Para los masones operativos de la Edad Media, su labor se hallaba a medio camino entre lo que era el mero trabajo de la piedra, y el simbolismo de la obra que realizaban. El hecho de construir no consistía únicamente en erigir una estructura con una utilidad determinada, sino que los canteros reflejaban en su obra lo que de trascendente había en el Universo. El cantero era consciente de lo efímero de la existencia humana, y al mismo tiempo veía cómo él mismo, en colaboración con el resto del taller, era capaz de levantar unas estructuras absolutamente monumentales que perdurarían durante siglos, quizá milenios. Por ello los canteros siempre procuraron reflejar en sus construcciones las leyes que regían este mundo. No las irrelevantes leyes físicas, susceptibles de ser estudiadas por medio de la experimentación y el Método Científico, sino las leyes generales del Universo, en un esfuerzo por asomarse al plano maestro del Gran Arquitecto del Universo. El cantero se hallaba sumido en un contexto simbólico desconocido para el profano, y el trabajo de construcción de la obra iba de la mano del trabajo de construcción de su propio espíritu.
Pero en toda época y lugar ha habido iniciados, y gracias a los aires de libertad religiosa y con la entrada de masones aceptados en las Logias, comenzó a emplearse el simbolismo masónico para erigir una escuela iniciática como otras muchas que estaban surgiendo en Europa (Rosacruces, Martinistas, etc.).
Los canteros operativos no habían llegado nunca al grado de desarrollo simbólico que implicaba la muerte en vida, ni mucho menos a plantear lo que acontecía al alma más allá de esa muerte mística. En Escocia, durante la segunda mital del Siglo XVII, se creó el Grado de Maestro, centrado en la muerte simbólica, mientras que a comienzos del XVIII los irlandeses crearon el culmen de la Masonería tradicional, plasmando en el Arco Real los sucesos que experimentaba el alma tras la ordalía del Tercer Grado. Estas vivencias exigían una fe ardiente, que exigiese huir de este mundo para adentrarse en las moradas del más allá. En palabras del místico inglés Walter Leslie Wilmshurst:El verdadero autoconocimiento consiste en la unión, consciente e inmediata, de conciencia entre el espíritu humano y Dios, y la realización de sus identidades. En esa unión idéntica el yo superficial e irreal queda extinguido. Se pierde el sentido de la personalidad, que queda diluido en lo Impersonal y en lo Universal. El pequeño ego queda disuelto en el gran Todo, y conoce a la manera que Ello conoce. El hombre se vuelve consciente de su propia Divinidad inherente y última, y en lo sucesivo ya no vive ni actúa como un individuo separado y con una voluntad independiente, sino en integración con la Divina Vida y Voluntad, de la que ya es instrumento y a cuyos propósitos sirve. Este es el gran día de expiación, cuando la limitada conciencia personal se identifica y hace una con el propio Principio Divino, Omnisciente, Vital e Inmortal, que cada uno debe asumir como el sumo sacerdote de su templo personal y tras muchas abluciones y purificaciones contra las tendencias adversas de su anterior naturaleza no regenerada.¡Este era el logro supremo y secreto apuntado en la críptica máxima Conócete a ti mismo!
Pero en Inglaterra comenzó a extenderse un pensamiento religioso y filosófico de un cariz muy distinto, fruto de la Ilustración, los desarrollos científicos y tecnológicos, las nuevas concepciones religiosas, la Royal Society y las tendencias que basaban la religión en la razón y en la naturaleza. En los albores del colonialismo, el mundo se estaba agrandando de una forma imprevisible, y tras la aparición del racionalismo y el empirismo, Europa había cerrado irrevocablemente la puerta al pasado y se proyectaba hacia la modernidad.
La religión misma se impregnó de un tinte racionalista que hoy todavía no ha abandonado. Se comenzó a cuestionar los dogmas, a dar preferencia a la razón sobre la tradición o las enseñanzas de los Padres de la Iglesia, y se intentaba buscar formas adecuadas de vivir más que de pensar, promoviendo la tolerancia entre los distintos credos. En 1696 se publica la obra de John Toland Cristianismo sin misterios, que replantea la religión y realza el deísmo, y Hume publica en 1779 sus Diálogos sobre la religión natural. El pensamiento platónico intentaba aunar fe y razón, y la nueva metrópolis se convertía una ventana abierta al mundo, con una mentalidad muy distinta a la de Escocia e Irlanda. La Inglaterra de la Ilustración se convertiría en la primera potencia colonial del mundo, y sus élites vieron en las Logias masónicas un entorno en que podían encontrarse distintas posturas religiosas y filosóficas, y en el que coincidir con miembros de otros círculos tales como la Royal Society, la clase alta nobiliaria o funcionarial, o los pensadores de su época.
La diatriba entre Antiguos y Modernos presenta facetas muy distintas. Hay aspectos más bien coyunturales, como el hecho de que los Modernos no aceptasen a los Antiguos en sus Logias, no tanto por la distancia entre sus posturas masónicas, sino por un mero problema de clasismo. Como veremos, la numerosa inmigración irlandesa iba a ser la fuerza demográfica de la Masonería Antigua, y mientras que los Modernos solían contar en sus Logias con funcionarios y miembros de clase alta, los inmigrantes irlandeses eran obreros o comerciantes. Además, las cuotas de las Logias modernas resultaban sencillamente prohibitivas para los irlandeses.
Otro rasgo que con el tiempo cobrará importancia es el hecho de que los miembros de las Logias modernas fuesen prioritariamente anglicanos, mientras que las Logias antiguas, irlandesas y escocesas, estaban formadas conjuntamente por presbiterianos y católicos. Esto aportaba una nueva dimensión al problema, pues la Masonería moderna no se puede entender sin comprender el papel del anglicanismo latitudinario, que promulgaba la oposición al dogmatismo, la preeminencia de la razón sobre la Biblia o la doctrina de la Iglesia, y el planteamiento de la religión sobre la base de la teología natural. Esta corriente, fruto de la Ilustración, resultaba ajena por completo a los Antiguos, de una extracción y trasfondo cultural muy distintos, pero gozaba de gran predicamento entre la intelectualidad inglesa.
Desde el punto de vista ritual, podríamos resumir las diferencias entre Antiguos y Modernos en los siguientes puntos:
Palabras de Grado. Los Modernos habían invertido las Palabras de Grado correspondientes a los Aprendices Entrados y Compañeros. Como hemos dicho, esto se había debido a la publicación, en 1730, de Masonry Dissected, donde se hacían públicas las Palabras. Para impedir que se introdujesen impostores en las logias, la Gran Logia de Londres hizo que la Palabra de Segundo Grado pasase a ser la de Primero y viceversa. Pero los Antiguos percibían esto como la alteración intolerable de un Landmark.
