Al Oriente del Titicaca
Aristides
El Peregrino
¿Qué es un Peregrino?
La palabra peregrino viene del latín peregrinus o per-agrare que significa “ir por los agros” o “el que va por el jardín”.
Se dice de la persona que anda por tierras extrañas. Antes era frecuente encontrarse con algún peregrino por los caminos. Viajaban casi siempre solos, a pie y recorrían grandes distancias, a veces por países enteros para llegar a algún lugar santo. Dormían en cualquier sitio y vivían de la comida o del poco dinero que como limosna les daba la gente.
Una ruta, conocida como Camino de Santiago, es por la que desde hace más de mil años los peregrinos de todo el mundo se dirigen a Compostela para visitar la tumba del apóstol Santiago.
Un peregrino es un viajero que visita algún lugar sagrado, casi siempre por motivos religiosos.
¿Quién es el Peregrino?
Quien sino el hombre…
Quien, sino ese ser que vaga por los caminos del mundo, en busca de algo que ni el siquiera sabe qué es.
Miles de millones de hombres transitan su vida así, tan solo soñando con algo que dé sentido a su caminar y mueren así, sin haber ni siquiera imaginado qué podría haber llenado ese vacío que llevaron dentro de su ser.
Para algunos, en algún momento llega el privilegio de saber qué es aquello que buscan y reciben la luz inicial que alumbra débilmente el camino que deben seguir para encontrar lo que hará trascendente a su vida.
Muchos de esos pocos se quedan con la maravilla de esa minúscula luz inicial y continúan su existencia alumbrados – permítaseme la paradoja – por esa chispa de oscuridad.
Los menos continúan el camino, acicateados por la esperanza de que debe haber algo más y convencidos por su fe de que al final encontraran algo importante.
En la masonería, es la búsqueda de la Palabra Perdida la que desvela y exige esfuerzo a muchos de sus adeptos… pero son tan pocos los que realmente encuentran esta Palabra y menos los que al darse cuenta que ese no es el final, continúan hasta llegar a los pies del Redentor.
La vida material absorbe sin piedad a casi todas las personas sobre la faz de la Tierra. Las necesidades cotidianas restringen el campo de la visión a lo que solamente se requiere y esto es tan justificable que no puede ser condenado… muchos vivimos tan solo para sobrevivir.
Cuando tenemos el privilegio de recibir la luz, muchos pensamos que debemos dejar la importancia del material… nada más falso e iluso… si la materialidad no existiese, con seguridad que nosotros tampoco… Es justamente la concepción de que el espíritu es quien gobierna y el físico quien obedece, lo que hace que utilicemos bien esa luz recibida – ¿Acaso es el cayado quien dirige al Peregrino?
Es sin duda, un trabajo muy intenso el que debe hacerse para lograr el equilibrio entre cuerpo, alma y espíritu, pero el equilibrio es la clave para develar los secretos de la vida y en ese caminar el hombre, iluminado por la luz de la verdad, se encuentra con la muerte, con ese momento supremo de purificación y renacimiento… no me refiero a la muerte del cuerpo físico, sino a la muerte de las ataduras que sujetan al hombre al azar de la vida, esas ataduras que no le permiten decidir el camino a seguir… a las cosas inútiles que solo sobrecargan al peregrino dificultando su andar… así el hombre equilibrado llega a ser completo… así el hombre en la vida llega a una etapa de sosiego, en la que inicialmente cree haber alcanzado al final la Paz. Más ¿no han sentido ustedes después de ese sublime momento aún el vacío terrible de no haber encontrado nada?
A partir de ese momento el peregrino dirige su mirada hacia su origen… hacia aquel lugar del que intuye proviene la vida… hacia aquel lugar del que verdaderamente es el dueño y llega al umbral de la espiritualidad… al punto en el que intuye a Dios…. Al momento en que ni se forma una idea de Él y cualquier imagen concebida de Él hasta ese momento se derrumba por inconsistente.
Y es cierto que, en ese punto de la existencia, reina más confusión y desaliento que en otros puntos del camino… pero así siempre son los finales de las etapas…
Cuantos hay que se quedan contemplando la espiritualidad y renuncian a gozar de los frutos de la fuente de la espiritualidad.
Pero cómo continuar el camino desde el equilibrio hacia la fuente de la Vida…. La sabiduría de nuestra Orden nos da la respuesta con claridad meridiana: Solamente con el servicio a los demás…
Es la decisión de Vivir para Servir la que nos permite continuar el camino hasta llegar a los pies de esa colina… pero es importante considerar que para servir hay que ser siempre mejor, pues no se puede dar nada de lo que no se tiene, por lo que Servir se convierte en el fin último de la existencia y solamente se puede hacer esto cuando se ha alcanzado el máximo desarrollo personal.
La masonería acaso no plantea una y mil veces que son un camino de evolución individual y de servicio. ¿Por qué necesitamos de tanta explicación para entenderlo? Para servir mejor debemos ser mejores.
Finalmente, el Peregrino que llega a los pies de la Colina y contempla con júbilo lo que tanto buscó… y contempla a Aquel que solo vivió para servir y pareciera que desde allí le dice al peregrino “Yo soy el camino”, ese que te esforzaste en recorrer, “La Verdad” eso que encontraste por medio de tus trabajos “y la Vida” que es la recompensa por la labor cumplida…
Es el hombre el peregrino y la vida el camino a recorrer.