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EL IMPERATIVO CATEGORICO

“El cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí.”

Crítica de la razón práctica (Immanuel Kant).

INTRODUCCIÓN

Si bien el imperativo categórico, denominado también “Regla de Oro”, fue formulado por distintos personajes y culturas desde la antigüedad, considero que quien elaboró un trabajo sistemático y metodológico para su comprensión y exposición, fue el célebre filósofo Immanuel Kant.   En este sentido, en primera instancia, a partir de algunos elementos o conceptos principales de su filosofía, relacionados con el tema, expondré el proceso secuencial metódico que sigue, para arribar a la formulación del Imperativo categórico o ley moral, luego realizar una aproximación en el ámbito masónico y finalmente presentar las conclusiones del trabajo.

DESARROLLO

La filosofía de Kant, es uno de los principales hitos en la historia de la filosofía occidental moderna. Se trata de un trabajo gnoseológico y axiológico, cuyo objetivo es colocar bases firmes a la ciencia y la moral, como también de la metafísica, investigando las condiciones de posibilidad del conocimiento humano. A continuación, algunas características necesarias de su filosofía, para la exposición del tema que nos ocupa.

Indudablemente la obra principal de Kant, es la “Crítica de la Razón Pura”, complementada con la Critica de la Razón Práctica.  Sin embargo, en el periodo previo a estas importantes obras, llamado precrítico, Kant escribió una Memoria, para optar a la cátedra de lógica y metafísica en la Universidad de su ciudad, “De mundi sensibilis atque intelligibilisforma et principiis”, en español: “Principios formales del mundo sensible y del inteligible”.  Trabajo que viene a representar el antecedente inmediato al periodo de evaluación o crítico, como un conocimiento de los principios del intelecto, estableciendo la diferencia entre el conocimiento sensible y el conocimiento inteligible, representando este último aquellos aspectos de las cosas, que por su naturaleza no se pueden captar mediante los sentidos, sino por el intelecto, dándole sentido a los conceptos de posibilidad, existencia, necesidad y otros similares.

Dentro del concepto de posibilidad, el trabajo se inicia con una evaluación de las condiciones de posibilidad, es lo que Kant, denomina “Filosofía Trascendental” o idealismo trascendental, cuyo fin es reemplazar la actitud empírica por la actitud crítica. En este sentido, a partir de la relación sujeto y objeto, que plantea la gnoseología y en analogía a la Teoría Heliocéntrica de Copérnico, su filosofía, se basa en lo que denomina el “giro copernicano”, que representa un giro de reflexión y cambio de sentido de una actitud acrítica (escolástica) a una actitud crítica, que consiste, dentro del ámbito gnoseológico, una adecuación de los objetos al sujeto (trascendentalismo), en vez de que el sujeto se adecúe a los objetos (realismo).

Dentro de este giro reflexivo, cuando Kant se refiere a las condiciones subjetivas del conocimiento, de la ética y de la religión, es importante aclarar que no se refiere a un subjetivismo individual, con sus características de experiencias individuales, sino al sujeto trascendental, aquel prototipo de la naturaleza que es común a todo ser humano. Por tanto, el sujeto trascendental tiene un sentido “universal” y no un subjetivismo en un sentido individual o colectivo, como normalmente consideramos.  La actitud crítica consiste en descubrir aquellas condiciones trascendentales que detentan todos los sujetos humanos.

Al finalizar la Crítica de la Razón Pura, luego de demostrar que el conocimiento de la ciencia se fundamenta en el cumplimiento de las condiciones de una experiencia sensitiva y de un razonamiento intelectual, concluye que la metafísica como ciencia, como conocimiento científico es imposible.  Es decir que aquellas proposiciones metafísicas sobre Dios, el alma y el universo, carecen de la experiencia sensitiva por tratarse de objetos de la intuición intelectual pura.  Sin embargo, Kant cuestiona que esta imposibilidad sea absoluta, pues reconoce, a través de la razón, la posibilidad de otros caminos, que pueden conducir a los objetos de la metafísica.

