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El resurgir de la Masonería en Europa oriental

Por Adrián Mac Liman

La caída del Muro de Berlín, en noviembre de 1989, y el consiguiente desmembramiento del llamado campo socialista creó las condiciones necesarias para la vuelta de la Orden masónica a los países del Este europeo. Huelga decir que el proceso, que aparentemente iba a ser largo y penoso, discreto y pausado, se precipitó tras los primeros intentos de normalización del panorama iniciático. Y ello, por múltiples razones, sean éstas intuidas o confesadas. Si bien en algunos casos se trataba de proceder al levantamiento de columnas en países donde la tradición había sido totalmente eliminada por regímenes totalitarios, en otros se procedió al “re-encendido” de las luces, jamás extintas durante la dictadura comunista. 

Nuestro propósito es presentar el esbozo de un amplio proyecto de investigación llevado a cabo por el CIEM, que desembocará, con toda probabilidad, en la publicación de un estudio sobre el restablecimiento de la democracia y la vuelta de la Masonería en los países de Europa del Este y Sudeste.

Tras un breve repaso de la evolución histórica de nuestra augusta Orden en esta región de mundo, una primera constatación se impone: existe un gran desfase entre la historia escrita por los investigadores occidentales y los trabajos publicados en el Este europeo. Los historiadores locales, masones y profanos, han tenido acceso a los archivos nacionales. Sus conocimientos lingüísticos les han permitido descifrar antiguos documentos, que ilustran los primeros pasos dados por la Masonería a partir del siglo XVIII.

Antecedentes históricos

Así pues, nos enteramos que los príncipes fanariotas que se hicieron cargo de los destinos de Moldavia y Valaquia, trajeron consigo a los confines del Imperio Otomano consejeros italianos y franceses iniciados en sus países de origen o en las incipientes logias de Constantinopla. Se cree que la Masonería fue introducida en los principados rumanos en 1748 por el erudito italiano Antonio Maria del Chiaro, consejero del príncipe Constantin Brâncoveanu, un regente reformador que efectuó sustanciosos cambios en la estructura de gobierno de los principados. La segunda Logia masónica fue creada en Braşov por miembros de la comunidad alemana, descendientes de las familias germanas que acompañaron a los caballeros teutones en su periplo hacia las tierras de Oriente, y la tercera, en Sibiu, también por los alemanes. La cuarta fue creada en Bucarest por el francés Jean-Louis Carra, secretario del príncipe Grigore Ghica, señor de Valaquia.

En el Imperio Austro Húngaro, cuya dinastía – los Habsburgo – profesaba la fe católica, la Masonería estaba aparentemente mal vista. La Iglesia tenía que velar por la aplicación estricta de la Bula In Eminenti (1738) que condenaba la Orden iniciática, contemplando la excomunión de los masones. Sin embargo, las Logias siguieron trabajando en las grandes ciudades – Viena, las capitales de provincia – e incluso en las dependencias de algunos obispados, punto de encuentro entre jerarcas católicos y exponentes de la nobleza austrohúngara pertenecientes a la Masonería. No hay que extrañarse; el propio Francisco I, esposo de la emperatriz María Teresa, había sido iniciado en una lejana logia holandesa.

La Emperatriz Catalina la Grande de Rusia (1762–1796), estuvo rodeada de aristócratas masones. La mayoría procedía de Talleres suecos, que practicaban el rito de Zinnendorf, vinculado al sistema de estricta observancia. La Masonería francesa surgió más tarde.

Ante la imposibilidad de asistir a las Tenidas, Catalina decidió escribir una comedia en la que se mofaba de los masones. El segundo paso fue, sin embargo, la prohibición de la Orden en el vasto territorio del Imperio ruso.

He aquí algunos ejemplos de la presencia de la Francmasonería en la otra Europa. Poco o nada tienen que ver estos testimonios con la versión más escueta, fría e incompleta facilitada por historiadores o estudiosos pertenecientes a escuelas iniciáticas occidentales, quienes estiman, erróneamente, que la Orden llegó a la otra extremidad del Viejo Continente en el siglo XIX, de la mano de Grandes Logias francesas, italianas o alemanas.

 

Rusia

En Rusia, la historia de la Masonería se remonta a 1731, fecha en la cual la Gran Logia de Inglaterra nombra al capitán John Phillips en el cargo de Gran Maestro Provincial del llamado distrito ruso. No hay constancia de las actividades de Phillips en suelo del Imperio ruso. Lo que sí sabemos es que fue sustituido en 1740 ó 41 por el general James Keith, un escocés incondicional de los Estuardo que tuvo que refugiarse en España antes de ser aceptado, con todos los honores, en la Corte de Federico el Grande de Prusia.