Plegarias. A juicio de los Antiguos, los Modernos estaban omitiendo las plegarias.Descristianización. Los Modernos habían comenzado a descristianizar el ritual. Originalmente los catecismos mantenían muchos elementos cristianos, pero a partir de las Constituciones de Anderson de 1723 estos empiezan a decaer en aras de referencias veterotestamentarias, probablemente en un intento de Londres por convertir la Masonería en una institución, no ya cristiana, sino universal y ecuménica.Festividades. Los Antiguos celebraban sus Grandes Asambleas en las festividades de San Juan de verano y San Juan de invierno, mientras que los Modernos no tenían inconveniente en celebrar sus eventos en otras fechas.Modificación en el modo de preparar a los candidatos. Las diferencias hacían referencia fundamentalmente a la venda sobre los ojos, la Soga y el modo de arrodillarse.Abreviación del ritual. Esta es una constante en la tradición londinense, extensible al Arco Real.Ausencia de lectura de los Antiguos Deberes en las logias, elemento indispensable en la Masonería operativa y antigua desde el siglo XIV.Empleo de la espada. Una curiosa acusación de los Antiguos a los Modernos es que habían eliminado la espada del ritual, con excepción del Retejador. Los Antiguos empleaban las espadas en la logia, aunque no está claro en qué modo lo hacían.Abandono de la ceremonia esotérica de la Instalación de Maestro de la Logia. Esta ceremonia implicaba que el Venerable Maestro perteneciese necesariamente al Arco Real, que no fue aceptado por los Modernos hasta 1766. Sin embargo, entre los Antiguos no era posible convertirse en Venerable Maestro si no se era miembro del Arco Real.Grados colaterales. Los Antiguos tenían una gran predilección por los grados colaterales, mientras que estos eran inexistentes entre los Modernos.Disposición de la Logia. Los Antiguos ponían la columna J en el SO y la columna B en el NO, mientras los Modernos las situaban de manera inversa. Los Antiguos situaban al Primer Vigilante en el O y al Segundo Vigilante en el S, mientras los Modernos situaban al Primer Vigilante en el SO y al Segundo en el NO.Diáconos y Expertos. Las logias de Modernos no tu-vieron Diáconos hasta aproximadamente 1809, siendo su trabajo realizado por Expertos. De hecho, cuando en una logia aparecen Diáconos suele ser por algún tipo de in-fluencia antigua o irlandesa, como es el caso de Bristol. Los Diáconos tuvieron en su origen un cierto contenido esotérico debido a su participación en la transmisión de las Palabras de Grado, papel que quedó reflejado en la joya que portaban en las logias antiguas, las cuales mostraban una imagen de Mercurio. Esta imagen ha desaparecido actual-mente en las Logias de Emulación, pero sí se mantiene en la Marca (grado que no se vio afectado por los nuevos usos acordados en 1813). Por su parte, los Expertos eran un oficio de factura exclusivamente moderna. A partir de 1721 se impuso la costumbre de que, tras la Gran Asamblea, los hermanos marchasen en procesión hacia el lugar donde tendría lugar el banquete. Las dimensiones de este banquete eran cada vez mayores, de modo que para ayudar en su organización y atender a los comensales el Gran Maestro nombró a doce Auxiliares, que es lo que realmente significa Steward. Esta pequeña tropa de camareros fue el embrión de la oficialidad de la Gran Logia, y la pertenencia a ella era considerada un privilegio, de modo que el nombra-miento de Experto conllevaba el pago de una cuota económica añadida.Guardia Debida. La Guardia Debida, uso que se mantiene en la masonería escocesa e irlandesa, consiste en poner las manos en una posición que evoca la forma en que estaban dispuestas durante la Obligación del grado antes de realizar el Signo Penal del mismo.Referencias noaquitas. Estas referencias se plasmaban en alusiones al mar, como la que pervive en la Obligación del Primer Grado de Emulación.Herramientas del grado. Los Antiguos concedían gran importancia a la explicación de las herramientas de cada grado en toda ceremonia de Iniciación, Pase, Elevación o Instalación. En el Rito de Emulación este hábito se mantiene, aunque en Rito Moderno las herramientas no se explican.Signo de Socorro. El Signo de Socorro de los Antiguos es el que se cita en el Rito de Emulación cuando se explica el signo realizado en Estados Unidos, Irlanda y Escocia.Pasados Maestros. desde 1765, entre los Antiguos, la condición de Pasado Maestro implicaba la de oficial de la Gran Logia. Sin embargo, esto no era así entre los Modernos. En la Unión de 1813 se acordó otorgarles derecho a voto, pero no la condición de oficiales de Gran Logia.Secretos. Los Antiguos sostenían que podían reconocer los Secretos de los Modernos, pero que dos masones antiguos podían comunicarse entre sí empleando dos escuadras y un mallete, sin que tales signos resultasen inteligibles para un masón moderno que estuviese presente.Guantes. Los Antiguos no llevaban guantes blancos, que son una aportación moderna. Por esta razón en Escocia e Irlanda se trabaja masónicamente sin guantes en los Grados Simbólicos. Dado que la Marca y el Arco Real son de origen antiguo, se trabajan igualmente sin guantes.Mandil por encima o por debajo de la chaqueta. Los Antiguos se ponían el mandil por debajo de la chaqueta. Por ello actualmente en Escocia e Irlanda el mandil se sigue llevando de este modo.Sombrero y manto púrpura. En Irlanda el Venerable Maestro estaba tocado con un sombrero y cubierto por una capa púrpura. Este rasgo ha perdurado en Estados Unidos de América, donde el Venerable Maestro emplea sombrero y la regalía de Gran Logia mantiene numerosos elementos púrpuras a nivel de mandiles, manguitos, collares, etc.Grados colaterales. Los Modernos trabajaban única-mente los tres Grados Simbólicos, mientras que los Antiguos, aparte del Arco Real, trabajaban otros grados como la Marca o el Templarismo.Latitudinarismo. La fe de los Modernos estaba en consonancia con las tendencias latitudinarias imperantes en la sociedad inglesa del siglo XVIII, las cuales defendían que hay salvación fuera de la Iglesia, rechazaban los dogmas, daban preferencia a la razón sobre la Biblia y las tradiciones y propugnaban una amplia tolerancia en materia religiosa. Sin embargo, para los Antiguos la fe debía ser ar-diente, tal y como es preciso para la Iniciación mística.Arco Real. El Arco Real porque es realmente el principal elemento distintivo entre Antiguos y Modernos, y el cual nos lleva a la naturaleza última de estas dos masonerías. El Arco Real encarna el aspecto místico de la Masonería, y mientras que los Antiguos lo consideraban parte irrenunciable de la masonería, los Modernos se opusieron de entrada frontalmente a él, aceptándolo finalmente en 1766. Nada ilustra mejor las diferencias entre ambas formas de entender la masonería que su postura ante el Arco Real.
24 de Junio de 1717
Estamos tan acostumbrados a dar por buena la versión oficial de lo acontecido en la Taberna del Ganso y la Parrilla el 24 de junio de 1717 que prácticamente hemos perdido la capacidad de percibir la extraña sucesión de acontecimientos que jalona los orígenes de la Gran Logia de Inglaterra. El relato que nos ofrece Anderson plantea más preguntas que respuestas. ¿Por qué únicamente se reunieron esas cuatro Logias? ¿Quién les habia otorgado patente? ¿Únicamente existían cuatro Logias en Londres? ¿Por qué solo aparecen actas de Tenidas a partir del momento en que se publican las Constituciones? ¿Por qué se lanzaron a la recopilación de documentos masónicos durante cuatro años, y sobre todo, por qué los incineraron?
La Masonería en Inglaterra nunca había tenido ni la independencia ni la estabilidad que tuvo en Escocia, hasta el punto de que, para construir determinadas catedrales, hubo que recurrir a la leva forzosa de canteros. Además, la Guerra Civil mermó considerablemente la presencia de la Masonería en Inglaterra, aunque es precisamente en esta época, a mediados del Siglo XVII, cuando quedan registradas las primeras incorporaciones de masones aceptados a las Logias inglesas. Remontándonos más atrás en el tiempo, el propio Anderson menciona la existencia de la Gran Logia de York en 1567 (aunque habría que ver a qué se consideraba entonces una Gran Logia, en un momento en que las cartas patentes ni siquiera existían como tales). En concreto, cita esa fecha porque es el momento en que, a petición de masones de Londres, la Gran Logia de York nombra un Gran Maestro para el Sur. Sin embargo, tiene especial cuidado en no volver a mencionar a la Gran Logia de York en lo sucesivo, presentando a la Gran Logia nacida en 1717 en el Ganso y la Parrilla como el resurgimiento de la Masonería inglesa. En realidad, lo más probable es que en Londres existiesen más Logias que siguiesen el modelo de York, y que lo acontecido aquella tarde fuese el acto fundacional de un tipo de Masonería que seguiría unos patrones distintos. El propio Anderson comenta que al crear la nueva Gran Logia que «Hermanos que habían abandonado la Masonería regresaron a ella», lo que invita a pensar que hubo otras Logias en las que se dio el choque entre ambos modelos de Masonería.
Las Constituciones de Anderson de 1723 nos dejan entrever que reencauzar la Masonería tradicional hacia el nuevo modelo de Masonería exigía de entrada dos cosas fundamentales: rediseñar el Tercer Grado creado por los escoceses, eliminando su naturaleza religiosa o noaquita (lo que implicaba suprimir el Arco Real, que versa sobre las Iniciaciones que tienen lugar tras la muerte en vida), y reformular los Antiguos Linderos en lo referente al papel de Dios y la religión. Vamos a ver estos dos puntos fundamentales.