¿Cuáles son esos caminos? Para dar respuesta a esta pregunta, Kant señala que además de la actividad de conocer, el ser humano en su vida diaria realiza una serie de actividades, como vivir, trabajar y producir, en este sentido diseña y realiza obras civiles, construye casas, crea instituciones sociales, morales, políticas y religiosas, realiza actividades comerciales. Dentro de este vasto conjunto de actividades, el hombre realiza una actividad de vida tan real y efectiva como el conocimiento, cual es, la actividad espiritual, que Kant denomina “conciencia moral”, la cual dentro de sí construye y contiene un conjunto de principios, mediante los cuales los hombres rigen su vida y su conducta, sentando las bases para formular juicios morales sobre sí mismos y sobre lo que les rodea. 

Esta denominación de “conciencia moral”, rescatando la misma nominación y propósito que hizo Aristóteles, la llama “Razón Práctica”, con el fin de mostrar que, en la conciencia moral, algo similar a la razón especulativa, actúan principios racionales evidentes, que permiten juzgar mediante la aprehensión interna sus propias evidencias.  En este sentido, cabe aclarar que, a diferencia de la razón pura aplicada al conocimiento, la razón práctica es aplicada a la acción, a la moral.

Ahora bien, dentro del análisis de estos principios, Kant prosigue con los calificativos morales de estos principios, v.gr. bueno, malo, moral, inmoral, virtuoso, pecador, etc.

Entonces, siendo la moral algo inherente a la conducta humana, estos calificativos solo pueden predicarse en relación a la persona humana, puesto que las cosas no detentan cualidades para merecer estos calificativos. Sin embargo, el hombre, de quien, como acabamos de ver, puede predicarse moralmente la bondad o la maldad, para la realización de esos actos debe determinar algo, entre lo que efectivamente hace y lo que pretende hacer. A partir de esta divergencia, observamos que los calificativos morales, no corresponden a lo que el hombre hace, sino más bien, a “lo que pretende o quiere hacer”, es decir a la voluntad, concluyendo que solamente la voluntad humana, puede ser calificada de voluntad buena o voluntad mala.

Luego del análisis de los calificativos morales y la voluntad, como acreedora de esos calificativos, Kant señala que todo acto voluntario es motivo de reflexión, porque se presenta a la razón como un mandamiento, bajo la forma de un imperativo. Imperativo que puede ser carácter hipotético o de carácter categórico. 

El imperativo hipotético, cuyo cumplimiento está sujeto a una determinada condición, por ejemplo: “si quieres aprobar el curso, debes que estudiar más”, el imperativo está condicionado a “debes  estudiar  más”, pues si la respuesta fuera “no me interesa aprobar el curso”, el imperativo pierde validez; por su parte,  el imperativo categórico no está sujeto a ninguna condición, es decir, impera incondicionalmente de modo total, absoluto y sin limitaciones, por ejemplo los imperativos morales como “honraras a tu padre y a tu madre”, “no mataras”, “no mentiras”, etc.

Identificados los tipos de imperativos, Kant se interroga: ¿la moralidad a cuál de estos dos tipos imperativos corresponde?  Para responder, previo análisis entre moralidad y normatividad o legalidad, señala que todo acto voluntario se basa en que una acción sea realizada conforme a la norma o la ley.

Empero, una acción realizada bajo estos términos, no necesariamente es moral, por tanto, para que una acción sea moral, es necesario que ocurra algo, no en la acción misma y de acuerdo a la ley, sino en el instante previo a la acción, sea en el ánimo o en la voluntad de quien la ejecuta. 

Entonces sentencia, si una persona realiza el acto conforme a la ley, por temor al castigo o esperando un premio, entonces la conducta intima, la voluntad intima de esa persona no es moral. Por tanto, bajo estas condiciones, para la conciencia, el acto pierde todo su valor moral.  Por el contrario, sostiene que un acto tiene plena validez moral, cuando la persona que lo realiza lo hace porque es un acto de moral en cumplimiento del deber. Sin embargo, Kant también observa cómo estos actos, cumpliendo la premisa de la pureza moral requerida al asimilarse a lo que determina la ley, el imperativo categórico puede convertirse en hipotético al interior del sujeto.

