Em. Preceptor y Caballeros todos, al momento de recibir la comunicación sobre la temática de esta exposición no estaba muy seguro de encontrarme en la capacidad de tan grande tarea, no sólo por el trabajo sino por la magnitud de lo que representa esta figura para mí y para mi vida iniciática.
En el año 1925, el editor en jefe del centro de investigación histórica masónica aceptó por encargo del hermano Frank S. Land la publicación de una obra de investigación histórica dedicada a Jaques de Molay, de la cual me permito compartir la traducción de varios extractos que hacen el cuerpo de este trazado.
Como diría H.L. Haywood, la carrera de Jaques de Molay inicia con el fallecimiento de Mahoma en 632 dc. Muchos historiadores aseguran que Mahoma, luego de Jesucristo fue uno de los personajes más importantes de la historia: nacido en La Meca, ciudad sagrada en la que se encuentra la Kaba, que contiene una piedra negra adorada como un Dios por todas las tribus árabes.
Mahoma fue un niño epiléptico, de carácter fuerte pero sensible, que aseguraba que fue visitado en sueños con señales que debía ser el profeta de una nueva religión. Al principio pocos fueron los convertidos, pero luego de un tiempo vastas multitudes lo seguían, así que en la ciudad de Medina fundó una nueva religión y construyó un gran ejército con el que retornó a la Meca y la conquistó. Así las tribus árabes se convirtieron en una gran confederación con la misión de derrocar al cristianismo, predijeron la conversión del mundo en base a su legado: el Corán.
Mahoma dejó varios sucesores llamados califas, quienes como él eran jefes en la guerra y cabezas de su religión. Así las fronteras del islam fueron expandiéndose bajo el lema “islam, tributo o la espada”. Es así como Omar, el segundo califa conquistó Jerusalén en el 637 dc y construyó una mezquita en el lugar donde habría estado el Templo del Rey Salomón, así empezó a extenderse la proclama: “Existe un solo Dios, Allah y su profeta es Mahoma”.
Así empezó la campaña por el derrocamiento del cristianismo, con la conquista de Palestina, Siria, Egipto donde mezquitas fueron construidas donde había iglesias. Sucumbió todo el norte de áfrica y hasta el sur de España. Cruzaron los pirineos en Francia con la meta última de conquistar Roma, objetivo que no cumplieron.
Así en todas las iglesias de Europa y Gran Bretaña se rezaba por la “liberación de los turcos” refiriéndose a los Seljuk que causaron estragos inimaginables. Así Europa respondió a esta amenaza con la mayor empresa de la cristiandad: las Cruzadas.
En una época de feudalismo, no existían los gobiernos, naciones o estados. Cada persona pertenecía (en cuerpo y espíritu) a un Lord y la línea: cada lord respondía a un Lord mayor o cardenal, barón, conde y ellos a su vez a un rey, cardenal o emperadores, y aún más arriba (aunque sea en teoría) estaba el Papa, quien tenía las llaves del cielo y del infierno y, de manera soberana sobre todo lo material y espiritual. Un hombre común no era un ciudadano, sino algo más parecido a un bien inmueble humano, pertenecía a la tierra como una simple herramienta y cambiaba de dueño tal Para esa época existían muy pocos caminos, sin medios de comunicación y pocos barcos, los centros poblacionales estaban cuasi aislados, por lo que estos núcleos se encerraban en sí mismos. Por esta razón no existían ideales universales, espíritu nacional, entendimiento general. Las naciones no habían nacido aún, Europa no era aun lo que debía ser. Así la gente en general era ignorante, supersticiosa, se sorprendía fácilmente y proclive a creer cualquier historia por más magnífica que pudiera sonar. Una humanidad que era más dócil que un rebaño de ovejas.
Esta humanidad estaba aquejada por innumerables guerras, una tras otra, guerras de las que todos deseaban escapar. Esta humanidad también vivía a la sombra de la idea del pecado, como evitarlo, como evitar sus consecuencias, como evitar el infierno y ganar el cielo. Una de las principales enseñanzas de la iglesia era que el camino para evitar el infierno y vivir el pecado era el hacer penitencia, sugiriendo un sinfín de prácticas consideradas como penitencia, y una de las más practicadas justamente era el peregrinaje. Todo hombre que era capaz de visitar algún santuario, venerar una reliquia sagrada, o era capaz de un largo viaje arriesgando su vida, sus pecados serían perdonados en la medida y proporción de sus pecados.