Aunque en los primeros años las logias fueron integradas por extranjeros, durante el reinado de la zarina Isabel, que reinó entre 1741 y 1761 con el nombre de Ekaterina II, muchos nobles rusos ingresaron en la Orden. En propio Consejero de la Corona, Ivan Perfilievich Yelaguin, ilustre francmasón, llegó a convertirse en el primer Gran Maestro Regional ruso designado por Londres.

En junio de 1771, levantó columnas en San Petersburgo la logia Perfecta Unidad, que trabajaba bajo los auspicios de la Gran Logia de Inglaterra. A partir de este momento, los aristócratas de la Corte imperial ingresan en la Masonería.

Se calcula que en 1802 había en San Petersburgo alrededor de 10.000 masones. Entre los más afamados figura el poeta y novelista Alexandr Serguéyevich Pushkin, fundador de la literatura moderna rusa.

En 1905, levanta columnas la primera logia clandestina del Gran Oriente de Francia. No será la única; proliferarán las logias salvajes, así como los Talleres martinistas. Para los historiadores, se trata de la Masonería de la Duma (Parlamento), ya que los integrantes de las Logias pertenecen a la clase política. De hecho, en 1917, la casi totalidad de los miembros del Gobierno menchevique liderado por Alejandro Kerensky provenía de logias adscritas al Gran Oriente de Francia. La revolución bolchevique y la prohibición de la Orden, en 1922, por las altas instancias del Komintern abrieron un paréntesis de silencio que finalizó en abril de 1991, fecha en la que levantó columnas, bajo los auspicios del Gran Oriente de Francia, la logia Estrella Polar. Unos meses más tarde, en enero de 1992, la Gran Logia Nacional Francesa consagra a su vez la logia Armonía, que cuenta con 41 miembros.  En ambos casos, se trata de Talleres históricos, creados en su momento por exiliados rusos, que habían trabajado en la capital francesa. Tal vez por ello algunos estudiosos estiman que la historia de la Masonería de Europa oriental empieza en noviembre de 1989, tras la caída del Muro de Berlín.

 

Europa del Este

Sabido es que tras la Segunda Guerra Mundial y la división del Viejo Continente en zonas de influencia, la Masonería fue prohibida por las llamadas democracias populares de Europa oriental. ¿Se puede hablar de una situación idéntica, de una política antimasónica coherente y homogénea de los aliados de la URSS? Aparentemente, los regímenes autoritarios trataron de amoldarse a los antecedentes históricos de sus respectivos países.

 En Rumanía, donde las Obediencias masónicas – Gran Logia Nacional y Gran Oriente – desempeñaron un importante papel en el proceso de modernización de las estructuras sociales y la industrialización del país a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, la prohibición de la Orden se hizo paulatinamente. En mayo de 1947, los jueces y magistrados fueron obligados a abandonar las Logias, cuyas actividades no eran del agrado del régimen. Acto seguido, los oficiales de Logia acordaron que los Talleres iban a finalizar su curso el 15 de junio de 1948. Sin embargo, tras el receso estival, las Logias entraron en sueños, sin facilitar explicación alguna a sus miembros.

Siguió un largo período de detenciones y represión de las organizaciones masónicas, que culminó, en 1953, en el juicio de la plana mayor de la Masonería rumana. La institución quedó completamente descabezada.

Los iniciados que emprendieron en camino del exilio fundaron logias en Francia, Alemania, Israel y Argentina.  

En 1990, pocos meses después de la caída del dictador Ceauşescu, levantó columnas la Logia Humanitas, perteneciente al Gran Oriente de Francia. Al resurgir de la Masonería rumana participaron la Gran Logia de Francia, la Gran Logia Nacional Francesa, el Gran Oriente de Francia, la Gran Logia Alpina, el Gran Oriente de Italia, la Gran Logia Femenina de Francia y la Gran Logia Femenina de Suiza. Muchos pretendientes para un país que cuenta actualmente con alrededor de 40 Obediencias masónicas…

 Polonia, baluarte católico en los confines de la ortodoxa Rusia y la luterana Prusia, tropezó con numerosos obstáculos a la hora de fundar una Masonería autóctona. Si bien la presencia de organizaciones iniciáticas se remonta a la primera mitad del siglo XVIII, las primeras Logias están adscritas a Talleres alemanes que practican el Rito de Estricta Observancia. Asimismo, hay una innegable influencia sueca. Los primeros contactos con el Gran Oriente de Francia se establecen en el siglo XIX, durante las guerras napoleónicas.

