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Carlos Cantero: LAICISMO, LO SAGRADO EN EL NEOLIBERALISMO

COLUMNA LIBRE 

Carlos Cantero: LAICISMO, LO SAGRADO EN EL NEOLIBERALISMO 

Al escribir este tema viene a mi memoria el pensamiento de Heidegger que expresa algo así como: hemos olvidado el ser y a Dios, pero, también hemos olvidado ese olvido (en Ser y Tiempo, 1927). Siento que este texto es continuidad de un escrito anterior, la Sociedad del Desdén. Vale la pena señalar que el materialismo tiene múltiples dimensiones socio-culturales y expresiones en la transversalidad política. 

Lo sagrado es un tema esencial al quehacer de las ciencias humanas, para Emile Durkheim, uno de los padres de la sociología, lo sagrado se entiende por oposición a lo profano, lo que parece una excelente referencia. Max Weber abordó los vínculos entre economía y religión, los contornos de la ética protestante y la ética económica para entender las razones que explicaban la conducta de los individuos y como se vincula el enriquecimiento y la salvación del alma; Georg Simmel abordó las características del dinero en sus dimensiones sagradas, la relación entre los medios y los fines, entre la objetividad y la subjetividad involucrada en estos procesos. Recientemente Yuval Noha Harari, resalta la importancia del homo sapiens por su capacidad para inventar mitos sobre los que se articula una cierta unidad y cohesión. 

En general, la filosofía muestra una tensión entre aquellos que buscan desembarazarse de lo sagrado para la inmersión en lo profano, como territorio fundamental de la filosofía, eso enseñó Sócrates (470-339 a.C.), el maestro icónico, quien estableció las bases con su “Solo sé que no sé nada”, en el que refiere a lo interno y lo externo, quien terminó sentenciado a muerte por impiedad, irrespeto a sus dioses y corromper a la Juventud con estas ideas. Sócrates fue el maestro de Platón, quien refuerza la idea con su mito de la caverna y las distintas percepciones de la realidad y luego Aristóteles discípulo de este último que profundizo en la ética, la poética, la política y la metafísica, triada de filósofos fundacionales del pensamiento occidental, que siguen esa misma senda. 

En el mismo sentido, pero, con distinto énfasis, es el abordaje de Nietzsche y sus seguidores, lo hacen desde la confrontación, contra Dios que mora en lo interno y externo, dimensiones que parecen potenciar la existencia de lo sagrado; pero con la misma fiereza arremete contra lo profano por su sumisión, permisividad y sometimiento a lo sagrado, reclamando la existencia de su superhombre que supera la estupidez de lo sagrado y lo profano. 

Lo sagrado es aquello consagrado, que se considera digno de veneración, sujeto u objeto de respeto, de culto, por atribuírsele un carácter divino, o relacionado con las fuerzas sobrenaturales. Por extensión la noción se usa para denotar algo importante, como principios o valores, incluso alguna reliquia u objeto particularmente valorado. Lo profano es lo no religioso, aquello separado de lo sagrado, que es distinto del templo, lo mundano o material. También se utiliza para señalar a una persona que desconoce un tema y, además, como sinónimo de laico, secular, seglar. Lo sagrado, paradojalmente, define y en sus efectos determina la vida profana. 

En el liberalismo clásico, el espacio económico no está plenamente autonomizado de lo político y religioso. Pero, eso comienza a evolucionar y se observa una mutación de proporciones en la medida que avanza su historia, con exponentes icónicos desde John Locke en el siglo XVII, quien para valorar el mérito señalaba que «Es el trabajo el que introduce la diferencia de valor en todas las cosas», el utilitarismo de Bentham a finales del siglo XVIII es funcional al egoísmo, y muy distinto del individualismo que consistía en concebir la riqueza individual como un valor de la diversidad; el marginalismo del siglo XIX, pensamiento económico que se centra en el margen de perdida o ganancia de un bien, su aporte fue la ley de utilidad marginal y la teoría subjetiva del valor; hasta llegar al siglo XX cuando surge el neoliberalismo. 

El neoliberalismo emerge en la postguerra, en la segunda mitad del siglo XX, uno de los principales inspiradores fue Friedrich von Hayek, luego destaca Milton Friedman. 