El peregrinaje se convirtió en una moda religiosa, promovida por los clérigos y bajo las reglas de la iglesia. Así las almas tímidas podían aventurarse unas millas y otras, las más audaces se aventuraban hasta el corazón del cristianismo en Roma o mucho más aún, a Jerusalén. La tierra sagrada de Jerusalén, más lejana que ninguna sugería la recompensa máxima del perdón de todos los pecados y al morir, un acceso inmediato al paraíso. Como dato, en el siglo X solamente 17 personas lograron esta hazaña y en el siglo siguiente el número subió a 117, esto antes de las cruzadas, posteriormente se verían grandes peregrinajes liderados por el Duque Robert de Normandía y otro grupo de 7000 fieles en el 1064 dc.
El avance del islam, la destrucción de lugares y reliquias sagradas como las ordenadas por el califa de Egipto en el 1009 dc, los planes de tomar Constantinopla, luego Roma y finalmente todo el cristianismo tenía a Europa en un punto muy complicado, rezando a los cielos por el castigo a los turcos. Toda esta tensión debía ser liberada, y así lo fue por el Emperador Alejo I del Imperio del Este, quien envió una apelación al papa Urbano sobre la urgente necesidad de acción, que fue apoyada por lores, cardenales y reyes en general.
depositarios, por la presente concedemos la completa remisión de los pecados canónicos a todos aquellos que crean en Cristo que por motivos de devoción pura y no por procurar algún honor al acudir en auxilio de la iglesia de Dios en Jerusalén.
Pero para quien quiera que haya muerto en verdadero arrepentimiento recibirá el fruto de la absolución de sus pecados como eterna recompensa.”
Así Urbano prometió para cada uno de los voluntarios la protección de la Santa Iglesia, declaró una Tregua de Dios para todos los nobles y príncipes guerreros ofreciendo la condonación de cualquier deuda si se enlistaban. Declaró además la liberación de cualquier criminal que se ofrezca a ir. Para los nobles que buscaban mayor riqueza prometió nuevas tierras y botines, a los jóvenes grandes aventuras, a los esclavos feudales la libertad, a aquellos que buscaban la iluminación la coronación como mártires en el paraíso y a toda Europa la extinción del islam.
Y mostrando una cruz delante de todos los presentes les dijo: “Vístanla sobre los hombros y en el pecho, dejen que brille sobre sus brazos y en sus estandartes, será para ustedes la garantía de victoria y no dejará de recordarles cómo Cristo murió por ustedes y que es nuestro deber morir por El”.
Como una epidemia “la voluntad de Cristo” se regó por toda Europa en todos los estratos sociales, pero Jerusalén estaba a más de 2000 millas de distancia, los bárbaros Hunos en el camino, luego los turcos y más allá una tierra totalmente desconocida guardada por ciudades amuralladas y ninguna certeza de que se pudiera sobrevivir ya en Jerusalén y así, para la primavera del 1096 dc aproximadamente 600,000 personas comunes, separadas en diferentes divisiones bajo el liderazgo de Pedro el Hermitaño y Walter el Pobre fueron masacradas por los Hunos, quienes no lograron escapar fueron descuartizados o esclavizados por los turcos en la llamada “Cruzada del Pueblo”.
Sin embargo, la Primera Cruzada, mejor organizada no partió hasta casi finales del otoño de 1096. Caballeros de Provenza estaban a cargo del Conde Raymond de Toulouse; los alemanes tenían a Godofredo de Bouillon y su hermano Baldwin como líderes; las fuerzas francesas e italianas detrás los famosos Bohemond y Tancred, estaba compuesta por una fuerza de 300,000 hombres que se reunirían en Constantinopla.
Y así 9 cruzadas en la historia entre 1096 y 1291, 3 victorias cristianas, 5 victorias musulmanas y un “empate” con el Statu Quo Ante Bellum en la octava cruzada. Así la Iglesia se adjudica el tercer lugar en la historia del mundo en cantidad de muertes provocadas con un estimado de entre 25 y 30 millones de personas de las cuales una gran parte fue en las primeras cuatro cruzadas.
ubicada al noreste del departamento de Vitrey en Francia el año de 1244.
