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Brindis Solsticial

Hoy quiero brindar por mis Hermanos,
los Masones de manos enlazadas,
hombres libres, de costumbres rectas,
obreros del Compás y de la Escuadra.

Esos Hermanos que siempre toleraron
mis errores, mis defectos y mis faltas,
y me mostraron el sendero iluminado
de la verdad, la virtud y la templanza.

Que me brindaron apoyo en mi tristeza
y le infundieron fuerza a mi esperanza,
y que en momentos de duda me alentaron
a seguir construyendo mi mañana.

Eslabones del fraterno gremio
de acacias, espigas y granadas,
Hermanos de quien vive en infortunio
y de quien busca paz para su alma.

Compañeros solidarios de mis luchas,
defensores sinceros de mi causa.
Hermanos que me dieron su ternura
con una espontaneidad que no se engaña.

Para todos abierta está mi casa,
y mi lumbre encendida que los llama.
Esos Hermanos de todos los momentos
son los que llevo prendidos en el alma.

Alzo mi copa también por
los que comprendieron su viaje a la montaña
buscando un sitial en el Oriente
por donde sale el sol cada mañana.

Al hacerlo evoco al Arquitecto
a cuya gloria trabajo con mi espátula,
puliendo las aristas de la piedra
en la cantera del corazón y de mi alma.

En esta fecha del invernal Solsticio
cuando todo es sombras, soledad y calma,
escudriño al interior de mis recuerdos
y encuentro voces, abrazos y miradas…

Veo a mis Hermanos, siempre atentos,
a responderme cuando mi clamor los llama.

Por ellos brindo con fe, con alegría
con un sentimiento que a todos los abraza.

«Salud, Fuerza, Unión», son mis deseos
al apurar este vino en mi garganta,
la misma que ofrecí aquella noche
cuando presté mis juramentos en el Ara.

Anónimo

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