Este anunció la implementación de una “economía SOCIAL de mercado”, en la que se enfatizaba el compromiso por la igualdad de oportunidades, la equidad territorial e interpersonal, la adecuada distribución del ingreso. Pero, a poco andar, con la hegemonía de los Chicagos Boys, degeneró al extremo, siendo desplegada como simple “economía de mercado”, una lógica económica y política capitalista radical, con plena vigencia del (laissez faire) de dejar hacer y dejar pasar en torno de objetivos económicos. El neoliberalismo se asocia con políticas de amplia liberalización de la economía, el libre comercio, grandes reducciones del gasto público y de los impuestos, disminución de la intervención del Estado en la sociedad y en economía, en favor del sector privado, en el contexto de una parcial aplicación del principio de subsidiariedad, que establece la primacia del sector privado, en la que el Estado debe restarse donde haya privados dispuestos a actuar. La norma fundamental del neoliberalismo práctico parece ser: privatizar las utilidades y sociabilizar o compartir los costos, pérdidas o quiebras. 

La referencia a la aplicación parcial de la subsidiariedad se debe a que, en su aplicación sesgada, se ha exaltado la dimensión de la competencia, pero los teóricos criollos han hecho desaparecer la colaboración, que es donde se expresa lo social del modelo. 

Quiero aclarar que no promuevo un modelo alternativo, soy partidario de la “economía social de mercado”. Pero, el modelo aplicado por los discípulos de Friedman ha mutado hacia una cruda “economía de mercado”, desechando su dimensión social, con los disparatados resultados en depredación de los recursos, el irrespeto al medio ambiente, la contaminación, la concentración de la riqueza, la dura carga a la clase media, el secuestro, para no decir el robo de los bienes públicos. 

El neoliberalismo se caracteriza por su visión minimalista, cuando no de negación, de la cuestión social, dando primacía a la política de mercado. Es el culto a la virtud económica, más no de las virtudes cívicas; se distingue por el respeto a la propiedad privada (lo propio) aunque no de los bienes públicos; eleva a cuestión sacralizada el derecho a propiedad cuando se trata de los bienes o recursos propios. Se observa una fuerte aversión hacia el pensamiento crítico, hacia la intelectualidad secular o aquello que se ocupe de la dimensión espiritual, ética o trascendente del ser humano. El pensamiento es reemplazado por criterios de rentabilidad, de costo-beneficio. La política muda desde la democracia clásica hacia un enfoque de crisis de representación, la comunidad es una ficción y el electorado un remedo de participación limitada por cortapizas derivadas del sistema electoral y de partidos políticos que imponen unilateralmente su poder en detrimento de cualquier representación política independiente. El individualismo se constituye más bien en la sumatoria de los individuos y sus egoísmos, con un pensamiento débil (ver Gianni Vattimo), en que lo social aparece como un «costo social» ajeno al modelo, que termina beneficiando un segmento marginal e imponiendo una pesada carga que financia la clase media. 

A diferencia del liberalismo clásico que, en el espacio público y privado, mantenía la creencia en Dios -judaico, cristiano o cualquiera de sus versiones (seudo) monoteistas- además sostenía la vigencia y valoración de lo cívico y moral en un permanente equilibrio entre lo sagrado o religioso y la ética profana. La emergencia del neoliberalismo saca del centro aquello y lo reemplaza por un materialismo radical, imponiendo el utilitarismo en la sociedad civil cuya estación terminal es la sacralización de la esfera económica. No hay valoración, aprecio ni promoción de cualidades morales que sirvan de cimiento al civismo y la cooperación. 

La cultura cívica y laica es remplazada por la sacralización de tener, del consumismo, del dogma financiero y económico. El neoliberalismo es el triunfo de un materialismo radical, que no da lugar ni cree en los dogmas religiosos ni siquiera en la ética laica, los únicos dogmas válidos y promovidos por los neoliberales son los dogmas económicos y de especulación financiera. Para la Escuela de Frankfurt ese espacio sagrado o de divinidad lo ha ocupado el dinero o capital financiero. El Dios bíblico pierde su vigencia, no conmueve a las personas. 

Es el nuevo Dios (dinero), el espacio de lo sagrado en el mundo neoliberal, el que concede la gracia para entrar al paraíso, allí donde los sueños y los deseos se hacen realidad, sin penitencias ni actos de contrición. Allí se alcanzan las cuestiones materiales como: casas, autos, vacaciones, viajes, salud, parejas, sexo. ¡Lo que haga falta!. Esta esfera sacra de la economía se apoderó de ámbitos sociales que le eran ajenos. 

También desde un enfoque ético, John Stuart Mill, señala que el Estado social es el natural al ser humano, que no se puede justificar un individualismo que va en contra de las demas personas, mostrando una profunda distinción con el hedonismo egoísta que hoy observamos. También valoró la importancia de un pensamiento crítico y de lo intelectual para una vida satisfactoria, considerando los intereses de los demás para cooperar, lo que el neoliberalismo ha cambiado por la competencia permanente. 