A pesar de que fue considerada una de las figuras más importantes de la historia, de Molay se autodescribía como un “pobre e iletrado soldado”. Por lo que se supone que su padre pudo ser un desconocido noble, y de Molay debió recibir la educación estándar de la época: estuvo a cargo de su madre y sus damas hasta los 7 años, luego debió ser enviado al castillo de algún Lord para vivir y servir ahí y aprender de primera mano lo que se requería de un joven caballero de Francia. Como tal sería llamado paje (estudiante) y debería esperar en la mesa, trabajar en la cocina, atender a los caballos, ayudar a los caballeros con el cuidado de sus armas y armaduras y tal vez aprender el entrenamiento de águilas y caza con sabuesos. La mayor parte era una vida al aire libre y con las actividades que un joven saludable necesitaba; tal vez Jaques aprendió a leer y escribir con algún clérigo, pero la verdad es improbable. Con este sistema Jaques debió servir así hasta sus 14 años, para luego convertirse en escudero, debiendo atender a su caballero o Lord ayudándole con sus pertrechos, ayudado a supervisar a los pajes y sirvientes. Si un escudero demostraba inteligencia, cuidado, coraje, apto en el uso de armas, no vacilar en combate y culto en las costumbres de una corte podría asumir los honores y responsabilidades de la caballería.
Cuando Jaques llegó a la edad apta para la milicia o cerca a los 21 debió pasar por una particular ceremonia en la que sus compañeros escuderos removieron sus vestidos de una manera ceremonial y solemne, luego haciéndole un baño como símbolo de purificación y luego siendo revestido con una túnica blanca, símbolo de su pureza caballeresca además de un doblete escarlata que denotaba su nobleza. Al anochecer, todos completamente ataviados y armados, solos o tal vez acompañados por un sacerdote, debían guardar por toda la noche una capilla, luego someterse a confesión, recibir la absolución, oír la misa y participar en la comunión; luego presentaría su espada al sacerdote quien, luego de ponerla en el altar procedía a bendecirla y recibía el sagrado juramento del nuevo caballero. Una de las damas, asistida por los demás escuderos lo investía con su cota de malla, guantes, espuelas y toda su armadura junto a su espada y cinturón. Así una vez más y sobre sus rodillas, delante de su Lord recibía el espaldarazo, tres golpes con la cara plana de su espada (en el cuello o espalda) y el “colie” que era un leve soplo en la mejilla. Luego de todo esto recibía los dones o regalos de su Lord y en retribución distribuía estos regalos a sus compañeros, finalmente debía dirigirse lo antes posible a algún torneo o algún trabajo más serio que los anteriores para demostrar su honor.
A pesar de que un caballero tenía muchas opciones de vida una vez investido, de Molay decidió unirse a los caballeros templarios ya que desde niño había vivido cerca de una Comandancia Templaria, ya que había escuchado sobre su grandeza y deseaba ser partícipe. Fue recibido en la Orden en la parroquia de Beaume, correspondiente a la diócesis de Autun cerca de 1265 por el Templario Imbert de Paraude.
Aunque no existen muchos detalles sobre su ingreso en particular, debió ser similar al de los demás Caballeros Templarios. Jaques debió presentarse en el día citado con sus padres, familiares y amigos y debió ser llevado solo a algún dormitorio aislado esperando ser llamado mientras se avisaba a “receptor” (generalmente el maestre de la comandancia) que el recipiendario estaba listo. Así el receptor reunía a todos los hermanos caballeros para saber si existían objeciones sobre el nuevo ingreso, y al no existir ninguna se enviaba a un hermano a que comunicara todas las tareas y todas las penurias que debería soportar. El candidato luego de afirmar que estaba listo para todo eso y todas las reglas y costumbres de la Orden se lo presentaba ante el Capítulo (un organismo local de la Orden).
En ese momento se realizaban muchas más consultas recalcando no entrar a ciegas a todas las nuevas responsabilidades, debía jurar solemnemente a la pobreza, castidad y obediencia. Luego sería investido con el manto blanco en el que lucía una cruz roja bordada, recibía un beso del “receptor” y del capellán si uno estaba presente. Luego debía sentarse a los pies del “receptor” quien brindaba una homilía sobre la Orden, sus tradiciones e ideales, y todo lo que se esperaba de un Templario. Una vez concluido todo esto Jaques podía salir nuevamente ante los suyos, en sus nuevos atavíos para recibir sus oraciones y congratulaciones.
