Ustedes saben que se dijo: «ojo por ojo y diente por diente». En cambio yo les digo: no resistan a los malvados. Preséntale la mejilla izquierda al que te abofetea la derecha, y al que te arma pleito por la ropa, entrégale también el manto, Si alguien te obliga a llevarle la carga, llévasela el doble más lejos. Dale al que te pida algo y no le vuelvas la espalda al que te solicita algo prestado.
(Mateo 5, 38)
Los pensamientos y las emociones se atropellan en mi espíritu deseoso de compartir con vosotros lo mejor y más selecto de lo que pueda concebir sobre el tema. Es imprescindible referirme a lo que Dios nos ha revelado de más bello y profundo de sí mismo. El, el G:. A:. D:. U:. es Amor, su creación es una obra de amor y la comprensión de este sentimiento es condición «sine qua non», para entenderlo y expresarlo al prójimo («próximo a»).
Por lo expuesto, me permito una breve reflexión, o mejor proponer algunas ideas generales sobre el Amor.
El Amor es como la salud. Cuando uno la tiene no piensa en ella. Pero… cuando uno esta enfermo, no cesa de desear su regreso.
El Amor es el principal alimento del espíritu, el oxígeno del alma, por lo que todo hombre necesita amar y ser amado, vivir en y con amor. Es un entendimiento, una amistad profunda, es descubrir lo divino en otro ser.
Como dijo Antoine de Saint – Exúpery «No se ve bien sino con el corazón». Lo esencial es invisible a los ojos. Pues bien, el amor es el más noble sentimiento que no se vende ni se compra.
Pero esa luz que nos ilumina, también es sacrificio, el amor es dolor y quiere quitarnos a veces todo lo que poseemos; nos lleva a realizar proezas y cometer locuras que incluso atentan contra la vida de uno mismo. Como el padre que salta a un río por salvar a su hijo a punto de perecer, o como el hombre que dona un órgano y da la vida a su hermano. Este amor ha hecho, que un Jesús, dé su vida por sus amigos en una Cruz.
Vivir el amor, es crear vínculos, lazos, imponerse obligaciones hacia otro. Amar significa asumir un gran compromiso con la vida: con Dios, con la esposa, con la comunidad, con la naturaleza.
Este sentimiento tan amplio y tan subjetivo parte de aceptarse a sí mismo, de reconocer en sí la propia grandeza y divinidad puesto que solamente el que ama, tiene amor para dar.
Saber despojarse del egoísmo peculiar, vulgar en el hombre no preparado, significa conocerse y respetarse a si mismo para aprender a querer a nuestros semejantes.
El amor bajo sus mil rostros es el camino donde se realiza la humanizacíon del hombre, capaz de conducirnos a nuestra anhelada «unión fraternal y paz universal».
Las Sagradas Escrituras nos enseñan entre los Mandamientos de Dios, los que Jesús señalo como los más importantes: Amaras a Dios sobre todas las cosas, y como segundo no menor en importancia: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Cuando le preguntaron a Jesús quien era el prójimo, el respondió con la Parábola del Buen Samaritano. De allí podemos concluir que no se debe calcular, sino más bien dejarnos llevar por un sentimiento y hacernos prójimo, próximo al que nos necesita.
El amor no consiste solamente en conmoverse ante la miseria del otro. El Samaritano más que hacer una caridad se arriesgó sin reserva ni cálculo y esto con un desconocido.
El amor puede tomar formas diferentes: a la esposa y a los hijos; a los padres y a la familia extensa; a los HH:. MM:. y a los amigos más cercanos; siendo un sentimiento puro y verdadero. Sin embargo, el amor al prójimo también se refiere a aquel sentimiento difícil de comprender y aún más difícil de practicar, estoy hablando del amor filantrópico y del amor anónimo, al ser humano sin nombre y apellido, al cristo sin rostro, e incluso al enemigo.
Afortunadamente, podemos encontrar grandes ejemplos de seres humanos de belleza espiritual, cuyo testimonio de vida nos alienta a creer en la práctica del amor: desprendido, real y altruista. A confiar en la evolución de la humanidad.
Deseo brevemente referirme a algunas de esas personas por la fuerza de su amor y su contemporaneidad, como son: la Madre María Teresa de Calcuta quien en su fuente inagotable de entrega y sacrificio, que postrada en su lecho de enferma, hace apenas pocos días atrás expresaba su angustia por los gastos de hospital, renunciando a su atención en favor de sus niños y enfermos.
Asimismo, Martin Luther King, que hizo del amor un escudo en su lucha por la igualdad, la justicia y la dignidad entre los hombres. Es un gran ejemplo de entrega y sacrificio de hasta la propia vida, por ello, de él deseo rescatar las siguientes palabras:
«El amor no se conforma con aliviar al que sufre, para empezar no tocó ser el buen samaritano para aquellos que han caído en el camino. Esto sin embargo, no es más que un comienzo. Pues algún día, tendremos que reconocer a la fuerza que el camino a Jericó debe ser hecho de otra manera, para que hombres y mujeres ya no sigan siendo golpeados y despojados continuamente mientras van avanzando por los caminos de la vida».
El cumplimiento del deber de la fraternidad, de masones entre si y para con nuestros semejantes, tiene relación con la Caridad (Solidaridad Humana), la Fraternidad y la Filantropía o amor a la humanidad. Considero que «amar al prójimo» es cumplir a cabalidad con estos principios singularmente profundos.
En nuestra aspiración de modelar nuestra materia, de crecer espiritualmente como individuos y practicar la virtud, debemos tener presente que «la humanidad», segundo punto filosófico fundamental en la masonería corresponde al orden de la conducta y como masones nos corresponde amarla y respetarla, para poder serle útil.
Es este sentido, debemos ser consecuentes con nuestros principios y enseñanzas filosóficas, actuando con la condición de hacer el bien, amar al prójimo, practicar el adagio: hacer el bien sin mirar a quién. Debemos reconocer en nuestro enemigo también a nuestro prójimo así nos enseña el Libro Sagrado:
«… porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? Hasta los malos aman a los que aman. Y si hacen bien a los que les hacen bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores obran así. Y si prestan algo a los que les pueden retribuir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos igual trato. Por el contrario, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar algo en cambio». (Lucas 6, 27)
Muchas ideas y sentimientos aún quedan en el tintero, sin embargo agradeciendo vuestra presencia quiero para concluir, participar a vosotros QQ:. HH:. parte de la experiencia que significó para mi trabajar esta plancha.
Fue una magnífica oportunidad por la pertinencia del tema, para producir e intercambiar ideas con Carla, mi compañera y mi esposa y quiero compartir con vosotros una reflexión impregnada en la sensibilidad femenina:
No preguntes… no busques que da el amor, el amor no da nada, pero él nos transforma y ello basta para vivir.
Sino lo tienes, la vida no tiene más sentido.
Por: Carlos J. Antezana Valenzuela