En el contexto del libre mercado -los discípulos de Friedman- postulan un libre juego de intereses privados, sin considerar las grandes desigualdades y los nuevos privilegios que éstas suponen, no hay responsabilidad social posible más allá del individuo y la familia. Gary S. Becker (Nobel de Economía, 1992), siguiendo esta línea señala que cualquier conducta humana puede ser valorada en términos económicos, es decir, calculada para ser maximizada. De esa forma y con esa lógica, múltiples dimensiones del ser humano se cosifican (reifican), se les calcula un valor y se tranzan en el mercado: sea que se trate de tiempo, ubicación, jornadas laborales especiales, roles como el de padre, esposo o amante, todo tiene un precio si se está dispuesto a recibir ese dinero y pagarlo por quien lo requiere. Con esta lógica se cosifican y reciben precio diversas dimensiones del ser humano, el medio ambiente y la naturaleza. 

En su libro “Lo Sagrado y lo Profano”, Mircea Eliade, historiador de lo sagrado, asume que la irreligiosidad del mundo actual es una nueva “caida del ser humano”. Estudia el proceso de secularización de lo religioso en las sociedades, buscando dilucidar la dicotomía entre el espacio sagrado y el espacio profano. De sus estudios es clara la tendencia a la desacralización, como un proceso de perdida de vigencia de lo religioso, un debilitamiento de lo sagrado, que comenzó desde el avance del pensamiento científico, a lo que se adiciona el descredito en el rol de intermediación de la iglesia y una curia percibida como abusiva e inconsecuente y, agregamos, la emergencia del materialismo neoliberal que sustituye lo sagrado por lo financiero. 

En la religiosidad moderna los sacrificios humanos son rechazados, sin embargo, en la ética cotidiana observamos millones de seres humanos sacrificados, humillados, explotados, esclavizados, movilizados en todo el mundo, enajenados en la hiperactividad física que les somete a una hiperpasividad intelectual y de la consciencia. 

El capitalismo tradicional de la sociedad industrial se ha transformado en el capitalismo digital, el dinero físico se hace virtual, viaja más rápido, segura y confiable en la web, peregrinaje en las redes digitales en función de la especulación financiera. De esta forma el capitalista toma las características de la propia red, una forma de poder omnisciente que dirige, gobierna, gestiona, premia y castiga. En este proceso el ente económico, sobrepasa al ente político, democrático, espiritual, ético, sometiendo todo al bajo el dominio del materialismo, una visión minimalista de las personas, su comunidad, su intimidad, su entorno natural. 

Emergen los nuevos basamentos ético-morales de la nueva sacralidad, del cuanto tienes y no del valor ético de la persona; lo económico-financiero adquiere el estándar de dogma; se impone la lógica de resultados por sobre las formas; el egoísmo por sobre el altruismo; la competencia por sobre la colaboración. 

Esto se ve groseramente expresado en el nuevo fundamentalismo materialista que se impone en la cultura occidental, que de cristiana conserva poco o nada. No es exagerado señalar que esta época presenta rasgos de post-cristianismo, a juzgar por los niveles de inequidad, pobreza, migraciones, la extinción de las especies, los niveles de contaminación, el desastre ecológico y climático; las nuevas formas de esclavitud y dominación en torno al manejo de la subjetividad de las personas, con los consiguientes riesgos de todas las secuelas propias de los somático: cáncer en todas sus formas, estrés, depresión. 

Se ha sacralizado la concentración del capital, el credo financiero cuyas elocuentes manifestaciones de poder tienen las características OMNI, de omnipotente, omniciente, omnipresente. ¿Le suena esta caracterización, verdad? Así se definía en mi época a Dios y su poder, señalando que estaba “en el cielo, en la tierra y en todo lugar”. Ahora esa sacralización se aplica al capital. También el concepto de la trinidad: padre, hijo y espíritu santo, sólo que ahora podemos decir: el capitalista, la banca y la OTN (organizaciones transnacionales, como la OCDE; NNUU; BM; OMC; etc). La elite política no escucha a quienes se supone representa y solo se somete a los designios de los Reyes Magos de la economía y las finanzas. 

Este nuevo credo muestra portentosos rasgos de poder, millares de conversos vienen de la izquierda, el centro y la derecha. Uno de sus milagros más luminosos es la generación de transversalidad, prácticamente borró las divisiones de izquierdas y derechas que tanto dolor, sufrimiento, sangre y muertes causaron. De la noche a la mañana vemos verdaderos milagros: izquierdistas furibundos caen de rodillas (conversos) frente al poder del dinero; aquellos que proclamaban los valores religiosos ceden (al pecado) rindiéndose frente a la tentación que barre con sus mandamientos; 

eluden sus culpas aquellos que la proclaman con golpes en pecho en la misa de domingo; sea que se trate de puristas o conversos sus promesas y juramentos ceden frente a la tentación del dinero; la lujuria; el sexo; el erotismo, la pornografía; la gula; etc. Aquellos llamados a imponer el orden están sumidos en el desorden; quienes encarnan la justicia muestran elocuente injusticia; las que combaten delincuentes los incuban en sus filas; los responsables de la defensa están indefensos ante la corrupción; los que representan la espiritualidad sucumben a la carnalidad; los que proclaman y demandan castidad actúan como cofradía de la lujuria; la política llamada a cuidar lo público termina coludida con lo privado. El Todopoderoso (Dinero) reina, produciendo milagros cotidianamente. 