Lamentablemente al no existir historiadores en la época, gran parte de la carrera de Jaques de Molay no tiene registro alguno, pero sí sabemos que Molay se ganó sus espuelas y altos honores y llegó a ocupar puestos importantes y fue enviado a Palestina. Se sabe que en 1298 fue electo para reemplazar a William de Beaugen y así, el nuevo Gran Maestre tenía tareas muy difíciles ya que todo marchaba muy mal en el este ya que Antioquía, Trípoli, Jerusalén y Acre habían caído una luego de la otra; los cruzados habían sido asesinados o escapado de regreso a Europa y ahora solamente los Hospitalarios y Templarios quedaban para confrontar a los sarracenos. Ahora, los templarios eran sólo una sombra del poderío y fuerza de antaño estaban acuartelados en Chipre, esperando una nueva cruzada y atacando pequeños campamentos del enemigo.
Ahora sería casi imposible que Europa continúe propiciando las cruzadas, luego de 200 años el espíritu imbuido por el Papa Urbano II se había extinguido. Los hombres tenían otras ambiciones, en general las masas creían que el propio Dios había abandonado Jerusalén a los infieles. Los Templarios estaban fuertemente atrincherados en Europa y Britania, con grandes casonas, ricos estados, tesoros en oro; todos sus líderes eran respetados por los príncipes y temidos por el pueblo, pero no existía un apoyo popular en sus planes de guerra.
El príncipe de los tártaros llamado Cazan tenía intereses en Egipto, su esposa era la hija de León, rey de los armenios (que eran cristianos) y por eso los tártaros tenían un espíritu amigable para con los cristianos y, cuando Armenia fue amenazada por Malek-Nazer, Sultán de Egipto, de Molay acudió con un gran contingente de Templarios y ayudó a los tártaros a derrotar al Sultán.
Gracias a esto los tártaros ayudaron a los Templarios a recuperar muchas de las ciudades perdidas ante los sarracenos, y Jerusalén fue una de ellas. Felizmente los Templarios pudieron celebrar la pascua en Jerusalén y existía el sueño de juntos por fin acabarían con el islam para siempre. Sin embargo, esto no sucedería, el Papa había prometido una nueva cruzada, pero Francia e Inglaterra fueron indiferentes, las fuerzas de los tártaros fueron quebradas por traiciones y disensiones, siendo derrotados por los sarracenos alrededor del 1300, permitiéndoles la captura de Jerusalén.
De aquí en adelante la historia es más que conocida, el Papa Clemente V y el rey Felipe IV “el hermoso” de Francia que sólo tenía 16 años cuando subió al trono, planearon quitar sus riquezas a los Templarios, un rey lleno de avaricia que había robado y luego expulsado de Francia a los banqueros judíos y lombardos y soñaba con hacerse de los más de 900 castillos y fortalezas a lo largo de Europa. Otra razón era que los Caballeros Hospitalarios (luego conocidos como de Malta) se habían convertido en una fuerza militar imponente, un poco lejos de la filantrópica idea con la que habían sido concebidos, eran no menos que el segundo motor económico y de influencia internacional. Lamentablemente habían existido conflictos entre ambas órdenes cuando caballeros feudales ambiciosos llegaron hasta conflictos armados.
Un sueño de varios reyes y papas fue la unión de estas dos órdenes, de hecho, esta idea fue propuesta en el Concilio de Lyon en 1274, declinada justamente por estas órdenes, celosas de su propio poder. Felipe tenía el sueño de poseer ambas órdenes, tenerlas bajo el dominio de Francia y él ser la cabeza de una nueva Orden, hasta había decidido llamarlos “Caballeros de Jerusalén” y en su cabeza soñaba con ser el “Rey de Jerusalén”. Había pensado cada detalle al punto de que soñaba que cada Gran Maestre sería sucedido por algún príncipe de Francia.
Felipe tenía grandes conflictos con el papado, había tenido conflictos grandes con Bonifacio VIII y llegó a controlar a un sinfín de clérigos y sacerdotes al punto de que fue excomulgado por Bonifacio pero quemó la Bula y denunció al papa como hereje e inició una guerra contra él.
