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COSMOVISIÓN ECO-ÉTICA: SABIDURÍA ANDINA PARA LA CRISIS

Los mallcus o espíritus de las montañas andinas, brindan el agua, prestan la tierra, sus frutos y animales, a condición que se respeten las tradiciones, los ritos, estilos de vida y la Pachamama. Si eso no se cumple, dan paso a las pestes y enfermedades.  ¿Será que faltamos al mandato de los Mallcus? ¿Qué no hemos respetado a la Pachamama?

Para enfrentar la crisis que vive la humanidad, debemos reencontrarnos con las poderosas latencias y sincronías de la filosofía, la cosmovisión, la ética y metafísica del mundo andino. Una herencia resguardada por penitentes Mallcus, los poderosos espíritus tutelares que habitan las altas cumbres andinas, que fieles a tradiciones milenarias, atesoran una filosofía y cosmovisión de las más ecológicas, cósmicas y vastas que se conocen en los distintos pueblos del mundo.  Es el remedio para la inflamación antropocéntrica de un ser depredador, exterminador y contaminador implacable; a las compulsiones egóticas que conllevan un desbordado individualismo; el virus del desdén ecológico y el calentamiento global; la fiebre del materialismo acumulador; la inmuno-depresión de la casa común. 

Sus mensajes han estado a la vista de todos, en un lenguaje arquetípico universal, volcado en sus tejidos, cesterías y alfarerías; en su lengua, música y cromatia; en geoglifos, petroglifos y pinturas rupestres; en la mente intuitiva que es razón y emoción; en la comunicación concreta, que recoge la cíclica circularidad de la espiral témporo-espacial. Un conocimiento heredado de milenios de aprendizajes (vernáculo), que han guardado hasta el presente los amautas (sabios) de los pueblos originarios. Los pueblos ancestrales, articulados por la dorsal de cordilleras que cruzan -a lo largo- las américas, tienen una impronta cultural simbólica  que arranca desde el fondo del tiempo.  Se trata de una filosofía monumental, de una cosmovisión de profundo sentido ético y ecológico, místico y simbólico.  Cumbres continentales que sostienen la identidad y el patrimonio, atesorado para referencia de la humanidad, con puentes de unión que forman arcos de unidad biológica, genética, cultural y de simbolismo primigenio.

Un sistema de vida de íntima relación cósmica cotidiana, de profundo respeto al cielo y sus mensajes, a la naturaleza y sus frutos, a los ancestros y su sabiduría, conocimientos, sentimientos y tradiciones que están en esencial comunión espiritual, con Principios verificados por milenios: de Totalidad; Complementariedad; Reciprocidad; Integralidad; Polaridad; Causalidad; Sincronía; que rigen la naturaleza y la vida, que alcanzan lo visible y lo invisible, la materia y la energía, lo físico y lo espiritual, el hacer y el sentir, el ser y estar en el mundo.

Sorprende la resiliencia de 5 siglos al apremio simbólico-espiritual, intenciones transmutadoras de sincretismo forzado. La cosmovisión está latente en los valles y montañas, pampas y salares, en cada cornisa donde late el pulso de la vida y la cultura ancestral, en sus figuras: cuadrados, círculos, triángulos y espirales, todas sumidas en la tutelar imagen de la Cruz Cuadrada (Chacana) que orienta tiempo-espacio y la Cruz del Sur, que cada noche ilumina el camino de la vida (Vía Láctea) como faro tutelar, que cautela la vigencia y sobrevivencia de una cultura empapada de divinidad. La identidad cultural de pueblos de espiritualidad común -en los valles y montañas, en el mar y la cordillera, de norte a sur, en las selvas y los desiertos- atesorando principios y valores que dan forma a su alma colectiva: gente de elevada consciencia, inmersos en relacionalidad con sentido de comunidad viva.  Guardan la sabiduría de sus amautas, luz de esos mundos, que se re-encuentran recursivamente en la celebración de los ciclos anuales de la naturaleza y de la bóveda celeste. 

Guardan -para las nuevas generaciones- principios atávicos, de antepasados remotos, un saber tan antiguo (o más) que aquella cultura del triangulo: Nilo, Tigris y Éufrates, que originó el mundo occidental,  protagonista del colapso ambiental mundial.  La cosmovisión andina tiene un sentido ético más concreto, sólido y respetuoso de las leyes universales y naturales del mundo, en la que el individuo hace parte del ethos natural atesorando su sentido de comunidad, en comunión con sus principios y valores, con sus símbolos y deidades. 

Un mundo de integralidad y relacionalidad total, recogida en la íntima armonía natural y espiritual, con sus plantas y animales; con su territorio y las aguas de sus ríos, lagos y mares; montañas tutelares investidas de divinidad; la pacha mama (madre tierra) fuerza relacional desde donde surge toda forma de vida; sus ayllus y sus lazos de hermandad y comunidad; el ayni que es el espíritu de generosa reciprocidad y complementariedad de y con todos los seres del mundo. La sabiduría andina compite con las más elevadas culturas del mundo: una matemática precisa y compleja, con cero incluido, la geometría, la astronomía, la medicina; la concepción circular del tiempo-espacio (espiral) que regula los ciclos de la naturaleza; una tecnología que permitió su amplia capacidad adaptativa a ese duro ambiente.

Cosmovisión y simbolismo expresado en: el número 1 como Unidad del mundo en la Unicidad, donde uno es todo, y todo es uno; lo binario (2) en la complementariedad del día y la noche, lo femenino y masculino, el calor y el frio, arriba y abajo; lo terciario (3) en los espacios o dimensiones de la existencia el mundo: superior alax pacha (deidades), el mundo donde vivimos aka pacha, y el mundo inferior o de lo invisible kawki pacha;  y, el cuaternario o número 4, que se da en las dimensiones del cosmos que se representa en la cruz cuadrada o chacana, que cobra vida y presencia en su cotidianeidad doméstica, en sus ciclos agrícolas, las estaciones del año y los puntos cardinales.  Siempre orientados de oriente a poniente, casas y puertas dirigidas a la salida del sol. Un simbólico nacer y morir cada día, para volver a nacer al siguiente. Desde el oriente llega la luz, el sol, la vida, encarnada en sus tradiciones y sabiduría, que les han permitido pervivir.

Cuando tomo -en consciencia- la última recta de mi vida, con mis estudios, conversaciones y encuentros con seres notables, en diversos lugares del mundo, declaro mi convicción sobre el hallazgo del tesoro, el anhelado Dorado Andino, que siempre estuvo frente a nosotros: La filosofía y ética andina, de énfasis ecológico, superior en potencia a aquellas volcadas al mundo de lo interior; o las que ancladas en un radical antropocentrismo despreciando el medio ambiente y los seres vivos; las que están ancladas en el materialismo; o que promueven el egoísmo egocéntrico. Emerge desde la milenaria sabiduría andina, el enfoque ECO-ÉTICO-SISTÉMICO-RELACIONAL.  Allí radica la inmunología para superar la pandem-ética, la vertiginosa y global pandemia de degradación ética en toda su complejidad.  Que intelectuales, amautas y mis queridos Hermanos, sean luz en el mundo, proclamando e irradiando el valor de esta sabiduría.  ¡¡Que despierte la primavera andina, que las apachetas marquen el camino y abran portales mostrando a los cuatro vientos el orgullo de la herencia ancestral!!

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