Las situaciones especiales que se producen en las sociedades, son la oportunidad para conocer actitudes y conductas que asume el común de la gente en general, con las consiguientes excepciones que existen en toda regla. En el país, con motivo de la pandemia del Corona Virus Disease 19 (COVID 19), peste que nació y partió de la China a finales del 2019 y ahora asola al mundo entero, hemos sido testigos de la actitud y conducta de los componentes de la sociedad boliviana, ante la amenaza del mencionado virus a la existencia humana. Hay de todo, como sucede en cualquier parte del mundo. El ser humano se muestra como es en esencia, en algún momento de su existencia, más aún si la posibilidad es, perder la vida. Afloran en el, una serie de sentimientos y conductas mostradas u ocultas, que lo muestran como es, inclusive con sorpresas propias. Como sea, pero, ante las situaciones especiales, sorpresivas, salen a relucir las características verdaderas del ser humano encerrado en la mente cuerpo y espíritu de una persona determinada. Esto es una realidad en el país y en la población mundial.
En Bolivia, desde aproximadamente el 15 de marzo del año en curso, debido a la presencia de la pandemia, la alerta sanitaria de prevención al contagio, ha impuesto el aislamiento y distanciamiento personal, familiar y social; la prohibición de reuniones y conglomerados humanos; y medidas de protección de la vista, vías respiratorias y contacto con otras personas, el medio ambiente y social.
Empezó una forma de vida diferente a la anterior. El confinamiento obligado en los hogares, en una sociedad acostumbrada a la vida pública, tuvo algunas ventajas. Permitió el mejor conocimiento y relacionamiento entre los miembros del hogar con resultados que aún están por verse. Las formas de trabajo tradicionales, se detuvieron y poco después se reiniciaron lentamente, priorizando las prevenciones del contagio, pero con nuevos horarios y modalidades como el virtualismo, asistencia alterna, uso de redes sociales, etc.
La educación superior reacciono más rápidamente con los métodos de educación a distancia. La salud atravesó una dura crisis por la falta de protocolos de tratamiento efectivo, vacunas y centros de salud escasos y faltos de recursos.
Las nuevas condiciones eran diferentes. Confinamiento familiar y aislamiento social. Trabajo paralizado o bajo nuevas formas, que aún no están definidas como llevarlas a la práctica, pero el distanciamiento y las protecciones personales son la base, esperándose la reanudación para nuevos ajustes de prevención.
El retorno a la educación presencial espanta. Cursos de 40 o 50 alumnos son un ambiente apropiado para el contagio masivo. Las clases virtuales son una alternativa, con debilidades que podrían superarse en la medida de su aplicación en el tiempo, pero que es mejor a la ausencia total de clases o contagios masivos.
La salud, sin esperanza a la vista, promete ser incapaz de atender numerosas víctimas simultáneas. Sin embargo, es el área en la cual confluye la esencia de la lucha contra la pandemia del Covid 19. Con mucha preocupación, sorpresa y frustración se confirmó la verdadera situación de indefensión, incapacidad y carencias que tiene el área de salud pública de la nación.
La actividad ciudadana es la gran duda. La vulnerabilidad al contagio por desatender las recomendaciones; no mantener las exigencias de limpieza y aseo ni el orden y organización; transporte con ocupación parcial; distanciamiento individual en las vías de circulación, aprovisionamiento de alimentos sin concentraciones de público; asistencia a entidades de servicio con filas y distanciamiento. Son bastantes actividades y muy diferentes, que en conclusión, requieren y exigen: disciplina, organización, limpieza, respeto a la autoridad, la norma y al prójimo.
Todo lo anterior es parte de la formación de un ser humano de buenas costumbres. Son partes de la cultura básica que toda sociedad digna imparte y pide a sus ciudadanos practicarla. Sin embargo, un corto tiempo de observación en estos últimos días, ha creado preocupación de quienes han percibido, la desobediencia de muchos ciudadanos a las incansables explicaciones difundidas por todos los medios y la inconsciencia ante los peligros que la desobediencia ocasionara.
