Fue una semana increíble, durante ésta tuve la oportunidad de encontrarme con dos amigos entrañables: un joven, uno de mediana edad y el tercero un tanto más entrado en años. Durante la semana conversamos de todos los tópicos que hacen al diario vivir, vale decir de política partidaria, de la economía del país, del deporte, en particular del futbol, pues es la disciplina deportiva más publicitada en el mundo entero, de nuestros aprecios por uno u otro plantel de fútbol, de lo que se debía hacer en procura de mejorar su nivel actual.
La economía no estaba exenta de la conversación, uno más entendido en la materia nos presentó un panorama de relativa tranquilidad pero con los riesgos que lleva todo emprendimiento, más aun cuando los ajustes económicos que se realizan en los países llamados desarrollados, repercuten negativa o positivamente en las economías particulares, tarde o temprano. Hubo extremos de expresión como: “total, hay que vivir el momento y listo, al, final a los que no somos potentados, ni nos toman en cuenta”, o el otro decía: “Tenemos que hacer algo, nos están sobrestimando y hay quienes, sin importarles el mundo, se aprovechan y enriquecen abruptamente sin importarles comentario alguno, eso es injusto, decía, debemos hacer algo”.
La culinaria fue un tema de nunca terminar, cada cual degustaba al describir el contenido y sabor de un determinado estilo de preparar una carne, la que debe estar enriquecida con determinados condimentos que le dan distintos sabores a la comida preparada El más joven parecía más práctico, pues se refería principalmente a los lugares, sitios o restaurantes donde se degusta un determinado “plato” con una particularidad incomparable, no sabe cocinar, pero es asistente frecuente a los comedores y se soslayaba ponderando y comparando un lugar del otro, a cual mejor. Varias tardes o noches terminamos en algún comensal sugerido por este mi amigo. Sin duda tenía razón, por lo menos a lo que a mí se refiere, prometí retornar alguna vez.
Uno del trio impulsó el tema del calentamiento de la tierra, debido a la producción y consumo incontrolable de enseres y alimentos que tienen efecto negativo en el orden ambiental, con las dolencias y enfermedades producto de la mala utilización de elementos químicos, que con el título de abastecer el hambre de la humanidad, recurren a estos medios que provocan deformidades al nacer o transmiten
comportamientos orgánicos que “antes” no se conocían. Fue doloroso escuchar relatos de familias que se sienten impotentes al no poder aliviar el dolor físico de sus amistades o familiares, “sufrir ante este hecho, parece ser el diario vivir de la humanidad actual”. Hubo sin duda los pros y contras, los que concitaron prolongadas tertulias sin poder llegar a una postura que complazca al trio. Es así la vida, cada quien tiene su porque de sostener su parecer.
Llegó el fin de semana, nos despedimos con la promesa de reencontrarnos pues coincidimos que, luego de muchos años, el compartir nuestras inquietudes había sido agradable.
Hoy, a solas en mi hogar, de pronto vino a mi memoria que no habíamos hablado sobre el tema personal de ninguno de los tres, estoy intentando avisarme cuales podrían ser los motivos del porqué no tocamos el tema, y las razones pueden ser muchas, desde la diferencia de edades, hasta la condición económica por la que atravesábamos en esa semana de reencuentro.
En principio me pareció normal hablar de los tópicos anteriores, entre amistades o en los hogares son temas cotidianos, parecería que no existiéramos el uno para el otro con quien pueda departir sus logros materiales y menos sus momentos de alegría o tristeza.
Día que transcurre voy percibiendo que vivimos solitariamente, caminamos sin ver, escuchamos sin oír, nos damos la mano sin sentir, nuestra palabra de aprecio se diluye en el aire contaminado de voces, gritos, ruidos extraños, caminares oscuros. Ya no es de extrañar saludarnos simplemente con un !Hola, que tal¡. Nos estamos desarticulando con la práctica de los valores o virtudes que la humanidad ha cultivado. Pero debo rescatar, que durante esa semana, los tres fuimos tolerantes a medias, desentrañamos nuestras preocupaciones generales, la afición por una u otra actividad de “desahogo”. Más nunca nos identificamos el instante de nuestras vidas internas: egoísmo?, ausencia de confianza?, timidez?, vergüenza? o finalmente resignación, que esto último sería desastroso para cualquier ser humano en vida.
