con respeto a los demás, que carece de educación moral y espiritual básica, que no respeta el bien ajeno, quien no guía sus actos bajo la moderación, el cuidado con el medio ambiente, con los animales y plantas inocentes, no puede alcanzar la estatura de un hombre de bien.

Bajo esta misma premisa, la persona que no aprende a reflexionar sus palabras antes de emitirlas y no morigera sus pensamientos y sus sentimientos caerá siempre en el error o el defecto de no ser un hombre de bien. Como se puede apreciar por lo dicho, no se requiere ser una persona educada, formada pedagógica o técnicamente para alcanzar ese nominativo, sino que se trata de sentir en lo más profundo el ideal de la bondad y fe en sí mismo para poder confiar en los demás y en consecuencia actuar con la debida consideración.

Hombre de bien es el que respeta a su prójimo, desde el pensamiento, su lenguaje, su modo de vestir, sus ideales a corto y largo plazo, su libertad de elección de toda índole y en todo aspecto, ya que todos somos iguales como seres humanos, pero además fundamentalmente somos una parte minúscula de un planeta y de un universo, pero dotados de la maravilla del pensamiento, el razonamiento y el sentimiento, que nos debe obligar a brindar a todo lo demás el debido respeto, consideración y cuidado.

Hombre de bien también es quien se preocupa, ocupa y apoya a los demás seres existentes, independientemente de si éstos cuentan o no con la misma manera de pensar o actuar y peor aún con los débiles por naturaleza, tanto en pensamiento como en sus capacidades físicas y mentales.

Vivimos en una sociedad que al margen de lo que definan los políticos de turno, es una sociedad de abierta competencia, donde todos jalan para su lado y cada quien vela por su mayor bienestar con el más mínimo esfuerzo, lo que nos convierte en una sociedad no competitiva, sino interesada y egoísta. Cuan contrario al deseo y objetivo presentado por todas las religiones y hasta por las Constituciones Políticas de la mayoría de los países, que ofrecen velar por la igualdad de oportunidades y el bienestar de todos los ciudadanos, al margen de los Principios de Deberes Humanos aprobados universalmente que prevén, además de lo anterior el respeto, cuidado y protección del medio ambiente, de los tres reinos de la naturaleza, así como del planeta entero que no es posesión de unos pocos, sino de todos los presentes y futuros.

Cuando expresamos con demasiada libertad opiniones de crítica y censura no siempre comprobada de otras personas, a veces de nuestro entorno cercano y las más de las veces de desconocidos lejanos, tampoco actuamos como verdaderos hombres de bien, ya que siempre es más fácil criticar y juzgar que actuar.

La filosofía masónica expresa en sus Principios que su objetivo máximo y final es el de formar hombres de bien para el bienestar de la sociedad en general. Es preciso preguntarnos ahora si realmente estamos cumpliendo con ese objetivo, cuando analizando nuestro comportamiento no somos siempre justos ni equilibrados en nuestras expresiones y a veces en nuestros actos con quienes muy fácilmente denominamos como hermanos.

La vida es un juego de pares de opuestos y las oportunidades de estar arriba y abajo son reales y continuas. El reto principal es el de levantarse con prisa ante las caídas y fracasos, pero reflexionando puntualmente sobre las causas que ocasionaron ese tropiezo y no simplemente acusarlo a la mala suerte o a la negativa intervención de terceras personas. El verdadero hombre de bien, supera las dificultades, aprende de los errores, mejora sus defectos, y aprovecha positivamente las oportunidades que la vida nos concede. Pero más allá de eso que es individual, piensa con altruismo en los demás manifestando abiertamente su predisposición a la cooperación, a la fraternidad, a la ayuda sincera y desinteresada pero oportuna a quien carece o a quien lo necesita.

Cuan diferentes serían los comportamientos de las diversas sociedades que independientemente de sus capacidades tecnológicas y cantidad de recursos naturales y materiales, fueran solidarias con el prójimo; fueran activos defensores de la madre tierra y de todos sus recursos; si protegieran el medio ambiente evitando los desechos plásticos y otros venenos que con libertad pasmosa, derramamos no solo en la tierra, sino en los ríos y mares, que poco a poco se van saturando y actuando en defensa propia a través de cambios climatológicos violentos y otros fenómenos naturales nunca vistos y que de continuar pueden ocasionar la destrucción del planeta.

La pandemia nos ha demostrado fehacientemente, que nadie puede actuar con total libertad y que somos débiles ante una infección que no reconoce fronteras ni fortunas y que la naturaleza, por el contrario, se recupera paulatinamente por la desaparición del ser humano y sus devastadoras acciones. ¿Querrá eso decir que los humanos somos los únicos culpables? Es un tema para reflexionar y tomar determinaciones globales que no solo protejan al planeta, sino permitan la supervivencia futura del ser humano en el globo terráqueo.

En resumen para ser hombres de bien, solo necesitamos ser más humanos, conocernos a nosotros mismos en nuestro interior, y hacer eco de la enseñanza de haber sido hechos a la imagen y semejanza de un Creador, lo que nos convierte en seres especiales, no solo por nuestra capacidad intelectual y de raciocinio, sino fundamentalmente por nuestra responsabilidad al haber sido así dotados a tiempo de nuestra creación. Hora de pensar y actuar en consecuencia a nuestro razonamiento, pero no esperemos demasiado porque aparte de que nuestra existencia es limitada en el tiempo, la naturaleza ya no ha lanzado demasiados pedidos de ayuda y socorro y es nuestra la responsabilidad de actuar hoy y no mañana.

 “Siempre sé una buena persona, pero no pierdas tiempo en demostrárselo a nadie”.

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