Sobre Dios y la religión
La lectura de algunos textos ilustrará bien esta diatriba y sus consecuencias.
Todos conocemos el siguiente texto, emitido por los Modernos:
El Masón está obligado, por vocación, a practicar la moral y si comprende sus deberes, nunca se convertirá en un estúpido ateo, ni en un hombre inmoral. Aún cuando en los tiempos antiguos los masones estaban obligados a practicar la religión que se observaba en los países donde habitaban, hoy se ha creído más oportuno, no imponerle otra religión que aquella en que todos los hombres están de acuerdo, y dejarles completa libertad respecto a sus opiniones personales. Esta religión consiste en ser hombres buenos y leales, es decir, hombres de honor y de probidad, cualquiera que sea la diferencia de sus nombres o de sus convicciones. De este modo la Masonería se convertirá en un centro de unidad y es el medio de establecer relaciones amistosas entre gentes que, fuera de ella, hubieran permanecido separados entre sí.
El lector poco avezado pensará que el anterior texto defiende la creencia religiosa, pero en realidad lo que está haciendo es desmantelar la Iniciación Tradicional, que exige la fe como una necesidad existencial y no como un mero ejercicio intelectual, y para la que el frío deísmo no es una alternativa válida. Por ello, en cuanto se constituyó la Gran Logia de los Antiguos y se publicó el Ahiman Rezon (o como dice en su interior, las Constituciones Irlandesas y Yorkinas), inmediatamente se corrigió el anterior texto, dándole una forma que no contraviniese las tradiciones masónicas antiguas, y que marca claramente las distancias con el texto de Anderson y Désaguliers:
El masón obrará siempre como un verdadero noaquita. (…) El Masón está obligado por su juramento a profesar adoración al Dios eterno y a creer firmemente en los sagrados Registros que los Dignatarios y Padres de la Iglesia han recopilado y publicado para uso de todos los buenos hombres. Por lo que nadie que comprenda correctamente el Arte podrá extraviarse por los senderos irreligiosos del infeliz libertino, ni se dejará inducir a seguir a los arrogantes profesores del ateísmo o el deísmo, ni se manchará con los graves errores de la superstición ciega; sino que tendrá la libertad de abrazar la fe que él considere conveniente, siempre que en todo momento rinda la debida reverencia a su Creador, y en los asuntos mundanos trate con honor y honestidad, respetando el precepto de oro de obrar según la Regla, lo que implica hacer al prójimo lo que desearía que le hiciesen a él mismo, y en la Logia no entrar en disputas vanas e innecesarias respecto a las diferentes opiniones y credos de los hombres, admitiendo en la Fraternidad a todos aquellos que sean buenos y leales.
El Tercer Grado hiramita
Conforme la Masonería operativa iba convirtiéndose en una orden iniciática, a finales del Siglo XVII, se imponía la necesidad de crear un ritual para la muerte simbólica. Entre 1646 y 1649, Elias Ashmole redactó una serie de manuscritos en los que introducía una serie de innovaciones en los rituales, tales como la apertura y cierre de la Logia (que hasta entonces se abría y cerraba con una mera declaración), así como unas propuestas para los tres Grados Simbólicos, inspiradas en los propios usos escoceses semioperativos. Si bien sus rituales para el Primer y Segundo Grado fueron aceptados, su Tercer Grado fue rechazado.
La forma del Tercer Grado que fueron desarrollando escoceses y yorkinos se basaba en la muerte de Noé. Durante la Edad Media, y desde el origen de la Masonería operativa, el modelo a seguir por parte de los canteros había sido el abnegado Noé, capaz de mantener la fe ante la iniquidad del mundo, y que emergía del diluvio como principio de una Humanidad nueva, prefigurando la figura de Cristo. Como bellísima señal de su alianza con Dios, el Todopoderoso establecería el Arco Iris.
En el Tercer Grado noaquita, los tres hijos de Noé, Sem, Ham y Jafet iban a buscar la tumba de su padre, y una vez encontrada la tumba, procedían de manera semejante al Tercer Grado actual. No obstante, ni las motivaciones ni el desarrollo de la leyenda eran como en la Leyenda de Hiram. A principios del Siglo XVIII el Grado se encontraba todavía en una etapa embrionaria, y adolecía además de una excesiva cristianización. Sin embargo, los Modernos ingeniaron un Tercer Grado más aséptico, de simbolismo más abierto, con un desarrollo más contundente y esotéricamente mejor estructurado, que se extendió como la pólvora también entre los Antiguos y provocó una reestructuración de los Grados, como ahora veremos. Cierto es también que contó con la ayuda propagandística de la publicación de Masonry Dissected, manual que prácticamente todo Masón Moderno tenía, pues a pesar de la indiscreción que había supuesto su publicación, era una auténtico manual en el que apoyarse para aprender el ritual al margen de las Logias de Instrucción. Masonry Dissected le hizo a la Leyenda de Hiram la publicidad que necesitaba, al margen de que esta estuviese de por sí bien construida.
En el mismo momento de elaborar el Grado de Maestro hiramita comenzó también la relación agridulce de los Modernos con el Arco Real, grado que no introdujeron en su Constitución hasta 1766. La idea de Désaguliers para no dejar lugar al Arco Real fue incluir en el Grado de Maestro la frase «Los secretos del Maestro Masón han sido encontrados», haciendo así innecesaria la presencia del mismo. Esta frase fue pronto eliminada del ritual, pero aún así tardaron medio siglo en abrir las puertas a este Grado.
Buena prueba de que el Tercer Grado hiramita formaba parte del programa intelectual de los Modernos es el hecho de que la Leyenda de Hiram aparecía ya en la primera edición de las Constituciones de Anderson, de modo que sus autores comenzaban detallando la leyenda del Tercer Grado noaquita, para ir introduciendo progresivamente la figura de Hiram Abiff y transformando una leyenda en otra. Para apreciar los cambios que la aceptación de esta leyenda provocó en la Masonería Antigua, conviene que detallemos mínimamente los sucesos que rodearon a la formación de la Gran Logia de Escocia.
En el momento de la fundación de la Gran Logia de Escocia en 1736, de las 100 Logias aproximadamente que existían en Escocia, únicamente 21 eran especulativas, mientas que 12 eran operativas con masones aceptados, y 77 eran exclusivamente operativas. Ante la convocatoria para formar la Gran Logia de Escocia únicamente asistieron 33 Logias, que eran aquellas que contaban con miembros aceptados, mientras que las operativas no quisieron saber nada de la formación de una Gran Logia.
La Gran Logia de Escocia creó entonces una serie de comités que irían a visitar a las Logias operativas con el fin de convencerlas de la idoneidad de integrarse en la Gran Logia. Con tal fin se concedió a las Logias la posibilidad de crear sus propios rituales, mandiles y estatutos, y se les ofreció todo tipo de libertades (aún hoy, las Logias escocesas disponen de estos privilegios, lo que convierte a la Gran Logia de Escocia en la organización masónica estatutariamente más anárquica del planeta). Esto gustó a los masones escoceses operativos, pero el problema surgió cuando los visitantes de la Gran Logia pasaron a explicarles el Tercer Grado.
En el momento de crear la Leyenda de Hiram, lo último que se le había pasado a los Modernos de Londres por la cabeza era qué pensarían los masones escoceses operativos. Y daba la casualidad de que los escoceses operativos únicamente tenían dos grados: Aprendiz y Compañero. Al explicarles la Leyenda de Hiram resultaba que ellos, que se enorgullecían de ser Compañeros, quedaban convertidos no sólo en asesinos, sino en asesinos del Maestro, que era el crimen más horrendo que un masón operativo podía cometer.