Valió particularmente, realizar lo que llamamos un examen de conciencia, estoy siendo sincero conmigo mismo?, de lo que sí estoy seguro es que no me he deshumanizado, admito el avance de la tecnología al mismo tiempo que le doy el !alto¡ pulsando la tecla debida, para que no sobrepase mi razonamiento y mi libre albedrio, trato de comprender a la generación “digital”, sin embargo debo recordarles que son seres humanos con decisión propia.
Los valores y virtudes parecen ser un simple “slogan”, recuperarlos y practicarlos se torna, súbitamente imprescindible, pues la humanidad toda corre el riesgo de desaparecer como tal y sustituir a los “zombis”.
Anoche soñé con una luz azul intensa, brillante, esplendorosa. Lo tomé como mensaje que me decía: “transmite lo que en este momento de tu vida sientes, lo contrario será identificarte con el egoísmo”.
Soy el joven del trio, nací propiamente en la era de la cibernética, actualmente estudio una carrera formal. La informática es la herramienta apropiada para mi generación, no conozco otro medio, pues con ella puedo acceder, en segundos, a la información que requiero, utilizando el internet, he comprendido que todo lo que se publica a través de este medio, no todo es creíble, pero este aspecto ocurrió siempre, la facilidad es que hoy, con la digitalización puedo informarme en tiempo breve lo que me facilita hallar más prontamente el objetivo que busco.
Trato de estar acorde al avance tecnológico y tener conmigo el último lanzamiento tecnológico, pues aquello me facilitará y actualizará, haciendo uso, también, de las redes sociales que me permiten contactarme con personas comunes o profesionales con los cuales puedo intercambiar conceptos que me ayudan a mi formación profesional. Me facilita bajar libros que difícilmente los encuentro en la ciudad donde habito. No podría vivir sin tener mínimamente un celular y un ordenador.
Tengo mis “problemas” emocionales, pero pasa. Vivo en una realidad virtual que incentiva las emociones.
Soy el de la mediana edad del trio, casado, tengo una hija y un hijo, mi esposa también es profesional y ambos sostenemos las necesidades habituales de un hogar, desde la alimentación, vestuario para toda la familia, educación de nuestros hijos y cubrir los gastos eventuales de la, vida social, viajes, vacaciones y algo de ahorro para nuestra pretensión de poseer la casa propia.
Mi vida se ha tornado muy agitada, considero que el ochenta por ciento de las horas del día, estoy pendiente del futuro de mi familia atendiendo todos los medios posibles para producir, los cuales indudablemente servirán para mi tranquilidad compartida con mi esposa. No me olvido que debo satisfacer las necesidades de la actual generación y conlleva estar actualizándonos en la utilización de la informática, que tiene sus ventajas pero conlleva limitaciones, sin embargo debo aceptarlas porque tengo el riesgo de no ser una persona productiva.
Confieso que un tanto he descuidado mi persona como ser humano en esencia, pero por el momento no tengo alternativa, llegará el instante que me ocupe de mí y de los míos como “antes” se lo hacía. Soy el de más entrado en años del trio, vivo en compañía de mi esposa, nuestros hijos se independizaron y nuestra casa que fue un hogar dentro de los parámetros sociales, fue normal. Nuestro alivio es que nos preparamos sicológicamente para no amargarnos
por la ausencia diaria de nuestros hijos, comprendimos que como con nosotros aconteció, algún día ellos buscarían su porvenir. Me siento “incambiable” por haber nacido en momentos en que ni se “soñaba” con la cibernética, este aspecto me permite comparar el avance compulsivo de la tecnología hasta el peligroso instante en que hoy dependemos de una tecla, que el ser humano invento, para conocer, aprender y decidir el futuro de nuestra propia existencia y el de la humanidad toda, me sorprende lo infinito del poder cibernético.
No puedo estar ausente de todo este avance tecnológico, lo utilizo en mis menesteres más esenciales, me permite actualizarme con los avances científicos y compararlos con los de mi vivencia infanto-juvenil. No es posible detener la evolución, que se torna avasalladora, pero se hace necesario tomar algunos recaudos para no depender plenamente de ella, la experiencia es de cada cual y de cada generación, por tanto el futuro es siempre lo que esperamos, con luces que nos asienten a comprender que excistimos y no solamente existimos.
Te invito a que tú también compartas tus sentimientos y pensamientos.
AMPARTAPA