Así el sucesor de Bonifacio, Benedicto X hizo la paz con Felipe y dejó que el colegio cardenalicio fuera llenado por cardenales franceses y, a la muerte de Benedicto un año después el Cardenal Bertrand de Bordeaux fue hecho Papa con el nombre de Clemente V en 1305. Un papa muy avanzado de edad estaba a la merced de Felipe, al punto de que la Corte Papal se trasladó a Avignon en Francia y por 71 años vivieron en el lujo extremo al punto de que esta ausencia de Roma fue llamada “El Cautiverio Babilónico de la Iglesia” y era el testimonio de que el papado era leal a Francia y sus reyes.
Un punto importante para la gigante envidia de parte del Papado y del Rey Felipe en particular, podrían ser los “privilegios” que tenían o ganaron los Templarios con el tiempo.
Siempre habían existido rumores entre la gente, pero ahora la gente empezaba a murmurar sobre las cosas que pasaban detrás de las puertas de la Orden Templaria, siempre habría ovejas negras (como en cualquier organización), renegados y expulsados por violar las reglas de la Orden. Justo antes de que Clemente V fuera hecho Papa, uno de estos renegados llamado Esquiu de Floryan, esperando un pago importante pretendió exponer los “secretos” de los Templarios. Incluso se conoce el nombre de un segundo “informante” llamado Noffo Dei.
De Floryan confesó a Felipe que en su ceremonia de recepción, cada Templario juraba defender la Orden ante todo, razón justa o injusta, mientras aún tenga aliento; le dijo que muchos Capitanes Templarios sostenían correspondencia secreta con los sarracenos y que incluso se habían convertido al islam y pedían a los novicios escupir sobre la cruz y negar su cristianismo; le dijo que cualquier hermano con sospecha de traición a la Orden era secretamente asesinado; le dijo que dentro de los Templos los Caballeros adoraban falsos ídolos; los acusó de libertinaje, vicios secretos y crímenes inimaginables, y que ellos habían traicionado la Tierra Santa y eran responsables del fracaso de las Cruzadas. Podemos añadir a esto las acusaciones de adoración a Baphomet como una variación de “Mohammed”, que invocaban al diablo, secuestraban niños, quemaban bebés y que se habían vuelto herejes por vivir tanto tiempo en el lejano este.
Así Felipe tomó declaraciones sobre estas acusaciones y envió las mismas al Papa en una carta secreta. El 24 de agosto de 1305 Clemente respondió indicando que encontraba improbable que estas historias fueran reales, que podrían investigarse y añadió que los Templarios habían escuchado estos rumores y pedían una investigación. Ante esto Felipe respondió enviando las declaraciones demandando juicio, pero el Papa hizo caso omiso sin responder la carta por un año. Luego de este tiempo Clemente envió una amigable nota a de Molay pidiéndole pueda acudir con un grupo reducido de caballeros para una entrevista a fin de conversar sobre temas generales como la situación en Palestina, planes de una nueva cruzada y otros, pero no dijo nada sobre los cargos.
La reunión fue llevada a cabo a finales de 1306, sólo se sabe que se discutió acerca de la propuesta de la unión con los Hospitalarios, que fue negada por de Molay. Sin noticias de Molay y sus cuatro Preceptores visitaron nuevamente a Clemente para preguntarle sobre las acusaciones en abril de 1307, ya que los rumores eran cada vez mayores.
Finalmente, el 14 de septiembre de 1307 Felipe actuó. Envió notas secretas a sus alguaciles y senescales en todas sus provincias para arrestar a todos los Templarios y así al amanecer del 13 de octubre de 1307 los caballeros fueron arrestados por sorpresa y llevados bajo custodia. El propio de Molay y 60 de sus hermanos fueron arrestados en París; en un día o dos los sorprendidos caballeros fueron llevados a la universidad de París, donde se encontraron con una gran cantidad de abades y obispos que habían esperado por mucho tiempo la presentación formal de las acusaciones, alegando que su Gran Maestro y Preceptores ya habían confesado estos crímenes.
Felipe envió circulares a otros monarcas pidiendo las mismas acciones en sus reinos, pero lo único que causó en ellos fue asombro e incredulidad. Eduardo II de Inglaterra suplicó a sus pares que no crean las absurdas acusaciones. Jaime de Aragón prometió represalias si la iglesia lo obligaba a hacer lo mencionado. Portugal tampoco tomó acción alguna.