Era preciso solventar este problema de alguna manera, y la forma que encontraron los especulativos escoceses fue potenciar el Grado de Marca. Este grado aparece por primera vez citado en 1599, pero distaba mucho de ser un Grado tal y como lo conocemos hoy en día. La Marca se trabaja en Grado de Compañero, y hoy en día se confieren sus dos Grados, Masón de Marca y Maestro de Marca, en la misma ceremonia, aunque inicialmente se conferían de manera separada. El argumento básico de este Grado hecho para redimir a los Compañeros operativos del asesinato de su Maestro era el siguiente: se hacía al Compañero Masón de Marca, tras lo cual el compañero cometía el error de despreciar la piedra angular, que arrojaba a la cantera. Pero una vez que era pasado al Grado de Maestro, en el momento que necesitaba la piedra angular, recordaba que era la piedra que había despreciado anteriormente, e iba a la cantera a recuperarla. Dicho de otro modo, cometía su error como Compañero, pero se redimía como Maestro. Esto, junto con el conveniente aderezo teológico, satisfizo a los operativos escoceses, que paulatinamente fueron aceptando el Grado de Maestro.
No obstante, la percepción de que la tradición noaquita de la Orden podía perderse provocó la creación de nuevos Grados que mantuviesen este pasado noaquita. En Escocia se creó el Grado de Real Orden de Escocia, y en el Rito de York el simbolismo noaquita se concentró en el Grado de Superexcelente Maestro. Hoy en día el heredero de la tradición noaquita es el Grado de Nautas del Arca Real.
Irlanda entra en juego
Un aspecto que suele pasar desapercibido al hablar del desarrollo de la Masonería escocesa es el hecho de que la población en Escocia a finales del Siglo XVII y comienzos del XVIII era sorprendentemente baja, pues se cifraba en torno a 1.300.000 personas, número que fue ascendiendo hasta 2.900.000 a mediados del Siglo XIX. Si tenemos además en cuenta que Escocia, en su condición de igual con respecto a Inglaterra —que no de colonia, como Irlanda— desarrollaba sus propias aventuras ultramarinas, y que buen número de escoceses se hallaban alistados en el ejército británico, uno se da cuenta de que la población que quedaba en suelo escocés durante el Siglo XVIII era realmente escasa.
La nación que iba a poner su peso demográfico en la balanza de la Masonería fue Irlanda. Si bien a principios del Siglo XVIII su población era de 3.000.000 personas, experimentó un crecimiento que la situó en casi 8.500.000 de habitantes en el momento de comenzar la hambruna de la patata, en 1845. Obviamente la economía agraria irlandesa no tenía capacidad para sustentar a semejante población, pero resultó que a 135 millas náuticas (218 kms) al este de Dublín se encontraba el puerto de Liverpool, ciudad próspera por su comercio del algodón y los esclavos, pero también puerta de entrada a la gran conurbación industrial y cuenca carbonífera del sur de los Montes Peninos (Liverpool – Manchester – Bolton – Leeds – Bradford – Sheffield – Nottingham – York – Hull), cuya mano de obra fluiría de forma incesante desde Irlanda.
El desarrollo demográfico de Irlanda se vio reflejado igualmente en su número de Logias, al punto que la Gran Logia de Irlanda llegó a registrar en torno a 700 Logias antes de 1823, momento de la emisión del Acta para la Prevención de Juramentos. Aunque hoy en día hablamos de York como sede de la Masonería Antigua inglesa, la realidad es que, durante la génesis de la Masonería, York era una ciudad en decadencia, y muy probablemente lo que denominamos Rito de York no pueda comprenderse sin la presencia demográfica irlandesa. Pero York había sido durante más de mil años la ciudad más importante del norte de Inglaterra, y la grandeza de su nombre resonaba en la mente de cualquier británico. La expansión hacia el sur del modelo de Masonería antiguo seguiría la pauta de la inmigración irlandesa, descendiendo en primer lugar por los Midlands, y llegando finalmente a Londres.
La Masonería irlandesa tenía una estructura algo distinta a la de escoceses y yorkinos, pues estaba extraordinariamente volcada en el Arco Real. De hecho, la causa de las numerosas disputas que hubo en la Masonería irlandesa del Siglo XVIII se encuentra por lo general en las distintas formas que se propusieron de estructurar los Grados del Arco Real y caballerescos. En 1725 ya tenían completamente desarrollado el Arco Real, siendo los Grados que conferían las Logias distintos a los de escoceses o ingleses antiguos: consistían en un primer grado denominado Aprendiz y Compañero, un segundo grado de Maestro, y un tercer grado que era el Arco Real. No obstante la asimilación entre la Masonería irlandesa y yorkina fue total debido a la identidad conceptual.
La Masonería como Sociedad Jurídica
Aunque los Modernos se atribuyeron en el momento de su fundación la prerrogativa de considerarse la Gran Logia de referencia en Inglaterra, relegando a los Antiguos a la condición de irregulares y cismáticos, el paso del tiempo les iba dejando paulatinamente en inferioridad numérica. La inmigración irlandesa estaba llenando el país de Logias Antiguas, Logias que además eran reconocidas por el conjunto de la sociedad británica como depositarias de la tradición masónica original, y el panorama era aún peor si se consideraba al Imperio en su conjunto. La Masonería Moderna viajaba a las colonias de la mano de la Oficialidad del ejército de Su Majestad, mientras que la Masonería Antigua era exportada junto con el grueso de la tropa, que era de origen escocés, irlandés e inglés antiguo. Si a ello se añadía el hecho de que el Arco Real se había vuelto enormemente popular, y que los Modernos no practicaban ese grado, el panorama no era muy halagüeño.
Había que hacer algo, y los Modernos comenzaron a moverse. En 1766 inauguraron su primer Capítulo de Arco Real, lo que les permitió captar a nuevos miembros, y también que Hermanos procentes de Logias antiguas se integrasen en las modernas. La ceremonia de cambio de Obediencia se denominaba «remaking», y por lo general el nuevo miembro debía pagar las cuotas de los tres Grados y someterse de nuevo a las tres ceremonias.
Pero los Modernos, que en el ámbito organizativo siempre fueron por delante de los Antiguos, idearon en estos años finales de los 1760 un ambiciosísimo proyecto que consistía en transformar la Masonería en una Sociedad con personalidad jurídica. Esto hoy nos parece normal; tenemos una ley de asociaciones y es normal que las agrupaciones se otorguen personalidad jurídica para poder cumplir con sus fines. Pero entonces era totalmente innovador.
El Duque de Beaufort, Gran Maestro de los Modernos, presentó el proyecto el 21 de Octubre de 1768 en la Taberna del Cuerno, argumentando que la nueva fórmula societaria «devolvería a la Masonería su antigua dignidad y lustre al asentar sus incomparables leyes sobre una base firme, sólida y permanente». La nueva sociedad tendría personalidad jurídica para adquirir bienes, así como para construir Freemasons’s Hall y una escuela, lo que implicaba que tendría poder para imponer derramas y cuotas a las Logias de su jurisdicción. En realidad este proyecto tenía algunos problemas de difícil resolución, como por ejemplo que agruparía a hombres de profesiones y extracción muy distintos, que necesariamente ofrecería a los miembros extranjeros los mismos derechos que a los nacionales, y que la jurisdicción de una Sociedad inglesa no permitiría imponer tasas a las Logias de ultramar, aunque trabajasen con patente de la Sociedad.
Pero lo más importante de esta transformación de la Masonería en Sociedad venía en el último párrafo del texto propuesto a la Casa de los Comunes:
Se reserva al Gran Maestro (Moderno), o a su Diputado, o a sus sucesores de forma permanente en el tiempo, pleno poder o autoridad, conforme a esta Licencia, para emitir Patentes para la constitución de Logias subordinadas, de modo que tales Logias, así patentadas, serán, y tendrán el derecho a ser declaradas en virtud de esta ley, Logias legales y regulares.
O dicho de otro modo, que las Logias antiguas quedarían automáticamente excluidas, y serían consideradas como irregulares o ilegales por el Parlamento inglés, salvo que los Modernos les otorgasen carta patente.
Esta solicitud contó con todo tipo de problemas administrativos y parlamentarios, y tras cuatro años de retrasos en los que la propuesta fue leída dos veces en el Parlamento pero nunca votada, fue finalmente arrinconada en 1772 a instancia de los propios Modernos. El diario London Evening Post del 2 de Abril de 1772 publicaba la siguiente noticia (sin duda el redactor de la noticia debía ser un masón antiguo):
Los Masones Libres y Aceptados que había solicitado a la Casa de los Comunes que aceptasen su conversión en Sociedad, y que han encontrado una oposición demasiado fuerte en contra de su propuesta, se libraron ayer de hacer el ridículo (por el 1 de Abril, Día de los Inocentes en Inglaterra y fecha en que estaba programada la votación) que han tenido ya que padecer debido a este debate, al posponer por un plazo de tres meses la votación de dicha propuesta. Su Diputado Gran Maestro, a cuya instancia se produjo el aplazamiento, declaró que al aplazarlo tres meses, su intención era posponerlo para siempre.