La Gran Logia de Polonia fue fundada en 1921, con ayuda de la Gran Logia de Italia, que expide su primera patente. Pronto aparecerán Talleres de Derecho Humano y de Memfis Misraim. Pero la presión ejercida por la Iglesia será demasiado fuerte. En noviembre de 1938, la Masonería quedó fuera de la ley. Los iniciados exiliados en Londres durante la Segunda Guerra Mundial no lograron reavivar las estructuras masónicas existentes en la década de los 30. En Francia, tanto la Gran Logia como en Gran Oriente acogen a masones polacos.

En 1991, se funda en Varsovia en Gran Oriente de Polonia, emanación del Gran Oriente de Francia. Por su parte, la Gran Logia Nacional Francesa auspiciará la creación de la Gran Logia de Polonia. El Derecho Humano inaugura en Varsovia su Taller Pierre et Marie Curie. Asistirán a la ceremonia de levantamiento de columnas dos Hermanos supervivientes de la Segunda Guerra Mundial.

El interés por el papel desempeñado por la Masonería en el desarrollo histórico y cultural del país, así como su aportación en la lucha por la independencia nacional, queda reflejado por la presencia en París de un grupo de historiadores polacos. Su cometido: recabar información sobre las relaciones internacionales de las distintas Grandes Logias durante el período 1921 – 1990.

En Hungría o, mejor dicho, en el territorio del Imperio Austrohúngaro, el desarrollo de las actividades iniciáticas depende de la voluntad de los monarcas. Conviene recordar que las dos primeras logias rumanas de Transilvania – Braşov y Sibiu – en encuentran en las tierras de los Habsburgo, al igual que el Taller de Timişoara (Temesvar).

La refundación de la Masonería nacional se remonta a 1871, cuando el Gran Maestro Janos Draskovitch logra unificar las logias austriacas y húngaras, creando una sola Obediencia. Inicialmente, esta Gran Logia cuenta con pocos miembros de origen magyar. Sin embargo, serán estos los artífices de la difusión de la cultura húngara, así como de la creación de la Academia de Ciencias.

Paralelamente, el Gran Oriente de Francia crea el Gran Oriente de Hungría (1871), que fusiona con la Gran Logia Simbólica de San Juan. De esta unión surge la Gran Logia Simbólica de Hungría.

La Orden será prohibida en dos ocasiones: en 1920, tras la revolución liderada por el marxista Bela Kun, y en 1938, tras la instauración del Gobierno filo nazi del almirante fascista Miklós Horthy.

Tras la tercera prohibición, impuesta por el régimen comunista a finales de los años 40, las organizaciones masónicas deciden la creación de Comités de Beneficencia, que funcionarán durante décadas.   

En 1990, los exiliados húngaros participan al encendido de luces de dos Obediencias: la Gran Logia Simbólica de Hungría, creada por masones residentes en Austria, y el Gran Oriente Húngaro, apadrinado por el Gran Oriente y la Gran Logia de Francia. En 1991, se constituyen la Federación nacional del Derecho Humano y la primera Gran Logia Femenina.

Se cree que la primera logia masónica fundada en Praga, Las tres estrellas, levantó columnas en junio de 1726. Sin embargo, no disponemos de documentos que acrediten la existencia de este Taller. En los archivos históricos consta la celebración, en 1791, del 50 aniversario de la logia Tres estrellas coronadas. En 1742, fue creada en Litomerice (Leitmeritz) la logia militar La Sincerité, que practica el Rito de Estricta Observancia. Detalle interesante: su ritual de 1770 se conserva en los Archivos Nacionales de Praga.

En 1918, tras la desaparición del Imperio Austrohúngaro y la creación de Checoeslovaquia, trabajan en el país dos Grandes Logias: la Gran Logia Lessing zu den drei Ringen, que agrupa los Talleres de lengua alemana, y la Gran Logia Nacional de Checoslovaquia, que absorberá las logias del Gran Oriente Checo. En 1938, ante el inminente peligro de una invasión alemana, ambas Obediencias entran en sueños y destruyen sus respectivos archivos.