Incluso el Papa Clemente V se opuso a las acciones, el 27 de octubre suspendió los poderes de la Santa Inquisición en Francia, pero lamentablemente no detuvo la persecución de la Orden. Sin embargo, el 2 de noviembre el Papa emitió una bula solicitando el arresto de los Templarios en toda la tierra, más que nada con el temor de que se piense que todo estaba en poder de organizaciones seculares. Esta acción fue como prender su propia casa en llamas y hasta finales de 1308 los Templarios fueron rebasados o arrestados. El 26 de mayo Felipe viajó a Poitiers y tuvo una complicada y álgida reunión con el Papa y sus cardenales, quienes aún se oponían al plan de Felipe, pero gracias a su tráfico de influencias logró su cometido. Así el Papa suspendió la inacción de la Santa Inquisición y ordenó la revisión de los cargos reservando el juicio del Gran Maestre y sus Preceptores para él. Así 25 comisiones papales establecidos en cada ciudad importante se encargaron de una serie de atrocidades y horrores hacia los Templarios.
Los caballeros eran arrojados en celdas húmedas o fríos calabozos donde muchos murieron solamente por exponerse a estos ambientes; muchos fueron sometidos a tortura, muy barbárica como para ser descritas, lo que logró que muchos se declaren culpables sin serlo, en total 67 caballeros fueron quemados vivos en la pira en Francia.
El juicio principal inició en París el 11 de abril de 1310. Pero un año después en abril de 1311 el Papa había sido completamente derrotado en su intención de ayudar a la Orden y llegó a un acuerdo final con Felipe emitiendo una bula condenando a la Orden y llamó a un concilio en Viena en octubre del mismo año. El 3 de abril de 1312 dio un sermón condenando a los Templarios, con Felipe sentado a su derecha; emitió una nueva bula ordenando la transferencia de todas las posesiones a otros, en su mayor parte los Hospitalarios, pero con una buena tajada para algunos soberanos, entre ellos Felipe.
La víctima principal de todo esto fue Jaques de Molay, cercano a los 70 años, quebrado por todo lo sucedido y con el corazón roto por lo que el calificaba como la mayor ingratitud de su propio pueblo y ahora sólo veía traidores y no sabía en quien confiar. Había sido obligado en agosto de 1308 a admitir que había negado a Dios bajo tortura. Así siguieron los juicios, acusaciones y largos encierros en silencio hasta que, en diciembre de 1313 el Papa creo una comisión para decidir el destino de Jaques de Molay, y junto a él Godofredo de Goneville (Preceptor de Poitou y Aquitania), Guy de Avergnie (Preceptor de Normandía) y Hughes de Peralde (Visitador de Francia). Los comisionados erigieron una gigante plataforma y un púlpito delante de Notre Dame, donde fueron llevados los 4 caballeros el 18 de marzo de 1314.
Los comisionados leyeron una serie de documentos y el reporte de la investigación de de Molay en Chinon seis años antes e inmediatamente y sin ceremonia se anunció la sentencia. Los 4 caballeros fueron sentenciados a prisión perpetua (Hughes y Godofredo se conformaron) peor no de Molay, quien apenas oyó su antigua “confesión” la declaró falsa a viva voz, y declaró falsos también los cargos contra la Orden Templaria. Guy lo apoyó abiertamente.
Una sensación de horror se apoderó de la muchedumbre, ya que según la ley el hecho de retractarse de una confesión era castigable con la muerte. Si bien Felipe no estaba ahí se encontraba en París y casi de inmediato e ignorando cualquier proceso de deliberación necesario ordenó que los dos tercos prisioneros fueran quemados en una pequeña isla del Sena esa misma tarde. Cerca del ocaso fueron llevados a la estaca, a pesar de todo de Molay se encontraba bravo y firme ante su destino, como soldado que era, con una voz fuerte y hasta con júbilo exclamó: “Señores, dejen que junte mis manos un poco y pueda rezar a Dios. Realmente es tiempo para eso, ya que moriré muy pronto.
Dios sabe que no merezco esta tortura. La desgracia caerá pronto sobre quienes nos condenaron. Dios vengará nuestra muerte sobre nuestros enemigos, yo muero con esa convicción. Para ustedes señores, den la vuelta y les imploro, mi cara frente a la Virgen María, madre de Jesucristo”. Y así le dieron a de Molay la oportunidad y la muerte se lo llevó dulcemente con esa actitud, y todos quedaron maravillados por eso.
