qué exequias más hermosas, qué gentío,
cuántas flores y sombras, cuánta pena,
con su mutis quedó sola la escena,
cuántas hojas caídas sin rocío.
qué silencio en las voces, y qué frío
por el amigo muerto. Gime llena
de angustia el alma por el alma buena.
como me dueles compañero mío.
la amistad y el amor están presentes,
la pluma y el talento están de luto,
nieblas hay en los ojos, en las frentes.
Y pienso al ver el fúnebre ajetreo
que por razones de mi ceño hirsuto,
no irá a mi entierro nadie, ni yo, creo.
—–oooo—-
Cuando un amigo pasa a la eternidad, “todos lloramos su partida”, pero cuando está vivo no nos acordamos de él, nos burlamos, le reprochamos, no reconocemos sus cualidades, no le brindamos cariño, respeto, solidaridad. Seamos consecuentes en dar cariño, en dar amistad, en dar compañía a todos los que nos rodean. Solo nos queda decir. Requiem aeternam, dona eis, Dómine = Dale, Señor, el descanso eterno.
Poema escrito para: Hernán Toro Rivas Autor: CIRO MENDIA Recopilado: ANDALUZ