El punto de inflexión: 1771 – 1773
Como hemos visto, si bien la Gran Logia de Inglaterra (Modernos) proclamó desde su origen que todas las Logias de Inglaterra debían solicitar patente de la nueva organización so pena de ser consideradas irregulares y cismáticas, la realidad es que el paso del tiempo la fue situando en una situación de desventaja numérica e institucional.
Uno de los aspectos más llamativos de la relación entre Antiguos y Modernos a lo largo de los 90 años de la existencia de los Modernos es la falta casi absoluta de relaciones entre ambas Grandes Logias. Las noticias que tenemos consisten más bien en desaires puntuales a irlandeses que deseaban visitar Logias de Modernos o intentos legales por monopolizar la Masonería. Pero resulta obvio que las diferencias de clase social, de concepción de la Masonería, y de credo provocaban que ninguna de las dos partes tuviese demasiado interés en tener relación de cualquier tipo con la otra. Los elitistas Modernos sentían además un desdén nada disimulado por los menesterosos Antiguos.
Los ingleses Antiguos habían apuntalado su posición en 1762 al obtener el respaldo de la Gran Logia Irlandesa. Un antiguo Gran Maestro de Irlanda, William Stewart, había sido nombrado Gran Maestro de Inglaterra (Antiguos), y propuso a los irlandeses mantener «correspondencia constante», a lo cual accedieron gustosos, estableciendo el que sería primer acuerdo de reconocimiento entre Grandes Logias.
Pero entre 1771 y 1773 iban a suceder una serie de acontecimientos que harían ver a los Modernos que se encontraban en una evidente inferioridad institucional. En 1771 los Antiguos ingleses elegían como Gran Maestro al noble escocés Sir John Murray, jefe del Clan Murray y 3er Duque de Atholl, el cual dos años después, en Noviembre de 1773, sería nombrado también Gran Maestro de la Gran Logia de Escocia, con lo que se convertía en Gran Maestro tanto al norte como al sur del muro de Adriano. En Septiembre de 1772, la Gran Asamblea de los Antiguos resolvió establecer «correspondencia constante» con la Gran Logia de Irlanda y la Gran Logia de Escocia, es decir, reconocimiento mutuo entre las tres Grandes Logias. El 5 de Noviembre los irlandeses respondían afirmativamente, y el 30 del mismo mes, fecha de la elección del Duque de Atholl como Gran Maestro de Escocia, la Asamblea escocesa respondía también afirmativamente. Tanto ingleses antiguos, como irlandeses, como escoceses, habían tenido mucho cuidado en ignorar a la Gran Logia de los Modernos de este triángulo de reconocimientos.
El 3er Duque de Atholl protagonizó también en 1772 un episodio que irritó notablemente a los Modernos. El diario Middlesex Journal publicaba en Abril una carta que el Duque de Atholl enviaba a una Logia local dándoles las gracias por proponerle que continuase como Gran Maestro. En dicha carta les decía textualmente «He de reconocer que, en mi opinión, y tal es el parecer de la Orden en general, los Masones Modernos obran de manera totalmente incompatible con los antiguos usos y principios de la Masonería». Afirmación que el Gran Secretario, William Dickey, tuvo la cortesía de desmentir ante la gran irritación que despertó entre los Modernos.
Los intentos diplomáticos de William Preston
William Preston es, junto con Laurence Dermott, Albert Pike y Albert Mackey, una de esas figuras que permanecerán indelebles en la historia de la Masonería por su aportación a la misma. Aparte de ser el autor de numerosas lecturas, publicó en varias ocasiones sus Ilustraciones de Francmasonería, que entre otras cosas incorpora al universo masónico elementos hoy tan conocidos como los órdenes arquitectónicos, los sentidos corporales o las artes liberales. Nacido en Escocia y de espíritu independiente, Preston fue iniciado como antiguo, pasando posteriormente a los modernos, y regresando finalmente al seno de los Antiguos.
A principios de los 1770 la preocupación principal de los Modernos consistía en conseguir financiación para la construcción de Freemason’s Hall (cuya piedra fundacional fue puesta en 1775, siendo culminado el edificio en 1776), de una taberna (que también construyeron en 1776, la Freemasons Tavern), y de una escuela que no llegaron a construir. Por su parte, los Antiguos proseguían sus esfuerzos para mantener su posición institucional, de modo que a la muerte del 3er Duque de Atholl en 1774, rápidamente pusieron en su lugar a su hijo, el 4º Duque de Atholl, a pesar de contar únicamente con 19 años, con el fin de mantener los lazos de la Gran Logia de Inglaterra (Antiguos) con Escocia. El 4º Duque de Atholl ejerció el cargo de Gran Maestro durante más de 25 años, y fue el encargado de convencer al Primer Ministro William Pitts de que excluyese a la Masonería del Acta de Sociedades Ilegales en 1799.
Hacía menos de un años que William Preston había dejado a los Antiguos para unirse a los Modernos cuando decidió intentar sacar a la Gran Logia de Inglaterra (Modernos) de su aislamiento. Para ello escribió la siguiente carta a la Gran Logia de Escocia, datada el 7 de Agosto de 1775, que tomaba como excusa la cercana publicación del Anuario Masónico:
Como masón, me he tomado la libertad de escribiros para que me enviéis una lista actualizada de los Oficiales de la Gran Logia de Escocia pertenecientes a las distintas Logias bajo vuestra Constitución. Dado que se plantea imprimir dentro de un mes el habitual Anuario, os agradecería que me respondieseis por correo. Cualquier coste que esto ocasionase será pagado con gusto por nuestros corresponsales en Londres.
Y a continuación venía la madre del cordero:
Me sentiría extraordinariamente feliz si pudiese servir de instrumento para el establecimiento de correspondencia entre la Gran Logia de Escocia, mi lugar de nacimiento, y la Gran Logia de Inglaterra (Modernos). Mis intereses y contactos son muy amplios aquí, y me supondría un gran placer proponer Hermanos ingleses para que gozasen de vuestro favor, así como presentar a Hermanos iniciados por la Gran Logia de Escocia a las Logias regulares de esta metrópolis.
El Gran Secretario de Escocia, William Masson, escribió urgentemente al Gran Secretario de los Antiguos, William Dickey, y tras consultar con él respondió a Preston:
Dado que la Gran Logia de Escocia ha establecido correspondencia con las Grandes Logias de Inglaterra (Antiguos) e Irlanda, y ellos con nosotros, cualquier nuevo asunto que acontezca nos incumbe a las tres Grandes Logias, de modo que he informado de vuestra carta a mi digno Hermano William Dickey, Secretario de la Gran Logia de Inglaterra (Antiguos). Podéis dirigiros a él en Bow Street, Covent Garden, para cualquier información que deseéis publicar referente a la Masonería.
La respuesta de Preston que siguió a esta carta mostró dos cosas: por una parte, que a pesar de su brillantez intelectual era un diplomático lamentable; por otra parte, el profundo desprecio que los Modernos sentían por los Antiguos. Esta carta, que pone punto final al único intento de aproximación por parte de ambas masonerías, no necesita mayor comentario:
Siguiendo a vuestra carta del 7 del corriente, os doy las gracias por vuestra recomendación de que me dirija al Sr. Dickey, a quien vos denomináis Secretario de la Gran Logia de Inglaterra, para obtener información acerca de la Gran Logia de Escocia. No tengo el placer de conocer a ese caballero, ni deseo tratarle en la condición de Gran Secretario que vos le atribuis. Lamento profundamente apreciar, a tenor de vuestra carta, que la Gran Logia de Escocia se ha visto tan burdamente empujada a establecer correspondencia con un cuerpo irregular de hombres que se hacen llamar, con toda falsedad, Masones Antiguos, y lamento aún más observar que han obtenido el visto bueno de Irlanda. Los límites que impone una carta me impiden explicaros en detalle este asunto como desearía; pero para vuestra información adjunto fragmentos de la Historia de la Masonería en Inglaterra a partir de su resurgir en 1717. Si leéis la historia de lo acontecido en los años 1736, 37, 38 y 39, encontraréis los orígenes de estos masones irregulares con quienes mantenéis correspondencia. (…) Lamento ver cómo el Duque de Atholl, el General Oughton y el Conde de Kellie, así como otros personajes respetables, ha sido capaces de otorgar reconocimiento a tales asambleas. Estoy convencido de que ningún noble que fuese consciente de la dimensión del engaño les concedería reconocimiento alguno.