Y así las masas hicieron correr muchos rumores y le dieron a de Molay la calidad de profeta. Le atribuyeron estas palabras: “Clemente, único juez, te convoco a juicio delante de Dios dentro de 14 días, y a ti Felipe, dentro de un año”. Si de Molay hubiera en realidad dicho esas palabras realmente sería un profeta. Dentro del año Clemente murió de una extraña enfermedad, abandonado por suspropios amigos, su cuerpo no enterrado durante mucho tiempo y Felipe, tuvo una muerte violenta un poco después.
Pero ¿cómo dimensionamos el legado de Jaques de Molay? Si bien la Masonería Templaria pudo haber heredado o adoptado muchos usos y costumbres del Templarismo original no se afirma abiertamente alguna relación directa. Tampoco se conoce de otras organizaciones que tengan una mayor influencia, más de Jaques que de la Orden en sí es la Orden DeMolay, cuya historia resumimos.
Casi 600 años después de la muerte de De Molay, un Masón llamado Frank Sherman Land había entablado una relación muy especial con un muchacho llamado Louis Gordon Lower, quien había perdido a su padre a una edad temprana y había demostrado muchas aptitudes interesantes desde pequeño, compartiendo con él muchas charlas interesantes entre las cuales estaban las de personajes de la historia. Durante el último tiempo Louis había invitado varios amigos con los que compartía intereses a estas charlas, que se llevaban a cabo en las instalaciones masónicas donde trabajaba una Logia Escocesa de Kansas City. Poco a poco habían formado un pequeño club con Louis y 8 jóvenes más y decidieron que necesitaban una identidad para empezar a trabajar y crecer y, de todas las historias que habían escuchado una de las que más los influyó fue la de Jaques de Molay, sobre todo por su lección de fidelidad y entereza durante todo el proceso ya mencionado.
Así mientras los jóvenes decidían formar su organización, Dad Land (como le decían de cariño) les dijo que invitaran a más jóvenes y, en una segunda reunión ya eran 31 muchachos y fundaron el “Consejo DeMolay”: German McBride como presidente, Lester Penington como vicepresidente, Louis Lower como Secretario, John Millar como Tesorero y Clyde Stream como Sargento de Armas. Se planteó el patrocinio masónico de esta nueva organización y fue aceptado por la Adonhiram Lodge of Perfection cuyos miembros eran todos del grado 33. El impulso para la organización fue tan grande que cerca de diciembre de ese año ya se contaba con muchos miembros.
Entre los fundadores se encontraba el Hno Frank Marshal, quien en base a las conversaciones con los muchachos y con Dad Land escribió el primer Ritual DeMolay, creando los grados iniciático y DeMolay y dando forma a la Oficialidad y Capítulo. Este Ritual fue utilizado por primera vez en diciembre de 1919 con la instalación de su primer Maestre Consejero Louis Gordon Lower. Para inicios de 1920 se fundaba el segundo Capítulo y se dio inicio al crecimiento exponencial de la Orden con los siguientes datos: para 1922 existían Capítulos DeMolay en 39 de los 48 estados de USA, en 1923 se funda en Canadá, en 1959 a Australia, en 1960 en Alemania y Japón, en 1979 en Brasil, en 1984 en Filipinas, en 1995 en Bolivia, el 2000 a Rumania y Aruba, 2004 en Italia, 2013 en Paraguay, Uruguay y Perú, 2014 en Panamá, 2015 en Francia, 2017 en Albania y Argentina y en 2021 en Ecuador.
El mayor legado de Jaques de Molay a la humanidad es sin duda el ejemplo de una vida recta y justa, la superación de un hombre que pudo perseguir sus sueños más allá de las ventajas o limitaciones que la hubiera dado su cuna y su educación. Siendo un hombre de casi 70 años demostró su fortaleza no solo física sino espiritual al ser sometido al encierro y tortura y, a pesar de todo lo sufrido nunca delató o entregó a sus hermanos en armas; su inquebrantable fidelidad estuvo ahí hasta que exhaló su último aliento y partió a la Luz del Padre.
He cumplido Em. Preceptor
K.T. P. Sahonero
CHR 697