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El tiempo del Aprendiz Masón

El equinoccio de la primavera en el hemisferio sur, que ocurre alrededor del 21 de septiembre, marca el momento en que el tiempo diario de la oscuridad va cediendo, en duración, al tiempo diario de la luz. Después de tres meses de invierno en el que las noches fueron más largas que los días, se inicia el tiempo de los días más largos y con ello el renacer esplendoroso de la naturaleza.

La Masonería, un sistema de moral que comunica sus conocimientos a través de los símbolos, identifica al aprendiz masón con el tiempo de la primavera y cada vez que se inicia un aprendiz es primavera para nuestra Orden, pues comienza a encenderse una nueva luz surgida de la oscuridad. Se inicia el tiempo del Aprendiz.

La Masonería tiene establecido el grado de Aprendiz como el inicial de su sistema y tiene un método determinado para pretender que el recién iniciado se convierta en Aprendiz Masón, es decir que complete su formación como tal.

Parecería, entonces, que estaríamos refiriéndonos a la masonería como a una especie de escuela en la que el adepto es instruido en los tópicos que debe saber para alcanzar un nivel determinado de aprendizaje.

Nada más alejado de la realidad. La Masonería es una manera de vivir, que tiene el propósito de transmitir esa manera de vivir a quien decida hacerse masón, a través de símbolos que están presentes en todos sus ámbitos y que, en realidad, representan a la Divinidad, al Universo y al Ser humano y la dinámica de su permanente interacción, conformando el contexto y el propósito de la vida individual y de la colectiva; planteando de esta manera que el masón no recibe enseñanza alguna sino que más bien aprende de lo que se ha puesto a su disposición.

Ninguna base más sólida esta para llamar Aprendiz al Mason que inicia el sendero.

Así como el alumno que se dispone a recibir enseñanzas debe reunir determinadas condiciones mínimas y adoptar una conducta que le permitan hacerlo, el aprendiz masón debe también reunir condiciones y adoptar una conducta que le permita aprender.

En los tiempos de la masonería operativa, los requisitos a cumplir eran los de la edad, la condición física, la salud, la aptitud para aprender el oficio y la disposición para cumplir las condiciones de la fraternidad.

En nuestros tiempos de masonería especulativa, los requisitos son los mismos, no han cambiado de naturaleza y se expresan como “hombre libre y bien recomendado o de buena reputación”

Ciertamente las condiciones son verificables, en tanto que la disposición para aprender es demostrable en el tiempo, es una condición potencial y cualquier condición potencial implica la adopción de una actitud que derive en una conducta.

Entonces estamos hablando de la actitud y la conducta del aprendiz masón.

El masón necesita adoptar actitudes para adquirir virtudes y hacer que la práctica de estas se convierta en su conducta.

Este proceso, parafraseando a la ciencia administrativa, tiene cuatro fases que van desde la inconciencia de la carencia de una virtud, a la conciencia de dicha carencia, la conciencia de la virtud y su práctica y finalmente la inconciencia de la práctica de la virtud. El conjunto de virtudes adquiridas y practicadas hacen la conducta.

Por lo tanto, para comenzar, se necesitan actitudes.

Actitud para aceptar lo que se desconoce…. Que existe realmente un universo de conocimientos que ni siquiera ha sido vislumbrado ni por nuestros sentidos ni por nuestra percepción. Un inconmensurable contenedor de leyes y causas que explican lo que, por el momento, parece inexplicable e insondable.

Actitud para practicar la capacidad de sorprenderse… contemplando la vida en sus generalidades y en sus detalles, sorprenderse de su naturaleza y de la posibilidad de conocerlos.

Actitud para hacer un inventario interno de sus talentos… De conocerse así mismo, para saber quién se es y en qué estado se encuentra.

Actitud de humildad…. Para abrir el entendimiento y el sentimiento para aprender.

Actitud de simplicidad… para observar el universo con mirada sencilla, sin complejidades ni conflictos.

Actitud de silencio… Para poder escuchar la Voz Interna que guía en el camino, para escucharse a sí mismo, para conocer su propio sonido.

Actitud de reflexión…. Para pensar y meditar acerca de lo aprendido Actitud de servicio… para utilizar lo aprendido para servir a los demás.

Actitud de observación… para desentrañar el significado de los símbolos de la naturaleza.

Actitud de amor incondicional… Para utilizar el poder del amor en la incesante obra de la Creación, de la que somos artífices y partes.

Actitud de serenidad… para actuar

Este conjunto de actitudes adoptadas voluntaria pero resueltamente por el aprendiz, van a configurar el contexto necesario para que él aprenda y a partir del aprendizaje consciente, vaya adquiriendo práctica de virtudes y modelando la conducta de masón.

Este tiempo que comienza con el equinoccio de primavera en lo estacional y el tiempo primaveral en que cada masón decide caminar el sendero de la virtud, debe servirnos para reflexionar si hemos tomados las actitudes necesarias para construir nuestra conducta.

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