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LA LEY DE LA ELECCIÓN

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LA LEY DE LA ELECCIÓN

En el transcurso de nuestra vida, repetidas ocasiones nos hallamos en la disyuntiva de cuál camino elegir hacia un propósito cotidiano o de mayor trascendencia, más aún si es presumiblemente “decisiva” en el contexto netamente material.

Para poder entender este accionar, la historia tendría su origen en la creación del hombre por “Dios” (expreso la palabra Dios en contenido dogmático), según todos los libros sagrados que relatan de parecida manera ese trascendental momento para entendimiento de la humanidad.

El libro sagrado más leído en la hegemonía occidental sin duda es la Biblia, base Sagrada para el Judaísmo y Católico Cristiano, donde nos relata con total claridad cómo “Dios” crea al hombre: ¡Repasemos!

El libre albedrío o libre elección es la creencia de aquellas doctrinas filosóficas que sostienen que las personas tienen el poder de elegir y tomar sus propias decisiones. … El principio del libre albedrío tiene implicaciones religiosas, éticas, psicológicas, jurídicas y científicas.

El libre albedrío es la potestad que el ser humano tiene de obrar según considere y elija. Esto significa que las personas tienen “naturalmente” libertad para tomar sus propias decisiones, sin estar sujetos a presiones, necesidades o limitaciones, o a una predeterminación divina.

El libre albedrío significa, en suma, que el ser humano tiene libertad tanto para hacer el bien como para hacer el mal. Y esto, desde luego, tiene sus implicaciones éticas y morales, pues el individuo que actúa según su libre albedrío es también responsable de sus acciones, tanto si cuentan como aciertos o como sus errores. Dios nos ha tratado con dignidad al concedernos libre albedrío, la facultad de tomar nuestras propias decisiones. Ni Él ni el destino controlan nuestra vida. Examinemos lo que la Biblia enseña al respecto.

En gran medida, nuestro futuro depende de nosotros mismos. Dios nos invita a “escoger la vida […] escuchando su voz”, es decir, optando por obedecer sus mandamientos (Deuteronomio 30:19, 20). Dicha invitación no tendría sentido, y hasta sería cruel, si careciéramos de libertad para elegir. En vez de obligarnos a obedecerlo, Dios nos pide con cariño: “¡Oh, si realmente prestaras atención a mis mandamientos! Entonces tu paz llegaría a ser justamente como un río” (Isaías 48:18).

Por otro lado, según el determinismo, toda conducta o elección humana tiene su raíz en una causa, de modo que nuestras decisiones estarían determinadas indefinidamente por todas las causas que las preexisten, lo cual significaría que no hay elección posible y que el libre albedrío en realidad no existe.

El destino no es lo que determina el éxito ni el fracaso. Si queremos que nuestros planes prosperen, debemos trabajar con esmero.

Un segundo aspecto a tomar presente es: El hombre en el huerto del Edén, y es el Génesis que nos ilustra de la siguiente manera:
“Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado… … Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto,… … y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer;… … mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás;… … porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.”

Más acontece la desobediencia del hombre; y Dios al hombre dijo: “Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.”

En el libro del Génesis, acompañando el relato de la creación del hombre, encontramos un tercer aspecto: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, coma, y viva para siempre… … Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase tierra de que fue tomado.”

“Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto del Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida eterna.”

¿Por qué las religiones conspiran contra el ser humano llamándolo de pecador o desobediente a Dios, injuriando, maldiciendo, sentenciando punitivamente la “elección” que tomó en su vida, si ésta no concuerda con los “mandatos” de Dios las que adopta como dogmas inapelables? Dios otorga al hombre “el libre albedrío”, además lo tienta, advirtiéndole que no coma “Del árbol de la ciencia del bien y del mal”, y es más, conociendo la “curiosidad” del ser humano y resguardando su “rango”, ordena a los querubines desempeñarse como “guardianes” del “Árbol de la vida eterna”.
Por tanto si aceptamos las sagradas escrituras y la conceptuamos en la vida natural de cualquier ser humano, toda decisión que adopte no va contra ninguna regla o mandato de Dios, pues Él mismo nos mostró caminos a elegir gracias al libre albedrio… … y optar por el camino correcto será siempre el adecuado cuando se ha alcanzado un grado de consciencia (y/o la consciencia vista desde la perspectiva de la física cuántica) por el cual no transita el arrepentimiento… … Tengamos presente en nuestra consciencia que “EL CREADOR… … NO DOGMÁTICO… … ES MAGNÁNIMO”

Las religiones y entidades iniciáticas han interpretado el contenido de las “leyes divinas” como mandato de Dios y el deber de cumplirlas fielmente. Para este propósito los sacerdotes crearon sabiamente “leyes” expresadas en virtudes teologales aptas para el entendimiento y práctica de la sociedad correspondiente, con el propósito claro de lograr armonía social y más humanitaria al amparo de Dios.

La vida terrenal del ser humano es más compleja, su misma condición de “homínido” hace que su comportamiento con el prójimo no siempre sea leal y armonioso. Diversos factores de conquista o ambición de poder, señala la historia, provocaron despiadados enfrentamientos entre seres humanos donde emplearon desde armas primitivas hasta las de hoy tan aniquilantes: … las armas climatológicas y bacteriológicas,… … silenciosas y altamente letales.

Lamentablemente las leyes y virtudes teologales no fueron suficientes para evitar rencor, envidia, ambición y daño mal intencionado al prójimo.

Ahora el ser humano, luego de ser expulsado del Edén, debe confrontar su vida con todos los avatares que conlleva su existencia. El considerarse ser racional no es suficiente, primero debe enfrentarse consigo mismo, identificarse internamente, hallarse en la “soledad” para comprender que es parte integrante de un todo donde su accionar influye o repercute en el infinito, lo mismo que las acciones o pensamientos de los otros seres ejercen fuerza moral o destructora sobre sí.

De esta manera cotidiana de vida, cada segundo nos enfrentamos por cual camino tomar para llegar al puerto que deseamos arribar, sin embargo, la consecución del objetivo no solo depende de nosotros solamente, también debemos estar pendientes de las aspiraciones o ambiciones del prójimo lo cual nos conduce por senderos de inseguridades y fracasos.

¿Será tan trágica la vida del ser humano? … … ¡NO! … … en tanto comprendamos que estamos en este plano para disfrutar de lo que tenemos, de lo que vemos, tocamos, olfateamos, degustamos, escuchamos con los sentidos del corazón, tallado con el cincel más delicado, ornamentado de entrega, cariño, caridad, lealtad, martillada con el golpe dulce y delicado del AMOR FRATERNAL, que nos traslada por el camino de la tranquilidad, felicidad y paz interior.

“Y el “Señor” habló diciendo: Únicamente los hijos de la Luz pueden guardar los mandamientos de la Ley. Escucha, pues te hablo así: las tablas que tu quebraste, esas nunca más serán escritas en las palabras de los hombres; como tu las convertiste en tierra y fuego, así, ellas vivirán, invisibles, en los corazones de aquellos que sean capaces de seguir su Ley.”

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