(Obsérvese que está dejando por tontos a dos Grandes Maestros de Escocia, el Duque de Atholl, y el Conde de Kellie).
La Revolución y el Acta de Sociedades Ilegales
En España solemos considerar a la Masonería como un fenómeno nítidamente diferenciado del contexto que la rodea, pero en las Islas Británicas no ha sido nunca así. En ocasiones no es fácil establecer un límite entre lo que es propiamente Masonería y lo que son elementos culturales británicos, o lo que son usos y símbolos de otro tipo de sociedades esotéricas y secretas, o genuinamente masónicos. El simbolismo masónico permeó a muchas asociaciones de diversa índole, que se convirtieron virtualmente en paramasónicas. Una reminiscencia de ello es la actual Orden de Orange, en Irlanda del Norte, de naturaleza unionista y precisamente creada en esta época.
Fachada de una taberna de la Orden de Orange en Benidorm (Alicante), inspirada en el Arco Real y en el simbolismo del Rito de York. |
Igualmente tenemos tendencia a asociar los valores de Igualdad, Libertad y Fraternidad con ciertos estereotipos, lo que nos llevaría a pensar que los representantes naturales de la Revolución Francesa en suelo británico serían en cierto modo los Masones Modernos por su carácter ilustrado. Sin embargo, la realidad es que los Modernos, por la composición elitista de su membresía, se mostraron siempre próximos al núcleo de poder londinense, mientras que los que tomaron el testigo de la Revolución Francesa en suelo británico y defendieron los valores de Igualdad, Libertad y Fraternidad fueron los Antiguos, tanto en Irlanda, como en Escocia, como en la propia Inglaterra.
La razón principal para esto es que la Masonería Antigua era de composición mucho más popular y periférica que la aristocrática y funcionarial Masonería Moderna. Pero a ello también se añade el hecho de que, en la mentalidad anglosajona, fe religiosa y libertad suelen ir de la mano. Mientras que en el pensamiento francés se tiende a presentar lo religioso y lo político como dos compartimentos estancos y separados, en la concepción anglosajona la libertad fundamental es la religiosa, siendo la libertad política únicamente la primera derivada de esta, y Dios el garante de la libertad (por ello el Presidente de Estados Unidos jura sobre la Biblia).
Inspirados por la Revolución Francesa, a finales del Siglo XVIII se funda en Irlanda del Norte la asociación de los Voluntarios (Volunteers), paso previo a la formación, en 1791, por parte tanto de católicos como de presbiterianos, de los Irlandeses Unidos (United Irishmen). Bajo el lema de «Igualdad — Es la nueva lucha y será escuchada», esta asociación tendrá como fin promover inicialmente una radical reforma parlamentaria, así como la igualdad entre los irlandeses de todas las confesiones, para posteriormente abogar por la independencia de Irlanda y la creación de una república. Un fenómeno semejante surgió en Escocia (United Scotsmen) y en la propia Inglaterra (United Englishmen). Estas asociaciones paramilitares contaron siempre con un gran número de masones, y constituyeron su estructura y simbolismo a semejanza de la Masonería, al punto de crear Logias específicamente compuestas por miembros de estos movimientos, tales como la First Volunteer Lodge of Ireland nº 620, o regimientos de masones, como los Lowtherstown Masonic Volunteers. Además, debido a la secular anglofobia irlandesa, que se añadía a su ideología política revolucionaria, los United Irishmen habían contado con el apoyo de tropas francesas desembarcadas, lo que los convertía en auténticos quintacolumnistas.
Ni qué decir tiene que esta asociación entre Masonería y las rebeliones puso a las asociaciones secretas en tela de juicio, de modo que en Abril de 1799 se aprobó la Ley de Sociedades Ilegales, que prohibía en Inglaterra y Escocia (que no en Irlanda, que no formaría parte del Reino Unido hasta 1801) la pertenencia a asociaciones que exigiesen un juramento y –entre otras medidas de control– sometía las imprentas a intervención gubernamental.
Sin embargo tanto el Conde de Moira (Gran Maestro de los Modernos) como el 4º Duque de Atholl (Gran Maestro de los Antiguos e hijo del anterior Gran Maestro) lograron convencer al Primer Ministro William Pitts de que se excluyese a la Masonería de la Ley de Sociedades Ilegales argumentando la naturaleza moral y filantrópica de la Orden. El precio a pagar fue que las Logias proporcionarían anualmente al estado una relación de sus miembros que especificaría nombre, edad, domicilio y profesión. La Corona exigió además que ambas obediencias se unificasen, con lo que comenzó el camino (forzoso) para la reunificación de 1813.
Dado que Irlanda no pertenecía al Reino Unido, y siendo su estatuto el de una colonia, el Acta de Sociedades Ilegales no le fue aplicada. Sin embargo, veinte años después, la aparición en escena de la Orden de Orange, así como de los Ribonistas (asociación católica rural irlandesa que actuaba contra los terratenientes), provocó la revocación del habeas corpus, así como la emisión en 1823 del Acta para la Prevención de Juramentos, que puso a todas las sociedades secretas fuera de la ley. La Gran Logia de Irlanda no consiguió quedar eximida de esta acta, de modo que quedó proscrita, tardando más de dos años en conseguir permiso para volver a abrir las Logias. No obstante, durante estos dos años muchas Logias cerraron para no volver a abrir, y las Logias irlandesas de ultramar quedaron en un limbo jurisdiccional.
La reunificación de 1813
En 1809 la Gran Logia de los Modernos creó una Logia Especial de Promulgación con el fin de «devolver la Orden a sus antiguos linderos». Comenzaron las reuniones de comités entre distintos comités con el fin de estudiar la unión entre ambas grandes logias. Grosso modo, puede afirmarse que los Antiguos impusieron la mayoría de sus exigencias, mientras que los Modernos aportaron su configuración administrativa, más apta para la Masonería de nuestros días.
El Gran Maestro de los Modernos era el Conde de Moira, hijo del Rey Guillermo III, que debido a su nombramiento como Gobernador de la India fue sustituido por su Hermano el Duque de Sussex, que presidiría la unificación por parte de los Modernos. Esto, lejos de ser un mero detalle anticuario, fue fundamental para los Modernos, quienes habían visto como pocos años antes, durante la unificación de Antiguos y Modernos llevada a cabo en Canadá, el Duque de Kent había solventado la unificación de un plumazo integrando las Logias Modernas entre las Antiguas sin mayor miramiento e ignorando sus quejas. En Inglaterra, los Modernos tuvieron mucho cuidado de tener a su cabeza a un alto miembro de la nobleza con el fin de prevenir un episodio semejante.
Por parte de los Antiguos presidiría otro hijo de Guillermo III, el citado Eduardo, Duque de Kent, hermano mayor del Duque de Sussex y padre de la Reina Victoria. Eduardo fue iniciado en una Logia de Modernos, como sus hermanos, pero esta concepción de la Masonería no le convenció, de modo que pasó voluntariamente a los Antiguos. Como hemos comentado, estando destinado en Canadá le tocó presidir la unión entre Antiguos y Modernos que tuvo lugar en ese país en 1792, y el Duque de Kent se limitó a integrar a las minoritarias logias de Modernos en la Gran Logia de los Antiguos. Esta es la razón por la que el hoy en día denominado Rito Canadiense no es más que una variedad del Rito de York.
