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EL DESAPEGO

“No pongas en el bolsillo de los demás tu propia felicidad” El Desapego, según las definiciones semánticas más aceptadas y conocidas, también expresado como «No- apego», es el estado en el que una persona supera su lazo de unión al deseo por las cosas, personas u objetos existentes consiguiendo una perspectiva más elevada. El desapego como liberación del deseo y en consecuencia del sufrimiento que éste provoca es un principio fundamental para el budismo, hinduismo, jainismo, taoísmo y bahaismo. En el budismo y los textos hindúes el concepto opuesto se conoce como Upadana, traducido como apego.

El apego, la incapacidad para practicar el desapego, se ve como el principal obstáculo hacia una vida serena y plena. Muchas otras tradiciones identifican la falta de desapego con las preocupaciones continuas y la falta de quietud que el deseo y las ambiciones personales producen en las personas Es posible que la palabra “desapego” cause cierta sensación de frialdad e incluso de egoísmo emocional. Nada más lejos de la realidad. La palabra desapego, entendida dentro del contexto del crecimiento personal, supone un gran valor interior que todos deberíamos aprender a desarrollar, puesto que practicar el desapego no significa en absoluto desprendernos de todo aquello que nos es importante, o romper vínculos afectivos o relaciones personales con quienes forman parte de nuestro circulo personal. Significa básicamente saber amar, apreciar e involucrarnos en las cosas desde un punto de vista más equilibrado y saludable, liberándonos a su vez de esos excesos que nos ponen cadenas y que nos amarran. Que nos cortan las alas. La liberación emocional es darnos la opción de vivir con más honestidad de acuerdo a nuestras necesidades, ofreciéndonos a su vez la opción a crecer, de avanzar con conocimiento de causa. Sin dañar a nadie, sin que nadie nos ponga tampoco su cerco camuflado con las cadenas del amor pasional, filial o incluso materno. Aprendamos, pues, a poner en práctica estas sencillas leyes sobre el desapego…

Primera ley: eres responsable de ti mismo Nadie va a retirar cada piedra que te encuentres en tu camino, al igual que nadie va a respirar por ti ni se va a ofrecer como voluntario para cargar tus penas o sentir tus dolores. Tú mismo eres artífice de tu propia existencia y de cada paso que das. Así pues, la primera ley que debes tener en cuenta para practicar el desapego, es tomar conciencia de que eres pleno responsable de ti mismo. No concibas la idea de que para ser feliz en esta vida, es esencial encontrar una pareja que te ame, o tener siempre el reconocimiento de tu familia. Si el barómetro de tu satisfacción y felicidad está en lo que los demás te aportan, no conseguirás más que sufrimiento. ¿La razón? Pocas veces lograrán cubrir todas tus necesidades. Cultiva tu propia felicidad, siéntete responsable, maduro, toma conciencia de tus decisiones y de sus consecuencias, elige por ti mismo y no dejes nunca que tu bienestar, dependa siempre de corazones ajenos.

Segunda ley: vive el presente, acepta, asume la realidad En esta vida, nada es eterno, nada permanece, todo fluye y retoma su camino tejiendo ese orden natural que tanto nos cuesta asumir a veces. Las personas estamos casi siempre centradas en todo aquello que ocurrió en el pasado y que, de algún modo, se convierte ahora en una dura carga que altera nuestro presente. Esas desavenencias familiares, ese trauma, esa pérdida, ese fracaso sentimental o esa frustración no superada. Todo ello son anclas que nos aferran, que ponen cadenas en nuestros pies y anzuelos en nuestra alma. Es un apego tóxico y poco saludable que nos impide avanzar en libertad y plenitud. Acepta, asume y aunque te cueste, aprende a perdonar. Te hará sentir más liberado y te ayudará a centrarte en lo que de verdad importa, el “aquí y ahora“, este presente donde tienes tu verdadera oportunidad. ¿A qué esperas? Tercera ley: promueve tu libertad y permite ser libres también a los demás Asume que la libertad, es la forma más plena, íntegra y saludable de disfrutar de la vida, de entenderla en toda su inmensidad. No obstante, ello no impide que podamos establecer vínculos afectivos con otras personas, porque también ello forma parte de nuestro crecimiento personal. Saber amar y saber recibir amor. No obstante, el desapego implica que nunca debes hacerte responsable de la vida de los otros, al igual que los demás, no deben tampoco imponerte sus principios, sus ataduras o cadenas personales para aferrarte a ellos. Es aquí donde empieza el auténtico problema y los sufrimientos. Los apegos intensos nunca son saludables, pensemos por ejemplo en esos padres obsesivos que se exceden en la protección de sus hijos y que les impiden poder madurar, poder avanzar con seguridad para explorar el mundo. La necesidad de “despegarse” es vital en estos casos, ahí donde cada uno debe salir de los límites de la certidumbre para aprender de lo imprevisto, de lo desconocido.

Cuarta ley: asume que las pérdidas van a sucederse tarde o temprano Volvemos de nuevo a la misma idea: aceptar que, en esta vida, nada puede contenerse eternamente. La vida, las relaciones, e incluso las cosas materiales, terminan desvaneciéndose como el humo que se escapa de una ventana abierta o el agua fresca que resbala por nuestros dedos. Las personas se irán, los niños crecerán, algunos amigos dejarán de serlo y algunos amores se irán del calor de tu mano. Todo ello forma parte del desapego, y como tal, hemos de aprender a asumirlo para afrontarlo con mayor integridad. Con mayor fuerza. Pero lo que nunca va a cambiar, es tu capacidad de querer. Y debes empezar siempre por ti mismo. Como lo expresáramos al inicio parece muy fácil confundir el desapego con la indiferencia, pero si bien éste es un término que ya lo tratáramos en un artículo anterior, conocer la diferencia entre uno y otro nos permitirá sin duda ser menos apegados a lo que tarde o temprano debe marcharse o cambiar y poder así caminar más felices por los senderos de la verdad y la felicidad personal, que no es otra que llegar a interpretar y leer correctamente en el interior de nuestra conciencia.

SAFO

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