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CARIDAD PROFUNDA Amistad … o más allá

“… Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza… …y Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó… …Entonces Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente…”

(Génesis 1-27)

Pasó el tiempo, mucho tiempo y el hombre, ese ser viviente pensante, alimentó y cultivo sensaciones, sentimientos. Transcurrió más tiempo, cometió errores y descubrió virtudes que las forjó en el yunque del existir: afecto, compañerismo, lealtad, solidaridad, hermandad, amor, tolerancia, amistad, caridad… … …

Caridad como amistad, es la forma más pura de amor transmitida desde la creación. porque nace del libre albedrío del corazón y no nos está impuesta por el instinto sea grupal, familiar u otro. Amigos ideales nunca se separan. Nada es capaz de romper su relación fraternal.

Esta calidad de caridad es el bien más valioso, porque nos acompaña más allá de ésta vida. Todos los verdaderos amigos que se hacen, los encontraremos nuevamente en el hogar del Padre, pues el verdadero amor jamás se pierde. Cuando existe la caridad perfecta, entre dos o en un grupo de corazones, es una relación espiritual que alimenta y perfecciona a cada uno de los individuos, es el egrégora que circunda en el entorno.

Existe un imán en nuestro corazón que atrae a los verdaderos amigos. Ese imán es el altruismo, pensar primero en los otros, muy pocas personas estamos libres del egocentrismo, sin embargo se puede desarrollar la cualidad del altruismo muy fácilmente mediante la práctica de pensar primero en los otros.

No se puede atraer amigos verdaderos sin apartar del propio carácter las manifestaciones de egoísmo o de otras propiedades desagradables. El supremo arte de hacer amigos es comportándose divinamente, siendo ser espiritualizado, puro, altruista, mientras más las fallas humanas fueren eliminadas y las cualidades divinas se practiquen, más amigos se podrán lograr. La verdadera caridad consiste en ser útiles mutuamente, ofreciendo, uno al otro entusiasmo en las provocaciones, solidaridad en la tristeza, consejo en las dificultades y auxilio material en los momentos de real necesidad. Aquel que ofrece verdadera caridad a otro, abandona alegremente los placeres o los intereses egoístas a favor de la felicidad del amigo, sin sentir consciencialmente pérdidas o de sentir sacrificio, sin tomar en cuenta el costo.

Cualquiera que sean las diferencias de opinión que haya entre amigos, fraternos o hermanos, siempre habrá comprensión y comunicación. En esa especie de relación, no obstante las divergencias, debe existir respeto mutuo y estima por encima de todo lo demás que está fundamentada en la esencia y única relación dorada.

Si se declara solidaridad hay que quererla realmente. Es preciso que no se muestre gentileza o cooperación exterior, cuando interiormente se siente lo contrario. La ley espiritual es muy poderosa. No debemos enfrentarnos a los principios espirituales. Como amigo, sepamos cuando no entrometerse, cual es nuestro lugar, cuando se debe tener disposición para cooperar y cuando no. Supongamos que un hombre tiene una debilidad, e intenta ocultar esa acción del resto del mundo. Uno conoce su debilidad y en nombre de la verdad, comunica a sus amistades, tal intervención es inoportuna. No debemos inmiscuirnos en la vida ajena.

Procuremos encubrir las fallas de los otros ante los demás, siempre que éstas no perturben o perjudiquen a los otros. Conversar en privado con la persona afectada sobre sus fallas, si tuviésemos la oportunidad o la responsabilidad de ayudarla, es lo adecuado. Pero nunca hablemos deliberadamente para herir a alguien con el pretexto de ayudarlo, pues así estaremos ayudándolo a volverse nuestro enemigo y es posible también que destruyamos cualquier deseo que él pudiese haber tenido en mejorar.

Ayudemos a un amigo, siendo para él una inspiración mental, estética y espiritual. Nunca ser sarcástico con un amigo. No es necesario adularlo, a menos que sea para alentarlo.

Para con el amigo nuestra actitud debe sentirse, ser verdadero, ser sincero, crecerá constantemente, pues la amistad es noble, fructífera, sagrada. Así como la savia ayuda a la flor crecer, de la misma manera la dulzura exterior e interior nutre la riqueza de la caridad al ser humano que apreciamos. Para ser un amigo verdadero e incondicional, el amor debe estar anclado en el amor del Creador, ésta relación es la inspiración que está tras la verdadera caridad divina a todos.

Procuremos perfeccionar esta relación con pocas almas. Cuando seamos capaces de dar caridad verdaderamente incondicional, el corazón estará listo para ofrecerla perfecta a todos, cuando alcancemos éste propósito nos podemos sentir divinos, sentiremos ser hijos del creador y hermanos de las grandes almas que comparten a todos los seres, independientemente de las personalidades de éstos seres.

La relación humana entrañable que se restringe a solo una o dos almas, excluyendo a otras, es como el río que se pierde en las arenas que jamás alcanza el océano. El río de la amistad se alarga cuando fluye para adelante, poderoso y verdadero, hasta desembocar al final, en la oceánica presencia del eterno, para alcanzar la caridad absoluta.

AMPARTAPA

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