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EL DIALOGO

Pienso luego existo 

EL DIALOGO 

Autor: SAFO

El conjunto de las obras del famoso filósofo griego Platón ha sido conocido como DIALOGOS, inspirado obviamente en la palabra griega ―Logos‖ que significa razón, pensamiento, palabra. El diálogo, que no es más que la confrontación de ideas entre dos o más interlocutores, es la oportunidad donde los argumentos dados son sometidos a examen entre quienes participan del mismo. Para que exista el diálogo sano y fructífero es necesario pasar previamente por un proceso de reflexión individual y solitaria. 

Todo diálogo es una invitación a pensar, donde los dialogantes buscan una verdad o explicación fundamentada a una realidad y deciden indagar juntos. Por ello también el diálogo se lo ha denominado como un proceso filosófico que busca un camino hacia el saber. Juntarse a dialogar implica, al menos, la voluntad de las personas de tratar de entenderse. No se trata por lo tanto de intentar convencer a otro sobre la exactitud o verdad de un punto de vista. Es verdad que cada dialogante aspira a que sus razones y motivaciones expuestas tengan algún valor para los otros que intervienen en este proceso, pero para que ello arribe a un punto satisfactorio para ambos, nadie debe aferrarse a su idea como la verdad absoluta. 

El diálogo por lo tanto es la expresión opuesta al dogmatismo. Por lo tanto cuando dos o más personas convienen en tener un diálogo deben estar predispuestas a ceder en sus posiciones primigenias, siempre y cuando lo escuchado y reflexionado impacte en sus mentes y demuestre las limitaciones de las consideradas verdades absolutas que son a veces defendidas con retórica vacía, hueca de contenidos y saberes, pero expuesta con la vehemencia utilizada por los discursadores callejeros y en altos volúmenes para persuadir a los oyentes. 

En el transcurrir de un diálogo existe una progresión dialéctica que acerca a los participantes a modos aproximados o similares de conocimiento. En este cruce de razones, lo importante es ir estableciendo consensos mínimos para poder seguir avanzando en la búsqueda de acuerdos compartidos. 

Para que se establezca el verdadero diálogo son necesarias ciertas condiciones. La primera de ellas es que se reconozca la propia ignorancia, porque de lo contrario como se podría intentar aprender algo nuevo? Cruzar ideas significa tener una mente abierta y un espíritu curioso. Es famosa la frase de Sócrates que afirmaba ―Yo solo sé, que nada se‖, base precisamente de su filosofía dialógica. 

Ese sistema filosófico pretende igualar a todos los intervinientes en un diálogo a niveles de supuesta ignorancia, liberar de falsas creencias, para así juntos avanzar en el sendero de la búsqueda de la verdad. El reconocido científico Einstein, siglos después de Platón y Sócrates, afirmaba, si quieres alcanzar el saber, valen más las preguntas que las respuestas‖. Por lo tanto al margen de la igualdad en conocimientos o verdades, debe existir el verdadero deseo de aprender, sin soberbia del que todo lo sabe y en búsqueda de un mayor conocimiento intelectual y de perfeccionamiento individual. Además de lo anterior debe existir en un diálogo franco y abierto, la voluntad de respetar las opiniones del otro, por más contrarias que éstas parezcan, con las de uno, pues la base es escuchar con atención, no aplicar censura alguna y contestar con razones, que aunque opuestas, puedan acercar a ambos a puntos de consenso en tranquilidad y sana armonía. Debemos ser conscientes que el diálogo no es una experiencia intelectual que garantice de antemano alcanzar un acuerdo pleno o el conocimiento de la suprema verdad. No obstante todo diálogo es una oportunidad de pensar, reflexionar y eso ya es un avance personal y hasta grupal. No se trata de controlar las mentes ajenas a través de un discurso retórico o de político populachero, sino por el contrario abrirlas a nuevas áreas de expansión en conocimiento, experiencia de crecimiento y modelos de armonía en la sana convivencia. 

En el caso del diálogo, podemos afirmar contundentemente, que el camino y no la meta es lo valioso. La continua práctica del diálogo enriquece a todos los participantes y si en la mayor parte de los casos se llegan a acuerdos o a comprensión de pensamientos y actitudes, habremos logrado el éxito esperado. 

La disposición al sano y franco debate, el cruce de opiniones diversas y argumentos basados en la razón, al margen de representar una mayor intelectualidad, es el mejor ejercicio ético de la persona humana. Una sociedad o institución sana, abierta y democrática, debe fomentar entre sus miembros y habitantes el diálogo y la polémica, pero evitando la confrontación violenta o el peyorativamente denominado diálogo de sordos, sino el intercambio de ideas en búsqueda de la verdad que nos acerque. 

Por ello hoy más que antes se hace necesario rescatar desde las aulas escolares el cultivo del diálogo por todo lo valioso que encierra en su ejercicio ético, sin caer en la falsa retórica o en los encendidos discursos personales que encierran propósitos escondidos de egoísmo y oportunismo y no del propósito común, que debe ser el encontrar un lugar común donde vivir mejor. 

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