Veamos, la voz de la conciencia moral dice: “Honraras a tus padres” o “no mataras”, como imperativos categóricos, sin embargo, estos hábilmente se convierten en hipotéticos, cuando se reformulan: “Si no quieres que te ocurra algo desafortunado, honraras a tus padres” o “si no quieres ir a la cárcel, no mataras”.  En estos casos, lo determinante ha sido el temor, y lo imperativo que en la conciencia moral es categórico, se ha convertido en hipotético.  Kant señala, que una voluntad es plena y realmente pura, moral y valiosa, cuando sus acciones están regidas por imperativos auténticamente categóricos.

Por otra parte, toda acción tiene un objeto material y formal. El material, se refiere a lo que se hace o lo que se omite, mientras que la formal se refiere al porque se hace o al porque se omite.  En este sentido, Kant señala: que, bajo el imperativo categórico, una acción denota la voluntad pura y moral, cuando se la realiza por respeto al deber y no por su consideración empírica y material. Y bajo esta consideración de respeto y de amor al deber, Kant formula el imperativo categórico o la Ley moral universal: “obra de modo que la máxima de tu voluntad, tenga siempre validez, al mismo tiempo, como principio de una ley universal”.

Antes de proseguir hagamos un paréntesis, respecto al imperativo categórico, para señalar que su formulación no es exclusividad de la Kant o de la filosofía occidental.  Esta ley, que se conoce, como “regla de oro”, históricamente fue enunciada por diversos autores en distintas épocas.  Epicuro, la formuló como la “ética de la reciprocidad”:“minimizar el daño, de los pocos y de los muchos, para así maximizar la felicidad de todos”; Jesús en el Sermón de la Montaña, decía: “Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley”.  En el confucionismo, “Nunca obres con los demás lo que no quieras que obren contigo”; en el taoísmo, “Lo que no desees para ti, no se lo hagas a los demás”.

En el budismo, “Un estado que no sea agradable o placentero para mí, tampoco será para él”; en el Talmud, “No obres con los demás aquello que no desees que obre contigo”; en el Corán, “Ay de los que escatiman, esos que, cuando se miden con la gente, dan la medida completa, más cuando miden o pesan para ellos la soslayan”.  En la Orden, “No hagáis a otro lo que no quisierais que hagan contigo”.

Volviendo al tema, señalar que obrar por respeto y amor al deber, significa obrar bajo la ley moral. Kant distingue entre la ley moral universal (objetiva) y los principios o máximas individuales de la voluntad (subjetiva). La moralidad de esta ley, consiste en juzgar y ver si puede adecuarse como norma universal. Esto quiere decir que un principio o máxima individual, sólo puede ser moral, siempre y cuando pueda convertirse en una ley universal. La correlación entre el fundamento de esta ley moral y la voluntad pura, nos conduce a distinguir entre la voluntad autónoma, que es cuando la voluntad se proporciona a si misma su propia ley, y la voluntad heterónoma, que corresponde cuando la ley pasivamente recibe algo o de alguien que no es la misma voluntad.

Es autónoma aquella formulación de la ley moral donde la misma voluntad está presente en el origen de la propia ley, por tanto, no es una ley de contenido empírico sino una ley formal. Significando que la ley moral no puede consistir en mandamientos como: “haz esto”, o “haz lo otro”, sino en “lo que quieres hacer, hazlo por respeto a la ley moral”. De ahí que la moral no consiste en mandamientos con contenido empírico o metafísico determinado, sino que debe acentuar en el aspecto psicológico, en la conciencia del individuo, allí donde reside lo meritorio, es decir, no es ajustar la conducta a un determinado precepto, sino observar “el por qué” se ajusta la conducta a uno u otro precepto, es situarse en la universalidad y necesidad de la misma ley y no en el contenido.