Las víctimas serán quienes incumplen, pero lamentablemente habrá otras inocentes que pese a la observación y respeto que muestran, sufrirán el contagio de los incumplidos, Esta es la inconsciencia presente en el ambiente y manifestada por ciertas dirigencias políticas. Uno de estos, de reciente actividad gubernamental, ha declarado públicamente que no aceptan instrucciones de prevención contra la pandemia, porque son “rebeldes con razón” y no aceptan las medidas de orden público para evitar contagios.
Esta síntesis de la realidad del país es preocupante. Sobre todo, la política es la más aberrante, por la desesperación de una agrupación por retornar al ejercicio del poder político sin detenerse ante razones de salud y vida. Es de esperar que las autoridades correspondientes asuman su responsabilidad en tiempo y forma para reafirmar la autoridad de gobierno.
Ocupa la mente, la conducta de la población. Ésta, conforma la sociedad boliviana dividida de acuerdo a la geografía política del país. La desobediencia, desacato, a instrucciones de necesario cumplimiento por tratarse de un fin con bien social, solo se explica por la falta de instrucción, la ignorancia; la ausencia de formación moral y ética en muchos bolivianos. A esto debe añadirse al egoísmo y la ambición personal que configuran los principales defectos del boliviano del siglo XXI.
Es cierto que estos males en la sociedad, se han heredado prácticamente desde la fundación de la república y que los esfuerzos por superarlos nunca han sido suficientes en el tiempo, ni importantes en cada gestión de gobierno; pero en los 3 últimos lustros, esta parte de la población, ha sido empoderada políticamente, mas no educada, ni menos formada en valores y principios.
Esta situación social del país es inaceptable a estas alturas del desarrollo de la humanidad. No cabe explicación alguna que pueda justificar tamaño descuido y dejadez secular de los propios que sufren el mal; y tampoco de quienes han alcanzado niveles superiores de formación intelectual, moral y social, y comparten la convivencia con los primeros con un sentimiento de superioridad. Es el panorama claro de dos naciones en un solo espacio.
Aceptada o no esta realidad, el hecho es que existe discriminación mutua entre las dos poblaciones. Una por sentimiento y complejo de inferioridad que genera resentimiento y odio racial; y la otra con un sentimiento de superioridad intelectual que le genera desdén hacia la otra. Dos bolivianos, en su misma tierra desdeñándose y odiándose. Una fotografía nada simpática, pero real. A esta realidad, añádase la acción política de quienes en lugar de eliminar esas diferencias que crean esos sentimientos, mediante planes, programas y acciones reales, los exacerban, profundizando el odio e incubando la venganza sangrienta. Si esta visión es una exageración, al menos la realidad se encamina hacia ella.
La confrontación social entre los opuestos, se ensaya en todo campo de actividad. La variación es el grado de virulencia lo constante es la frecuencia. La presente pandemia es otro escenario de confrontación entre quienes obedecen las normas de prevención contra el contagio versus los que las desobedecen, por haber sido dictadas por el gobierno que no es de su agrado y no los representa y lo enfrentan por cualquier motivo.
La inefectividad de los gobiernos anteriores y muy posiblemente de los posteriores, crean ninguna esperanza en el inicio de la solución de este complejo problema que arriesga inclusive a la existencia de la nación. Parece claro que la solución no está en la acción de la clase dirigencial política del país, sino en la propia población portadora de los sentimientos de uno y otro lado, que manifiestan a través de los genuinos liderazgos sociales, la voluntad de identificarse como una sola expresión y empezar a borrar las diferencias que nos separan.
Este es un trabajo de armar la sociedad, en continuo y largo plazo, con avances y retrocesos; con convergencias y divergencias; para una sola victoria en unidad y con mucho amor.
Los gobiernos cambian y las ideologías son intereses; duran periodos de gobierno sometidos a avatares que desvían sus atenciones y descuidan sus programas; las convergencias y divergencias son consideradas conspiraciones o lealtades partidarias; la victoria la politizan y la arrancan del esfuerzo del pueblo como si fuera una acción del partido; el partido político lo menos que muestra es amor al prójimo, pero si pasión por el beneficio.
Por lo tanto, se necesita una institución centenaria, con fortaleza ética y moral, con interés en el hombre y su entorno, que demuestre amor mediante la fraternidad, exenta de la confrontación política y que busque la Unión.
Pensamos en una acción enorme, digna de la masonería.