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El camino del zen

“El Camino del Zen nos explica la historia, los principios y los beneficios del Zen y cómo nos pueden ayudar a desarrollar la calma y aprender a disfrutar más nuestras vidas.”

Alan Watts.

Nuestra mente crea ilusiones sobre la realidad, pero el camino del Zen nos ayuda a verlo con claridad.

El camino hacia el Zen nos explica que, aunque la felicidad es la “meta” a la que muchos aspiramos, la realidad es que no nos deberíamos dejar controlar por este factor.

Porque esta mentalidad nos hace pensar que si dejamos atrás todo lo que nos hace daño podemos conseguirla, pero la realidad es que no hace falta esto para llegar a ser felices, podemos ser felices si aprendemos a aceptar la realidad tal y como es.

A través  de aceptar las circunstancias tal y como pasan podemos desarrollar nuestra mentalidad.

La filosofía Zen nos explica que el dolor no es algo que podamos evitar toda nuestra vida, y que es en realidad algo que debemos aprender a aceptar si queremos entender el placer, son dos caras de la misma moneda.

Necesitamos practicar la naturalidad y espontaneidad si queremos aprender el arte del Zen.

La clave de la filosofía Zen es aprender a aceptar las cosas a medida que pasan, a ser parte del

proceso y aprovecharlo. Solo si somos capaces de ser parte de lo que nos rodea, de ser uno con la naturaleza, podremos empezar a adentrarnos en el camino.

Las emociones que sentimos, sin importar cuales sean, son parte del proceso y aceptarlas tal y como son, nos ayudará a liberarnos de las ataduras de nuestras expectativas y miedos, y dedicarnos simplemente a excistir.

Esta naturalidad implica aceptar nuestras reacciones, y no suprimir o detener nuestros impulsos, sino aceptarlos y actuar con espontaneidad. Dejar que las cosas sigan su curso es una forma de formar parte del proceso y con ello liberarnos.

La clave de la meditación es observar las cosas tal y como son.

Según la filosofía Zen, meditar no se trata de entrar en un estado en el que no pensamos, ni en encontrar nuestro “yo observador’’, sino simplemente en excistir y sentir las cosas a medida que pasan.

No hay necesidad de forzarnos a ser más de lo que somos en cada momento. La mente ya es ‘’pura’’ de por sí, y por lo tanto aceptarla tal y como es, es el camino, sin intentar maximizar o eliminar ninguna emoción, simplemente excistir es el camino hacia el Zen.

La forma de meditar Zen es diferente a la Budista o Taoista, en el caso del Zen simplemente debemos observar la naturaleza tal y como es, y las interacciones que ocurren en la misma. Cada vez que nos dejamos llevar por lo que observamos, nos estamos acercando más y más a ser uno con la naturaleza.

Percibiendo lo que hay alrededor es el camino hacia el Zen.

Necesitamos practicar la naturalidad y espontaneidad si queremos aprender el arte del Zen.

La clave de la filosofía Zen es aprender a aceptar las cosas a medida que pasan,

a ser parte del proceso y aprovecharlo.

La meditación Zen es una rama del budismo, se suele utilizar la palabra «Zazen» que significa sentarse en meditación. El enfoque de esta práctica es trascender la dualidad, esto significa que no se realiza el juicio de bueno o malo, de mejor o peor, sino que lo que observamos se unifica como un todo.

Puede ser distinto según la persona porque el momento zen significa hacer una pausa en el flujo de pensamientos que bombardean constantemente nuestra mente y concentrarse en el presente.

El Zen se basa en la búsqueda de la iluminación a través de técnicas que evitan los esquemas conceptuales. Originalmente, el budismo confiaba en una progresión de los distintos estados de meditación como camino a la elevación. Para el zen, existe un acceso directo y espontáneo al estado superior que precede al nirvana, sin la necesidad de experimentar los estados previos.

La escuela Zen se centra en la meditación para lograr el despertar espiritual, diferenciándose de otras escuelas que dedican mucho tiempo al estudio de textos, con su expansión a otras partes del mundo, el Zen adquirió diversas influencias y sumó numerosas técnicas. Uno de los principales cambios se produjo con su auge en Japón.

Una de las prácticas Zen más usuales es la postura en posición del loto para meditar. La persona debe adoptar esta posición, mantener la espalda erguida y entrecerrar los ojos, mientras deja fluir sus pensamientos sin aferrarse a ninguno de ellos.

Es importante no sólo conseguir la postura adecuada sino también otros elementos que contribuirán a lograr la mencionada paz. Este sería el caso, por ejemplo, de la respiración, que tiene que ser lenta, suave y profunda.

Tanto la posición como la respiración correcta son dos elementos que se irán consiguiendo plenamente con el paso del tiempo. Por eso, los expertos en Zen tienen claro que la principal clave para lograr que esta disciplina alcance los objetivos marcados es practicar mucho.

Beneficios de estas prácticas

En Occidente cada vez son más las personas que han optado de manera contundente por practicar el Zen ya que han considerado que es la mejor herramienta que tienen al alcance de la mano para poder encontrar la paz, la relajación y la tranquilidad que necesitan en sus vidas.

Y es que dicha apuesta por el Zen trae consigo un gran número de beneficios entre los que se encuentran los siguientes:

  • Se consigue mejorar de manera notable lo que es la coordinación entre las neuronas que tenemos en el cerebro.
  • Es un instrumento muy útil para todas aquellas personas que tienen enfermedades y dolores crónicos pues ejerce como mecanismo coadyuvante.
  • Logra mejorar el estado de ánimo.
  • Tiene la ventaja de que consigue que cualquier persona pueda mejorar de manera contundente lo que es su capacidad de concentración.
  • Permite que desconectemos por completo de nuestra vida y nos situemos en otro plano. De esta manera, dejaremos a un lado el estrés y apostaremos por la paz y la serenidad.

Muchos pensadores de Occidente, cada cual desde su punto de vista específico, intercambiaron conceptos sobre este tópico secular, “Oriente y Occidente”; pero, de lo que trasciende, son relativamente pocos los autores de Extremo-Oriente que expresan sus opiniones como orientales.

Basho (1644-1994), gran poeta japonés del siglo XVII, compuso un poema de diez y siete sílabas conocido como haiku o hokku , que traducido al portugués, dice más o menos lo siguiente:

Quando olho atentamente

Vejo florir a nazuna

Ao pé da sebe!

Yoku mireba

Nazuna hana saku

Kakine kana.

Es probable que Basho estuviese caminando por una calle del campo, cuando observó algún objeto casi despreciado junto a la “sebe” (seto vivo, cercado de estacas altas entretejidas con ramas largas). Se aproximó, mirando profundamente hacia ella y verificó que se trataba de una planta silvestre, poco menos que insignificante y raras veces notada por los transeúntes.

El koan y el jardín zen

Otro método de los maestros Zen se conoce como koan. Los koans son diálogos que promueven la reflexión a partir de una pregunta que no tiene sentido aparente (por ejemplo: ¿qué sonido hace la palma de una sola mano cuando aplaude?) y que obliga la concentración del practicante. El jardín Zen o karesansui, por último, es un espacio que contiene arena, rocas y otros elementos que ayudan a la meditación.

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