Ahora bien, habiendo desarrollado los fundamentos y la formulación del imperativo categórico o ley moral universal, la masonería también lo asimila como parte de sus enseñanzas. Ya vimos que es parte del ritual de iniciación, sin embargo, su importancia es mucho más profunda, pues es parte de todo el proceso de formación iniciática del masón.  En efecto, el primer documento histórico fundacional de la Orden, cual es “Las Constitución de Anderson”, en el primer párrafo, referido a la primera obligación, bajo el Título: “De Dios y la Religión”, dice: “Un masón está obligado por su condición a obedecer la ley moral, y si entiende exactamente el Arte, no será nunca un estúpido ateo ni un libertino irreligioso. ……..”

Posiblemente esta obligación, desde mi punto de vista, fue y actualmente sea la más debatida y la que mayores divergencias ha causado.

En el análisis, es importante distinguir los tres sentidos de la frase: el mandato, la exacta comprensión de la iniciación, y la calidad de ser partícipe de la religión universal. Por tanto, de acuerdo al objeto de este trabajo, me centraré en los dos primeros sentidos.

Obedecer la ley moral y entender el Arte Real, es hablar de lo moral y de lo espiritual, es referirnos a la moralidad y a la acción practica del masón, pues la construcción de un templo interior, requiere en lo espiritual un proceso que se inicia con el desbaste de la piedra bruta hasta lograr una piedra cubica perfecta y que ella sea parte del plan y la obra del GADU. En el orden moral, y consiguientemente filosófico, el proceso comienza encaminando al aprendiz en la ética y practica de las virtudes lo que le permitirá el dominio de las pasiones, bases necesarias para acceder, como compañero, al conocimiento de la ciencia y la metafísica, para finalmente encaminarse hacia el magisterio, cuya perfección se expresará en su trabajo valorativo y en la realización del deber.  En este sentido, el objetivo final es el perfeccionamiento moral para contribuir en la obra del Gran Templo de la humanidad, de ahí la gran importancia para el masón de identificar y complementar el orden moral con el espiritual, de una ética directamente vinculada con los grandes principios universales como la ley moral y el imperativo categórico.  Este es el primer paso indispensable y de acceso al mundo espiritual, obrar dentro del orden o conciencia moral como principio, para trascender a la dimensión espiritual.

En nuestro camino iniciático, prevalece el amor al deber por el deber mismo, es decir como un imperativo categórico: “lo que debe ser”.  Esta proposición categórica, ha sido interpretada por algunos como renunciar o limitar la libertad de pensamiento.  Es importante aclarar, al respecto, que el sentido filosófico no está relacionado con el mundo sensible, sujeto a la experiencia, por el contrario, está relacionado con la experiencia íntima como una obligación o un deber, donde la voluntad es autónoma y se verifica en un acto en plena libertad.

CONCLUSIONES

  1. Que es importante identificar y diferenciar, de acuerdo a la filosofía kantiana, el mundo de la sensibilidad y el mundo de la inteligibilidad, como principios para abordar el conocimiento de la naturaleza y el mundo en que vivimos (La Razón pura)
  2. Que también es importante valorar, la conciencia moral, (La Razón práctica), basado en los principios que rigen la conducta del hombre, cuyos fundamentos metafísicos, suprasensibles, son los principios de la moralidad y la espiritualidad.
  3. Que las acciones morales, son las que se realizan por respeto o amor al deber, como causa de la bondad, sin considerar aspectos naturales, ni fines específicos. 
  4. Que obedecer la ley moral y entender el Arte Real, es lograr en el camino iniciático, la convergencia de la moralidad y la espiritualidad, para la búsqueda de la Verdad.
  5. Que el hombre, en su pensamiento metafísico, consciente de su voluntad libre, mediante la razón que dialoga consigo mismo, se interroga sobre todos aquellos problemas no resueltos por la ciencia ni la experiencia, como también aquellos de la moralidad, en los cuales, al amparo de los principios de la conciencia moral y la voluntad libre, decidirá su accionar bajo el precepto del imperativo categórico.

Finalmente concluyo, con la misma cita inicial: “El cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí.”

Felipe Guzmán Gemio

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