Durante los primeros meses de la ocupación, el protectorado de Bohemia y Moravia está presidido por el general Elías, antiguo masón que trata de impedir la aplicación de políticas antisemitas. Será detenido y ejecutado por la Gestapo.

Se cree que más de la mitad de los francmasones checos fueron exterminados durante la Segunda Guerra Mundial. Los supervivientes, exiliados en Inglaterra, fundaron la logia Comenius que, al final de la conflagración, procedió al encendido de luces de la Gran Logia de Checoslovaquia. Detalle interesante: de los 1.800 masones que formaban parte de las Obediencias chacas antes del comienzo de la guerra, sólo 60 llegan a presenciar el levantamiento de columnas de la Masonería renovada.

Entre los miembros de la nueva Gran Logia se hallan el Presidente de la República, Edvard Beneš, y el Ministro de Asuntos Exteriores, Thomas Masaryk.

Tras el Golpe de Praga, de febrero de 1948, la Orden se ve obligada a adoptar una postura sumamente cauta. De hecho, la policía “asistirá” (sin ser invitada) al Convento de 1949. Muchos masones liberales o socialdemócratas fueron detenidos y encarcelados. La Masonería entrará en sueños a finales de marzo de 1951.

Cinco meses después de la caída del régimen comunista, el 12 de abril de 1990, levanta columnas en presencia de una nutrida delegación del Gran Oriente de Francia la primera logia checa, Comenius 17.11.1989. Será el primer Taller del futuro Gran Oriente de Checoslovaquia, presidido durante la primera etapa por un francés, el Hermano André Combes.

La Gran Logia de Checoslovaquia verá la luz con ayuda de la Federación de las Grandes Logias de Alemania. El Derecho Humano y la Masonería femenina seguirán los pasos de las Obediencias francesas y alemanas.

 

Para los historiadores franceses, la existencia de la Masonería búlgara se remonta a enero de 1918, fecha de la creación de la Gran Logia Simbólica de Bulgaria, obediencia de corte liberal, monárquica y respetuosa de la jerarquía eclesiástica.

Muy distinta es, sin embargo, la versión facilitada por sus colegas balcánicos, quienes prefieren hacer hincapié en la iniciación, en 1820, del archimandrita Efrem de Besarabia en la logia rusa Ovidius de Kishinev. Al regresar a su ciudad natal, Ruse, importante puerto comercial búlgaro situado en la orilla meridional del Danubio, el clérigo fundó el primer Taller masónico.

Otros estiman que el verdadero artífice de la incipiente estructura iniciática sería el revolucionario Ivan Vedar, iniciado en una logia inglesa de Estambul y miembro del Comité Central Revolucionario búlgaro de Bucarest, ciudad que acogió a muchos nacionalistas del país de las rosas.

Vedar desempeñó una importante actividad diplomática durante el conflicto ruso-turco (1877 – 1878). Al final de la guerra, participó al encendido de luces de la primera logia de Ruse. En 1880, escasos meses después de su creación, el Taller solicita una patente al Grande Oriente Lusitano. Figurará en los registros de la Obediencia portuguesa con el nombre de Balkanska Zvezda (Estrella de los Balcanes). Los Hermanos recibirán, en reiteradas ocasiones, la visita del príncipe Alejandro Battenberg, futuro rey de Bulgaria, iniciado en una logia austriaca.  

En 1914, levanta columnas en Sofía la logia Zaria reconocida por la Gran Logia de Francia.

La Gran Logia Simbólica, establecida en 1918, está presidida por el general Alexander Protogerov. Su lema: Amor, Verdad, Trabajo. Protogerov no será el único militar que dirija la masonería búlgara. El estamento castrense estará siempre presente en la accidentada historia de la organización iniciática, declarada fuera de la ley en 1941, tras la ocupación del país por las tropas alemanas. La persecución de los masones seguirá durante la época comunista. El Primer Ministro, Gueorgui Dimitrov, antiguo vicepresidente del Komintern, tacha a los masones de enemigos del Partido y, por consiguiente, del pueblo búlgaro.

En comparación con sus Hermanos, checos, polacos, rumanos y rusos, que logran mantener las estructuras masónicas en el exilio, los búlgaros no tienen la capacidad de organizarse. Se integrarán paulatinamente en los Talleres de sus respectivos países de residencia.

Los primeros intentos de resucitar la masonería en el país de las rosas se producen en 1992 y 1994, cuando masones iniciados en la logia alemana Lessing crean Talleres en Sofía y Varna.