Las reuniones de los comités tuvieron lugar en distintas tabernas, con intervalos de tiempo de duración muy dispar. Las negociaciones se prolongaron desde octubre de 1808 hasta 14 de junio de 1810, momento en que fueron abandonadas en un ambiente de derrota que parecía presagiar el fracaso de la iniciativa. No obstante el problema de las sociedades secretas seguía candente, y el gobierno británico no quería dejar este cabo suelto, de modo que finalmente los comités se volvieron a encontrar en Noviembre de 1813, reuniéndose en siete jornadas maratonianas entre el 10 y el 22 de Diciembre, y dejándolo todo listo para la Ceremonia de Unificación el 27 del mismo mes, aunque las reuniones de la Logia de Reconciliación, encargada de crear el nuevo ritual, se prolongaron hasta 1816.
Qué debemos a Antiguos y Modernos
Las reuniones de los comités de Antiguos y Modernos están bien documentadas, de modo que sabemos qué materias se discutieron en cada fecha, del mismo modo que están bien documentados los trabajos de la Logia de Reconciliación que elaboró el Ritual de Emulación, representando las distintas partes, conforme iban siendo propuestas, en Freemason’s Hall, en presencia de centenares de personas.
Como regla general, en temas rituales los Antiguos impusieron casi todas sus tesis, mientras que a nivel administrativo se siguieron los patrones Modernos.
No obstante, la descripción de las decisiones adoptadas serían únicamente perceptibles con claridad por aquellos Hermanos que trabajan en Rito de Emulación, que es el que surgió de la unión de Antiguos y Modernos, mientras que la mayor parte de Hermanos españoles trabajan en Rito Escocés Antiguo y Aceptado (de tradición Moderna) en GLE y GLSE, o en Rito Francés -heredero directo del Rito Moderno- en el GODF. Por ello intentaremos presentar los rasgos que mantenemos de Antiguos y Modernos, más que centrarnos en lo que se acordó específicamente para el Rito de Emulación.
CAPELLÁN Y ORACIONES: el Rito de Emulación contaría con Capellanes y se dirían oraciones y bendiciones (en REAA y RF no es así).
DIÁCONOS Y/O EXPERTOS: el RE contaría con Diáconos, pero se incluiría también el Oficio de Experto (de forma más bien testimonial, habida cuenta de que la función principal del Experto, la declamación de lecturas, sería arrinconada en el RE). En REAA y RF se mantienen, obviamente, los Expertos. En 1735 los Modernos establecieron que el Gran Maestro debía provenir de los rangos de los Expertos. Esta medida perseguía evitar que, en una asociación cuyos miembros eran de clase acomodada, el puesto de Gran Maestro fuese conseguido tan sólo en razón de la importancia en la sociedad profana. Dado que los Expertos eran los declamadores y redactores de lecturas, esta medida aseguraba que el Gran Maestro fuese diestro en la Masonería, y que quien accediese a la Gran Maestría no lo haría únicamente en virtud de su estatus social.
PALABRAS DE PRIMER Y SEGUNDO GRADO: los Antiguos las conservaban en el orden tradicional, mientras que los Modernos las invirtieron, intentando evitar que, tras la publicación de Masonry Dissected y las Palabras de Grado, entrasen falsos masones en sus Logias. Hoy en día las empleamos tal y como hacían los Modernos, es decir, invertidas.
POSTURA EN LA OBLIGACIÓN: en RE se mantiene la forma antigua (de rodillas), mientras que REAA y RF mantienen la forma moderna (en escuadra).
SIGNO DE SOCORRO: se adoptó la forma moderna de petición de socorro. No obstante, en la GLE, cuando se enseña el Signo de Socorro se dice: «El Signo de Socorro o Ayuda se da así… pero en Estados Unidos, Escocia e Irlanda, se hace de esta otra manera…». Esta última modalidad del Signo de Socorro es la antigua.
CEREMONIA DE INSTALACIÓN: los Modernos celebraban una Instalación al año, de una forma sumamente sencilla, mientras los Antiguos realizaban dos Instalaciones al año (en San Juan de Verano y San Juan de Invierno) y con un ritual extenso y solemne. Con el fin de evitar que el número de Maestros Instalados antiguos duplicase al de modernos, se acordó llevar a cabo únicamente una Instalación anual, pero se haría según el ritual antiguo.
HERRAMIENTAS DEL GRADO: los Antiguos concedían gran importancia a la explicación de las Herramientas de cada grado en toda ceremonia de aumento de salario o Instalación. En el Rito de Emulación este hábito se mantiene, aunque en REAA y RF las herramientas no se explican.
ARCO REAL: se reconoció al Arco Real su condición de Grado generador y núcleo de la Masonería, pero se planteó de un modo intermedio entre los usos antiguos y modernos. Los Modernos habían comenzado a trabajar el Arco Real como la segunda parte del Tercer Grado, mientras que irlandeses y escoceses habían creados capítulos con jurisdicción sobre una serie de Grados que marcaban la progresión desde el Grado de Maestro hasta el Arco Real. Actualmente, en la Constitución inglesa (y la española) el Arco Real se trabaja e Capítulos, pero sin los grados intermedios (Pasado Maestro Virtual, Marca, Masón Superexcelente, etc…). Ello provoca que ni Escocia ni Irlanda permitan el paso a sus capítulos a Compañeros ingleses o españoles, salvo que ellos mismos les hayan conferido los grados. En el caso irlandés se da además el inconveniente de que la estructura de leyendas es distinta, pero en el caso escocés el impedimento es el camino administrativo y simbólico que se sigue hasta llegar al Arco Real.
FECHAS DE TENIDAS: la costumbre de reunirse en días prefijados (por ejemplo, todos los segundos lunes de cada mes) es un hábito antiguo. Los modernos se reunían de manera arbitraria, según las circunstancias.
GRAN LOGIA: los Antiguos siempre les otorgaron mucho más poder que los Modernos. El Certificado de Gran Logia es un invento antiguo que los Modernos no comenzaron a emplear hasta 1755. Los Antiguos mantenían un listado de Logias bajo su jurisdicción (una idea irlandesa), pero los Modernos nunca lo tuvieron.
MAESTROS INSTALADOS: desde 1765, entre los Antiguos, la condición de Pasado Maestro implicaba la de Oficial de la Gran Logia. Sin embargo, entre los Modernos no era así. En la unión de 1813 se acordó otorgarles derecho a voto, pero no la condición de Oficiales de Gran Logia.
TESTAMENTO FILOSÓFICO: el hecho de que el candidato hubiese de responder a unas preguntas por escrito fue una innovación de los Modernos. Esto es lógico, dado que obligaba a dar por sentado que sus candidatos sabrían leer y escribir, en una sociedad donde el índice de alfabetización era del 50% (en España, en la primera mitad del Siglo XVIII, era únicamente del 25%).
CADENA DE UNIÓN: en la Masonería Antigua era (y es) desconocida. Se trata de un aporte de los Modernos tomado de las asociaciones esotéricas de Londres, a las que tan aficionados eran muchos de ellos. En Emulación, Irlandés, Escocés y York (y por ello en los ritos norteamericanos y canadienses) no se realiza.
Como ya hemos comentado, el Tercer Grado basado en la leyenda de Hiram Abiff es una de las grandes aportaciones modernas a la Masonería universal, desplazando al Tercer Grado noaquita, cuya última versión escrita data de 1726. Sin embargo, la particular idiosincrasia de la Masonería Moderna iba a introducir también unos procedimientos hasta ahora desconocidos. En el Ritual de Bristol, el primer ritual moderno que se conserva (excepción hecha de Masonry Dissected), y que por el desarrollo del Tercer Grado podemos datar hacia 1760, en las notas preliminares aparecen dos líneas a las que rara vez se presta atención, pero que marcan una diferencia fundamental con el modo de trabajar antiguo: “Debe procurarse que el Candidato piense por sí mismo, y los Diáconos no deben apuntarle las respuestas. En caso de duda consúltese al Director de Ceremonias”. Los que hemos podido trabajar en ritos de ambas tradiciones sabemos que este es un rasgo específico de la Masonería moderna, mientras que en Emulación, York, Escocés Estándar e Irlandés, es siempre el Diácono el que apunta al Candidato las respuestas, al punto de que el único momento de la Tenida en que el Candidato dispone de libertad para responder por sí mismo es en el instante en que debe aceptar si toma o no la Obligación, permitiéndosele así echarse atrás si tal fuese su deseo. Otros detalles que aparecen por primera vez en este ritual son la Copa de la Amargura, el Círculo de Espadas y algunas originalidades que no han perdurado, tales como dar un golpe de gong en el momento en que el Candidato ve la luz, o el florido texto que se decía con motivo del citado Círculo de Espadas: “El Círculo de Espadas que os rodea representa también la universalidad de la Masonería, pues donde quiera que la voluntad de la Providencia os envíe, ya residáis en la civilizada Europa, visitéis el hielo de las regiones del norte, languidezcáis bajo la arena sin caminos del desierto africano, atraveséis los bancos del Nilo, el Ganges, el Eúfrates o el Mississippi, o moréis en los inconmensurables páramos habitados por tribus indias, allende el Atlántico, o entre los árabes errantes, o los nómadas tártaros, o entre los lejanos chinos; o incluso, sí, en el mismo campo de batalla, en todas partes encontraréis un Hermano, el cual os saludará en el lenguaje universal de la Masonería”. Preston, que pertenecía a los Modernos, introdujo también las alusiones del Segundo Grado a los sentidos, las artes liberales y los órdenes arquitectónicos.