La capacidad de construir realidad en torno a los relatos, al lenguajear que viene desde el fondo de la historia humana y que la iglesia manipuló por dos mil años, ahora es administrada por otros, que no priorizan la espiritualidad sino la materialidad, cuyo principal valor es el dinero, la dominación no es desde la fe hacia una deidad intangible, sino de una verificable, contable, acumulable, que permite multiplicarla. 

Vivimos una liberación ética que aún no muestra sus bordes, que será cada vez más vertiginosa como la tecnología, informática, big data, robótica, nanotecnología, biotecnología, genética, que entra en el cuerpo y el alma humana, futuro-presente que está en pleno desarrollo y aplicación, sin que se aprecien los límites entre los que se distinguirán las acciones éticas de las que no lo son. 

Los matinales apóstoles de la verdad, aquellos angelicales entes que cada mañana en la TV nos dicen lo que pasa en el mundo: en los “noticieros” unos, y en los “oráculos” faranduleros los otros, pobres infelices expuestos por “lotes”, ignorantes y exhibicionistas sin pudor, que exponen sus vergüenzas cada día en la basura televisiva a que nos somete el sistema, en el afán de profundizar la idiotez humana, extirpar cualquier pensamiento crítico y transmutar ciudadanos en compulsivos consumidores. Y, vaya que han tenido éxito en la manipulación de la emoción y los deseos de los ciudadanos. Siguen el mandato de Winggestein: En el lenguaje se construye la realidad, podemos agregar también la percepción ciudadana. Se ha hecho realidad aquello que en la década de los 60, Mc Luhann proclamó ocurriría en la aldea global: “El medio (de comunicación) es el mensaje”, luego se transforma en el “masaje”: suponemos a la consciencia, al realismo y la imprecisión. 

Lo sagrado es algo creado por las personas, es una expresión cultural que ha tenido las más diversas manifestaciones a lo largo de la historia. Lo sagrado está siempre asociado al poder, tiene una dimensión de sometimiento o dominación. Podemos decir que lo sagrado es de las más fundamentales y antiguas formas de lo que hoy llamamos la postverdad. 

En el pensamiento intuitivo del ser humano hay una necesidad de creencia o valoración por lo sagrado, que pervive en las personas y la sociedad y que se arrastran desde el fondo de la historia humana, consciencia que se refuerza al abordar las interrogantes que desde siempre han conmovido el alma del ser humano, que fluyen en la contemplación del universo, del paisaje, de la inmensidad del mar, la unión del cielo y la tierra: ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Hacia donde vamos? 

Esta reflexión constituye un abordaje a la metafísica, que parece secuestrada por el vertiginoso despliegue del neoliberalismo. Examina la impronta de Nietzsche y la voluntad declarada de Heidegger contra Dios; el destino del Superhombre promovido para sustituir al ser humano en su dignidad, que termina degradado al rol de simple consumidor. Verifica que no resulta buen aliado ese Dios con pretensiones de imponer patrones éticos que chocan con egos que no requieren de ética, ni que nadie (ni Dios) les diga cual es la verdad. La encrucijada es volver sobre la huella del humanismo y sus valores; o, avanzar por esta huella del postcristianismo. ¿Qué otra opción visualiza usted? 

Es preciso señalar que los emergentes desafíos del laicismo no tienen que ver con las tradicionales tensiones del poder temporal y el poder espiritual, el Estado y la iglesia, los principales dogmas que someten a millones de seres humanos son los dogmas económicos, los que, como hemos visto en este desarrollo, se elevan al estatus de verdades reveladas. Es en ese espacio económico donde se integra el espacio de lo sagrado, con su Dios (dinero) y su paraíso o infierno, dependiendo de como se reaccione a la manipulación del neuromarketing. 

La buena noticia es que, sólo hace falta que unos pocos laicos proclamen lo espiritual, que asuman un liderazgo ético, que vuelquen su alma para elevar la consciencia, para recuperar los valores del humanismo, para viralizarlos y contagiar la sociedad, conteniendo el avance del materialismo radical. Que así sea!!

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