En 1997, se procede al establecimiento de la Gran Logia Búlgara de Masones Antiguos y Aceptados, apadrinada por la Federación de Grandes Logias Unidas de Alemania.

La Gran Logia de Francia apoyará, a su vez, la creación de la Gran Logia de Bulgaria.

 

La presencia de la Masonería en Serbia se remonta a 1876, es decir, en la época del conflicto con el Imperio Otomano. La primera logia, Luz de los Balcanes, fue creada por soldados y voluntarios italianos seguidores de Giuseppe Garibaldi, que lucharon junto a los nacionalistas serbios. La patente del Taller fue expedida por el Grande Oriente de Italia, Obediencia muy activa en esta región geográfica.

Durante el siglo XIX, los masones serbios recibieron el apoyo de las logias húngaras. El 10 de mayo de 1912, levanta columnas el Supremo Consejo de Serbia, órgano que supervisa las actividades de las corrientes inglesa y escocesa.  Sin embargo, la Masonería tradicional estima que la primera piedra del moderno edificio iniciático se puso el 19 de junio de 1919, fecha de la creación de la Gran Logia nacional. En la década de los 30, la Obediencia contaba con más de mil miembros: serbios, croatas, judíos, etc. [1] 

El 23 de junio de 1990, la Federación de Grandes Logias Unidas de Alemania devuelve la luz a la Masonería serbia. Al año siguiente, la nueva Obediencia recibe el reconocimiento de las Grandes Logias germanas. 

 

La vuelta de los masones: luces y sombras

Llegados a este punto, conviene analizar la situación reinante en los países del Este en la década de los 90 del pasado siglo, así como el papel desempeñado por las Grandes Logias occidentales en la reactivación de las estructuras masónicas de Europa oriental.

Conviene señalar que en la mayoría de los casos, la reconstitución del panorama masónico parte de cero. Pese a los esfuerzos desplegados por los Hermanos exiliados, por sus descendientes o herederos espirituales, los países apenas cuentan con auténticas canteras de masones vocacionales. En la primera etapa, muchos de los neófitos ingresan en la Orden por mera curiosidad o, peor aún, por oportunismo. Hay quien cree que la Masonería es un simple trampolín para escalar posiciones en la sociedad profana y quien la utiliza para ocultar un pasado político bastante opaco. Un frágil y dudoso punto de partida, al que se suman la falta de experiencia y preparación de los recién nombrados Grandes Oficiales, la ausencia de locales idóneos para la celebración de las Tenidas, la falta de rituales traducidos en los idiomas del país, la escasez de material (símbolos masónicos) etc.

A ello se suma el antimasonismo latente de una sociedad muy propensa a achacar a los representantes de la Orden todos los males – crisis económica, corrupción, erosión de los valores sociales y un sinfín de etcéteras. En Rusia, donde a los masones se les solía asimilar a los cuerpos extraños que contaminan al pueblo llano, el resurgir de las logias coincide con una fuerte oleada de antisemitismo. El masón es, pues, el extranjero, estafador, especulador y corrupto.

 

Sería sumamente difícil evaluar el papel de las Obediencias occidentales en este proceso de re-encendido de luces sin caer en la trampa del habitual partidismo.Existe un claro paralelismo entre el desarrollo reciente de la Masonería en España, país que a su vez ha padecido una fuerte represión anti-masónica y donde la refundación de la Orden ha tropezado con dificultades de toda índole, y la situación reinante en Europa oriental.                                                 Cierto es que la Masonería europea y transatlántica se han volcado en la creación de Grandes Logias y Grandes Orientes tanto en Rusia como en las jóvenes democracias de Europa oriental. Los Hermanos austriacos, alemanes, belgas, franceses, finlandeses, griegos, italianos y norteamericanos trataron de aportar su grano de arena a la construcción del nuevo edificio. Pero la materialización del proyecto tropezó con algunos malos consejeros: prisas, errores de cálculo, ambigüedad, personalismos, excesiva competencia entre estructuras masónicas nacionales y foráneas.

Aun así, es obvio que el cierre de este largo paréntesis histórico, que redunda en la vuelta de los masones, la vuelta a la normalidad, representa un avance social importante para el porvenir de nuestro sistema democrático.


[1] La situación reinante en el período de la ocupación alemana está reflejada en el artículo La Francmasonería en vísperas y durante la Segunda Guerra Mundial que publicamos a continuación.  

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