La Ceremonia de Unión de las dos Grandes Logias
El 27 de Diciembre de 1813 se reunieron en Freemason’s Hall Antiguos y Modernos para pone en escena su unión. Ambas grandes Logias abrieron trabajos en sendas cámaras adjuntas a la sala principal de Freemason’s Hall, tras lo cual entraron en procesión, dirigiéndose a sus respectivas ubicaciones. Desde el punto de vista del Oriente, los Modernos se situarían a la derecha y los Antiguos a la izquierda. En el centro del Oriente se elevó una pequeña plataforma donde se dispusieron los tronos del Duque se Sussex, que presidía por parte de los Modernos, y de su hermano, el Duque de Kent, que presidía por parte de los Antiguos. Al lado de cada uno de ellos se encontraban el Gran Maestro correspondiente, siendo los sitiales de ambos Grandes Maestros idénticos. Las ochocientas personas que se hallaban presentes se encontraban de pie, con excepción de El Duque de Sussex, el Duque de Kent, el visitante sueco Conde de Lagardje, y ambos Grandes Maestros, que se hallaban sentados.
Tanto Antiguos como Modernos tenían sumo interés en que escoceses e irlandeses sancionasen su unión. Sin embargo, la Gran Logia de Irlanda dio una firme negativa. La Gran Logia de Escocia no se molestó en contestar.
Una vez que todos hubieron tomados sus asientos, el Gran Capellán de los Modernos, Reverendo Dr. Coghlan, proclamó en voz alta, tras un toque de trompeta:
Escuchad, he aquí el Acta de Unión que reúne los Artículos solemnemente acordados entre las dos Grandes Logias de Masones Libres y Aceptados de Inglaterra, firmada, sellada y ratificada por los representantes de ambas Grandes Logias, por la cual de ahora en adelante y para siempre serán conocidos y reconocidos por el nombre y título de Gran Logia Unida de los Masones Antiguos de Inglaterra. ¿Qué decís, Hermanos representantes de ambas Grandes Logias? ¿La aceptáis, confirmáis y ratificáis?
A lo cual los presentes respondieron a coro:
La aceptamos, confirmamos y ratificamos.
Tras lo cual continuó el Gran Capellán:
Que el Gran Arquitecto del Universo haga esta unión perpetua. Así sea.
El Reverendo Dr. Barry, Gran Capellán de los Antiguos, tomó la palabra para proclamar:
Sepan todos los hombres que el Acta de Unión entre las dos Grandes Logias de Masones Libres y Aceptadas de Inglaterra queda solemnemente firmada, sellada, ratificada y confirmada, y que las dos Fraternidades son una, para ser de ahora en adelante y para siempre conocidos y reconocidos por el nombre y título de Gran Logia Unida de los Masones Antiguos de Inglaterra. Que el Gran Arquitecto del Universo haga esta unión perpetua. Amén.
Entonces los Diputados Gran Maestro entregaron a sus respectivos Grandes Maestros los últiles de oficio, de modo que los Grandes Maestros se aproximaron al Arca de la Alianza a depositar sus Escuadras, Niveles, Plomadas y Malletes sobre ella, tras lo cual introdujeron conjuntamente el Acta que acababan de ratificar en el interior del Arca.
Del mismo modo les fueron entregados a los Grandes Maestros las cornucopias con grano, el aceite y el vino, y ambos derramaron el grano, el aceite y el vino sobre el Arca, a la manera antigua, mientras pronunciaban:
Del mismo modo que derramamos grano, vino y aceite sobre esta Arca de la Alianza Masónica, que la generosa mano de los Cielos colme al Reino Unido de grano, vino y aceite, así como con todo lo necesario para la vida, y que haga nacer en nuestros corazones la gratitud por sus dones. Amén.
Se procedió entonces a nombrar al resto de Oficiales y a una serie de cuestiones administrativas, tras lo cual se procedió a mostrar a los presentes los nuevos rituales que la Logia de Reconciliación había comenzado a desarrollar, aunque esta Logia no daría por concluida su misión hasta 1816.
Finalmente, el Duque de Sussex fue nombrado primer Gran Maestro de la Gran Logia Unida de Inglaterra, tras lo cual se procedió a la votación, uno por uno, de los nuevos Reglamentos de la Gran Logia Unida de Inglaterra.
La rebelión de Liverpool y la Gran Logia de Wigan
Aunque se suele pensar que la historia de los Antiguos termina en 1813, año en que se crea la UGLE, la realidad no es exactamente así. Antiguos y Modernos habían sido unificados, sí, pero la desconfianza y las diferencias respecto al modelo de Masonería permanecían vigentes. Muestras de hostilidad como negar al Gran Maestro Provincial el mallete al entrar en la Logia, o la inspección de las actas, dependiendo del pasado de la Logia y del visitante, estaban a la orden del día.
En 1823, diez años después de la unificación, los Antiguos se encontraban descontentos con el Gran Maestro, el Duque de Sussex, de quien consideraban que estaba incumpliendo su obligación de proteger a ambas familias por igual. La UGLE presentó una propuesta para subir de 5 a 7 el número mínimo de miembros para que una Logia pudiese seguir conservando su patente, y además en Bath (próximo a Bristol, zona tradicional de Modernos) se acabó de prender la mecha: unos hermanos presentaron su solicitud para la creación de un Capítulo de Arco Real, pero la Provincia de Bristol denegó la autorización argumentando que «no era conveniente que hubiese el mismo número de Capítulo que de Logias». Si tenemos en cuenta que en la jurisdicción de la Gran Logia Unida de Inglaterra el Arco Real se trabajaba como parte del Tercer Grado, en realidad esto era un atentado contra la misma esencia de la Masonería Antigua, pues impediría a las Logias culminar los grados fundamentales. En el norte, la comunidad masónica, prioritariamente irlandesa y antigua, se rebeló contra la UGLE. En este caso no fue York la ciudad que lideró la revuelta. En plena Revolución Industrial, York se había convertido en una ciudad de segunda fila (mientras que Hull, con acceso fluvial, había concentrado a la población obrera de Yorkshire). Sería Liverpool la ciudad que concentraría la particular resistencia de los Antiguos, y se fundaría en Wigan, localidad a unos 35 Kms de Liverpool, una Gran Logia Antigua: la Gran Logia de Wigan. Pero la propuesta de limitar los Capítulos fue desestimada, y el número mínimo de miembros para conservar la patente se mantuvo en 5 (que es actual número de miembros que exigen los Estatutos de la UGLE), de modo que el tiempo demostró que la fundación de la Gran Logia Unida había sido una solución eficaz, y hacia 1860 la mayor parte de las Logias había regresado al seno de la UGLE. No obstante, la última Logia de los Antiguos no regresó a la UGLE hasta 1913. Se trataba de la Logia Sincerity nº 1, de Wigan. En 1913 la UGLE no mostró comprensión alguna con los miembros de la Logia Sincerity, al punto de que no sólo les negó el acceso a sus Logias, sino que además ni siquiera les reconoció los Grados, de modo que los que quisieron integrarse en otras Logias hubieron de tomar los Grados nuevamente.
Publicado por Alberto Moreno Moreno