Mi destino se marcó cuando yo nací, para agarrar la mano de mi Madre y mi Padre, desde entonces admiré cada amanecer, vi en la noche el “cielo” estrellado, nací para el estudio y el trabajo, para llegar a mi meta con el deber cumplido, junto al honesto intelectual y trabajador o el miedo a la derrota, por acción del perverso y egoísta ser, que nunca falta y que siempre existe.
Mi destino se marcó cuando yo nací, para ver la magna obra de la creación por el Gran Arquitecto del Universo y ser poseedor de las siete maravillas del universo; Ver, Escuchar, Mirar, Oír, Oler, Tocar, Hablar y fundamentalmente Amar. Amar a la vida, a la existencia. Admirar la naturaleza,
la honestidad, el sentimiento. Aprender del que más sabe y callar cuando es debido y justo.
Mi destino se marcó cuando yo nací. La escuadra y el compás me mostraron el camino a seguir, porque los cuatro elementos forjaron mi destino; agua, tierra, fuego y aire. Vi el universo y aprendí que el “alma no muere y que sus 20.4 gramos”, retornará al espacio sideral a lado del Padre Creador. Todo lo que nace muere, así como la era o ciclo que vivimos, pronto concluirá.
Mi destino se marcó cuando yo nací, aprendía a estudiar, a trabajar, a valorar mi vida y el trabajo, como también de todas las personas. No tuve fortunas, pero…tuve lo suficiente para continuar en ésta vida. La Fe en el Gran Creador del Universo y la Constancia en el crecimiento espiritual, fue fundamental en mi formación, para no entrar en el inframundo y la desesperación.
Mi destino se marcó cuando yo nací, para decir: Dóminus lux mea et salus mea = El Señor es mi luz y mi salud, oración que se quedará en mi mente y mi alma, ojalá también sea en las vuestras. Fiat, fiat, fiat repetiré, antes y después que yo marche al “Oriente Eterno”. Estoy seguro de escuchar tañir las campanas, el memento mori y anunciar mi Adiós retornando al Padre.
FIAT
ANDALUZ